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Periodista que trabaja a distancia en Barbados cuenta su experiencia de acoso callejero

Categorías: Caribe, Barbados, Medios ciudadanos, Mujer y género, Viajes
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Entre las altas palmeras y la exuberante vegetación de la costa sur de Barbados, la Casa de Naciones Unidas se ilumina de naranja para llamar la atención sobre el problema de la violencia de género, como parte de la conmemoración anual de los 16 Días de Activismo y el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.. Foto [1] de UN Women/Younes Hosney en Flickr (CC BY-NC-ND 2.0 [2]).

En medio de la pandemia de COVID-19 [3], el trabajo remoto desde una idílica isla del Caribe puede parecer una oferta imposible de rechazar, pero después de cuatro meses y medio de vivir en Barbados como parte del progresista programa de visas Welcome Stamp [4] (Sello de Bienvenida), la periodista independiente Andrea Lo [5], que vive en Hong Kong, decidió que era todo menos eso. Y gracias a la cultura de acoso callejero del país.

Lo escribió un artículo [6] sobre su experiencia, que ha recibido mucha atención regional pues muchos otros países caribeños han tenido situaciones similares [7]. En el artículo, cuenta [8] varios incidentes que la hicieron sentirse insegura desde que llegó a Barbados en diciembre de 2020, y que contribuyeron a su decisión de reducir su estadía en Barbados, a pesar de las muchas ventajas de la isla:

I was struck by the beauty of Barbados, from the azure shades of the Caribbean Sea to the rugged landscapes of the east coast facing the Atlantic. […]

I also loved learning about Barbados culture. I had the privilege of enjoying a private cooking demo of fried flying fish with cou-cou (corn flour and okra) and sauce–the national dish of Barbados. It was also fascinating to hear conversations in Bayan Creole and learn Caribbean slang.

Quedé impactada por la belleza de Barbados, desde los matices de azul del mar Caribe a los escarpados paisajes de la costa este del Atlántico. […]

También me encantó aprender sobre la cultura de Barbados, tuve el privilegio de disfrutar una demostración privada de cocina de pescado frito con cou-cou (harina de maíz y okra) y sauce, el plato nacional de Barbados. También fue fascinante oír criollo bajan y aprender jerga caribeña.

Sin embargo, la cultura del acoso callejero pronto cobró su precio. Lo describió que era más difícil de sortear que los confinamientos por COVID-19 y la ceniza volcánica que tuvo dominado a Barbados después de las intensas erupciones [9] de La Soufrière [10] de San Vicente y las Granadinas en abril de 2021 [11]:

Although street harassment is not unique to the island, I had never felt as fearful and vulnerable as I did in Barbados
Catcalling happened almost every time I left the house. […]
This ranged from one man saying he wanted to ‘put his aloe vera on me’ while I was taking pictures of the beach to another yelling, ‘Leave this prey alone!’ when I adjusted my shorts while walking.

I knew catcalling was happening in Barbados and the local women assured me that it was largely harmless. And at first I tried to laugh about it.

But as I continued to explore my new home on my own, I saw more incidents that filled me with fear.

I was warned that solo women on the beach could attract unwanted attention. Once a man was sitting next to me trying to have a conversation. I gave him one word answers before finally ignoring him. He sat and stared at me in silence. When I pretended to pack and leave, he left.

Aunque el acoso callejero no es privativo de la isla, nunca me sentí tan temerosa ni vulnerable como me sentí en Barbados
Los silbidos groseros ocurrían casi en todo momento que salía de casa. […]
Iban desde un hombre que me decía que ‘me quería poner su aloe vera’ mientras tomaba fotos en la playa, a otro que gritaba ‘¡deja en paz esa presa!’ cuando me acomodaba mis pantalones al caminar.

Sabía que en Barbados eran frecuentes los silbidos groseros y las lugareñas me aseguraron que eran casi siempre inofensivos. Y al comienzo traté de reírme de eso}.

Pero cuando seguí explorando mi nuevo hogar sola, vi más incidentes que me llenaron de temor.

Me advirtieron que las mujeres que iban solas por la playa podían llamar atención no deseada. Cuando un hombre estaba sentado a mi lado intentando hacer conversación, respondí con monosílabos antes de finalmente ignorarlo. Se sentó y me miró en silencio. Cuando hice como que me iba, se fue.

Esas interacciones le dejaron sintiéndose «cada vez más paranoica e introvertida» mientras caía en una «profunda madriguera de pánico y desesperanza». Lo dice que llevaba siempre una alarma de violaciones y un cuchillo a donde fuera, y hasta usó un «anillo de bodas falso» en un intento de desviar la atención no deseada. Dijo que le sorprendió que nada en su investigación previa a su traslado insinuaba la omnipresencia de estas molestias:

Some friends in Barbados speculated that the excessive attention was due to my being an Asian with pink hair.

Local women said to me, ‘But that’s how Caribbean men are.’ One said if I wanted to live in the Caribbean I would have to accept that.

Algunos amigos en Barbados especularon que la excesiva atención se debía a que soy asiática y tengo el pelo rosa.

Las mujeres de acá me dijeron: ‘Pero así son los hombres caribeños’. Una dijo que si quería vivir en el Caribe tendría que aceptarlo».

Sin embargo, las caribeñas han estado defendiéndose y denunciando el acoso verbal y otras formas de abuso de género desde hace años. En 2016, la etiqueta #LifeinLeggings [12] [Vida en mallas], creada por dos barbadenses como manera de dar una voz a las mujeres, y un espacio en el cual contar sus historias de acoso sexual, resonó en toda la región pues puso de manifiesto [13] el grado [14] en el cual el acoso está arraigado en la cultura [15] regional colectiva [16].

Otras iniciativas regionales contra la violencia de género incluyen la Brigada Pandereta [17] de Jamaica, y la etiqueta #LeaveMeAlone [Déjame en paz] sacada de una canción [18] de Calypso Rose de Trinidad y Tobago, que la activista Attillah Springer usó como mecanismo [19] de debatir sobre violencia de género en el contexto de las celebraciones anuales del carnaval del país. Ambos movimientos empezaron en 2017.

Para Lo, el colmo fue un incidente ocurrido cuando caminaba una tarde al supermercado de su barrio:

The streets were empty. A man drove by and stopped next to me. He said he was selling beach chairs and then he told me to get in the car.

‘I’m fine, thank you,’ I replied.

He became aggressive: ‘I’m trying to get in touch with you, but you don’t care about me.’

I replied, ‘I’m fine on my own.’

‘Don’t you want a husband?’ He asked. I said no and he drove off. But I froze in fear, too panicked to write down his license plate.

Las calles estaban vacías. Un hombre conducía y se paró a mi costado. Dijo que vendía sillas de playa y em dijo que subiera al auto.

‘Así está bien, gracias’, respondí.

Se puso agresivo: ‘Estoy intentando ponerme en contacto contigo, pero no te importa’.

Contesté: ‘Estoy bien sola’.

‘¿No quieres un esposo?, preguntó. Dije que no y se fue. Pero quedé paralizada de susto, demasiado asustada para anotar el número de su matrícula.

La administradora del complejo de apartamentos de Lo denunció en incidente a la Policía, aunque hasta donde Lo sabe, «nunca atraparon al conductor». Recién después de esa experiencia fue que Lo supo de Ronelle King [20], cofundadora de #LifeinLeggings, que «iba de camino a la capital Bridgetown, en 2016, cuando un hombre se ofreció a llevarla. Se negó pero trató de meterla a empujones al auto». King explicó [8]:

Harassment of women and girls in Barbados is a widespread and ubiquitous issue […] one of those crimes that has been normalized as ‘part of culture’, trivialized to be considered a masculine way of showing their interest in a woman they are attracted to.

El acoso a mujeres y niñas en Barbados es un asunto difundido y omnipresente […] uno de esos delitos que se ha normalizado como ‘parte de la cultura’, trivializado hasta que se le considera una manera masculina de mostrar su interés en una mujer que les atrae.

Es un aspecto de la realidad de Barbados que se contradice con el propósito de la declaración [4] de la primera ministra Mia Mottley en el sitio web de Welcome Stamp, que promete a los visitantes «seguridad y protección» en este «lugar ideal para vivir, para solteros y familias».

Lo dice que su decisión de regresar a Hong Kong la llenó de «enorme alivio», aunque se preguntó qué pudo haber hecho diferente:

Maybe I was stupid to move to a place I’d never been to. As a woman, I would not have gone there alone if I had known the reality. Sometimes I wonder if I should have done that at all. So much of what happened was completely unexpected.

Tal vez fui tonta por mudarme a un lugar en el que nunca había estado. Como mujer, no hubiera ido sola de haber conocido la realidad. A veces me pregunto si me hubiera ido para allá. Mucho de lo que ocurrió fue totalmente inesperado.

Esta tendencia de las mujeres de cuestionarse es lo que las feministas caribeñas están tratando de cambiar mientras buscan [14] adecuada socialización de niños y hombres, ya sean ciudadanos comunes y corrientes o celebridades regionales [21], para que asuman la responsabilidad por sus acciones y hacer los cambios necesarios.