Este artículo se tradujo de una conversación en nepalí y se publicó en Nepali Times. Una versión editada se reproduce en Global Voices como parte de un acuerdo para compartir contenidos.
Más de un millón de nepalíes trabajan en los países de Medio Oriente y se calcula que el 12,5 % de la población qatarí, de 2,8 millones de habitantes, es de origen nepalí.
En los últimos años, miles de personas fueron contratadas desde Nepal para trabajar en la construcción de estadios, hoteles y otras infraestructuras que se están preparando para la Copa Mundial de la FIFA 2022 que se celebrará en Catar, y hay informes sobre las malas condiciones de trabajo y el elevado número de muertes inexplicables entre los trabajadores migrantes. He aquí el relato de un trabajador migrante nepalí en Qatar que regresó a su país en 2021:
I am sharing my story so others can learn about my experience. I prefer to remain anonymous.
Cuento mi historia para que otros puedan conocer mi experiencia. Prefiero permanecer en el anonimato.
No han pasado ni tres meses desde que me despedí de mi familia, pero ya estoy de vuelta en Nepal de Catar.
Me prometieron un trabajo de limpieza en un hotel cinco estrellas, pero acabé en una obra en la que querían que cargara con cosas pesadas todo el día. Pagué más de 100 000 rupias nepalíes (837 dólares) por este trabajo, con el apoyo de préstamos y la venta de las joyas de mis hermanas. Pero no era para lo que había firmado.
Ya entonces no tuve más remedio que aceptar mi destino. Pero tras un mes de trabajo físico, enfermé y me di cuenta de que no estaba hecho para este trabajo. Mi empresa no preguntó ni una sola vez por mi salud mientras estaba en el hospital o recuperándome en mi habitación.
Quería volver a casa, pero mi empleador no estaba dispuesto a dejarme ir, y al final tuve que escapar sin avisarles. Se sabe que los empleadores presentan casos en los que acusan falsamente a personas como yo de robar para que los trabajadores no puedan salir del país.
Tuve suerte
Solo conseguí salir porque tuve el apoyo de algunos hermanos nepaleses que me ayudaron en Catar. No la embajada. Ni el empleador. Ni el reclutador. Solo unos nepalíes de gran corazón.
Fueron generosos con sus consejos sobre qué hacer y me consiguieron un taxi. Me ayudaron a pagar el billete aéreo. Me llamaron para recordarme que debía mantener el ánimo alto. Y ya en Katmandú, mi estancia en este hotel ha sido financiada por un compañero nepalí en Catar.
En un país extranjero, el mero hecho de ser nepalí hace que la gente se una, y que la gente se desvíe de su camino para ayudar a los extraños: es una especie de hermandad inexplicable que nunca podré olvidar, ni devolver.
A pesar de mi mala suerte, he tenido suerte en muchos otros aspectos. Soy joven, busqué ayuda y la ayuda llegó espontáneamente de muchas personas. Pero sé que hay muchos como yo que lo tienen aún peor, que sufren en silencio y luchan.
No todo el mundo está mal. Conozco a otros nepalíes que llevan años en Catar y son felices con sus trabajos. Es como una lotería, y esta vez me tocó una mala mano. La empresa en la que me destinaron resultó ser la peor de todas.
He tenido suerte antes. Trabajé en Malasia en un hotel durante tres años a partir de 2011 y ganaba 480 dólares al mes (57 356 rupias nepalíes), lo que en aquel momento era una cantidad enorme para mí. Tras regresar, trabajé en un hotel en Nepal. Pero necesitaba ganar más, y eso solo ocurriría si volvía a encontrar un trabajo en el extranjero. Esta vez elegí el Golfo, pero no tuve suerte..
Cuando me sentaba en mi habitación
en Qatar, mientras me recuperaba y mis compañeros de apartamento estaban trabajando, reflexionaba sobre muchas cosas, ya que tenía mucho tiempo libre. Te vas de casa por unos miles de rupias más a un país extranjero, pero ¿qué pierdes en el proceso?
Terribles condiciones de trabajo
Mi trabajo en Catar me obligaba a levantarme a las 4 de la mañana para tomar el autobús que venía a recogernos. Llevábamos comida que cocinábamos la noche anterior, pero a veces se estropeaba porque no había nevera en la obra. Tampoco se puede comer cuando se tiene hambre; solo se puede comer cuando dicen que hay que comer.
Incluso tenía que pedirle a mi supervisor ir al baño en la obra. Nuestro trabajo terminaba alrededor de las 18:00 horas, pero cuando llegábamos a nuestro campamento, ya eran las 20:00 horas. Entonces teníamos que preparar la cena y la comida del día siguiente. Cuando terminábamos y nos disponíamos a descansar, ya era más de medianoche, y al día siguiente nos despertábamos a las cuatro.
La cosa siguió así. Nos trasladaron tres veces en el poco tiempo que estuve ahí. No tienes voz ni voto en nada, solo haces lo que te dicen, para hacer lo que ellos dicen.
Recuerdo que antes miraba los edificios elegantes y deseaba poder trabajar ahí. Pero me hizo falta una terrible experiencia en el extranjero, en Catar, para darme cuenta de que lo que importa es la gente que está dentro de esos edificios. Un nepalí en lo que ellos llaman una wakala (pequeña tienda) era mucho más feliz que yo.
Cuando me recuperaba solo en mi habitación, desesperado por volver a casa, me dije que nunca más consideraría emigrar al extranjero. Que haría algo en el propio Nepal. No puedo explicar la alegría que sentí cuando por fin tuve la tarjeta de embarque en la mano en el aeropuerto de Doha. Fue una escapada bien planeada que podría haber salido terriblemente mal.
Esta es nuestra realidad
Pero la realidad me golpeó poco después de llegar a Nepal. ¿Dónde están los trabajos? ¿Qué voy a hacer aquí? ¿Qué voy a ganar? Tengo que alimentar a mi familia y tengo préstamos que pagar. Uno hace muchos sacrificios por un trabajo en el extranjero, incluso su dignidad a veces. Pero también necesitamos esos trabajos.
Cuento mi historia para que otros puedan conocer mi experiencia. Prefiero permanecer en el anonimato. Aparte de mi esposa, nadie en mi familia sabe lo que tuve que afrontar en el extranjero. Tuve tanto dolor y estrés, ¿qué sentido tiene preocupar a mi madre enferma?
Estoy iniciando una batalla con mi reclutador para que me devuelva el dinero, y ha mostrado cierta disposición a cooperar. Puede que algún día tenga que volver al extranjero, y contar mi historia públicamente puede perjudicar mis posibilidades, ya que me verán como un «alborotador».
Un compañero nepalí en Catar que no había cobrado durante meses fue trasladado y acusado de ser un «cabecilla» entre los trabajadores del campamento, solo porque pidió al director una paga de comida atrasada.
Esa es nuestra realidad. Quieren a los callados. A los que pueden silenciar.