El 25 de noviembre de 2021, miles de personas se reunieron en la plaza central de Jorog, capital de la Provincia Autónoma de Gorno-Badakhshan (PAGB) en el este de Tayikistán, para protestar por la muerte de Gulbiddin Ziyobekov (29 años) a manos de las fuerzas de seguridad de Tavdem. El 26 de noviembre, las fuerzas de seguridad de la ciudad abrieron fuego contra los manifestantes, lo que terminó en una cifra de dos muertos y 17 heridos. En la región que limita con Afganistán, China y Kirguistán, vive la minoría étnica pamiri, quie, a diferencia de los tayikos, pertenecen a la rama ismailí del islam chiíta. El siguiente es un relato de primera mano de la pamiri Noza. Aquí, Noza describe su participación en las protestas, que duraron cuatro días y cobraron otras dos vidas en una región que por décadas ha sido testigo de la violencia y la opresión.
Cuando comenzaron las protestas, Noza decidió dejar la capital, Dusambé, y viajó a Pamir. Se marchó sin prepararse apropiadamente para el viaje ni empacar ropa abrigada. Solo miró a sus hijos, que intentaron impedir que viajara, pero fue en vano. Así fue como Noza se dirigió a Jorog, y perdió su bolso y sus ropas en el camino. Me contó su historia luego de regresar a Dusambé un mes después.
La historia de Noza
Llegué a Jorog a última hora de la tarde, para poder ir a las manifestaciones a la mañana siguiente. En el camino, me encontré con las fuerzas de seguridad que habían acordonado la plaza Somoni a lo largo de la calle central. A primera vista lucían aterradores con sus cascos, chalecos antibalas y armas, pero pronto vi la mirada confundida de un joven, que probablemente no entendía por qué estaba ahí. Sentí pena por ese pobre soldado. Seguramente seguían siendo niños y no entendían por qué debían estar de pie ahí y dispararles a personas desarmadas.
Las protestas ocurrieron cerca de mi casa. Era temprano, hacía mucho frío, pero aun así había mucha gente. Algunos de los presentes tenían las caras ennegrecidas por el humo, ya que habían quemado neumáticos toda la noche. Conocía a muy pocos, pero me sentí parte de ellos, todos unidos por el dolor que provocaron los asesinatos de Guldibbin, Tutisho y Gulnazar, además de las personas que se encontraban gravemente heridas en el hospital.
Los cuerpos de los asesinados yacían en una plataforma ubicada en la plaza. Era un último homenaje a los jóvenes que murieron a manos de las fuerzas de seguridad. Un joven en un sombrero negro tejido me dijo:
This has been going on for so many years, so that without trial or investigation, young people with great potential are being shot, imprisoned. For so many years they keep people in fear, the elderly suffer blood pressure, heart attacks. After all, even the old-timers could not believe that in broad daylight the authorities could brutally murder a wounded man dragged along the ground by a rope around his neck.
Esto ha ocurrido durante años, que sin ningún juicio o investigación se pueda disparar o encarcelar a jóvenes que tienen gran potencial. Por muchos años han mantenido a la gente atemorizada, los ancianos sufren de [problemas de] presión arterial o ataques al corazón. Al fin y al cabo, ni siquiera los veteranos podían creer que las autoridades pudieran asesinar brutalmente a un hombre herido arrastrado por el suelo con una cuerda en su cuello a plena luz del día.
Una a una las personas subían a la plataforma y no podían dejar de hablar, ya que su indignación parecía no tener fin. En cada discurso, llamaban a las autoridades, que no estaban presentes en ese momento:
Where is the law? Where is the justice?
¿Dónde está la ley? ¿Dónde está la justicia?
Repentinamente sentí el dolor de esas personas, compartí lo que se siente tener un destino de interminables dificultades y desventajas en Pamir. Todos estaban agotados por la falta de oportunidades, las malas condiciones socioeconómicas y el desempleo, pero sin importar eso sus espíritus se mantenían en alto. Aquellas personas, desesperadas pero valientes, se levantaron en las protestas y demandaron respuestas de las autoridades por todas las anormalidades y desigualdades que han cometido las fuerzas de seguridad con el consentimiento de las autoridades de Pamir.
Todos hablaron de justicia, todos estaban determinados a mantenerse de pie y luchar por sus derechos hasta el final, para que se cumpla la ley y el orden. Un hombre joven llamado Sharif intentaba, con una mezcla de desesperación y rabia, convencer a todos que está mal asesinar personas sin un juicio o una investigación, que Tayikistán es un Estado laico, democrático y constitucional. Sharif no entendía que esas eran palabras vacías pronunciadas por quienes nos gobiernan o si lo entendía, no podía aceptar que eso no significada nada y continuaba con el mismo discurso.
Había muchas mujeres en las protestas. Estaban de pie al lado de sus hermanos, esposos, padres o hijos, comprendían que no son inmunes a este tipo de anormalidades. A cualquiera lo podía matar, a cualquiera las fuerzas de seguridad podían considera un delincuente sin necesidad de una investigación o juicio. Estas mujeres tenían la cara y los ojos hinchados de tanto llorar. Yo solo pensaba “¿A quién del Gobierno le interesan todas estas personas de pie, en este frío, que esperan para que se resuelvan sus problemas?”
Las personas comenzaron a llegar desde todas partes de Provincia Autónoma de Alto Badajshán: Rushan (este de la provincia autónoma), Ghund y Ishkashim (sur de la provincia autónoma) para apoyar a las madres cuyos hijos habían sido asesinados. Me quedé en la concentración hasta altas horas de la noche, mientras los hombres me decían que fuera a casa, ya que había -8 °C. Los que se quedaron toda la noche encendieron fuego para calentarse.
Aunque aún estaba oscuro, el día siguiente me dirigí a la plaza a las 5:00 de la mañana. No había podido dormir en toda la noche, mientras las fuerzas de seguridad amenazaban con atacar a las personas del lugar. Sin embargo, en la plaza todo seguía al mismo ritmo y se veían más mujeres. Alguien mencionó que el gobernador vendría a hablar con los manifestantes ese día. A los jóvenes, que habían sido voluntarios durante las protestas, se les pidió que limpiaran la plaza de piedras, aunque ya estaba limpia. Antes, se les advirtió a las personas cientos de veces que no reaccionaran de manera emocional cuando apareciera el gobernador.
Como todos los demás, esperaba que el gobernador se disculpara, abrazara y consolara a las madres que habían perdido a sus hijos. Sin embargo, el gobernador y su gente llegaron a la plaza bien arreglados y se pusieron de pie en la plataforma de una manera muy imponente y arrogante. Eso provocó que la multitud comenzará a gritar: “!Renuncia! ¡Renuncia!”. Me impactó mucho escuchar algo totalmente diferente a lo que esperábamos que dijera el gobernador.
No recuerdo las palabras exactas de Alisher Mirzonabotov, jefe de la región, pero el mensaje principal fue que mientras protestábamos y bloqueábamos las calles, los autos no podían pasar por la ciudad, lo que causaba el aumento en el precio de los productos en el mercado. Nos instó a ir a casa y a despejar las calles para que los autos pudieran pasar. Luego de eso, la multitud increpó a Mirzonabotov. Vi cómo le volaron piedras, mientras un muchacho muy joven, un voluntario, lloraba desde la tribuna diciendo que habían limpiado la plaza, y se preguntaba desde dónde habían sacado las piedras.
Creo que los gobernadores no pueden comunicarse con la gente. Vi a los funcionarios dejar a toda prisa la plaza. La multitud enojada golpeó dos veces a Mirzonabotov y a otros funcionarios. Luego, una mujer de la multitud se paró en frente de Mirzonabotov. Puso al gobernador a sus espaldas para protegerlo, detuvo a todos y dijo:
This is not why we have come here.
Esta no es la razón por la que vinimos aquí.
De pronto se escuchó un fuerte crujido. En un comienzo no pude entender qué pasaba, solo miraba la cara de confusión del hombre a mi lado, pero luego comprendí que estaban disparando. Una mujer gritó:
Do not run! Stay where you are!
¡No corran! ¡Quédense donde están!
Vi a los funcionarios correr hacía el edificio de Gobierno, un lugar seguro para ellos. Luego, me empujaron al suelo. Vi a mucha gente en el suelo y creí que no quedaría nadie vivo. Disparaban desde todas las direcciones y pensé que sería muy triste y doloroso no ver nunca más a mis hijos. De pronto dejaron de disparar.
Las personas comenzaron a levantarse y a recobrar sus sentidos. Empezaron a ayudar como pudieron a los heridos, a las personas con presión arterial alta o con problemas cardiacos hasta que llegaron las ambulancias. Como todos los demás, me dediqué a ayudar a quienes vivieron un momento difícil al ver cómo disparaban a gente desarmada. Mientras veía, la misma idea daba vueltas en mi cabeza “¿Por qué? ¿Debido a qué? ¿Por qué dispararon? ¿Por qué los funcionarios se distancian de su gente a tal nivel que no pueden entender su dolor y sufrimiento? ¿Cómo puedo ayudar a estas personas? ¿Quién va a ayudar a estas personas?”.