«¡Si tienes sed de libertad, aprovéchala!»: Canciones de la revolución bielorrusa

minsk protest 2020

Manifestación de protesta en Minsk, Bielorrusia, 30 de agosto de 2020. Foto de Natallia Rak en Flickr (CC BY-NC 2.0).

Este artículo de Elena Govor y Raphael Kabo apareció en Transitions Online el 9 de septiembre de 2021. Se reproduce como parte de un acuerdo de asociación de contenidos y se ha abreviado y editado para adaptarlo el estilo de Global Voices.

La protesta, la oposición y la revolución siempre han traído canciones a su paso. Incluso después de que las propias revoluciones queden en el pasado, estas canciones siguen sonando. Las generaciones que llegaron a la mayoría de edad en la Unión Soviética crecieron con estas canciones, dando por hecho que las letras de las revoluciones rusas del siglo XX eran declaraciones de una polaridad claramente delineada en «La Internacional»:

We will build a new world, our world,
Those who had nothing will become all.

Construiremos un nuevo mundo, nuestro mundo
Los que no tenían nada se convertirán en todo

Las canciones de protesta que se han convertido en uno de los símbolos más importantes de la revolución bielorrusa de 2020 son mucho menos simples. Su precursora es el éxito de rock de finales de la era soviética «Khochu Peremen» («Quiero cambios») de Viktor Tsoi, ahora más conocido simplemente como «¡Peremen!». Tsoi escribió esa canción con su grupo rock clandestino Kino en 1986, vísperas de la perestroika de la era Gorbachov. La letra tiene una calidad modernista y estratificada, reforzada por un ritmo cambiante y el uso de la rima interna (lamentablemente no reproducida en esta traducción), que hacen que la canción sea inusual como éxito del rock:

Instead of warmth – the green of glass,
Instead of flame – smoke,
A day torn from the calendar’s net.

En vez de calor – el verde del vaso,
En vez de llama – humo,
Un día arrancado de la red del calendario.

Esta letra sugiere que «¡Cambios!» fue escrita como una autoexpresión, y como reconocimiento de un sentir compartido entre el círculo de jóvenes amigos de Tsoi, que estaban a punto de ser arrastrados a la rutina y la alienación de la vida adulta.

Cigarette in hand, tea on the table – so the circle closes,
And suddenly we are too frightened to change a thing.

Cigarrillo en la mano, té en la mesa – así se cierra el círculo,
y de repente estamos demasiado asustados para cambiar algo.

Estas palabras están tan cargadas de significado personal que parece imposible que se haya convertido en una canción popular. Sin embargo, su atractivo masivo reside en su estribillo, que trasciende el lirismo malhumorado de las estrofas:

“Changes!” demand our hearts.
“Changes!” demand our eyes.
In our laughter and our tears,
In the beat of the pulse,
“Changes!”
“We wait for changes!”

«¡Cambios!», exigen nuestro corazones.
«¡Cambios!», exigen nuestros ojos.
En nuestras risas y lágrimas,
En el latido del pulso,
«¡Cambios!»
«¡Esperamos los cambios!»

El estribillo describe el momento en que el sujeto, sumido en una rumiación autorreflexiva, se libera de los grilletes y formula un pedido que es colectivo más que individual. El sujeto, no «ellos» sino «nosotros», es significativo en el sentido de que no presenta una fuerza exterior contra la que el protagonista deba luchar para lograr el cambio; como la línea recuerda al oyente, «todo está en nosotros».

Podría ser que «¡Cambios!» alcanzara su popularidad masiva precisamente porque las revoluciones de las últimas décadas han surgido del deseo de un sentido abstracto de la libertad, o, en ruso, volya, con programas de cambio imprecisamente definidos, pero con un poderoso anhelo colectivo de vivir sin falsedad. Estas revoluciones políticas, incluidas las protestas turcas en el parque Gezi en 2013, la Revolución de la Dignidad ucraniana de 2014, la revolución de los Paraguas de Hong Kong de 2014 y el movimiento Occupy de 2011-2012, buscan, más allá de sus demandas igualmente importantes y más localizadas, escapar de un mundo en el que la estabilidad y el éxito son la consecuencia de vivir dentro de las reglas no escritas y tácitas del sistema dominante: ser como los demás, permanecer en el propio carril.

Las protestas bielorrusas de 2020 son la manifestación más reciente de este linaje revolucionario del siglo XXI. Un detonante profundamente simbólico del apoyo público a las protestas fue que la prensa estatal obligara a dos jóvenes DJ, Kirill Galanov y Vladislav Sokolovsky, a entretener al público en un acto gubernamental organizado apresuradamente para impedir un mitin antes de la votación de la entonces líder de opositora Svetlana Tsikhanouskaya. Obligados a cumplir las órdenes del Estado, los jóvenes se resistieron a este último abuso de poder interpretando «¡Cambios!» de Tsoi.

La canción duró solo un minuto antes de que el responsable del evento cortara el sistema de sonido y a los DJ los cargaron sumariamente en un furgón policial, pero la canción, o más bien el trato brusco a los DJ, actuó como catalizador para la multitud. Las imágenes de ellos, con las manos extendidas y lanzando signos de victoria, captadas por cientos de teléfonos, se convirtieron rápidamente en un símbolo memético de la dignidad y la integridad del «hombrcite». Mientras tanto, la canción seguía sonando en los altavoces de cientos de autos que circulaban por Minsk.

Tras las detenciones de los DJ, al igual que en la época de la perestroika, «¡Cambios!» fue asumido por la sociedad bielorrusa como una canción de liberación, sobre todo individual, personal, como pretendía su autor.

Estacas a los «muros»

El opositor bielorruso Siarhei Tsikhanouski popularizó otra canción, «Walls» («Muros»), que tras su detención sirvió de banda sonora para las manifestaciones de su esposa, Svetlana. Su origen está en una canción española de 1968 del cantautor catalán Lluis Llach titulada «La Estaca». Una versión en ruso de la canción es de Kirill Medvedev titulada «Steny» («Muros») sonó durante las protestas ante la embajada bielorrusa en Moscú tras las elecciones de agosto de 2020 en Bielorrusia. El texto de la versión rusa es parecido al original de Llach; sin embargo, la estaca simbólica a la que se ata a los no libres se sustituye por el símbolo más fácilmente comprensible de los muros; esta transformación fue probablemente propiciada por metamorfosis anteriores en polaco y bielorruso.

La versión polaca «Mury» («Muros») fue escrita en 1978 por Jacek Kaczmarski, que retocó el texto y su mensaje filosófico y político. Esta canción se convirtió en el himno del movimiento sindical polaco Solidaridad. En 2010, durante una ola de protestas en Bielorrusia, Andrei Khadanovick, poeta bielorruso, tradujo esa versión a su idioma; la canción fue titulada «Razbury Turmy Mury» («Rompe los muros de la prisión»). Durante la campaña presidencial de Tsikhanousky (hasta que fue encarcelado), las complejas estrofas finales fueron sustituidas por versos más directos y contundentes.

Todas las versiones de la canción están unidas por la melodía y el poderoso estribillo, que llama a los oyentes a destruir las estructuras verticales del poder a través de la repetición de «caerá, caerá, caerá». En la versión original catalana, la injusticia está simbolizada por la estaca, que suena casi como «Estat» (Estado en catalán, NdT). En la versión rusa el símbolo se convierte en los muros de la cárcel «que se están cayendo». Los muros de la prisión también aparecen en la versión polaca, aunque a través de referencias indirectas. La versión bielorrusa devuelve el protagonismo a la prisión:

Destroy the prison walls!
If you thirst for freedom, seize it!
The walls soon will fall, will fall, will fall
And bury beneath them the world of old.

¡Destruye los muros de la prisión!
¡Si tienes sed de libertad, aprovéchala!
Los muros pronto caerán, caerán, caerán
Y enterrarán el mundo de antaño.

En estas líneas, el concepto original de la canción se lleva a su más clara realización. La letra está tan esparcida y es tan dinámica que queda espacio para una nueva línea añadida por Khadanovich durante las protestas de 2010 en la plaza de la Independencia de Minsk, que se convierte en la clave de su interpretación: «Si tienes sed de libertad, aprovéchala».

Pese al tenor destructivo del estribillo, el estado de ánimo general de la canción es trágico; los muros, en última instancia, siguen en pie. En las versiones catalana y rusa esto parece ser un hecho objetivo: «los muros nunca se desgastarán». En las versiones polaca y bielorrusa, las razones de la permanencia de los muros se presentan metafóricamente:

So a movement of thousands surged up,
A legion of warriors
To topple statues and break the pavement
Into stones.
Each felt that time had come for them
To lend the battle their strength.
Those not with us are against us.

Entonces surgió un movimiento de miles de personas,
Una legión de guerreros
Para derribar estatuas y romper el pavimento
en piedras.
Cada uno sintió que había llegado el momento
Para prestar su fuerza a la batalla.
Los que no están con nosotros, están contra de nosotros.

Pero en ese momento, el ritmo victorioso de la canción polaca se ve interrumpido por una conclusión inesperada:

… The singer found himself alone.

He watched as the marching rows
Walked to the beat of his song,
And the song was fading, fading, fading …
And the walls were growing, growing, growing …

…El cantante se encontró solo.

Observó como las filas de la marcha
Caminaban al ritmo de su canción,
Y la canción se desvanecía, desvanecía, desvanecía…
Y los muros crecían, crecían, crecían…

Por iniciativa de Tsikhanouski, la versión bielorrusa de 2020 se ha modificado para ser más optimista: se han eliminado las últimas trágicas estrofas y se han añadido dos nuevas coplas de afirmación de la vida que reflexionan sobre la Bielorrusia contemporánea, obra de Alexander Kiss y Sergey Kosmas:

From all Belarus the people rose
To defend their freedom.
Our spirits are moved by one goal:
To dispel the darkness with light.

De toda Bielorrusia el pueblo se levantó
Para defender su libertad.
Nuestros espíritus se mueven por un objetivo:
Disipar la oscuridad con la luz.

A continuación, la canción pide a los bielorrusos que se unan al cantante en una pacífica marcha por los eternos ideales de la verdad y el bien, transformando el país en una «tierra para vivir».

Teniendo en cuenta estos cambios, la variante de Tsikhanouski de «Muros», al son de la cual la «presidenta del pueblo» Svetlana Tsikhanouskaya obtuvo su victoria, a primera vista parece haberse convertido en una autocontradicción. Conserva su sentido central –la destrucción festiva de la injusticia– y la imagen conmovedora de la cantante dirigiendo al pueblo por miles, pero las nuevas estrofas se dirigen a la multitud en su conjunto, en tercera persona del plural, dando por sentado que su unidad está fuera de toda duda. En una de las estrofas añadidas, los autores se dirigen directamente a las fuerzas de seguridad del Estado:

Brother-officers, we are one people.
We live in this world together.
Let your conscience make your choice.
We do not want this war.

Hermanos oficiales, somos un solo pueblo.
Vivimos juntos en este mundo.
Dejen que su conciencia haga su elección.
No queremos esta guerra.

A pesar de estas aparentes contradicciones en el tema y el tono, esta versión se ha convertido en un gran éxito. Al parecer, gran parte de este éxito debe atribuirse a la línea brillantemente sencilla de Khadanovich: «¡Si tienes sed de libertad, aprovéchala!».

Las mujeres vestidas de blanco y con flores en los brazos, que se colocaron en 2020 a lo largo de las calles de Minsk en protesta silenciosa contra los excesos del poder estatal se convirtieron en un punto de inflexión en la revolución del pueblo bielorruso. Representaban la victoria sobre el miedo, la liberación individual, el sentimiento de unidad y el nacimiento de una nueva nación libre. Los politólogos y comentaristas, al analizar las protestas bielorrusas, han tendido a criticar las acciones de esa época por su falta de programa política y ausencia de liderazgo. Pero precisamente este podría haber sido el objetivo de las protestas bielorrusas: reclamar pacífica y simbólicamente la victoria sobre la falsedad y el miedo, para que «un camino brillante e iluminado por el sol» los llevara, como dice la versión de Tsikhanouski, «a una tierra para vivir». Uno recuerda las palabras clásicas de otro bardo Bulat Okudzhava: «Que nuestras aspiraciones sean puras, y el resto vendrá».

La última canción que se escuchó continuamente durante las protestas bielorrusas fue «Guerreros de la luz», escrita por el poeta y músico bielorruso Sergey Mikhalok para su banda de rock Lyapis Trubetskoy. La canción está escrita en ruso sobre un mundo de fantasía ajeno a los acontecimientos políticos, e inesperadamente fue adoptada por las protestas del Maidán ucraniano en 2013 y se convirtió en su himno no oficial. Fue traducida al bielorruso por Dmitri Sosnovsky y encontró su lugar en las protestas bielorrusas. Al igual que las otras canciones mencionadas, se centra en una batalla explícitamente alegórica y simbólica entre las fuerzas de la oscuridad y la luz, que «extingue el miedo».

La canción sigue siendo la misma

En agosto de 2020, Bielorrusia estaba llena de oscuridad y luz, de valor y miedo, de alegría y crueldad. Las fuerzas de la luz se vieron reforzadas por las canciones que escucharon y cantaron, tanto en Minsk como en todos los rincones del país.

Un año ha pasado desde aquellos días llenos de acontecimientos en Bielorrusia en los que parecía que una nación pacífica podía, unida, hacer frente a la injusticia y a la dictadura y vencer. No ganaron e incurrieron en profundas pérdidas. Una de las más trágicas fue la muerte a manos de las fuerzas de seguridad de Raman Bondarenka, activista que salió a defender un mural de los DJ rebeldes en un patio de los suburbios de Minsk conocido como la plaza de los Cambios. De vez en cuando, los atrevidos siguen organizando manifestaciones relámpago interpretando «Muros» o canciones y oraciones populares bielorrusas, a pesar de la continua represión estatal.

Aun así, la revolución bielorrusa de 2020 no se ha perdido del todo. El pueblo bielorruso de hoy no anhela la sangre y la destrucción. Sus enemigos son totalmente diferentes: la inercia personal, el miedo y la alienación. Uno solo quiere creer que los muros caerán pronto, y que las magnéticas palabras de Tsoi, «todo está en nosotros», ayudarán por fin al pueblo bielorruso a construir su «tierra para vivir».

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