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Las invisibles cicatrices causadas por la tolerancia patriarcal de la violencia machista en Bosnia-Herzegovina

Categorías: Europa Central y del Este, Bosnia y Herzegovina, Derecho, Derechos humanos, Medios ciudadanos, Mujer y género
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Foto [2] de Luis Villasmil/Unsplash, de uso libre con licencia Unsplash [3].

Este artículo de Amina Sejfić apareció originalmente en Balkan Diskurs [4], proyecto del Post-Conflict Research Center [5] (PCRC). Global Voices publica aquí una versión editada dentro de un acuerdo de contenidos compartidos.

Debido a la enraizada estructura patriarcal de la sociedad de Bosnia Herzegovina, la violencia doméstica se percibe a menudo como una medida correctiva de los fuertes a los débiles y que no debe salir de los límites del hogar. Mientras la sociedad cierra los ojos ante este creciente problema, el silencio grita tras la puertas cerradas, y condena a las víctimas a luchar solas contra los perpetradores.

La violencia de género en el discurso público tiene una forma reconocible: moratones, heridas abiertas, cortes en los labios, cabellos alborotados, huesos rotos, miradas fijas, ojos bajos. Pero algunas magulladuras no son visibles, son heridas que solo una persona conoce, una mirada disfrazada de vida normal.

Aunque existe un marco legal bastante satisfactorio para procesar la violencia de género en Bosnia Herzegovina, en la práctica las cosas no van en la dirección correcta. Una protección inadecuada, la desconfianza en el trabajo de las instituciones competentes, la falta de un sistema unificado para recopilar datos de las víctimas de violencia machista y el hecho de que las víctimas rechacen esta violencia y no la denuncien, con frecuencia las conduce a un viaje sin retorno

La violencia machista económica y psicológica es un problema de ambos sexos

Los cuatro tipos de violencia más conocidos que constituyen la violencia machista son la física, la psicológica, la sexual y la económica. Durante mucho tiempo se han ignorado la violencia económica y la psicológica, categorías reconocidas hace relativamente poco que a menudo se ven eclipsadas por la violencia física y la sexual, mucho más visibles.

La violencia queda más disimulada cuando se ejerce en forma de control total o parcial del dinero, prohibición de trabajar, sabotaje de los intentos de mantener un trabajo y disminución verbal del valor de la mujer.

Nura* (53 años) cuenta que la vida con sus padres era extremadamente difícil y que la casaron cuando aún no tenía 18 años. Entonces fue cuando empezó su pesadilla.

When I got married, he immediately told me that the woman’s place is in the house. I took care of both him and his parents, but he was too stingy to give me one Bosnian mark. He also used to hit me, but the real chaos started after his parents’ deaths. I was never good enough for him after their death. He blamed me for everything, and the beatings and humiliation became more frequent.

Cuando me casé, él me dijo inmediatamente que el lugar de una mujer es el hogar. Me dediqué a cuidar de él y de sus padres, pero era demasiado tacaño para darme un marco bosnio. También me pegaba, pero el auténtico caos comenzó tras la muerte de sus padres. Yo nunca fui lo suficientemente buena para él después de que murieron. Me culpaba de todo, y se hicieron más frecuentes las palizas y las humillaciones.

Nura no está sola con su historia. Muchas mujeres comparten su destino. Ajla Aljić (24 años) es una de ellas.

«La primera vez que experimenté la violencia fue después de casarme, a los 20 años. Mi marido era el que la ejercía, pero al principio yo no era consciente de lo que estaba sucediendo», dice Aljić, expresando su convicción de que las cosas cambiarían, pero solo empeoraron con el tiempo. «Si no podía enfrentarse a mí con palabras, recurría al acoso físico», dice.

Según un estudio de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa – OSCE [6] publicado en 2019, la violencia psicológica parece ser la forma más extendida de violencia contra la mujer. De unas 640 000 mujeres que participaron en la investigación, hasta un 36 % eran víctimas de violencia psicológica, y un 12 % sufrían violencia económica.

La incidencia de estas dos formas de violencia es mayor entre las mujeres que viven en hogares más desfavorecidos, entre las que aprueban las actitudes patriarcales y entre mujeres cuyas parejas tienen problemas con el alcohol y las drogas.

El papel tradicional de la mujer

«Cuando un hombre no puede satisfacer su rol como proveedor de la familia, externaliza sus frustraciones a través de la violencia machista», explica Lejla Mušić, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Sarajevo.

La violencia psicológica y la económica son formas punibles de violencia según la ley de Bosnia Herzegovina. También están reconocidas como formas punibles de violencia por numerosos tratados internacionales ratificados por el Estado. Pero estos dos tipos de violencia no suelen ser reconocidos por el público a causa de la estructura patriarcal de la sociedad, que asigna al hombre el control del dinero y el mantenimiento de la familia. Aunque la actual situación de las mujeres en Bosnia Herzegovina es más favorable que en en el pasado, todavía no es satisfactorio.

«Las mujeres enfrentan distintas dificultades en todas las esferas de la sociedad, y siguen teniendo roles tradicionales, sobre todo en zonas rurales, donde a menudo se exponen a múltiples formas de violencia doméstica», dice Sanja Sahačić, psicóloga y coordinadora de Safe House («Casa Segura») en Sarajevo.

«Me prohibió ver a mi familia. Solo veía a mis padres cuando él me lo permitía. Todo lo que él ganaba lo gastaba en alcohol, y se esperaba que yo pusiera comida en la mesa todos los días», dice Nura, y añade que no tenía salida porque la violencia de su marido «la avergonzaba».

Cuando Ajla decidió abandonar con sus dos hijos (una niña de dos años y un bebé de un mes) la vida que había llevado durante cuatro años, no tenía trabajo fijo, ni casa, ni coche. Pero tenía que hacerlo por los niños.

Había comenzado a esclavizarme, a convertirme en alguien que no era yo. Me hizo una persona deprimida, y yo se lo permití. Decidí que esto era demasiado para los niños. No quería que crecieran pensando que eso era lo normal», dice Aljić, e incide en que tenemos la obligación de dar a nuestros hijos una vida feliz con amor, educación y seguridad. «Nuestros hijos no están seguros si tú no estás segura, si ven a su padre maltratarte».

El silencio no es oro

Siglos de una mentalidad moldeada por el miedo a lo desconocido han barrido la violencia machista bajo la alfombra. Sahačić insiste en el papel crítico de los medios al responder a este problema porque «hay que animar a las mujeres a denunciar la violencia, y los ciudadanos deben estar sensibilizados ante la violencia de género».

Con frecuencia, las mujeres víctimas de violencia tienen sentimientos de inseguridad, culpa, temor y una sensación de pérdida. También sufren una crucial falta de información sobre los medios disponibles para pedir ayuda. La violencia machista se considera a menudo «un problema de mujeres» debido a un inadecuado tratamiento por parte de los medios y al fracaso sistemático del Estado en su respuesta.

Ajla Aljić señala que denunció a su marido ante la Policía, que se mostró «fría y desinteresada».

Vulnerabilidad en el mercado laboral aumenta la vulnerabilidad en la pareja

La violencia económica y psicológica se basa en el control de otra persona. Controlar total o parcialmente las finanzas de alguien es violencia económica. Puesto que las sobrevivientes dependen económicamente de los perpetradores, no pueden salir fácilmente de la relación, sobre todo cuando no tienen a quién recurrir. La violencia económica se acompaña a menudo de manipulación, insultos, chantaje y amenazas, y suele dejarlas sin apoyo. La vulnerabilidad en el mercado laboral también incrementa la vulnerabilidad en la pareja.

El refugio Safe House de Sarajevo, que ha acogido a 2138 beneficiarios desde su establecimiento (771 mujeres, 1013 niños y 354 chicas), lleva a cabo actividades económicas para empoderar a las mujeres. Sahačić insiste en que reducir la desigualdad entre hombres y mujeres en el mercado laboral contribuye necesariamente al empoderamiento de las mujeres.

El Centro para Mujeres de la Foundation of Local Democracy [7] («Fundación de Democracia Local») da formación a las mujeres para ayudarlas a desarrollar ideas empresariales, y a menudo les ofrece apoyo financiero.

Considerando todas las desventajas que el mercado laboral tiene para las mujeres —dificultad para encontrar trabajo por ser mujer, horas extras, trabajo mal pagado, percepción discriminatoria contra las mujeres en la sociedad—, ninguna forma de violencia existente debe seguir siendo privada.

Según la profesora Mušić, la imagen discriminatoria que las mujeres tienen en el discurso público reduce el valor de las mujeres a su belleza física. Estas ideas patriarcales se perpetúan cuando hay pocas mujeres en el poder.

*Nura es un pseudónimo destinado a proteger la identidad de nuestra interlocutora.