Ucrania: Treinta años en pos de la igualdad

Military parade in Kyiv in honor of Ukraine's 30th independence anniversary, August 24, 2021. Screenshot from YouTube.

Desfile militar en Kiev en honor de los 30 años de independencia de Ucrania, 24 de agosto de 2021. Captura de pantalla de YouTube.

Este artículo de Serhiy Guz apareció originalmente en Open Democracy y se reproduce como parte de un acuerdo para compartir contenido, con leves ediciones para adecuarlo al estilo de Global Voices.

El 24 de agosto, Ucrania celebró grandiosamente sus 30 años de independencia. El Gobierno preparó fastuosas celebraciones, incluido un desfile por el centro de Kiev, la capital. Y durante el mes previo, la televisión ucraniana ha emitido lo que solo puede describirse como videos de propaganda para conmemorar el acontecimiento.

Pero la situación real de la evaluación de las actitudes populares hacia la independencia de Ucrania no es tan clara como podría parecer desde el exterior. En diciembre de 1991, cuando la Unión Soviética comenzaba a desintegrarse, el 92 % de los ciudadanos ucranianos votaron a favor de la independencia en un referéndum histórico. Sin embargo, en diciembre de 2020, sólo el 68 % de los ciudadanos estaba dispuesto a apoyarla, según datos de la encuesta del comité de expteros del Centro Razumkov y del Instituto Internacional de Sociología de Kiev.

Ciertamente, el Centro Razumkov estableció un factor interesante en el nivel de apoyo popular a la independencia: cuanto peor es la situación económica en Ucrania, menos partidarios de la independencia hay. Según los mismos datos, el apoyo más bajo a la independencia se registró en 2003, en vísperas de la Revolución Naranja: entonces solo el 46,5 % de los encuestados estaba dispuesto a votar por la independencia.

«Los argumentos racionales desempeñaron un papel importante en la campaña por la independencia antes del referéndum de Ucrania de 1991″, según el Centro Razumkov. «El motivo principal de los materiales de la campaña [en 1991] era la idea de que Ucrania produce mucho más de lo que consume: para alcanzar un nivel de vida europeo, bastaría con que Ucrania se liberara de las redes de la Unión Soviética».

Leaflets in Ukrainian and Russian showing Ukraine's economic power ahead of the December 199 referendum. Source: Narodnyi rukh.

Folletos en ucraniano y ruso que muestran el poder económico de Ucrania antes del referéndum de independencia de diciembre de 1991. Fuente: Narodnyi Rukh.

Esta perspectiva se refleja en los folletos distribuidos por toda Ucrania en 1991. Si se comparan las estadísticas del folleto con los datos actuales, queda claro que la producción de carbón y azúcar se ha quintuplicado, mientras que la de acero y leche se ha reducido a la mitad, y la de mineral de hierro y carne, algo menos.

Montaña rusa de crisis

Detrás de la caída de estos indicadores de producción se encuentra la cruel aritmética de cientos y miles de minas, fábricas y talleres cerrados, grandes explotaciones agrícolas destruidas, millones de puestos de trabajo perdidos.

En lugar de la prosperidad que se esperaba, Ucrania ha experimentado una y otra vez crisis económicas y disturbios sociales. Esta montaña rusa de crisis significa que el país no tiene tiempo de salir de una crisis antes de que otra empiece, y cada vez solo consigue adaptarse a las nuevas condiciones en lugar de recuperarse. El colapso de la Unión Soviética y la subsiguiente ruptura de las cadenas de producción en toda la URSS condujeron a resultados completamente diferentes a los que se prometió a los ucranianos.

Según los datos más recientes de la Oficina Estatal de Estadística de Ucrania, el 67 % de los ucranianos se considera pobre, y solo el 1 % cree que es de clase media. Otro tercio de los ucranianos no se considera pobre, pero tampoco de clase media.

Esta es la realidad después de 30 años de reformas liberales de mercado, la reducción despiadada de importantes garantías sociales como la medicina o la educación gratuitas, que hoy solo son «gratuitas» sobre el papel. Todos estos años, las autoridades ucranianas han hablado de reformas radicales en beneficio de la «clase media», pero solo una minoría mínima de ucranianos se considera parte de este grupo.

Por supuesto, estas políticas solo pueden tener consecuencias negativas. Según el Centro Razumkov, «la movilización de los habitantes del sur y el este de Ucrania, decepcionados con los ‘frutos de la independencia’, formaba parte del escenario ruso de la ‘primavera rusa'», cuando Rusia hizo campaña para azuzar a la opinión pública en apoyo del separatismo durante la revolución ucraniana de 2014 y sus consecuencias. Y estas actitudes regionales hacia la independencia siguen en juego hastq ahora..

En lugar de iniciar reformas para mejorar la vida de los pobres de Ucrania, los políticos y los funcionarios los califican de «biomasa» y «mendigos».

Pero en lugar de iniciar reformas que beneficien a la mayoría de los ucranianos que viven mal, políticos y funcionarios ofrecen una retórica ofensiva que describe a los ciudadanos insatisfechos con las reformas o que expresan su nostalgia por unas mejores condiciones de vida. A estas personas los llaman «biomasa» y «mendigos» que no pueden construir «ni siquiera una caseta de perro», o «soviéticos» nostálgicos de la URSS.

A estas personas se les quita la voz política con prohibiciones o ataques a los partidos políticos de izquierda. Las leyes de descomunización de Ucrania, las restricciones al uso del ruso y las prohibiciones extrajudiciales a los medios de la oposición acusados de hacer política prorrusa no hacen más que echar leña al fuego de los desafectos.

La situación no es mejor en los sindicatos ucranianos, a los que también atacan mientras las autoridades intentan quitarles los bienes que habían heredado durante el colapso de la URSS.

El movimiento sindical ucraniano está dividido, desorganizado y durante mucho tiempo no ha podido reunir a sus millones de miembros en acciones de protesta significativas, incluso cuando el Gobierno ucraniano intentaba privar a los sindicatos de su influencia o desarrollar una nueva legislación laboral que anulara las últimas garantías sociales abiertas a los ciudadanos ucranianos.

Como resultado, el descontento de los más pobres, la mayor parte de los ciudadanos del país, se desborda en protestas espontáneas, como ocurrió a principios de 2021 durante los «disturbios de las tarifas«, cuando los fuertes aumentos de los costos de energía hicieron que la gente saliera a protestar en ciudades y pueblos de toda Ucrania.

Tierra fértil para populistas

Las autoridades ucranianas sofocan fácilmente estas protestas, pues no están respaldadas por reivindicaciones políticas. Para reprimirlas, basta con desviarse temporalmente de los principios del mercado, y por ejemplo, prolongar la regulación estatal de las tarifas de la electricidad o la calefacción, como ocurrió en respuesta a las protestas por las tarifas.

Este descontento también es terreno fértil para diversos partidos y proyectos populistas, a menudo respaldados por los oligarcas ucranianos. Fue este descontento el que llevó al presidente Volodymyr Zelenskyy y a su partido Servidor del Pueblo al poder en 2019, cuando prometieron a los ucranianos «el fin de la era de la pobreza». En 2014, Petro Poroshenko y su partido político Solidaridad Europea (entonces conocido como Unión de Solidaridad de toda Ucrania) habían llegado al poder con la retórica pacífica de un pronto fin de la guerra con Rusia y una lucha sin concesiones contra la corrupción.

Por desgracia, no ha llegado ni la paz ni el fin de la era de la pobreza. Y como bromean ahora los partidarios y opositores del partido Servidor del Pueblo, parece que la era de la pobreza ha terminado solo para muy pocos elegidos.

Nos encontramos con una paradoja: independientemente de quién gane las elecciones en la Ucrania independiente, en lugar de su prometido restablecimiento de la justicia social, los Gobiernos siguen un camino cada vez más duro de liberalización económica, a la vez que tratan de neutralizar a sus oponentes políticos. Y este camino suele encontrar apoyo entre la población.

Según una encuesta de la agencia Vox Populi de diciembre de 2019, uno de cada cinco ucranianos dijo creer que el autoritarismo era mejor que la democracia. Un tercio de los encuestados no veía ninguna diferencia entre el autoritarismo y la democracia.

Uno de cada cuatro ucranianos encuestados dijo que temía que el presidente disfrutara de una excesiva concentración de poder.

En febrero de 2021, el 49 % de los ucranianos apoyó el cierre de tres canales de televisión de la oposición, que habían sido acusados por las autoridades de una cobertura prorrusa. El Consejo de Seguridad Nacional y Defensa y un decreto presidencial cerraron los canales 12 Ucrania, NewsOne y ZIK, sin ninguna orden judicial. Antes, ningún presidente de Ucrania se había atrevido a imponer esas sanciones extrajudiciales a los medios.

Las encuestas muestran que los ucranianos temen el autoritarismo del actual gobierno. Según una encuesta realizada por la agencia de investigación Info Sapiens en agosto de 2021, el 48 % de los encuestados consideraron que las decisiones del Gobierno que van en contra de la Constitución de Ucrania son la principal amenaza para el Estado en los próximos tres años. En la misma encuesta, uno de cada cuatro dijo que temía una excesiva concentración de poder en manos de Zelenskyy.

A pesar de estos temores y de la caída del apoyo a la independencia, las encuestas muestran que en los últimos 20 años la oposición a la independencia también ha disminuido. Según el Centro Razumkov, durante este periodo el número de opositores a la independencia disminuyó del 29,2 % al 12,5 %.

Actualmente, para la mayoría de los ucranianos, el concepto de «independencia de Ucrania» –y, sobre todo, que sea independencia de Rusia– se ha convertido en un valor absoluto. Y esto hace imposible la perspectiva de que se renuncie mientras la cuestión dependa de los propios ucranianos.

Sin embargo, los sueños de bienestar social y material, justicia y democracia que eran el núcleo del referéndum de 1991 siguen sin cumplirse para muchos.

Es probable que estos sueños vuelvan a verse ahogados por la propaganda o la siguiente ronda de promesas de un futuro más brillante. Después de que se disipen los fuegos artificiales, los ucranianos seguirán enfrentando los mismos problemas que están sin resolverse durante los últimos 30 años.

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