Nueva colonización del Ártico ruso amenaza los derechos indígenas

Nenets Autonomous Okrug, Russia, September 2009. Photo by Tatiana Bashinskaya, CC BY 3.0, via Wikimedia Commons.

Nenets autónomos en Okrug (Rusia), septiembre de 2009. Foto de Tatiana Bashinskaya en Wikimedia Commons(CC BY 3.0).

Este artículo de Tatiana Britskaya se publicó originalmente en Novaya Gazeta y apareció en Transitions Online el 13 de diciembre de 2021. Se reproduce aquí dentro de un acuerdo de contenidos compartidos, y se ha editado para ajustarlo al estilo de Global Voices.

Ciento dieciséis organizaciones internacionales y docenas de personas han firmado una carta abierta al presidente ruso Vladimir Putin y al ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, para pedir que detengan las medidas represoras contra los defensores de los pueblos indígenas. La carta se ha visto impulsada por la reciente detención en el óblast de Murmansk de Andrei Danilov, director de la Fundación para el Patrimonio y el Desarrollo Sami. Su caso no es único. Más bien al contrario, crece la presión sobre los activistas indígenas del norte de Rusia, Siberia y el Lejano Oriente, aunque estos grupos son prácticamente apolíticos en un sentido literal. Sus preocupaciones son más terrenales: la sobrevivencia de sus pequeñas poblaciones con sus acuciantes problemas.

Con unos antecedentes de represión de activistas políticos, persecución de la prensa independiente y la búsqueda de extremistas entre estudiantes y entusiastas de los selfies, parece totalmente absurdo ejercer presión sobre los pueblos indígenas. ¿Cuál es la razón real para que la Policía de Yamal afirme que una reunión de pastores de renos en la tundra constituía un «mitin», que es la acusación en el caso del activista Eiko Serotetto? Al final se descartó que fuera una reunión política, pero poco después, Eiko fue acusado de ataque por una pelea que él no comenzó, y fue sentenciado a tres meses de restricción de movimientos.

¿Y qué daño o amenaza al Gobierno supone Yana Tannagasheva, nativa kuzba del suroeste de Siberia, que lucha por preservar el antiguo asentamiento del pueblo shor en Kazas? La casa de su padre fue incendiada, y ella misma tuvo que exiliarse. El asentamiento de Kazas ya no existe.

O quizás la amenaza al país procede de Andrei Danilov, cuya entera actividad se reduce a una simple proposición: que las leyes aprobadas en Rusia deben respetarse. Aparentemente, el propio Tribunal Constitucional reconoció su derecho, al confirmar que el activista solo pretende la aplicación de las leyes de la Federación Rusa. No obstante, poco después fue detenido y encerrado en una celda, donde recibió la visita de un hombre vestido de civil que le explicó lo duras que pueden ser las cosas para cualquier persona cercana a este tipo de ciudadanos especialmente activos.

Después, el tribunal de la ciudad de Monchegorsk sentenció a Danilov a cinco días de detención por rechazar un registro sin testigos. En su decisión, el juez citó una ley que permite a la Policía registrar a las personas en reuniones públicas, aunque cuando se preguntó al policía, su explicación corroboró el testimonio de Danilov.

Cuando Arsenty Nikolaev —del pueblo evenki, parlamentario de Yakutsk y jefe de una asociación de pueblos— murió recientemente tras un año de arresto domiciliario, quienes anunciaron la noticia fueron funcionarios de la compañía minera de oro que ha construido una carretera que cruza las tierras de la comunidad. Presuntamente, Nikolaev había presionado a la compañía para que usara los servicios de las empresas de transporte evenki. Aunque el arbitraje dictaminó que la compañía minera había actuado voluntariamente, el caso penal contra Nikolaev siguió su curso.

Stepan Petrov, de Yakutia (también conocida como Sajá) es doblemente «agente extranjero», ya que aparece en el «registro de organizaciones de medios masivos que actúan como agentes extranjeros». El regulador ruso de comunicaciones e internet, Roskomnadzor, también acusó a Petrov de no poner la etiqueta de «agente extranjero» en 14 publicaciones en Facebook. En su  desesperación, Petrov recurrió a Mark Zuckerberg para que ayudase a los «agentes extranjeros» de Rusia con un algoritmo que etiquetara sus publicaciones.

Segunda ola

Esta es la segunda ola de represión contra los pueblos indígenas en la historia de Rusia. La primera sucedió durante los años de la industrialización, cuando los soviéticos colonizaron el Ártico y Siberia, y los subordinaron a las necesidades del país. Doblegados, los pastores de renos fueron simplemente reubicados en reservas, y quienes se rebelaron, acabaron en el páramo de Levashovo, hoy un lugar dedicado a la memoria histórica. Eso fue lo que sucedió en el óblast de Murmansk, donde el mapa de los cementerios sami muestra que se apiñó a los nativos en el centro de la península de Kola.

En la época de las purgas políticas de la Gran Purga de 1936 a 1938, 125 de los 2000 sami de Kola fueron arrestados por las autoridades soviéticas, y mataron a la mayoría; 55 fueron enviados a un gulag, solo sobrevivieron cinco. Entre los arrestados se contaba casi toda la intelligentsia sami y el creador de la primera cartilla de lectura sami. A causa de su reducido número, los sámi se sometieron resignadamente.

Mientras tanto, el pueblo nénet de la península de Yamal se alzó en un movimiento que llamaron Mandalada, y rechazaron tajantemente entregar sus renos al Estado. Vivir en la tundra sin renos equivale a morir. El mismo día del juicio, sin investigación, se dictó una sentencia de 10 años en un campo de prisión. Curiosamente, el primer movimiento Mandala fue relativamente exitoso, y sus líderes llegaron a iniciar conversaciones con el Gobierno, al que dieron un ultimátum: restablecer los derechos de los chamanes, igualdad entre los kulaks (agricultores adinerados propietarios de tierras) y los pobres, abolición de las restricciones en el suministro de alimentos y la práctica eliminación del poder soviético en Yamal. Como resultado, el propio Mandalada quedó liquidado sin derramar una gota de sangre. El segundo alzamiento, en la década de 1940, fue cruelmente reprimido.

El pueblo dolgano, que vive en el norte de lo que hoy es la región de Krasnoyarsk, también se rebeló contra la división entre kulaks y pobres. Este es un extracto de una carta de los líderes del alzamiento Taimyr de 1932:

Acknowledging Soviet power as the power of the working people, and in no way striving to overthrow it, we, the natives of the Taimyr national district, from the very foundation of [the Soviet state] began to experience the burden of taxes and unprecedented pressure by the local authorities. The reconstruction of our economy on socialist lines began at the speed of central parts of the Union, without any consideration of the specific conditions of the north. The imposition of taxes, payments, strict fur quotas exceeding our real ability, incorrect definition of class structure, patrols by armed [ethnic] Russians, and the local authorities exceeding national policy in various ways among the local population, have led to complete fury.

Reconociendo el poder soviético como el poder de los trabajadores, y sin la mínima intención de derrocarlo, los nativos del distrito nacional de Taimyr, desde la misma fundación [del Estado Soviético] comenzamos a soportar la carga de los impuestos y una presión sin precedentes de las autoridades locales. La reconstrucción de nuestra economía según las líneas socialistas se inició a la velocidad de las partes centrales de la Unión, sin consideración alguna a las condiciones específicas del norte. La carga de impuestos, pagos, estrictas cuotas sobre las pieles que exceden a nuestra capacidad real, la incorrecta definición de estructura de clases, las patrullas de rusos [étnicos] armados y los excesos que en distintas formas aplican las autoridades locales de las políticas nacionales a la población local, han provocado gran indignación.

El alzamiento en la península de Taimyr fue aniquilado con armas de fuego por un destacamento del  NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), perteneciente al Ministerio de Interior de la Rusia soviética.

Ecos del pasado

Es imposible no comparar la colonización del norte en la década de 1930 con los hechos actuales. Exigencias simples y totalmente razonables —ni siquiera exigencias al principio— de los habitantes indígenas fueron rechazadas con una brutalidad desproporcionada. Mientras tanto, las decisiones que tomaron las autoridades llevaban el sello de una ignorancia despiadada, prácticamente analfabetismo, sobre las tierras y pueblos locales. Fueron ellas quienes llevaron a las tribus norteñas casi al límite de la supervivencia, y también fueron quienes provocaron las protestas.

Casi cien años después, estamos de nuevo colonizando el Ártico. Nunca sale de la agenda de las agencias de noticias, es una referencia constante en los discursos oficiales. Para la Rusia del siglo XXI, el Ártico se ha convertido en un objetivo tan apetecible como lo fue el espacio para la URSS, aunque sin su aire romántico. El Ártico es petróleo, gas, platino. El Ártico es un arma. Es poder. La colonización marcha a toda velocidad, y no con menos brutalidad que hace un siglo.

No obstante, hay una diferencia. Si la primera colonización del Ártico se llevó a cabo en interés del Estado, la actual, con todas sus consideraciones políticas, promete inmensas riquezas a las empresas privadas. El Ártico es dinero. Esta vez, la máquina del Estado no sirve a la idea de la felicidad universal, sirve a los intereses del sector privado.

Es la agenda ártica lo que Rodion Sulyandziga cree que oculta esta ola de represión contra los pueblos indígenas. Sulyandziga era el director del Center for Support of Indigenous Peoples of the North (CSIPN), la mayor organización sin ánimo de lucro dedicada a los problemas del Ártico hasta que un tribunal moscovita la clausuró en 2019 por una formalidad. La organización había conseguido que la eliminaran del registro de «agentes extranjeros», pero la máquina represiva ganó la guerra. Sulyandziga está convencido que la persecución de los pueblos indígenas está relacionada con asuntos del Ártico:

For Russia, the Arctic is a matter of development, balancing the budget, gaining access to resources. Native peoples are in no way opposed to the country’s economic development. But a balance is needed between the interests of business and the rights of indigenous peoples. Business requires colossal territory – but land is [also] required by reindeer-herders, for example. The state should be the guarantor of that balance, and the guarantor of rule of law in this sphere. Yet instead the state simply gives business the green light. Anyone who opposes it comes under pressure from the authorities.

Para Rusia, el Ártico es una cuestión de desarrollo, de presupuesto equilibrado, de acceso a recursos. Los pueblos nativos no se oponen en absoluto al desarrollo económico del país, pero es necesario un equilibrio entre los intereses de las empresas y los derechos de los pueblos indígenas. Las empresas exigen un territorio enorme, pero también hacen falta tierras para los productores de renos, por ejemplo. El Estado debe ser garante de este equilibro y de la aplicación de la ley en este entorno. Pero en vez de eso, el Estado se limita a dar luz verde a las empresas. Cualquiera que se oponga se ve presionado por las autoridades.

«Que te consideren ‘agente extranjero’, o loco, o delincuente, es lo que le espera a cualquier activista en Rusia», es el sombrío panorama que ve Andrei Danilov mientras se prepara para una nueva batalla legal con funcionarios locales que se niegan a aceptar el dictamen del Tribunal Constitucional sin presentar batalla. Ese mismo día tiene otro juicio por «desobedecer a la Policía» en el que pretende apelar al tribunal regional contra su detención ya cumplida. Su estatus en Facebook dice: «Debemos hablar incluso cuando no hay esperanza», una cita de una película sobre el alzamiento anticolonialista  de los sámi en Noruega, que fue brutalmente abortado. No obstante, los sámi consiguieron la igualdad… 200 años después. Hoy, nadie puede poner un pie en el Ártico noruego sin su permiso.

Los sámi de Rusia también se consideran guardianes del norte. Nunca han tenido derechos de propiedad sobre sus tierras. Asignar una parte de la tundra o un lago a una familia no implicaba derecho de uso, sino la obligación de proteger y mejorar esta pequeña parte del Ártico. Y no sería mala idea que aprendiéramos de ellos.

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