Caótico intento de destituir a la presidenta de Trinidad y Tobago demuestra que «el país fue el verdadero perdedor»

Captura de pantalla de la sesión extraordinaria de la Cámara de Representantes de Trinidad y Tobago, 21 de octubre de 2021. Tomada de un video de YouTube publicado en el canal ParlView.

El polarizado tenor político de Trinidad y Tobago se ha manifestado de diversas maneras en los últimos meses, y tuvo un momento culminante en la sesión parlamentaria el 21 de octubre, en la que la líder opositora Kamla Persad-Bissessar presentó una moción para destituir a la presidenta del país, Paula-Mae Weekes.

Las lealtades políticas en el país se han basado mucho tiempo en gran parte en la raza, ocn el opositor Congreso Nacional Unido con una base de votantes principalmente indotrinbagonianos, y el gobernante Movimiento Nacional Popular, que apelaba a los votantes afrotrinbagonianos. Ambos comprenden los dos mayores grupos étnicos del país.

Sin embargo, la moción de destitución presidencial se remonta a agosto, cuando se revelaron acusaciones de corrupción en la Policía, concretamente en relación con el proceso de expedición de licencias para armas de fuego. Como una especie de pandemia paralela, el virus no tardó en propagarse, infectó cómo se estaba gestionando el nombramiento del comisario de Policía del país, con un recuento de víctimas que aumentaba a cada momento: desde el comisario en funciones, Gary Griffith, que insistía en que su suspensión del cargo era ilegal y acudía a las redes sociales en varias oportunidades para expresar su descontento, hasta el comisario en funciones, Mc Donald Jacob, que sugería que los parámetros dentro de los cuales se esperaba que actuara no le daban ninguna autoridad sustancial.

Bliss Seepersad, presidenta de la Comisión del Servicio de Policía (PSC), organismo autónomo encargado –entre otras cosas– de nombrar, evaluar y disciplinar a los comisarios, parecía estar haciendo un mal trabajo, pues presentó inicialmente a la presidenta una lista de candidatos para el puesto de comisario de Policía, que luego retiró. Mientras la presidenta  Weekes expresaba su perplejidad, los miembros del CPS empezaron a renunciar uno por uno, hasta que no hubo comisión de qué hablar y la propia presidenta se retiró entre rumores de que un funcionario de alto nivel había «interferido» en el proceso. Según un abogado de alto nivel, esto indicaba posibles infracciones constitucionales y la posible participación de la presidenta.

Pronto se supo que el funcionario cuestionado era el primer ministro Keith Rowley, quien abordó el asunto en conferencia de prensa el 16 de octubre, en la que negó categóricamente la supuesta injerencia y criticó duramente la intención de la líder opositora, Kamla Persad-Bissessar, de llevar a cabo la moción de destitución presidencial, en una reprimenda que incluía un lenguaje incendiario y centrado en el género.

Aunque la moción finalmente no logró su cometido, muchos usuarios de redes sociales, y periodistas asistentes, opinaron que no fue lo único que fracasó. En un hilo público en Facebook, la usuaria Razia Ali dijo:

I think the country was the real loser. The ranks of the non-aligned would have increased today by those looking for the kind of leadership that can heal this broken country and bring everyone together. Not a good showing by any of the principals!!!!

Creo que el país fue el verdadero perdedor. Las filas de los no alineados habrían aumentado hoy por quienes buscan el liderazgo que puede sanar este país roto y unir a todos. ¡¡¡¡No ha sido una buena actuación de ninguno de los principales!!!!

A lo largo de la sesión parlamentaria, la presidenta de la Cámara, Bridgid Annisette-George, se encontró con un aluvión de interrupciones de la bancada de la oposición, a pesar de los claros parámetros constitucionales que rigen la moción.

En desacuerdo con el artículo 36 de la Constitución de Trinidad y Tobago, que establece cuatro pasos en el procedimiento de destitución –propuesta de moción, adopción de moción, investigación de un tribunal y, por último, consideración del informe del tribunal de los miembros de ambas cámaras parlamentarias–, la oposición quería un debate. Durante la parte del orden del día dedicada a los anuncios de la presidenta, hubo varias interrupciones y miembros opositores que hablaron sin respetar su turno golpearon las mesas, se quejaron de que los micrófonos estaban apagados y la acusaron de «intentar silenciar el libre flujo de información».

La presidencia suspendió la sesión, pero cuando se reanudó 15 minutos después, hubo más de lo mismo. «Seguramente, la honorable líder de la oposición no está sugiriendo que la presidenta de la Cámara inserte en la Constitución palabras que no están ahí», dijo Annisette-George, y añadió:

I cannot and will not assume upon myself the power to construe the words of the constitution in a way which is inconsistent with its clear intention simply to appease the competing interests of those involved and I so rule.

No puedo y no voy a asumir la facultad de interpretar las palabras de la Constitución de una manera que es incompatible con su clara intención simplemente para apaciguar los intereses contrapuestos de los involucrados y así lo decido.

Sin embargo, la sesión se prolongó durante más de dos horas, en las que quedó claro para muchos usuarios de redes sociales el preocupante grado de tribalismo político del país:

La oposición no pudo debatir eficazmente los presupuestos generales del Estado y se abstuvo de votar, pero es muy clara, le falta el respeto a la presidencia de la Cámara y vota con avidez una moción que estaba destinada a fracasar. El interés del partido está por encima del interés nacional. Necesitamos una oposición que funcione.

En Twitter, el usuario @MauriceVET está de acuerdo:

«El primer ministro hizo esto, pero la líder de la opositora pero hizo esto otro».

«La líder de la opositora hizo esto, pero el primer ministro hizo esto otro».

Y así sucesivamente mientras hacemos el juego de las sillas… mientras la responsabilidad y los parámetros caen más.

Los cibernautas abordaron el comportamiento de los parlamentarios, como en este tuit de la periodista Asha Javeed:

Como mínimo, nunca debería haber gritos en el Parlamento. Gritos de nadie.

También preocupa el aparente desconocimiento de la Constitución del país de los parlamentarios:

Suspiro. Me parece inquietante que los «líderes» no entiendan la Constitución de la República de Trinidad y Tobago y asistan a un Consejo Superior

La cuestión del género también entró a tallar. Mientras Persad-Bissessar acusaba al primer ministro Rowley de usar a mujeres como la presidenta de la Cámara «como escudos para proteger a su gobierno», en Twitter la usuaria Samantha Maria comentó:

En realidad, querida, eres la última mujer que debería hablar sobre mujeres. Tú hiciste que una mujer viniera al Parlamento con una fotografía en la pizarra de Bristol e indicaste que el actual primer ministro es producto de una violación. Por favor, cállate, y planifica tu jubilación.

Antes las elecciones generales de 2015 en Trinidad y Tobago, a Rowley, que entonces estaba en la oposición, sus enemigos políticos lo llamaron «producto de la violación» en el Parlamento. En aquel momento, la afirmación se consideró un nuevo nivel de difamación política.

En Twitter, otro usuario observó:

Caramba. Es un poco raro ver a la primera mujer que ejerce el cargo de primer ministro intentar derrocar a la primera presidenta.

Sin embargo, desde el 21 de octubre, la líder de la oposición, que también es abogada de alto nivel, ha redoblado la apuesta, prometiendo emprender acciones legales contra la presidenta del Parlamento, Bridgid Annisette-George, por las «directrices ilegales» que ha seguido en el Parlamento, así como presentar una moción de censura contra el propio primer ministro. También ha acusado a los senadores independientes, que son nombrados por el presidente, de «cantar para sus cenas».

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