Este artículo de Narek Kirakosyan se publicó primero en Chaikhana Media. Una versión editada se reproduce aquí en virtud de un acuerdo de asociación de contenidos.
Artyom Avetisyan, padre de dos hijos de Gyumri (Armenia), perdió su trabajo cuando se inició la pandemia. Desde febrero de 2020, su familia, compuesta por cuatro miembros, ha estado a punto de quedarse sin hogar y ha luchado por pagar la medicación y el tratamiento de los que depende su hijo Felix, de siete años.
Antes de que el COVID-19 golpeara Armenia, Avetisyan dice que un flujo constante de trabajos de construcción y de jornaleros mantenía a su familia alimentada y alojada.
«Tenía mucho [trabajo] antes del virus, pero una vez que el virus se extendió, dejé de recibir llamadas para trabajar», dijo. «Tenía ingresos [mensuales] de unos 150 000 drams (algo más de 300 dólares estadounidenses), que mi familia perdió».
Si bien Avetisyan ganaba un salario inferior al promedio armenio de 400 dólares estadounidenses al mes antes de la llegada de Covid, la repentina pérdida de empleo ha afectado a la vida de sus hijos en todos los niveles. Hoy, Avetisyan y su esposa, Anna Davtyan, temen perder su apartamento porque ya no pueden pagar el alquiler mensual de 35 000 dramas (75 dólares estadounidenses).
La familia también ha tenido problemas para pagar la terapia y los tratamientos médicos de Félix. El niño está en tercer grado y tiene parálisis cerebral. Antes de la pandemia, la familia podía pagar sus tratamientos (un total de 152 000 dramas al mes, unos 307 dólares estadounidenses), en parte gracias a la generosidad de organizaciones benéficas y filántropos locales.
Pero reunir los fondos necesarios ha sido imposible desde que comenzó la pandemia. En la actualidad, la familia se limita a la ayuda mensual por discapacidad que Félix recibe del Estado (unos 50 dólares estadounidenses).
Aunque la falta de ingresos es una preocupación constante, la familia también está luchando para asegurarse de que Félix y su hermana mayor, Donara, de nueve años, no se retrasen en la escuela después de perder meses de clases en línea, ya que la familia no tenía un ordenador o un teléfono inteligente..
La familia Avetisyan no es la única que lucha por sobrevivir tras el colapso económico causado por la pandemia. Se calcula que 720 000 armenios cayeron en la pobreza debido a la pandemia (umbral de pobreza de 5,50 dólares en PPA en 2011). La economía armenia se contrajo un 8 % en 2020 por el COVID-19 y a las medidas de bloqueo que se impusieron para frenar la propagación del virus, según el Banco Mundial.
«Los impactos a corto plazo del COVID-19 en los ingresos laborales y no laborales de los hogares podrían aumentar sustancialmente las tasas de pobreza en Armenia», señaló el Banco Mundial en un informe publicado en febrero de 2021.
El informe concluye que la tasa de pobreza podría aumentar del 33,6 % al 46,6 % por la pandemia, y que el número de personas que viven en la pobreza extrema aumentaría del 1 % al 7 %. «Los impactos económicos del COVID-19 podrían empobrecer a 370 000 armenios. Más de 720 000 (uno de cada cuatro) armenios podrían sufrir un retroceso y pasar a un grupo de menor bienestar en 2020″, afirma el informe.
El Gobierno armenio ha previsto varios pagos únicos para ayudar a la gente a sobrevivir al confinamiento por la pandemia en 2020.
La ayuda se asignó a grupos específicos que cumplían ciertos criterios: cada familia recibió un pago único de 26 500 drams (53 dólares estadounidenses) por hijo; los empleados oficiales recibieron 68 000 drams (136 dólares estadounidenses) como compensación durante un mes de confinamiento; y los propietarios de negocios en sectores muy afectados, como el comercio minorista y el turismo, recibieron el 10 % de sus ingresos del cuarto trimestre de 2019 y sus empleados el equivalente a la mitad de un mes de sueldo.
Como Avetisyan trabajaba como jornalero, no tenía derecho a la ayuda por desempleo. Su familia sí recibió el pago único asignado a los niños.
Pero meses después de que terminara esa ayuda, Avetisyan sigue desempleado y tiene pocas opciones hasta que la economía se recupere y pueda encontrar un trabajo.
Su situación no es extraña en la región de Shirak, donde se encuentra Gyumri. Ya desde antes de la pandemia, la región tenía uno de los índices de pobreza más altos de Armenia: el 48,4 % vivía por debajo del umbral de pobreza, según el Banco Mundial.
La situación es especialmente grave para los niños de la región, donde se calcula que uno de cada dos niños vive en pobreza.
La pandemia ha empeorado todo, ya que las restricciones de viaje hicieron imposible que la gente viajara a Rusia para trabajar.
En Maralik, la familia Kirakosyan perdió su única fuente de ingresos durante la pandemia cuando se cerraron las carreteras a Rusia. Para Davit, de 7 años, la falta de recursos supuso que no pudiera inscribirse a las clases en línea y se quedara atrás. Ahora, en segundo grado, todavía no conoce todas las letras del alfabeto y no sabe leer ni escribir.
Vardan Ikilikyan, jefe de Azatan, una de las mayores comunidades de la región de Shirak, dice que aunque en teoría es posible llegar a Rusia ahora, la obilgación de las pruebas de PCR y los altos costos de los viajes hacen que la gente se quede en casa.
«Alrededor del 30 % de la población de Azatan sale al extranjero por motivos de trabajo, principalmente a Yakutsk, Moscú, Sajalín y Vladivostok, donde la mayoría trabaja en la construcción. Debido al coronavirus, los trabajadores de aquí no han podido salir», dijo, y estimó que sólo en Azatan había unas 300 familias afectadas.