Este artículo de Zachary Barton apareció originalmente en el Nepali Times. Global Voices publica una versión editada dentro de un acuerdo para compartir contenido.
Como agricultor y educador que vive en Nepal, no participé en el diálogo de la Cumbre del Clima COP26 que se celebró en Glasgow en noviembre de 2021. Ninguno de nosotros estuvo ahí.
Y mientras los líderes del mundo, científicos del clima y representantes de los grupos de presión volvían a sus respectivos países desde Glasgow, aquí, en las montañas del este de Nepal yo me pregunto qué han conseguido —si es que han conseguido algo— en términos de cambio real. Y cuáles serán las implicaciones para «el resto de nosotros».
Me pregunto si estos burócratas gubernamentales y representantes de empresas son las personas adecuadas a quien pedir orientación e innovación para tratar la catástrofe climática. ¿Qué voces están claramente representadas en la mesa? ¿Y cuáles están visiblemente ausentes?
La delegación nepalí ya ha vuelto a casa, se propuso ambiciosos objetivos y compromisos con plazos concretos para lograrlos. Los nepalíes tienen que bregar con el impacto del cambio climático, del que no somos responsables los agricultores. Aún así, se nos pide que implementemos soluciones que también vienen de lejos.
No negamos que la reforestación, las emisiones cero de carbono y algo de protección y apoyo a las poblaciones vulnerables no sean importantes. Es más, en esto es precisamente lo que Nepal (y todos los países) deberían trabajar para intentar minimizar el impacto del cambio climático. Las cuestiones reales son: ¿Cómo? ¿Quién debe conseguir que se haga? ¿Y a qué escala?
La soluciones de las conferencias como COP26 tienden invariablemente a inclinarse hacia las posibilidades de alta tecnología, acuerdos de políticas internacionales y reestructuraciones a gran escala. Pero existe otro planteamiento: la agricultura a pequeña escala, local y de base.
Aunque la agricultura regenerativa local raramente se debate en las altas instancias, un planteamiento de este tipo podría estar más en línea con la cultura y la economía nepalí, una solución local que devuelve la intervención política y la innovación a los lugareños.
La agricultura se ha convertido en una especie de palabra sucia para los activistas climáticos, y hasta cierto punto está justificado. Se estima que la agricultura es responsable de aproximadamente el 23 % de las emisiones de gases invernadero de todo el mundo. Esto la hace comparable a la gran industria, el transporte y la producción de electricidad, lo que significa que tiene una importante contribución en el cambio climático.
Pero no toda la «agricultura» es igual. La agricultura regenerativa tiene el potencial de secuestrar carbono de la atmósfera y redistribuirlo por el suelo, donde puede tener un impacto positivo. A diferencia de muchos otros sectores, la agricultura puede hacer una transición de ser un Gran Problema a ser una Gran Solución.
La forma en que nos relacionamos hoy con la tierra es nuestro mayor error de juicio. Ya sea arrasando selvas para hacer madera, secando valiosos humedales, excediéndonos con la pesca en aguas sagradas o convirtiendo praderas en latifundios cultivados a base de química, parece que hemos olvidado la ley natural más básica: la reciprocidad. No podemos extraer, taladrar, cosechar y minar sin pensar en dar algo a cambio.
Por suerte, hay una forma de plantear la agricultura que mantiene una relación recíproca con el ecosistema local. Para simplificar, la agroecología es una forma de explotación que incorpora los principios de la ecología para que la agricultura se convierta en un medio de compensación.
Una selva local es fuente de alimento y medicinas naturales, fibras y energías, pero en lugar de despejarla automáticamente y ponerla a producir, deberíamos reconocer que también limpia y conserva el agua y el suelo, regula la temperatura y proporciona un hábitat para otros seres vivos. Y para cerrar el círculo del clima, lo importante es que la selva captura carbono.
Gestionar la tierra con los estándares de la agroecología implica revitalizar una relación distinta con el suelo. Se comienza comprendiendo los principios de la ecología y cómo funciona la naturaleza: Diversidad, reciclaje, pensamiento de sistemas, interconectividad y saber que el sol es la fuente definitiva de energía, por ejemplo.
¿Y cómo queda todo eso en una explotación? Distintas plantas creciendo juntas en lo que se conoce como policultura, animales qeu se mueven por el paisaje como sucede en la naturaleza.
Comencemos con el suelo. Enviamos un hombre a la luna hace 51 años, pero seguimos sin saber nada del mundo que hay bajo nuestros pies, el suelo del que procede toda la vida. Con la sobreexplotación, los monocultivos y el uso de fertilizantes químicos, hemos matado efectivamente toda la vida del suelo, de microbios beneficiosos a gusanos y cualquier vida que albergue.
Al matar el suelo, emitimos grandes cantidades de carbono a la atmósfera, y comprometemos su capacidad para volverlo a capturar. Y en ese suelo muerto, cultivamos plantas con enfermedades crónicas e incapaces de defenderse de plagas y enfermedades. Las plantas se hacen totalmente dependientes de los productos químicos para su supervivencia. Luego, nos comemos esas plantas enfermas que nos aportan pocos nutrientes y nosotros también nos ponemos enfermos.
Así que mientras otros buscan soluciones en el cielo, fijémonos en el ecosistema más importante de todos, el suelo bajo nuestros pies. Si los agricultores de Nepal se lanzan y lideran el cambio, los políticos vendrán tropezando detrás.
Zachary Barton es diseñador de permacultura, activista y profesor, y vive en Nepal desde 2003. En 2013 fundó la explotación Almost Heaven Farm, donde investiga, hace demostraciones y forma a agricultores locales y visitantes internacionales en diseño de permacultura, construcción basada en la Tierra y restauración ecológica.