«Recuperar la identidad indígena centroamericana es clave para dejar de ser borrados»

Pintura de la autora, Samaria Polet Carias Ayala, usada con autorización.

Los pueblos de suelo centroamericano inculcaron el pensamiento colonial a través de las normas sociales españolas y un sistema educativo occidentalizado. Los niños aprenden español y la historia de sus propios pueblos a través de las voces de conquistadores y los textos que han dejado atrás. Esto es perpetuado por educadores encubiertos que solamente cuentan el lado europeo de la historia.

Esas voces se filtran a los corazones y mentes de los pueblos indígenas, y corroen a muchos que se quieren identificar con sus antecedentes y ancestros nativos, pero tienen cierto grado de confusión, vergüenza y hasta culpa por falta de información con respecto a sus ancestros indígenas. Imagina querer conectarte contigo y tu familia, pero tener que armar muy pocas piezas de un rompecabezas robado mientras otros a tu alrededor perpetúan tu eliminación.

Recuperar la identidad de un nativo es clave para la alteración de los poderes opresivos. En mi experiencia, el término se refiere más a centroamericanos que en ahora viven en el norte de la isla tortuga o en ciudades dentro de Centroamérica. El término indígena se reserva para quienes aún viven en aislamiento con la Madre Tierra y sin comunión con el mestizaje de las Américas.

Borrar significa denigrar esas identidades por absurdas. Borrar significa robar tierras y llevar a los pueblos originales a entornos estériles o de otro tipo, como lugares urbanizados con escasa conexión con el entorno natural. Borrar significa imponer el mestizaje, una identidad arraigada en la aceptación de la conquista española y olvidar la existencia de los nativos antes de la colonización.

Es más, según Mujeres de Maíz, colectivo de pueblos indígenas en línea, «Guatemala tiene una de las mayores poblaciones indígenas del mundo», pero el Gobierno guatemalteco solo reconoce a 40 % de la población como indígena, a pesar de que los líderes indígenas locales afirman que representan más del 60 %. Este es un ejemplo de borrado estadístico. Esto es válido para otros estados-nación centroamericanos como Honduras, que informan que «casi el 9 % de la población total se autoidentifica como miembro de un grupo indígena o minoritario». Por lo tanto, cualquier nativo que haya sido desvinculado de su indigeneidad, y que además haya nacido en zonas urbanas, no está reconocido sino que se identifica como mestizo.

Los nativos de la cola de iIsla de Tortuga sufren el retroceso del blanqueamiento, que hace que tener cualquier rasgo físico y manierismo indígena sea un rasgo indeseable entre quienes se identifican como mestizas. Como nativos centroamericanos, enfrentamos algunos de los peores tipos de trato que puede sufrir un ser humano, como asimilación forzada,  conversiones religiosas forzadas, violencia física y «limpiezas» culturales, que son un verdadero genocidio de nuestras identidades nativas.

Sin embargo, ¡resistimos! Volamos sobre la tormenta de la explotación y el dolor social como lo harían nuestros parientes guacamayos. Esa es la verdadera perseverancia, como dirían mis mayores. Pertenecemos a este hemisferio, pertenecemos aquí desde hace cientos de años, antes de la continua colonización. Los nativos en el centro de las Américas estamos existiendo y resistiendo a fuerzas muy poderosas que esperan reinar, a través borrarlos, sobre nuestras ideologías indígenas, la conexión con la tierra y la protección de los recursos.

Las injusticias cometidas contra los pueblos indígenas en las Américas incluyen robo de tierras, trabajo infantil forzado, desplazamiento forzado y lavado de cerebro a través de los sistemas educativos. Nuestras mujeres indígenas han sido las primeras en ser expuestas a los misioneros religiosos y a las compañías que a menudo las violan, y a la tierra, que también las llevan a tierras extranjeras del norte para servir.

Muchos primos míos y mi madre han caído en manos de los colonialistas de esta manera, con extranjeros que los encantan con mentiras de una vida mejor, pero la realidad es nefasta una vez que se instalan en el Norte.

Por eso los indígenas luchan para detener los proyectos de construcción de fuerzas externas que siguen saqueando, violando y cambiando el paisaje sagrado que vivimos para proteger. Hoy en día, los garinagu de la costa de Honduras siguen luchando por sus derechos a la tierra y exigen la devolución de sus hermanos robados; a los lenca de Gracias de Dios se les reconoce solamente en el «Día del Indio Lempira», mientras que los tawakh de la aldea de mi nana (abuela) están cada vez más olvidados, ya que no se hace justicia por su violento desplazamiento, el robo de tierras y el saqueo de sus cultivos por parte de los narcotraficantes y las empresas del Norte. El borrado afecta las voces nativas que luchan por una forma de vida centrada en la Madre Tierra y en nuestros parientes de la flora y la fauna.

Mapa de Honduras muestra los lugares donde viven pueblos indígenas en la actualidad.

Todo esto lo digo por la experiencia de haber nacido y crecido en tierra hondureña con la tez morena y negra mientras se me enseñaba inexplicablemente a despreciar y descuidar mi condición de nativa y a rechazar mi negritud. He soportado la asimilación forzada a las normas coloniales y me he visto desplazada de mi tierra natal. Soy la personificación viviente de la resistencia a las enseñanzas coloniales mientras sufrimos las consecuencias de vivir como nativos.

Mientras pensaba en la eliminación, le pregunté a Edwin Pastor, fotógrafo y nativo guatemalteco, sobre su experiencia como parte de los centroamericanos que viven fuera y su intento de conectar con su indigenismo. Me dijo:

I am living proof that roots cannot be eradicated. I think it is my responsibility to inherit my culture and keep it alive.

Soy la prueba viviente de que las raíces no se pueden erradicar. Creo que es mi responsabilidad heredar mi cultura y mantenerla viva.

Pastor se ha esforzado por continuar las ceremonias sagradas del cacao con su hermano gemelo, por grabar la colorida existencia de sus mayores y de otros chapines (guatemaltecos) en el pueblo natal de su padre, Totonicapán, y por informar a otros sobre las fiestas mayas k'iche’. Quiere crear algún día un colectivo para enseñar a los jóvenes de Totonicapán a usar las cámaras y darles herramientas para expresar su hermosa existencia.

Como artista, me esfuerzo por revivir las antiguas costumbres y mostrar a mis antepasados que se les recuerda en su verdadera belleza: como ingenieros, artistas, arquitectos, protectores del agua y honrados comerciantes. Su legado vive en personas como yo. Es necesario curarse del genocidio de nuestra identidad y cultura para volver a conectar y caminar por esta vida en paz y transparencia. Es crucial para las generaciones futuras descartar lo que no nos sirve. Debemos dejar atrás conceptos coloniales como la homofobia, el clasismo, la adquisición posesiva de tierras y los ideales capitalistas según los cuales el capital es más importante que los medios de vida de los nativos.

Las tácticas deliberadas contra los indígenas –como la violencia, el robo de tierras, la escolarización colonial y el catolicismo– provocan vergüenza y culpa entre los nativos. No hay orgullo cultural cuando se trata de que te llamen «indio», ya que la palabra connota pueblos salvajes e incivilizados, según la visión de un Cristóbal Colón perdido en el mar.

Cuando se le dice a un hondureño, a quien se le ha enseñado a identificarse con un Estado-nación, que es indio, a menudo se obtiene una respuesta desconcertada: «¿Yo? Yo no soy indio», dirán con nivel de disgusto, como si identificarse como tal fuera totalmente inaceptable, aunque la persona tenga rasgos nativos muy marcados.

Se nos enseña, explícita o inexplícitamente, a odiar nuestras narices monumentales que recuerdan las ruinas de nuestros antepasados; se nos enseña a odiar nuestra piel de color tierra que debe recordar nuestras tierras fértiles; se nos enseña a odiar cuando la aceptación y la tolerancia son el camino. Es realmente desalentador experimentar e interiorizar perspectivas distorsionadas de uno mismo. Tuve que ir al Norte, donde experimenté una mayor supresión de otros grupos, para darme cuenta de lo que estaba oculto dentro de mí y de todos los que me precedieron: que mi identidad nativa también había sido borrada y vilipendiada.

Es una lucha y un viaje que empieza por amar nuestra piel morena. Para avanzar, debemos centrar y aumentar las voces nativas del istmo, especialmente las de ascendencia afroindígena, porque son las poblaciones que han sido más borradas. Aunque no todos llevemos tocados, ya que las formalidades se ganan o se dan en las ceremonias, cada uno de nosotros existe en su plenitud y cada nativo tiene un camino distinto. Necesitamos que nos respeten, nos escuchen y sentir que nos ven. Somos las semillas que tan desesperadamente intentan arar y seguiremos creciendo y adaptándonos. Somos los nuevos ancestros. Bendiciones a quienes ayudan a los indígenas y nos alojan sin violencia ni borrado cultural.

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