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COVID-19, vacunación y progreso del sistema sanitario mundial

Categorías: Afganistán, Alemania, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Japón, Malasia, Pakistán, Reino Unido, Desarrollo, Medios ciudadanos, Política, Salud, COVID-19, The Bridge

Ilustración [1] sobre COVID-19 de Svetlozar Hristov, usada con licencia [2] Pixabay.

A finales de septiembre, alrededor del 50 % de la población mundial había recibido al menos una dosis de la vacuna COVID-19 y se habían administrado más de 6000 millones de dosis. Sin embargo, solo el 2 % de la población de los países de bajos ingresos [3] ha recibido al menos una dosis [4]. Algunas ventajas naturales claves derivadas de los niveles de ingresos y la demografía han dado gran ventaja a países grandes y pobres en sus niveles de Covidencia en comparación con las naciones ricas de Europa y Norteamérica. Esto bien puede quedar anulado por el fracaso actual del programa de vacunación para pasar a ser de bajo costo y global. Este último efecto no será bueno para nadie.

Los cinco países ricas de la Tabla 1 que aparece a continuación ilustran una perspectiva del estado de la cuestión.

TABLA 1: COVISD-19 y vacunación en países  ricos

Resulta inmediatamente obvio que cuatro de estos países comparten un nivel muy alto de COVID-19, que oscila entre 1115 muertes por millón y 2099 muertes por millón para el periodo comprendido entre el inicio de la pandemia y el momento actual. Para el mundo en general, las muertes por COVID-19 al 22 de septiembre fueron de 607 por millón, por lo que, sobre la base de las cifras oficiales, las muertes por COVID-19 per cápita en Estados Unidos son mucho más de tres veces el promedio mundial. También son países de altos ingresos y comparten atributos correspondientemente similares en términos de edad, tamaño de los hogares, grados de urbanidad, gasto sanitario, obesidad e indicadores de desarrollo humano (Filas 1-6).

Lo más importante es la distribución por edades asociada a los altos ingresos: tienen una pequeña proporción de jóvenes en sus poblaciones, que en la Tabla 1 oscila entre el 17 y el 25 %, y un gran número de personas mayores de 65 años, que aquí oscila entre el 19 y el 29 %. Además, estos países ricos tienen bajo nivel de personas por hogar (que oscila entre el 2 y el 2,4), una elevada proporción de personas que viven en ciudades y muy altos niveles de obesidad [5]. Hay muchas razones para creer que estos elementos están asociados de forma causal y han conducido a los altos niveles de Covidencia de los países ricos.

Los bajos ingresos se han asociado históricamente con una alta proporción de jóvenes y una baja proporción de personas mayores en todos los países del mundo. En los países más pobres, los niños se consideran un activo desde una edad temprana y la medicina está relativamente poco desarrollada, por lo que las personas no viven mucho tiempo. En los países ricos, la mejora de la medicina, la vivienda y las condiciones ambientales hacen que la mayoría de las familias reduzcan el número de hijos a medida que los miembros de más edad viven más tiempo, intercambiando el trabajo de los niños por los mayores ingresos de las familias más pequeñas. Por lo tanto, la tendencia global ha sido que la pandemia en particular, que en su mayoría no ha hecho mucho daño directo a bebés, niños y jóvenes, pero se dirige a los ancianos y a quienes tienen deficiencias inmunológicas, ha golpeado muy duramente a los países ricos por motivos puramente socioestructurales, e las que las medidas políticas de COVID-19 tienen menos importancia.

Otros factores en juego

Además, hay otros factores que actúan en la misma dirección. Los países ricos pueden gastar gran cantidad en atención sanitaria y tener altos niveles de desarrollo de infraestructuras (por ejemplo, educación, Índice de Desarrollo Humano, Fila 6), así como hogares más pequeños y compactados, pero también tienen niveles muy altos de obesidad [6] y urbanismo, y casi ciertamente relacionados con el contagio [7] y la muerte por COVID-19 [7]. Todo eso explica los altos niveles de Covidencia, independientemente de las medidas políticas exactas de los Gobiernos.

Sin embargo, Japón constituye una llamativa excepción, con niveles de Covidencia mucho más bajos, 137 muertes por millón, comparables en líneas generales a los de Pakistán e India. Para la prensa japonesa y mundial ha sido bastante natural explicar esto principalmente en términos de políticas japonesas más eficientes de COVID-19. Esto no puede descartarse, pero ahora hay que tener en cuenta la fila 1, que muestra que, aunque las estructuras de edad japonesas son comparables a las de los otros cuatro países ricos, sus niveles de obesidad (fila 4) son mucho más bajos, y esto puede ser un factor a tener en cuenta junto con la política (véase más adelante). El mantenimiento de muchas normas de comportamiento tradicionales, incluida la cultura alimentaria, a pesar de la transición al capitalismo industrial, puede haber sido importante para la baja Covidencia.

Pobreza y vacunación

La TABLA 2 ofrece otra perspectiva de la situación global.

TABLA 2: COVID y vacunación en cinco países pobres

Los ingresos mucho más bajos de este grupo sesgan la distribución de la edad de la población (fila 1) fuertemente hacia la juventud y lejos de la vejez, de ahí las bajas cifras de mortalidad de COVID-19 (fila 8). Igual de dramáticas son las cifras mucho más bajas de obesidad, que van del 3,9 al 8,6 del total de la población. Podríamos aventurar razonablemente que, desde la aparición del virus COVID-19, factores como elevado gasto en salud, grandes inversiones en infraestructuras y políticas de COVID, y despliegue mucho más reciente de enormes programas de vacunación, NO han conseguido aún reducir los niveles de Covidencia de los países ricos a los de las pobres en términos propiamente per cápita.

Pero la vacunación [3] ha dado un giro en los países ricos mientras que es casi invisible en los muy pobres. Así que, en unos meses, las escasas ventajas naturales de la pobreza podrían verse anuladas por el fracaso del programa de vacunación, que es de bajo costo y global.

¿Qué se puede hacer ahora?

Cualquier debate al respecto debe abarcar sin duda puntos como los siguientes. En primer lugar, China lleva algún tiempo ofreciendo vacunas gratuitas a otros países, a menudo con poco éxito entre los políticos y los medios internacionales. Pero los más de 2000 millones de vacunas que se calcula que China puede ofrecer cambiarían las reglas del juego en todo el mundo y deberían fomentarse en términos de los beneficios que obtendría China al aumentar su situación mundial a un costo relativamente bajo, especialmente si se centra en África, las regiones del proyecto de la Franja y la Ruta [8] y el sur de Asia. Cuanto más se gane en poder blando a través de la distribución de vacunas, más probable será que China incluya servicios de distribución y formación, y personal.

Riesgo biológico de COVID-19.  Ilustración [9] de 12222786 con licencia [2] Pixabay.

En segundo lugar, una postura internacional sobre la ayuda a las vacunas como ayuda al desarrollo (en los presupuestos de la Ayuda Oficial al Desarrollo y demás) impedirá que los países se retraigan de la ayuda exterior en los próximos meses de recuperación de la pandemia en nombre de la necesidad de ahorro nacional y de la reticencia a ayudar a naciones como Afganistán [10] por razones principalmente políticas. La reducción de la ayuda a un nivel muy inferior al 0,7 % del PIB que ha sido previamente un nivel razonable acordado (por ejemplo, para Alemania, Reino Unido, Suecia, Noruega, Turquía, Dinamarca, Emiratos Árabes Unidos) podría considerarse a corto plazo, pero es potencialmente devastadora en términos de la propagación de nuevas variedades de COVID y el debilitamiento de la recuperación económica global de la pandemia.

En tercer lugar, las instituciones internacionales deberían abogar por la ayuda a la vacunación mundial como ejemplo de cómo el sistema mundial contrarresta los desastres ambientales que ha estado creando y que ahora supuestamente está abordando. La ayuda a la vacunación no es solo una cuestión de que los países ricos protejan sus patios traseros comerciales (relaciones comerciales).

En cuarto lugar, se necesita urgentemente desarrollar una investigación más cooperativa sobre la mejor manera de financiar y organizar programas coherentes de financiación de la salud pública, la investigación científica y la investigación sociomédica, por ejemplo, en relación con las consecuencias globales de la obesidad de las naciones ricas. Las relaciones económicas mundiales tras la pandemia, que dependen menos de instituciones internacionales fallidas (Naciones Unidas no ha usado su poder e influencia de forma eficaz durante la pandemia) y de economías líderes (Estados Unidos no está a punto de convertirse en una economía política eficiente) pueden ayudar a este propósito. La región del Pacífico está creciendo mucho más rápido que las economías del Atlántico.

En quinto lugar, la obesidad [11] podría reconocerse pronto como un elemento estratégico global [12] de vital importancia para explicar los diferentes niveles de COVID-19 entre ricos y pobres. Además, la obesidad puede servir para propagar [13] las graves enfermedades [13] de COVID [13] graves a los menores. Es necesario trabajar mucho más en la ciencia de la relación aparentemente bastante directa entre la obesidad y el padecimiento de COVID. Sin embargo, las estadísticas tienden a señalarlo como un factor pertinente con cierta independencia; es decir, como muestra Japón, los altos ingresos per cápita son un elemento importante en la alta obesidad, pero esto no es invariable.

Si pasamos a Asia Oriental de forma más general, países como Corea del Sur y Taiwán tienen ingresos elevados, pero sus cifras de muertes por millón por COVID-19 son de 32 por millón en el caso de Corea del Sur y de 31 en el de Taiwán, y sus niveles de obesidad se sitúan en los bajísimos niveles de 4,7 y 6,1 respectivamente. De nuevo, la renta per cápita de Turquía e Irán es solo un tercio de la de Japón o Corea del Sur, pero sus niveles de obesidad son mucho más altos que los de India (unas 10 veces más) y las muertes por COVID-19 son muchas más (de tres a seis veces, respectivamente). El gasto sanitario bruto no parece predecir los niveles de COVID, la obesidad sirve mucho más. La cultura puede importar de forma inesperada.

En sexto y último lugar, parece claro que China y Rusia no tienen nada que ganar si permiten el desarrollo del islamismo radical a lo largo de sus propias fronteras en Afganistán y la región. En cuestiones como el tráfico de drogas a través de Afganistán, debería ser una alianza natural entre Rusia, China y los países de Medio Oriente para luchar contra esto como una amenaza común práctica e ideológica: se trata de países y culturas cuyos intereses más básicos a largo plazo residen en reducir la extremidad religiosa, en eliminar el tráfico de drogas de sus economías políticas y en convertirse en una base para la cooperación regional que bien podría comenzar con la lucha contra el COVID-19 con la difusión de la vacunación desde las fronteras de China, Rusia y Afganistán hacia el resto de Asia y Medio Oriente.

Forjar esto sería el mayor proceso de poder blando que se podría prever para llevar a cabo un proceso de reconstrucción global después de la pandemia que no espere a que Estados Unidos, actualmente incapacitado, ponga en orden su propia casa política interna.