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En Rusia, hay una batalla por el futuro de la ciencia

Categorías: Europa Central y del Este, Rusia, Censura, Ciencia, Educación, Libertad de expresión, Medios ciudadanos, RuNet Echo
Moscow Lomonosov State University, aerial view. Image by I.s.kopytov, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons. [1]

Universidad Estatal Lomonosovde Moscú, vista aérea. Imagen deI.s.kopytov vía Wikimedia Commons [2].(CC BY-SA 4.0 [3]),

Este artículo de análisis [4] de Anna Rara-Avis se publicó en  OpenDemocracy el 15 de diciembre de 2021. Se reproduce como parte de una asociación para compartir. Se ha editado de acuerdo con el estilo de Global Voices.

En  un intento de mejorar la vida de las universidades rusas, el Gobierno y el Ministerio de Educación están creando nuevos proyectos y programas, con más órdenes y reglas adicionales, y con nuevas subvenciones. Parece que con dos o tres decisiones gubernamentales más y nos encontraremos en camino: las universidades e instituciones científicas rusas entrarán em mercados internacionales [5], y atraer a los mejores profesores y estudiantes del mundo.

Pero algo está saliendo mal. Los expertos suelen decir que los pocos recursos económicos con el principal problema par la ciencia y la educación en Rusia. Como señaló [6] UNESCO recientemente, la parte que el Estado ruso asigna a la ciencia ha disminuido en años recientes: en 2014 fue el 1.07 % del PIB de Rusia, pero en 2'018 fue de 0.99 %. Aunque hay planes para aumentar el gasto (hasta el 1,2% del PIB en 2024), la cámara de auditoría estatal rusa señala [7] que los países con capacidades científicas y tecnológicas desarrolladas gastan más del 3 %.

Pero hay otro problema que complica la ciencia rusa, y que apenas se menciona. La grave falta de libertad de expresión es un obstáculo el trabajo de los investigadores y el personal universitario rusos.

‘Síndrome de silñencio publico’

Las encuestas en las que se pregunta si la gente tiene miedo de expresar su opinión en público son poco frecuentes en Rusia. Pero en un país en el que cientos de personas son procesadas cada año por hacer declaraciones políticas en línea o participar en protestas, estos datos pueden ser esclarecedores.

El último estudio de alto perfil sobre este tema lo publicó en 2016 [8] la organización de encuestas Levada Center. Una cuarta parte de los encuestados (el 26 %, de los cuales el 6 % eran «definitivos») dijeron que tenían miedo de expresar sus puntos de vista sobre el estado de las cosas en Rusia en las encuestas de opinión, el 23 % en las conversaciones con colegas y el 17 % con familiares y amigos.

La mayoría de los encuestados (56 %) explicaron su actitud recelosa ante las encuestas y citaron las posibles consecuencias negativas para ellos. Es difícil decir cómo ha cambiado esta dinámica, ya que no se han hecho más investigaciones, pero la politóloga Margarita Zavadskaya afirmó [9] que la «cautela» es «la nueva norma de comportamiento social» en la sociedad rusa.

El llamado «síndrome del silencio público» [10] de Rusia se aplica al «ciudadano promedio», y también a las universidades del país. Incluso el personal que debe comunicarse directa y abiertamente con los distintos públicos (por ejemplo, los vicerrectores que deben trabajar con los estudiantes) prefiere minimizar los debates públicos y no expresar su opinión.

Sin embargo, los profesores no solo guardan silencio en las aulas. También callan en las reuniones de la administración, en los consejos académicos y en las encuestas realizadas por la alta dirección, y hasta en las redes sociales. Se considera apropiado difundir información sobre sus éxitos y logros, pero es inaceptable hablar de los problemas o criticar las decisiones de la dirección.

En cierta medida, el silencio público del mundo académico ruso es el resultado de las normas universitarias sobre los principios de conducta profesional. Estos reglamentos pueden restringir o dar forma a los comentarios que los empleados hacen en público (hasta en las redes sociales). Las universidades pueden redactar estos reglamentos de diferentes maneras, pero en general, el argumento principal es que una universidad debe centrarse en la ciencia y dejar de lado la política.

Así, el jefe del Consejo Presidencial de Derechos Humanos de Rusia, Valery Fadeev, considera [11] que prohibir a los estudiantes y empleados de la Escuela Superior de Economía de Moscú hacer declaraciones públicas, incluido firmar cartas abiertas, no es una restricción a la libertad de expresión. Según Fadeev, esta prohibición no es más que «un intento de minimizar la politización y los ataques» a la universidad, que está clasificada entre las 25 mejores del mundo, y que se ha encontrado en el centro de los escándalos políticos [12] de los últimos años.

Sin embargo, estas normas no siempre son prohibitivas. El personal de la universidad suele autocensurarse. En noviembre, hice una encuesta entre los miembros de un grupo de Facebook dedicado a tratar temas de educación superior en Rusia (con casi 10 000 miembros). Hice una pregunta abierta similar a la que hizo el Centro Levada en 2016: «¿Crees que tus colegas, representantes del ámbito de la ciencia y la educación, temen expresar públicamente sus opiniones sobre la situación actual del país».

Esta es la respuesta que recibió más «me gusta»:

Definitely yes. You’re always looking over your shoulder when you write your opinion on a particular issue. It is not even discussed. It’s really scary to write and you can’t write the whole truth. This is due to the general political situation in the country. Nobody wants to go to prison for approving of someone’s opinion or expressing your own. It’s also about a lack of understanding of the rules of the game, what can and what can’t be said. Even to write this post now is scary…

Definitivamente sí. Siempre miras por encima del hombro cuando escribes la opinión sobre un tema concreto. Ni siquiera lo discutes. Da mucho miedo escribir y no se puede escribir toda la verdad. Esto se debe a la situación política general del país. Nadie quiere ir a la cárcel por aprobar la opinión de alguien o por expresar la propia. También se trata de una falta de comprensión de las reglas del juego, de lo que se puede y no se puede decir. Incluso escribir esto ahora da miedo…

Otras respuestas incluían:

It seems to me that before Perestroika [the wave of economic and political change that swept the Soviet Union during the 1980s] it was easier. The rules of the game were much clearer. To criticise the authorities in public was simply prohibited. But now it’s not clear, sometimes you read [a post online] – and think, surely this person will go to prison. And sometimes you find out that someone just ‘liked’ some silly post online and now they’re being prosecuted.

Me parece que antes de la Perestroika [la ola de cambios económicos y políticos que barrió la Unión Soviética durante la década de 1980] era más fácil. Las reglas del juego eran mucho más claras. Criticar a las autoridades en público estaba simplemente prohibido. Pero ahora no está claro, a veces lees [una publicación en línea] y piensas, seguramente esta persona irá a la cárcel. Y a veces te enteras de que a alguien le acaba de «gustar» una publicación tonta en en línea y ahora está enjuiciado.

Un comentarista señaló:

After the collapse of the judicial system in January/February this year [following countrywide protests against the jailing of opposition politician Alexey Navalny], I stopped expressing my opinion in public, since you can be jailed even for reposting a joke.

Tras el colapso del sistema judicial en enero/febrero de 2021 [a raíz de las protestas en todo el país contra el encarcelamiento del opositor Alexéi Navalni], dejé de expresar mi opinión en público, ya que puedes ser encarcelado incluso por reenviar un chiste,

Otro miembro del grupo dijo:

We don’t have any opposition people at our university. But we do see the opposite. There are some teachers (obviously ‘plants’) who discuss how good it was in the Soviet Union or how bad the US is with students. And they do it very aggressively, to the point where students sometimes make complaints about them.

En nuestra universidad no tenemos opositores. Pero sí vemos lo contrario. Hay algunos profesores (evidentemente «de planta») que discuten con los alumnos lo bien que se estaba en la Unión Soviética o lo mal que está Estados Unidos. Y lo hacen de forma muy agresiva, hasta el punto de que los estudiantes a veces se quejan de ellos.

Gente cautelosa

Esta precaución extrema compilca el desarrollo de la sociedad rusa. Los puntos de vista, las ideas y las opiniones que podrían ser expresadas por personas educadas e inteligentes y transmitidas al público en general no encuentran audiencia. Los que se llamaba «la élite», los que daban forma a la opinión pública, se ven obligados a permanecer en silencio.

No está del todo claro por qué los representantes de las humanidades, los sociólogos, los politólogos –cuyas tareas incluyen una comprensión crítica de la realidad– son ya necesarios en la sociedad rusa. Pero no es más fácil para los que trabajan en las ciencias técnicas, donde se les ha acusado de revelar secretos de Estado [13].

El silencio de los académicos rusos también está ligado a su situación laboral cada vez más precaria. En primer lugar, las personas con contratos de corta duración –algo habitual– pueden encontrarse con que sus contratos simplemente no se renuevan [14]. Los motivos de despido suelen estar ligados a indicadores formales, pero también son una herramienta conveniente para presionar a los empleados que se permiten una excesiva libertad de expresión o actos de solidaridad política.

En segundo lugar, el empleo precario se caracteriza por una débil protección social. En la mayoría de las universidades rusas, si se pierde el empleo, se corre el riesgo de perderlo a largo plazo. Cuando solo hay una universidad en una ciudad, es casi imposible cambiar de trabajo, a no ser que se cambie la trayectoria profesional con un empleo en una profesión completamente diferente. Los ingresos son inestables: en la mayoría de las universidades, los motivos para pagar las primas son extremadamente volátiles y no siempre realistas. Una cita de nuestra encuesta lo ilustra bien:

Now it is very dangerous to say what you think, how things really are. In universities, external approval does not mean anything. People are just really afraid. Losing a job now in some cities, especially small and medium-sized ones, is almost equivalent to physical death.

Ahora es muy peligroso decir lo que se piensa, cómo son realmente las cosas. En las universidades, la aprobación externa no significa nada. La gente tiene mucho miedo. Perder un trabajo ahora en algunas ciudades, especialmente las pequeñas y medianas, es casi equivalente a la muerte física.

Una de las consecuencias de esta inseguridad es que el personal de la universidad consiente en exigencias poco razonables, como el número de publicaciones académicas [15], y no hace el menor intento de defender sus derechos. Algunas universidades, junto con la necesidad de publicar un determinado número de artículos, también han introducido requisitos de citación. Al principio del curso académico, los empleados deben declarar cuántas veces se mencionarán sus artículos en otras publicaciones durante los 12 meses siguientes. No es raro que el personal universitario añada el nombre de su rector a todas sus publicaciones científicas. Como resultado, el personal falsifica las publicaciones científicas, las citas científicas -la ciencia en general- sin ofrecer ninguna resistencia a estas prácticas poco éticas.

Desgraciadamente, en busca de la cantidad por encima de la calidad de las publicaciones, las universidades rusas recompensan regularmente a sus empleados con primas por casi cualquier violación de la ética: por plagio, por artículos que son basura y por artículos que han comprado en línea. Un investigador puede simular la actividad de publicación de diversas maneras y, en la mayoría de los casos, esta práctica estará respaldada, porque las universidades tienen que informar a los ministerios del Gobierno sobre sus cifras de publicación.

La falta de libertad de expresión también hace imposible expresar la solidaridad profesional. La reciente detención de Sergey Zuev [16] –rector de la Escuela de Ciencias Sociales y Económicas de Moscú, destacado centro sociológico– demostró que no solo las personas valientes y respetables pueden expresar su apoyo público en situaciones difíciles. También se trata de tener la suficiente posición para protegerse.

Las limitaciones externas y la autocensura no son las únicas razones por las que el personal universitario no puede permitirse el lujo de expresar su solidaridad; se encuentran en una posición vulnerable en la que su principal reto es mantener sus puestos de trabajo. Por eso, miran con malos ojos a quienes piden cambios, porque les quitarán lo poco que tienen.

Los directivos se alegran de tener este tipo de subordinados. No hay quejas, ni críticas, solo aprobación continua y, si no se profundiza en lo que ocurre, hay una apariencia de actividad. Así se forma el ciclo de gestión: los precavidos reclutan a personas precavidas para que trabajen para ellos, y la precaución se convierte en el principal «valor» en la educación superior.

Contratación pública, subvenciones y otras vulnerabilidades

Una forma de reducir la precariedad del trabajo científico es mediante una financiación confiable y transparente, preferiblemente de diferentes fuentes. Sin embargo, muchas fundaciones extranjeras se han visto obligadas a abandonar Rusia, y la cooperación con las que permanecen conlleva riesgos: se podría obtener financiación y luego ser declarado «agente extranjero» [17]. Esto significa que el actual sistema de contratación pública y subvenciones solamente aumenta la dependencia del personal universitario de las autoridades rusas. Las respuestas a nuestra encuesta están contenidas en estas conclusiones:

I know about a real case when a professor went to a rally, and the ministry decided to stop funding a grant he was working on (note: as part of a team of scientists). To discourage others.

Conozco un caso real en el que un profesor fue a una manifestación y el ministerio decidió dejar de financiar una subvención en la que estaba trabajando (nota: como parte de un equipo de científicos). Para desanimar a otros.

Vale la pena mencionar el sistema ruso de contratación pública en el campo de ciencia y educación, en concreto para la investigación y el desarrollo y los informes analíticos, que suelen no tener resultados claros de evaluación final. La evaluación final se reduce a menudo a la opinión de un experto, donde la palabra de un experto puede oponerse a la de otro. Esto hace que este tipo de contratos sean propensos a la corrupción, ya que no está claro en qué «expertos» se puede confiar, y una investigación policial suele decidir (basándose en su propia «experiencia»). En estos casos, se inician inmediatamente investigaciones por corrupción, que a menudo conducen a la detención de personal universitario por sospecha de malversación de fondos.

Es más, parece que las subvenciones y la contratación pública se están convirtiendo poco a poco en una forma de presión. El trabajo científico se organiza ahora de forma que no es posible recibir subvenciones extranjeras, solo las estatales rusas y las licitaciones públicas, y tomarlas te convierte en un rehén.

¿Es posible un cambio para mejor? Sin duda. Hay que empezar por la despenalización de los litigios relacionados con la contratación pública y las subvenciones; una actitud tolerante hacia la libertad de expresión; y un aumento de la posición de los científicos en nuestro país, y su protección social. Para lograrlo, se necesita voluntad política, pero también coraje, y la voluntad de mirar no sólo los informes, sino también los hechos.

Mientras el Gobierno ruso le tema a la ciencia y trate de obligarla a guardar silencio, la ciencia en Rusia no avanzará. Para elevar la ciencia y la educación rusas a posiciones de prominencia mundial, necesitamos personas que puedan adaptarse y sobrevivir, pero también personas con opiniones propias, seguras de sus conocimientos y de su autoestima. No necesitamos personas que desperdicien su potencial en generar informes innecesarios y fingir la actividad científica.