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«Nos hemos acostumbrado a la guerra»: Vida de una familia ucraniana en primera línea de fuego

Categorías: Europa Central y del Este, Rusia, Ucrania, Derechos humanos, Guerra y conflicto, Medios ciudadanos, Migración e inmigración, Política, Relaciones internacionales
Svitlana and Oleksiy Savkevych. Image courtesy of Democratic Governance East, USAID Ukraine, used with permission. [1]

Svitlana y Oleksiy Savkevych. Imagen cortesía de Democratic Governance East, USAID Ukraine, con autorización.

Este artículo [2] de Tetiana Bezruk apareció en OpenDemocracy el 18 de febrero de 2022. Se publica aquí dentro de un acuerdo de contenidos compartidos, y se ha editado para ajustarlo al estilo de Global Voices.

El edificio de mi apartamento en Kiev está en las afueras de la ciudad, cerca de un pinar. No hay metro en la zona. Eso significa que no hay un «refugio principal para bombardeos», como los llama el alcalde de la ciudad, Vitaliy Klichko.

La vida no ha cambiado mucho en las dos últimas semanas, ni en mi barrio ni en el centro de la ciudad, si comparamos con diciembre o noviembre de 2021.

Lo único que es realmente distinto es que todos mis amigos discuten si Rusia llevará a cabo una invasión total de Ucrania. Por eso la gente se ha alistado en las unidades locales de defensa territorial o en cursos de primeros auxilios, mientras que otros han sacado a sus hijos fuera de la ciudad.

«Rusia no necesita invadir Kiev directamente, puede hacer algo diferente», sugirió uno de mis colegas.

Es más, mi colega y yo ideamos un plan por si las redes de telefonía e internet caían el 16 de febrero, el día en que los medios internacionales habían señalado como inicio de la invasión rusa: nos encontraríamos cerca de uno de los cines de la ciudad a las 4 de la tarde de ese día. Al final, no tuvimos que encontrarnos.

Pero cuando los ciudadanos de Kiev comenzaron a hacer sus equipajes de emergencia, y los periodistas extranjeros volvieron otra vez a Ucrania, recordé a dos conocidos, Svitlana y Oleksiy Savkevych, pareja que vive con sus hijos en la pequeña ciudad de Avdiivka, al este de Ucrania, en los alrededores de la ocupada Donetsk.

Oleksiy es traductor independiente. Nació y creció en Donetsk, donde se graduó en la universidad. Conoció a su esposa, Svitlana, cuando estudiaban. En 2001 se casaron y se mudaron a una casa en Avdiivka. Un tranvía recorría los pocos kilómetros que separan Avdiivka de Donetsk, y hasta 2014, Oleksiy creyó que su pequeña ciudad acabaría convirtiéndose en un distrito administrativo de Donetsk, puesto que Avdiivka ya se considera un suburbio de Donetsk y es popular entre estudiantes y trabajadores.

Oleksiy y yo hablamos por Zoom. Él está en Avdiivka, yo estoy en Kiev. En la pantalla veo que en casa de los Savkevych todavía están colgadas las guirnaldas de Año Nuevo. Oleksiy se sienta frente a una ventana desde donde —dice— puede ver un edificio de varias plantas, donde los militantes prorrusos montaron el primer puesto de control de la ciudad en 2014.

Vivir con la expectativa del peligro

«Para ser sincero, no sé qué te puedo contar», dice Oleksiy. «Los habitantes de las ciudades en primera línea de fuego estamos acostumbrados a esta situación. No es la primera vez que vivimos expectantes del peligro».

Para Oleksiy, la guerra comenzó cuando militares rusos, los llamados «hombrecitos verdes» —soldados enmascarados con uniformes sin marcas del Ejército— ocuparon Crimea en 2014. En ese momento, pensó que si la anexión de Crimea era posible, podría pasar lo mismo en las dos regiones al este de Ucrania: Donetsk y Luhansk en Dombás.

I’ve got used to the war, it’s even embarrassing for me to explain it to visitors to our city sometimes. We have a railway track nearby. Guests used to visit and ask: ‘How do you live here? You can hear the trains. How can you sleep with the noise?’ And now there are no trains, but there’s war. You get used to all the noises that become part of your life. People don’t understand this; it is difficult for them to understand how you can live with it.

Me he acostumbrado a la guerra, incluso a veces me incomoda explicársela a los visitantes de nuestra ciudad. Tenemos un ferrocarril cerca, los visitantes preguntaban «¿cómo viven aquí? Se pueden oír los trenes. ¿Cómo pueden dormir con el ruido?». Y ahora no hay trenes, pero hay guerra. Te acostumbras a todos los ruidos que se convierten en parte de tu vida. La gente no lo entiende, les resulta difícil entender cómo se puede vivir con esto.

En abril de 2014, Oleksiy y su familia fueron a visitar a unos parientes en Ilovaisk, ciudad en el otro extremo de Donetsk, donde después se produjeron fuertes enfrentamientos. Recuerda que incluso entonces había barricadas. Después vio militantes prorrusos en un puesto de control en su propia calle de Avdiivka.

«Fue entonces cuando me di cuenta de que el punto de control era peligroso, y por eso envié a mi esposa y a los niños al mar» dice. Era junio de 2014.

Yo me quedé en la ciudad, y los llamaba todos los días. «Bueno, ¿cómo van las cosas?», me preguntaba mi mujer, y yo le respondía «No, Sveta, parece que aún no es buena idea volver. Sigue siendo peligroso».

La familia Savkevуch abandonó Avdiivka durante el difícil invierno de 2015, cuando la ciudad estaba sufriendo duros bombardeos. Se mudaron a una ciudad a 25 km y alquilaron una casa allí para dos meses. Oleksiy admite que fue una decisión difícil pero necesaria. Dice que de otra manera habría puesto a sus hijos en peligro. Ese año estudiaron a distancia, y si su escuela no hubiera reabierto en 2016, es muy probable que la familia se hubiera mudado más cerca de Kharkiv, al noreste de Ucrania. Pero de vuelta en Avdiivka, Svitlana presidió el comité de padres de la escuela, y según se acercaba el nuevo año escolar, tuvo que solucionar problemas de organización en el colegio. A Oleksiy le pidieron que colaborara.

«Entonces me di cuenta de que nuestra ciudad no me dejaba ir», reflexiona.

Después, durante el invierno de 2017, se produjeron fuertes enfrentamientos en las cercanías de Avdiivka [3]. «Si en 2015 todo era caótico, la ciudad estaba paralizada, y mi amigo y yo ayudábamos a las pocas organizaciones que sacaban de la ciudad a los discapacidados, en 2017 estaba todo mucho mejor organizado» cuenta.

Avdiivka, 23 July 2017. Image by OSCE/Mariia Aleksevych, CC BY-NC-ND 2.0. [4]

Avdiivka, 23 de julio de 2017. Imagen de OSCE/Mariia Aleksevych [5] en Flickr (CC BY-NC-ND 2.0).

«También fue un invierno ‘caliente’, pero quizás solo durante una semana o dos», recuerda, y añade que en esa época, su familia no consideró la posibilidad de marcharse por los combates.

Según voy hablando con Oleksiy, me doy cuenta de que mide la guerra por la edad de sus hijos. «Fue entonces, sí, entonces, porque los niños eran más chicos» o «bueno, esto es muy reciente, porque los niños eran un poco más grandes».

Oleksiy me dijo que nunca ha tenido una conversación directa sobre lo que es la guerra con sus hijos.

I remember, at the end of May 2014, I could not get home [from Donetsk] by bus because the road to Avdiivka was blocked. And I went on foot. I remember walking along a new, deserted road that had been laid from Donetsk to [the nearby town of] Svyatohirsk. I don’t think it will ever be restored. And I looked along the road and saw a shot-up car. I come home to Avdiivka, and there’s a contrast right in front of me: my children, who were younger then, playing war.

Recuerdo que a finales de mayo de 2014, no pude volver a casa [desde Donetsk] porque la carretera a Avdiivka estaba bloqueada, así que me fui a pie. Recuedo andar por una carretera nueva y desierta que iba de Donetsk a Svyatohirsk. No creo que se llegue a reparar nunca. Y por la carretera me encuentro un auto con huellas de disparos. Y al llegar a Avdiivka, a casa, un enorme contraste: mis hijos, que entonces eran muy pequeños, jugando a la guerra.

Como sus hijos siempre estaban con adultos, Oleksiy dice que él y su mujer nunca tuvieron que explicarles qué hacer durante los bombardeos.

«Cuando había mucho ruido por la mañana, tomábamos decisiones juntos sobre qué era lo mejor que podíamos hacer. Un par de veces que los bombardeos duraron mucho tiempo, dormimos en el sótano, que era muy húmedo. Y otros días, cuando sabíamos que era peligroso, elegíamos la zona más segura a nuestro parecer, el pasillo, que no tiene ventanas», explica.

Oleksiy recuerda los sonidos durante los bombardeos. «Oías un fuerte silbido, que recuerdo de 2015… Eso quería decir que las bombas caían cerca. No siempre era posible determinar por dónde volaban las bombas».

La vida normal continúa

Esta vez, Oleksiy admite que su familia no ha preparado mochilas de emergencia ni nada parecido. Nada ha cambiado para la familia: los niños van a la escuela, Svitlana trabaja en la biblioteca local, Oleksiy trabaja como traductor indepediente. Cuenta que la ciudad debatía recientemente si celebraría su festival artístico de verano, Avdiivka FM [6], por primera vez desde 2018.

It’s not like we get up every day and think [that the Russian army is going to capture Avdiivka]… Firstly, we don’t hear [firing]. But nothing has changed so far.

However, more journalists have begun to come to the city. And we get more questions like: what will you do if Avdiivka is suddenly captured? The answer: leave, of course.

No es que nos levantemos cada día pensando que el Ejército ruso va a invadir Adviivka (…) Al comienzo, no oímos disparos. Pero hasta ahora no ha cambiado nada.

No obstante, han empezado a llegar más periodistas a la ciudad . Y nos preguntan más cosas, como qué haríamos si Avdiivka es invadida de repente. La respuesta: marcharnos, por supuesto.