Despachos desde Ucrania 2: La frontera

Gatos en el auto. Foto por Abel Polese, utilizada con permiso.

Este el segundo artículo de una serie de tres de Abel Polese sobre su huida de Kiev a Rumanía con sus hijos, dos gatos, su exesposa y el actual esposo de ella tras la invasión rusa de Ucrania. Polese es un investigador, formador y promotor del desarrollo que actualmente dirige varios proyectos de investigación sobre la economía informal en Ucrania. Voló a Kiev la noche del 23 de febrero y tuvo que abandonar la ciudad al amanecer del día siguiente.

Carreteras rurales y más carreteras rurales. Todo el mundo está febrilmente en su teléfono móvil para recibir actualizaciones de los frentes. La idea de muchos de que el oeste de Ucrania seguirá siendo un espacio seguro se desmorona. Están atacando casi en todas partes. Todo alrededor es silencio. Pocos autos, paisajes maravillosos, árboles invernales, montañas, ríos congelados. F no puede evitar alabar lo hermoso que es todo esto. No dice nada, pero sabes que el corazón de tu exesposa sangra al tener que dejar tanta belleza.

Es tan tranquilo que te preguntas si los rusos llegarán. Entonces, empiezas a encontrarte con bloques de hormigón para que la circulación vaya más lento, puestos de control y soldados incluso en carreteras secundarias. Te preguntas cómo es posible que los rusos puedan llegar desde allí hasta aquí, pero prefieres que tu pregunta siga sin respuesta. Al fin y al cabo, atacaron incluso en Ivano-Frankivsk, una de las provincias más lejanas, así que el único lugar es fuera del país.

Un puente, una central hidroeléctrica. Tráfico retenido. Están controlando todos los autos. Eres tan ingenuo que piensas: «¿Por qué hacen esto tan lejos del conflicto?». Tras una larga espera, por fin llega tu turno, y sales a traducir para F, que está abriendo el maletero a petición suya.

- ¿Tienen explosivos?
– Estamos huyendo de Kiev, tomamos algo de ropa, los gatos y salimos a la carretera. Por supuesto que no»,
– Bueno, solo preguntaba; podría tener sus suministros personales, solo preguntaba (¿tal vez esperaba que tuviéramos y pudiéramos compartir con ellos?)
– No, no tenemos nada, ¿podemos irnos ya?

Queda bastante camino, pero un amigo se entera de que pasas cerca del pueblo de algunos familiares. Un poco indeciso, cancelas la reserva y te desvías mientras adviertes a los pasajeros: ¡Prepárense para comer borshch!

El lugar es tranquilo. No se diría que hay un conflicto en curso a pocos kilómetros. Contra todo pronóstico, tienes una excelente noche de sueño. La casa es grande, tanto que tu clan está alojado en dos habitaciones, y puedes separar a los gatos que a veces lloran en el auto. Un vaso de vino local, unas palabras cálidas y te vas a la cama. Por la mañana, unos syrniki frescos y calientes te esperan en la cocina. Es tu primera comida en 24 horas.

La temporalidad de la situación te asusta. Te preguntas si no es más seguro quedarse aquí un tiempo. Tienen campos que producen frutas y verduras. Tienen sus propias gallinas, cerdos y una gran bodega con todos sus productos, desde mermelada hasta tushenka y kompot. Tu auto se llena de manzanas, konservy (conservas) y esperanza. La mañana es cálida y da esperanzas, así que nadie tiene prisa. Has elegido un punto de cruce pequeño para que no haya tanta gente. Todo el mundo se entrega a los últimos y cálidos abrazos de protección familiar, quizás demasiado largos. Cuando te pones en marcha, ya es de madrugada.

Lejos de Kyiv se sentía como un mundo diferente. Foto de Abel Polese, utilizada con autorización.

La carretera hacia la frontera no es lo que esperas. En realidad, no hay un camino recto para llegar, así que hay que dar rodeos por carreteras no asfaltadas. Sin embargo, incluso en estas pequeñas carreteras, ves que los camiones echan tierra para frenar a los autos. Te preguntas dónde acabará todo esto, ¿realmente no hay ningún lugar seguro en el país? Lo peor es que el punto de cruce que has elegido está cerrado. Querías evitar el principal porqué es por donde pasa la mayoría de la gente, pero resulta que todas las fronteras menores con Rumanía están cerradas. Tus amigos llaman, pero nadie contesta. No es el momento de arriesgarse. Tienes que ir a la frontera principal.

Empiezas a llamar a tus amigos rumanos y lo arreglas todo con la esperanza de poder llegar por la noche o por la mañana temprano, pero cuando llegas a la frontera comprendes que las cosas pueden no salir como esperabas. Hay una cola de autos que te hace detenerte incluso ante los postes de iluminación que presentan el puesto fronterizo. Te preguntas cuánto dura la cola y solo hay una forma de averiguarlo. Empiezas a caminar hacia la frontera.

Cruzar la frontera.., tal vez

Después de 30 minutos aún no has llegado al puesto de control. Hace calor, demasiado para ser febrero, sin embargo te alegras de que no sea el clásico tiempo de febrero. ¿Cuántas personas colapsarían si esperaran bajo una tormenta de nieve? La línea de autos se convierte en dos, luego tres, luego en dos otra vez. La Policía trata de poner orden, pero la cantidad de personas (normalmente en todoterrenos o autos caros) adelanta a todos con la esperanza de pasar más rápido por la frontera. Hay una guerra afuera y es una guerra aquí para encontrar una forma de salir del país. Te estremeces pensando en lo que podría pasar si cada vez más gente empieza a empujar por detrás con la esperanza de salir del país ante los rumores de que están llegando rusos. Sería sencillamente un homicidio.

Caminando hacia el puesto de control, preguntas a las personas cuánto tiempo llevan esperando. El más largo es de 24 horas. Te arrepientes de haber salido tarde o incluso de no haber llegado a la frontera el día anterior, no importa a qué hora. Pero también te alegras de haber dormido bien, de haber podido ducharte y de haber comido algo caliente, algo que, calculas no podrás hacer en unos días.

Autos en la frontera. Foto por Abel Polese, utilizada con autorización.

Preguntas a los guardias y te dicen que sí que te dejarán pasar, que solo tienes que esperar, así que elaboras una estrategia para dejar el auto en Ucrania y cruzar la frontera a pie, necesitas solo convencer a los demás. Pero te enteras de que el otro auto, con los abuelos, su madre y el perro está en camino y te alcanzará por la tarde. La tarde se convierte en noche por un atasco y solo llegarán al día siguiente por la tarde. Pero tiene sentido esperar y ayudarlos a cruzar.

Cuando vuelves al auto, tu teléfono dice «Felicidades, han alcanzado tu objetivo de 10 000 pasos para hoy». Claro, has caminado casi 14 km de ida y vuelta, ahora tienes ampollas en los pies y no tienes más zapatillas que las que llevas puestas. Por primera vez, sientes hambre. Las galletas portuguesas que llevaste durante todo el camino se convierten en la mejor comida, con un sorbo de jugo de frutas.

Sin embargo, no puedes dejar de preocuparte. Los estantes están cada vez más vacíos y el punto de venta ha dejado de funcionar. Con poco dinero en el bolsillo, te preguntas cuánto tiempo podrán aguantar tú y los demás, ya que el número de personas que acampan va en aumento y el agua y los suministros van en sentido contrario.

Cae la noche, el calor se vuelve frío, y te acurrucas en tu ropa para mantenerte caliente. La línea avanza lentamente, pero a ritmo irregular. A veces el auto se queda parado durante una hora, otras veces puedes avanzar unos metros. Empiezas a temer quedarte sin gasolina por avanzar así y sabes que tienes que turnarte al volante ya que, si te duermes, te adelantarán otros autos.

Atascos en la frontera por la noche. Foto de Abel Polese.

El auto que te precede no se mueve, el conductor puede estar dormido o haberse ido a algún sitio. F hace algo que prometió no hacer y adelanta. pero cuando intenta volver a la fila la gente lo para y le insta a irse. ¿Qué hacer? Ya no puedes volver atrás, tu lugar ya no está ahí. El único camino es hacia adelante. Le dices que siga adelante ya que has visto que las colas no tienen sentido aquí. Habrá dos, luego tres y la gente se enfadará, de todos modos. Así que el auto se detiene a unos metros de un camión, de lo que parece ser la línea de camiones de la que tienes que moverte ya que no te dejarán cruzar como camión.

Nuevos amigos

Algunas personas se agrupan justo al lado entre los autos. Quieres dormir, hace frío fuera, pero sientes que es tu oportunidad de negociar tu entrada de nuevo en el carril correcto. Es lo que hay que hacer. En cuestión de segundos, logras dos cosas: una forma legítima y aceptable de alejarte del carril del camión hacia el derecho y un grupo de nuevos amigos.

Las conversaciones te recuerdan a las largas horas pasadas en los trenes ucranianos hablando con desconocidos de cualquier cosa, como en aquella canción de Mashina Vremeni, Razgovor v poezde. Vuelves al auto temblando, pero ahora estás en un equipo con Dmitry, experto informático búlgaro de Mikolaiv, que presta servicios a los Gobiernos de Ucrania y Bulgaria, que te cuenta todo sobre el blanqueo de dinero en el país, y Andrey, joven que ha conducido 48 horas desde Járkov solo para acompañar a su mujer y sus hijos hasta la frontera, sabiendo que no se le permitirá salir del país. Ucrania ha declarado la ley marcial y ningún hombre entre 18 y 60 años puede salir.

En las primeras 16 horas has avanzado 800 metros. Has visto algunos autobuses de evacuación con estudiantes indios, y te sorprende la rapidez con la que se ha organizado. Llegan más personas y la situación se vuelve tensa. Algunos jóvenes tratan de organizar un grupo que detenga a los autos que no respetan la línea. Un hombre de mediana edad empieza a gritar y a insultar a una mujer que se queja de que intenta pasar. Te pones de acuerdo con tus nuevos amigos para ir a comprobar otra vez el punto de cruce. Esta vez también viene tu hijo menor. Tiene mucha energía y necesita hacer algo para gastarla, así que un paseo es una buena opción.

La situación parece mucho peor que el día anterior. Se ven algunos autos que se dan la vuelta y se marchan, sus ocupantes quizá desesperados, la compañía de seguro ha agotado los formularios (los autos con número de identificación ucraniano necesitan un seguro internacional para entrar en la Unión Europea y todos los servicios en línea están bloqueados, así que solo se aceptan copias impresas de la póliza de seguro). Incluso la cola para atravesar la frontera es más gruesa y ya no es una cola, sino una multitud de personas repartidas alrededor de la puerta y los guardias los admiten a velocidad de caracol.

En el camino de vuelta, tus amigos intentan tomar un café en algún sitio. El primer lugar está demasiado lleno, el segundo también. Entonces el tercero dice: “Tenemos café pero no tazas. Si tienes la propia podemos hacerte una». Cada vez más preocupado, notas que las estanterías están cada vez más vacía. Las botellas de agua con gas son las últimas, el agua normal se ha agotado.

Este es el segundo artículo de una serie de tres. Lea aquí el primero y aquí el tercero.

Para más información sobre este tema, consulte nuestra cobertura especial Rusia invade Ucrania.

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