Tejedoras de Assam enfrentan la pandemia y cambio climático a través de grupos comunitarios

Jonali Pegu from a self help group of women in Major Chapori village of Majuli photographed weaving in her household loom. Image credit: North East Area Affected Development Society (NEADS). Used with permission.

Jonali Pegu, de la aldea de Major Chapori, teje en su telar doméstico. Crédito de la imagen: North East Area Affected Development Society (NEADS). Usada con autorización.

Las entrevistas a los personajes de esta historia fueron presenciales como parte de la investigación de campo entre octubre y diciembre de 2021.

El estado nororiental de Assam se ha visto más afectado por el cambio climático que casi cualquier otro lugar de India. Las mujeres de 210 aldeas de Assam han creado una red de grupos de autoayuda para promover habilidades tradicionales como el tejido y la jardinería para complementar los ingresos de sus familias durante la pandemia del COVID-19.

Priyanka Pegu teje un chador (pañuelo) púrpura de intrincado diseño en el patio trasero cubierto de su casa. Sus ágiles dedos entrelazan hábilmente hilos multicolores, entre el ruido de su telar de madera y el golpeteo de sus pies. Y lo que produce es una delicia visual de colores y motivos llamativos.

No tiene formación y el telar en el que trabaja tiene más de 70 años. «Tejer es algo natural para nosotras, esta habilidad nos la han transmitido tradicionalmente nuestras madres y abuelas», dice Priyanka, de la aldea de Bholukaguri, en el distrito de Golaghat, en Assam.

Hasta hace poco, su telar estaba sin usar y lleno de polvo.

Estudios nacionales han determinado que Assam es el más vulnerable a los impactos destructivos del cambio climático entre los doce estados indios de la región del Himalaya. Las lluvias erráticas, las inundaciones repentinas y la erosión han minado los medios de vida tradicionales de la región, como la agricultura y la pesca. Desde marzo de 2020, esta incertidumbre en torno a sus medios de vida se ha agravado debido a las repetidas oleadas de la pandemia de COVID.

Estos factores han obligado a mujeres como Priyanka a abandonar sus hogares y dirigirse a las ciudades más cercanas en busca de un trabajo remunerado diario para mantener a sus familias.

Priyanka Pegu from Bholukaguri village in Assam’s Golaghat district weaves a Mekhla chador in the backyard of her home, while her son looks on. Image Credit: NEADS. Used with permission.

Priyanka Pegu, de la aldea de Bholukaguri, teje un chador (pañuelo) Mekhla en el patio trasero de su casa. Crédito de la imagen: NEADS. Usada con autorización.

Revivir habilidades tradicionales

«Para enfrentar estas crisis impredecibles, hemos recuperado las habilidades tradicionales de tejido de nuestras mujeres para convertirlas en una fuente sostenible de sustento», dice Jamini Payeng, del distrito de Majuli, en Assam. En 2015 recibió el premio Shanta Prasad a la excelencia en el tejido en telares manuales, que otorga el Consejo de Artesanía de la India.

Durante últimos 20 años, su iniciativa de mujeres, la Sociedad de Desarrollo de la Economía Rural (REDS), junto con la Sociedad de Desarrollo de la Zona Afectada del Noreste (NEADS), organización de base, ha organizado a unas 6000 mujeres en grupos de autoayuda de tejedoras en los distritos de Majuli, Golaghat y Jorhat.

Según Jamini, su objetivo inicial era ayudar a las mujeres afectadas por la erosión y las inundaciones a complementar sus ingresos familiares sin tener que abandonar sus hogares. Pero en los últimos dos años, también ha ayudado a mantener a las familias durante el COVID y la desaceleración económica.

En la actualidad hay 200 grupos de autoayuda de mujeres tejedoras en 210 pueblos seleccionados en función de su vulnerabilidad a los efectos del clima, según Ibhimni Singh, coordinadora de restauración de medios de vida de NEADS..

The Finished products created by Priyanka are being displayed by her group members from Bholukaguri village in Assam’s Golaghat district Image credit NEADS. Used with permission.

Los productos acabados creados por Priyanka son expuestos por los miembros de su grupo de la aldea de Bholukaguri. Crédito de la imagen: NEADS. Usada con autorización.

Apoyo a empresas emergentes

Cada grupo de autoayuda tiene unos 30 miembros. Como apoyo inicial, NEADS da 90 kilos de hilo a un grupo, y cada mujer recibe de tres a cinco kilos, según su producción. Jamini y sus colaboradores de REDS las orientan inicialmente sobre las últimas tendencias del mercado en cuanto a combinaciones de colores, diseños, motivos, etc. para que sus productos se comercialicen.

«Con tres kilos de hilo se pueden hacer de tres a cuatro mekhla chador [vestido tradicional asamés parecido a una falda larga y una estola]», dice Ranu Doley, jefa del grupo de autoayuda Birangona, en el pueblo de Bonkuwal Balichapori, en Golaghat. Tarda entre siete y diez días en tejer un conjunto, y cada uno alcanza entre 2000 rupias (27 dólares) y 3000 rupias (44 dólares), según los diseños.

Para que puedan obtener un precio justo por sus productos, NEADS ha vinculado a los grupos de autoayuda con grupos cooperativos de tejedoras. Jamini también ofrece apoyo a la comercialización a través de un punto de venta en su pueblo natal, Kamlabari, donde se exponen y venden sus productos. Majuli es un popular destino turístico que atrae a compradores de todo el país.

Complemento de los ingresos

Ranu Doley working in her loom in the Bonkuwal Balichapori village of Golaghat. Image credit: NEADS. Used with permission.

Ranu Doley trabajando en su telar en la aldea Bonkuwal Balichapori. Crédito de la imagen: NEADS. Usada con autorización.

Según Ranu, cada miembro consigue tejer un promedio de tres a cinco conjuntos en un mes, dedicando unas tres o cuatro horas al día. Una parte de las ganancias de cada miembro se reúne en una cuenta bancaria abierta a nombre del grupo respectivo. Este dinero se usa para comprar hilo y puede servir para pedir préstamos bancarios en el futuro.

«Así, un grupo se hace autosuficiente en unos tres o cuatro meses y pasamos a la siguiente aldea seleccionada», dice Ibhimni.

Después de contribuir al grupo de autoayuda, Ranu consigue aportar a su familia entre 2000 y 2500 rupias (27-34 dólares) cada mes, lo que les ayuda a alcanzar su objetivo mensual de 8000-9000 rupias (108-122 dólares). «Lo mejor es que estos ingresos llegan después de gestionar nuestra casa, nuestro hogar y nuestros hijos, y hasta minimizan nuestra salida de casa durante el COVID», afirma.

El dulce fruto de su trabajo

En 2019, Rupali Morang, junto con varias mujeres de su pueblo de Morangaon, en el distrito de Jorhat, en Assam, reunieron 0,5 hectáreas de tierra para elaborar un concepto único: desarrollar un «jardín nutritivo», compuesto por lechos multicolores de diversas frutas y verduras. Por ejemplo, los parterres rojos y naranjas contendrían tomates, zanahorias y papayas; la berenjena y la cebolla estarían en un parterre morado; y los parterres verdes contendrían pepinos, calabazas, espinacas, brócoli, limas, etc.

A Self help group of women photographed near their community garden in Morangaon village in Jorhat during COVID times. Image credit: NEADS. Used with permission.

Grupo de autoayuda de mujeres fotografiado cerca de su huerto comunitario en el pueblo de Morangaon, en Jorhat, durante la época de COVID. Crédito de la imagen: NEADS. Usada con autorización.

Según Rupali, estos huertos estaban destinados inicialmente a satisfacer las necesidades sanitarias de las mujeres embarazadas y lactantes, y de los niños desnutridos de los pueblos. Sin embargo, poco sabían entonces que podrían saborear los dulces frutos de su trabajo durante la pandemia.

«Los colores de las frutas y verduras son indicadores de diferentes nutrientes, minerales, oligoelementos, etc., que necesitamos para mantenernos sanos y luchar contra las enfermedades», dice Ashaporna Borah, Directora del Programa de Salud y Nutrición de NEADS.

Ashaporna Borah (extreme left) discusses the setting up of a Nutri garden with a self-help group in Phesual village in Jorhat. Image credit: NEADS. Used with permission.

Ashaporna Borah (extremo izquierdo) habla de la creación de un huerto Nutri con un grupo de autoayuda en el pueblo de Phesual, en Jorhat. Crédito de la imagen: NEADS. Usada con autorización.

«Nuestros huertos, que producen entre 15 y 18 kilos diarios de diversas frutas y verduras, nos evitan tener que recorrer los abarrotados mercados para cubrir nuestras necesidades diarias durante la crisis del COVID», afirma Moni Doley, otra aldeana.

También venden sus excedentes a otros aldeanos. En la actualidad, casi 400 familias de 40 aldeas han colaborado en la creación de estos huertos comunitarios, mediante el intercambio de semillas y plantones.

Medicinas tradicionales para reforzar la inmunidad

Algunas familias también cultivan colectivamente parches de «tierra silvestre cultivada» con plantas medicinales. Según Jyotirmoy Doley, anciano curandero de la aldea de Nikori, en el distrito de Golaghat, estas plantas resultan útiles para tratar la fiebre, los dolores corporales, la tos y los resfriados con una decocción preparada con sus hojas frescas.

«Una de las principales formas de protegerse del COVID es tener un sistema inmunitario fuerte», afirma la doctora Jahanara Khanam, practicante de medicina ayurvédica en el centro de salud gubernamental de la aldea de Dhula, en el distrito de Darrang, en Assam. Ella ha estado tratando a los pacientes de la corona con hierbas medicinales.

Según ella, las plantas medicinales tradicionales son ricas en antioxidantes y tienen múltiples propiedades terapéuticas y nutrientes. «Así que, ¿por qué visitar un hospital cuando hay un dispensario de hierbas en tu patio trasero?».

Nota: La investigación y el reportaje de este artículo fueron apoyados por la National Geographic Society, como parte de una beca para contar historias sobre el impacto del clima en la región del Himalaya.

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