El Karate: Un camino para la no violencia en Colombia

 

Foto Yadira Rocío Florez, usada con permiso.

El Gimnasio Shoowa, escuela de artes marciales de Popayán, Colombia, cumple este 4 de febrero 35 años transformado no solo los cuerpos, sino también las mentes de niños, jóvenes, adultos, colombianos y extranjeros que han entrenado allí. Al sur de Colombia, este departamento fue azotado durante décadas por el conflicto armado, pero donde constantemente las comunidades siembran semillas de paz.

Cauca ha sido históricamente golpeado por el conflicto armado colombiano. Según el Instituto de Estudios para la Paz (Indepaz) de las 13 masacres, ocurridas hasta el 29 de enero de este año, tres han tenido lugar en este departamento y cinco de los 14 líderes sociales asesinados en Colombia este año son caucanos.

Por esto es tan importante que este departamento donde se han instalado actores armados ilegales que disputan el territorio para establecer allí sus cultivos de uso ilícito, como la coca, tengan la posibilidad de enfocar su mente y cuerpo en una disciplina que promueve el respeto, el compañerismo y la no violencia.

Juan Carlos Escobar y Yadira Rocío Flórez, maestros e instructores de la escuela payanesa. Foto de la autora.

Allí se practica el estilo GO JO RYU, que significa fuerza y flexibilidad, un estilo de Karate que promueve la no violencia. El Shihan, término en japonés para denominar a los maestros con más trayectoria, Juan Carlos Escobar Quirá, cinturón negro y quinto dan, quien dirige esta escuela, explicó a Global Voices que, en un país tan violento como Colombia, optó por las artes marciales formativas, con énfasis en valores.

La Unesco destaca el rol que ha desempeñado el Karate, con programas específicos, en países como Brasil, para fomentar la construcción de paz, Perú, formando a mujeres víctimas de abuso sexual o Las Filipinas, donde los jóvenes son fortalecidos a través de su práctica.

Ha sido tal la acogida de esta disciplina en la región, que Cauca obtuvo más de 14 medallas en el campeonato nacional -inter ligas e inter clubes-, celebrado en el mes de octubre de 2021 en el departamento de San Andrés Islas, en el Caribe colombiano.

Una alternativa a la violencia

Con ese objetivo en mente, Escobar recuerda con nostalgia su labor como maestro de Karate en Belalcázar (Cauca), entre los años 1999 y 2004, uno de los tantos municipios golpeados por la violencia en este departamento.

Escobar se desplazaba a los resguardos, donde habitan los pueblos indígenas, lejos del casco urbano del municipio. En estas poblaciones, comenta Escobar, no hay tantas oportunidades laborales como en la ciudad.

“Muchas personas encontraron un camino en el Karate, se alejaron de la violencia, del alcoholismo, tabaquismo y la guerrilla. Además, dejaron de lado los cultivos ilícitos, de coca, que fueron cambiados por cultivos de café,” señala Escobar.

Fue valioso su mensaje de esperanza a través de la práctica de este deporte, demostrarles que los cultivos de uso ilícito no los llevaría a nada y sembrar disciplina en esta población donde hoy en día se cultiva café y se practica Karate.

El compromiso de esta escuela colombiana con los valores y la paz también se vive en otros continentes. En  octubre del año pasado, la Región de los Grandes Lagos, en Congo (África) llevó a cabo un campeonato de artes marciales, apostándole a una paz duradera entre jóvenes que han sido víctimas o victimarios de conflictos armados.

Una siembra intergeneracional

La práctica del Karate es para pacificarse, insiste Escobar, por eso es tan importante esta formación en la infancia. La sensei (instructora), Yadira Rocío Flórez, dijo a Global Voices que inculcan el auto control, físico y emocional, para que los menores de edad sean buenos estudiantes, ciudadanos y miembros de familia.

Una manera de inculcar valores como el respeto es hacerlo es a través de entrenamientos con personas de diferentes edades.

David en su práctica de karate. Foto: Yadira Rocío Flórez, usada con permiso.

David González, tiene 10 años y es estudiante del Colegio Champagnant de Popayán, practica hace nueve meses con su padre. “Lo que me más me gusta es que sirve para canalizar las emociones. Hay escuelas donde dicen que, si alguien te provoca, hay que meterle un puño, acá no; aquí me enseñan que esto es para defenderme, no para estar a la ofensiva,” dijo González.

Además de destacar los beneficios personales para la salud, su papá Víctor González resalta:

“En un país como el nuestro donde hay tantas libertades, pero también drogadicción, las artes marciales, enfoca a niños y jóvenes hacia un objetivo, los disciplina. En un medio tan agresivo tan violento, libera la tensión y despoja de la velocidad en que gira el mundo, uno se libera de todas esas cargas y se adquiere un conocimiento para defenderse de otras personas que salen a agredir”, explica.

La Unesco declaró el Karate como la mejor formación para los niños entre los 4 y 21 años, y el Karate en Okinawa como patrimonio inmaterial de la humanidad; además recomienda su práctica a cualquier edad.

Desestresarse y estar en calma son dos grandes beneficios para David. Lo mismo piensa su padre, quien considera que esta disciplina no tiene edad y puede practicarse en familia.

Julieta García, madre de Juan José, ha visto como su hijo de cinco años se ha vuelto un poco más tranquilo, piensa antes de actuar y disfruta el tiempo que pasa tres veces en la semana con otros niños.

Víctor realiza uno de los ejercicios de calentamiento con su hijo David. Foto. Yadira Rocío Flórez, usada con permiso.

En la escuela Shoowa la integración es fundamental, por eso entrenan diferentes generaciones las cuales son tratadas con el mismo respeto. El estudiante más pequeño que ha tenido es de 3 años de edad y el mayor de 70.

Jonas Rûger, un alemán que vivió y trabajó varios años en Colombia da testimonio de ello. “Iba con mi hija, era un espacio muy familiar; entrenábamos en un ambiente de respeto y cuidado mutuo y donde empezábamos con un juramento, diciendo que es para defenderse de ser necesario. Aprendemos sobre la confianza y cuidado mutuo; por eso me gustaba llevar mis hijas allá porque era más que pegar un buen puño.”

 

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