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Sigue vivo el legado de reportera indígena colombiana asesinada

Categorías: Latinoamérica, Colombia, Derechos humanos, Medios ciudadanos, Pueblos indígenas

Mural en homenaje a María Efigenia Vásquez, hecho por el colectivo Iskra en la ciudad de Popayán. Utilizada con autorización.

Nota del editor: este artículo forma parte de una cobertura más amplia sobre amenazas contra reporteros indígenas en Cauca, Colombia. El primero [1] trata sobre la impunidad de los crímenes contra reporteros, y el segundo [2] sobre el contexto de los indígenas y su lucha por informar sobre las luchas comunitarias por la tierra.

Era un domingo normal, sin ningún indicio de problemas. María Efigenia Vásquez Astudillo y su pareja John Miller, ambos reporteros indígenas del sur de Colombia, tomaron sus cámaras y se dirigieron al resguardo indígena Kokonuko.

El trabajo de Miller consistía en grabar la protesta de la comunidad indígena Kokonuko y su posterior encuentro con la unidad antidisturbios de la Policía, el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) [3]. Los hechos tuvieron lugar en el resguardo Kokonuko en Puracé, pequeño pueblo a pocas horas de la gran ciudad de Popayán.

Miller dijo a Global Voices que Efigenia Vásquez y él habían sido contactados por gente de su barrio para documentar posibles enfrentamientos con la Policía. La comunidad Kokonuko se había reunido para protestar contra un proyecto turístico privado, encabezado por Diego Angulo, en lo que consideran el corazón de su resguardo, que es de propiedad colectiva según la ley colombiana [4].

La mañana del 8 de octubre de 2017, la pareja se encontraba cerca de la entrada de Agua Tibia N.2, en el resguardo, donde también se encuentra la empresa de ecoturismo, spa y baños termales de Angulo, llamada Centro de Turismo y Salud Termales Agua Tibia [5].

Miller dijo que estaba grabando con su equipo, como le enseñó Vásquez, sin distracciones y concentrado en el posible enfrentamiento entre la Policía y los indígenas. Alrededor de las 15:00 horas, Vásquez sugirió que regresaran a casa para cuidar de sus tres hijos.

Mientras bajaban la montaña, lo miró de repente y le dijo «me voy por aquí» y se dirigió al otro lado de la montaña mientras Miller siguió grabando.

Miller grabó a un miembro del Esmad disparando, pero no pudo ver el objetivo, y luego escuchó a los miembros de la comunidad pedir ayuda a gritos. De inmediato, bajó la cámara y buscó de dónde venían los gritos.

John Miller (derecha) muestra a la autora (izquierda) la montaña donde las fuerzas armadas mataron a Efigenia. Foto por Willian Mavisoy Muchavisoy, utlizada con autorización.

Se sorprendió cuando vio el cuerpo de Vásquez tendido en el suelo y se dirigió hacia ella con otros miembros de la comunidad. En la carretera de abajo, el Esmad seguía enfrentándose a la gente e impedía el paso de la ambulancia.

Un conductor que pasaba por la carretera trasladó a Vásquez a la ambulancia para que la llevaran al hospital más cercano. Sin embargo, el pequeño pueblo no tenía suficiente equipo, así que la llevaron al Hospital Universitario San José, en Cauca, Popayán.

Durante ese tiempo, Vásquez dijo «por favor, no me dejen morir» y «no le digan a mis padres lo que pasó». Unas horas después, una enfermera le dijo a Miller que no pudieron salvarla. Estaba desolado: su amada y compañera de trabajo había muerto por un disparo. Al día siguiente, el Instituto de Medicina Legal confirmó [6] la muerte por un disparo.

Vásquez Astudillo, reportera de la radio indígena Renacer Kokonuko [7], exguardia indígena, madre de tres hijos, murió mientras informaba sobre la lucha de su comunidad por recuperar sus tierras. Aunque hayan pasado cuatro años, su muerte inspira a la comunidad a seguir luchando por su resguardo y su propiedad colectiva.

Lucha por las tierras ancestrales

La recuperación de la tierra es fundamental para los kokonuko porque su identidad está arraigada en la Madre Tierra.

Sulma Yace, autoridad ancestral kokonuko, destacó su relación con Madre Tierra; también dijo que están más comprometidos con la defensa de Agua Tibia N.2 desde que a Vásquez la mataron allí, mientras informaba sobre la lucha de su comunidad. En 2021, las comunidades indígenas siguen protestando por la presencia del complejo termal de Diego Angulo en su resguardo.

Por su parte, Jhoe Sauca, representante legal de los kokonuko en el Consejo Regional Indígena de Cauca [8] (CRIC), explicó a Global Voices por qué es tan importante recuperar Agua Tibia N.2: «para ampliar el resguardo, practicar rituales tradicionales y reclamar el derecho al territorio en nombre de Efigenia».

Emisora de radio indígena de la comunidad de Kokonuko. Foto por Willian Mavisoy Muchavisoy, utilizada con autorización.

Ya que a Vásquez la mataron mientras hacía su trabajo [2], la Fundación para la Libertad de Prensa [9] (FLIP) dijo a Global Voices que el fiscal general de Colombia debería seguir el procedimiento y tener en cuenta las agresiones del Esmad contra periodistas [10].

Por correo electrónico, la Procuraduría General de la República respondió a la solicitud de Global Voices, informó que existe un proceso disciplinario abierto contra el policía por «limitación extra de derechos y funciones innominadas».

Aunque la justicia parece lejana para Vásquez, su legado sigue vivo. Sus tres hijos la recuerdan como una madre abnegada, apasionada por su trabajo en la radio y comprometida con su comunidad indígena.

Su madre, Ilda Astudillo, estaba feliz ya que su hija se convirtió en lo que quería: en locutora. Su padre, Luis Vásquez, sigue inspirándose en sus sueños de estudiar periodismo y derecho, que no pudo cumplir.

John Miller, su compañera de trabajo y de vida, dijo que a pesar del trágico final y de los riesgos que enfrentan los comunicadores indígenas en Cauca, seguirá informando desde Agua Tibia N.2. Como decía María Efigenia Astudillo: «Cómo voy a correr, tengo que ser fuerte, tener personalidad, no me puedo dejar vencer», dijo recordándola.

«Debemos actuar según nuestro pensamiento», añadió John.

Esta  es la segunda de cinco historias sobre crímenes contra periodistas en Colombia, sobre todo reporteros indígenas, con el apoyo de la ONG londinense Fundación Justicia para los Periodistas [11]. La ONG financia investigaciones periodísticas sobre crímenes violentos contra trabajadores de los medios y ayuda a periodistas  profesionales y periodistas ciudadanos a atenuar los riesgos. Una versión de este artículo se publicó también en El Espectador [12].