Prejuicios coloniales y nacionalismo de vacunas impulsan prohibiciones de viaje a África por COVID-19

Una madre se vacuna en Sudáfrica. Imagen de USAID/Sudáfrica, 3 de septiembre de 2021 (CC BY-NC 2.0).

El 25 de noviembre, el ministro de Salud sudafricano, Joe Phaahla, anunció la detección de una nueva variante de COVID-19 en la provincia de Gauteng del país. El doctor Sikhulile Moyo, científico zimbabuense que vive en Sudáfrica, fue el primero en secuenciar la variante B.1.1.529 u ómicron.

Desde entonces, los países occidentales ja repetido la calificación colonial de África como continente enfermo, y se apresuraron a prohibir los vuelos procedentes de lo que perciben como del sur de África,infestada de COVID. Al mismo tiempo, los requisitos de entrada para personas de países occidentales siguen siendo los mismos, aunque tengan significativamente más casos los países africanos.

Estos prejuicios hacia los países africanos provocaron la indignación de Gobiernos y ciudadanos africanos.

El presidente sudafricano Cyril Ramaphosa las calificó de «injustificadas e injustamente» discriminatorias. Las prohibiciones de vuelo a los países africanos solo han reforzado la narrativa occidental dominante de que «solamente enfermedad y caos vienen de África», insiste la doctora Yolande Bouka, profesora adjunta de estudios políticos en la Universidad de Queen de Canadá, a pesar de que «al continente le ha ido mejor a pesar del apartheid y la limitación de recursos». Y lo que es más importante, la contribución de África a la lucha contra el COVID-19″, tuiteó Bouka.

La visión occidental de los servicios sanitarios en África sigue siendo la misma que en el siglo XIX, un «proyecto de conquista y dominación colonial», según la historiadora Jessica Pearson-Patel. La periodista Samira Sawlani afirma además en un tuit que «el colonialismo se construyó y reforzó con la idea de que Occidente es superior a los países que colonizó. Eso no ha cambiado. Solo que se ve y se juega un poco diferente».

No solo las restricciones a los viajes merecieron críticas, también el lenguaje usado para describir el descubrimiento y la propagación de la nueva variante del virus. En un tuit, el ciudadano sudafricano Graeme Codington señala el papel de los medios y cómo los «periodistas ociosos» se equivocan. «No sorprende que nuestro sistema médico sea uno de los primeros en identificar nuevas variantes del COVID. (…) Lo que sí es una sorpresa es la pereza de los periodistas al escribir los titulares», escribe Codington.

El doble rasero de Estados Unidos es muy evidente. Por un lado, el secretario de Estado estadounidense dijo que la transparencia de Sudáfrica al dar la información sobre la variante ómicron «debería servir de modelo para el mundo». Sin embargo, Estados Unidos fue uno del os primeros países occidentales en prohibir los vuelos desde el sur de África, con el ostensible respaldo de la «ciencia», según un tuit del 26 de noviembre del presidente Joe Biden.

Tras detectarse dos casos de la nueva variante en el Reino Unido, seis países africanos fueron incluidos en su lista roja. Dos días después, otros cuatro países de África subsahariana fueron incluidos en la lista roja. Los habitantes de Sudáfrica, Botsuana, Lesoto, Esuatini, Namibia, Zimbabue, Malaui, Mozambique, Zambia y Angola tienen ahora prohibida la entrada al Reino Unido.

Países prohibidos por la variante ómicron
frente a
países con casos confirmados de ómicron

Un día después, la Unión Europea siguió al Reino Unido. «La Comisión Europea ha propuesto hoy a los Estados miembros que activen el freno de emergencia a viajes desde el sur de África y otros países afectados. Todos los viajes aéreos hacia y desde estos países deben quedar suspendidos hasta que tengamos una clara comprensión de la gravedad de las mutaciones de esta nueva variante», dijo Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión de la Unión Europea.

Desde entonces, Australia y Tailandia se unieron a Estados Unidos, Brasil y Canadá en imponer prohibiciones de viaje desde los países del sur de África. Japón, Israel, Marruecos, Omán y Jamaica han seguido su ejemplo.

Mientras tanto, la cantidad de contagios en Europa está en su nivel más alto desde el comienzo de la pandemia. Este aumento se debe a una mezcla de factores, como el rechazo a la vacunación, la variante delta y la relajación de las restricciones. Aunque la nueva variante se ha detectado en varios países europeos y en Canadá, Israel, Australia y Hong Kong, hasta ahora solo se han impuesto prohibiciones de viaje a los países africanos.

Antinegritud colonial ya vista

Una clasificación similar de África como semillero de enfermedades se manifestó en el peor momento de la epidemia de ébola en 2014. Esto quedó demostrado con la portada de la revista Newsweek que mostraba una foto de un chimpancé con el titular: «Puerta trasera para el ébola: Contrabando de carne de animales silvestres podría desencadenar una epidemia en Estados Unidos».

Pero esto no fue solo una metedura de pata. Más bien, representa lo que las periodistas de The Washington Post Laura Seay y Kim Yi Dionne, describen como la «larga y fea tradición de tratar a los africanos como animales salvajes y al continente africano como un lugar sucio y enfermo al que hay que temer».

No ha cambiado mucho en 2021.

Resulta irónico que se haya puesto en alerta roja a los países africanos, que lideran el esfuerzo mundial para identificar esta variante, sobre todo cuando varios países africanos impusieron medidas más estrictas, como el uso obligatorio de mascarillas en público, para frenar el coronavirus. Estas medidas ya se estaban aplicando en la mayor parte de África, mientras Estados Unidos se enzarzaba en una política ideológica partidista sobre el uso o no de mascarillas. Un informe conjunto de los comités de ciencia y salud de la Cámara de los Comunes afirmó que el Reino Unido actuó «significativamente peor» que muchos otros países en los primeros días de la pandemia por el «pensamiento de grupo» entre los científicos y los funcionarios del Gobierno, lo que provocó más de 150 000 muertes.

Mientras Europa y Estados Unidos culpan a África de la propagación del virus, sus políticas socavan la respuesta mundial al COVID-19. El nacionalismo vacunal de Occidente hace hincapié en la dependencia exclusiva de empresas privadas con patentes de la vacuna contra el COVID-19 junto con la dinámica de un sistema de libre mercado para determinar quién recibe la vacuna. En términos más sencillos, esto significa que los países con más dinero obtendrán la vacuna.

LEER MÁS: La vacuna COVID-19 en África: Atrapado entre la diplomacia de poder blando de China y el nacionalismo de vacunas de Occidente, parte I y parte II

Estados Unidos y la Unión Europea lograron hacer pedidos anticipados de millones de vacunas, y dejaron muy poco para los países menos desarrollados. Las consecuencias, como se ha puesto de manifiesto ahora con la variante ómicron, es que Europa y Estados Unidos, que se apresuraron a inocular a la mayor parte de su población antes que los países menos ricos, seguirán luchando para contener el virus hasta que otros países estén también totalmente vacunados.

A pesar del nacionalismo de vacunas de los países occidentales, a África parece haberle ido mejor en contener la propagación del COVID-19. Hasta el 29 de noviembre, África ha registrado 221 635 muertes, frente a las 1104 millones de Asia, 2341 millones de América y 1491 millones de Europa, según el Centro Europeo de Control de Enfermedades. Además, «el índice de mortalidad (CFR) del COVID-19 en África es inferior al CFR mundial», según un estudio realizado por la Asociación para la Respuesta Basada en la Evidencia al COVID-19 (PERC), lo que explica que el índice de letalidad sea menor en el continente.

Un estudio realizado por los doctores Itai Chitungo y Mathias Dzobo, especialistas en salud pública, afirma que «no es exacto ofrecer capacidad de análisis limitada, sistemas sanitarios deficientes e insuficiente notificación como únicas explicaciones del menor número de casos de COVID-19 notificados en África». La población joven del continente, el clima favorable y la rápida actuación contribuyeron a frenar la marea de la pandemia.

Otra explicación de las bajas tasas de mortalidad por COVID-19 en el continente la dio el doctor Olúwatómidé Adéoyè, científico especializado en el desarrollo de medicamentos que vive en Lisboa (Portugal). Adéoyè dijo a Global Voices a través de mensajes directos en Twitter que los análisis de sangre conocidos como estudios serológicos que se hicieron en el sureste, suroeste y noroeste de Nigeria «sugieren que entre el 25 y el 50 % ya tiene COVID. Cuando se hace un mapa de la edad y la comorbilidad con el riesgo ajustado de muerte u hospitalización, tiene sentido que nosotros [los nigerianos] no hayamos sido tan afectados».

La tasa de administración de vacunas por continente muestra a África a la zaga, con un 2,98 %, mientras que Asia (67,9 %), Europa (11,9 %) y Norteamérica (9,4 %) encabezan la tabla.

Tasa de aplicación de vacunas por continente, noviembre de 2021. Crédito de la imagen: Our World in Data.

El doctor Ayoade Alakija, miembro de la Alianza para la Distribución de Vacunas de la Unión Africana, culpó a Occidente de acaparar vacunas y negarse a renunciar a las patentes. «Es el resultado del acaparamiento de los países de altos ingresos del mundo y, francamente, es inaceptable. Estas prohibiciones de viajar se basan en la política y no en la ciencia», dijo Alakija.

En marzo de 2021, COVAX, cuya finalidad era garantizar una tasa justa y equitativa de vacunación contra el coronavirus en todos los países, asignó más de 500 000 dosis al Reino Unido, que ya ha alcanzado una elevada tasa de cobertura de vacunación. Por otro lado, a Botsuana, que no había iniciado su campaña de vacunación, se le asignaron unas escasas 20 000 dosis de vacunas.

Los países africanos enfrentan problemas de distribución de las vacunas por los problemas de almacenamiento, burocracia gubernamental, indecisión ante las vacunas y desinformación e información equivocada al respecto. Pero la indecisión con las vacunas COVID-19 no es exclusiva del continente. Un estudio demostró que la indecisión ante la vacuna es mayor en los países más ricos, como Rusia y Estados Unidos. Esta posición quedó confirmada en otro estudio del profesor de patología Malik Sallam, que mostró que Italia, Rusia, Polonia, Estados Unidos y Francia tenían bajas tasas de aceptación de la vacuna COVID-19.

Científicos opinan sobre la variante ómicron

La afirmación del presidente de Estados Unidos de que su prohibición de viajar a África se basaba en la «ciencia» la desmienten muchos científicos de renombre.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que aún «no está claro» si ómicron se propaga más rápido o causa una enfermedad más grave que la variante delta del COVID-19. El doctor Amesh Adalja, profesor de enfermedades infecciosas de la Universidad Johns Hopkins, declaró a Associated Press que la prohibición «instintiva» de viajar de los políticos occidentales era contraproducente porque los países ya disponen de pruebas rápidas y vacunas.

Caroline Colijn, matemática y epidemióloga de la Universidad Simon Fraser de Canadá, afirma que «la variante ómicron ya se ha detectado en países fuera de la región objetivo». El 29 de noviembre, seis ciudadanos escoceses sin antecedentes de viaje dieron positivo en la variante ómicron. Asimismo, la nueva variante ya estaba presente en Países Bajos el 19 de noviembre, según el Instituto Nacional de Salud Pública (RIVM).

Un muro no detendrá el coronavirus.

Prohibir todos los viajes desde Europa –o cualquier otra parte del mundo– no lo detendrá.

Esta enfermedad podría afectar a todos los países y personas del planeta, y necesitamos un plan para combatirla.
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Un hombre que tuiteó esto cuando Trump prohibió los viajes desde Europa/China, ahora prohíbe los viajes desde países africanos. La ironía es que los llamados «medios liberales» proporcionan un «contexto científico» para la decisión de Biden mientras presentan la decisión de Trump como racista. El periodismo está descompuesto.

Por el contrario, los científicos de la Universidad Johns Hopkins han demostrado que el país que primero notifica el resultado de la secuenciación COVID-19 sobre la nueva variante «puede no ser el origen». La doctora Jennifer Nuzzo, investigadora principal del Centro de Seguridad Sanitaria de la Universidad Johns Hopkins, afirma además que «penalizar a los países que informan de las variantes puede tener un efecto amedrentador en la vigilancia de las variantes».

Además, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de África afirma que «imponer prohibiciones a los viajeros procedentes de países en los que se ha notificado una nueva variante no ha dado resultados significativos». En consecuencia, es «ingenuo» que países como Estados Unidos y el Reino Unido crean que imponer restricciones a los viajes «impedirá la importación» de la nueva variante ómicron del COVID, declaró a Channel 4 News el profesor vacunólogo Shabir Madhi.

El presidente de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, afirma que «cuanto más permitamos que el virus del COVID-19 circule, mute y se vuelva potencialmente más peligroso», menos seguro será nuestro mundo, independientemente de la ubicación, la tasa de vacunación y la riqueza del país.

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