Oposición rusa debe dejar de lado sus rencillas y unirse contra la guerra

Concentración del 24 de diciembre de 2011 en la avenida Sajarov, Moscú. Foto de Bogomolov.PL, vía Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0,).

Este artículo del ex periodista de Novaya Gazeta, Ivan Zhilin, se publicó originalmente en Geneva Solutions. Reproducimos una versión editada como parte de un acuerdo de intercambio de contenidos con Global Voices.

Parece imposible arreglar nuestro país. Incluso en tiempos como estos, nuestra mejor gente se obstina en repetir los errores que llevaron al ataque a Ucrania.

¿Cómo hemos permitido que se produzca la guerra? No solo por nuestra indiferencia, paciencia infinita y voluntad de aguantar los problemas en aras de un «futuro brillante» (para el que supuestamente nos preparó el hombre que dio la orden de bombardear Kiev), no solo por nuestra falta de voluntad de cambiar las cosas (porque «antes era peor»), sino también por nuestra desunión. También hemos llegado a la guerra de ahora porque los miembros de la oposición rusa nunca han podido ponerse de acuerdo entre sí.

Por ejemplo, las protestas de 2011-2012. Tras las concentraciones de 100 000 personas contra el fraude electoral en la plaza Bolotnaya y en la avenida Sájarov de Moscú, tras la kilométrica marcha por la calle Yakimanka, tras el «Gran Círculo Blanco» (cuando los manifestantes rodearon el centro de Moscú) y tras #OkkupaiAbai (cuando los opositores al presidente acamparon durante una semana en el centro de la capital), los líderes opositores rusos decidieron crear un Consejo de Coordinación.

La tarea del consejo estaba clara: presionar al Gobierno para que reformara los sistemas judicial y electoral de Rusia. El consejo reunió a opositores de todo tipo: desde Alexéi Navalny, que coqueteaba entonces con los nacionalistas, hasta la extravagante y cosmopolita Ksenia Sobchak, pasando por el liberal Boris Nemtsov y el socialista Sergey Udaltsov.

Los rusos saben bien cómo terminó esta lucha unida. Después de organizar unos pocos mítines de protesta, los opositores se pelearon entre ellos, tratando de averiguar de quién era la estrategia de lucha contra el régimen, a quién apoyar en las elecciones y qué dinero debía asignarse para eso. Y un año después de la creación del Consejo de Coordinación, lo disolvieron, sin lograr ningún cambio en el orden político del país.

Esta fragmentación de la oposición rusa se manifestó después en un conflicto entre la dirección del partido Yabloko y Alexéi Navalny, en un conflicto entre las fuerzas de izquierda no sistémicas representadas por Sergei Udaltsov y sus asociados, con los liberales y los comunistas parlamentarios, y finalmente, incluso en la reacción al Premio Nobel de la Paz concedido al redactor jefe de Novaya Gazeta, Dmitry Muratov (algunos ciudadanos rusos con mentalidad opositora creían que el premio debería haber sido para Navalny).

Y ahora, al comienzo del tercer mes de batallas en Ucrania, la oposición rusa ha decidido hacer lo mismo: atacar a los suyos. El 26 de abril, los partidarios de Navalny publicaron una «Lista de belicistas», que incluía a los periodistas Kseniya Sobchak y Oleg Kashin (que se habían opuesto públicamente a la llamada «operación especial»), además de 30 miembros del Consejo de Seguridad ruso, 101 funcionarios del Ministerio de Defensa, 473 enviados presidenciales, otros funcionarios de seguridad y «celebridades corruptas».

El expediente de los partidarios de Navalny dice de Kashin:

A Russian propagandist, published on the website kashin.guru and in the publication Republic. It is worth noting here that Republic and its editor-in-chief Dmitry Kolezev have consistently taken an anti-war stance. Kashin himself stated that Ukraine “is the righteous side in this war”. He explained that his inclusion in the list of «warmongers» was by “revenge” on the part of the Navalnists for the earlier rifts between him and Navalny’s supporters.

Un propagandista ruso, que publica en el sitio web kashin.guru y en Republic. Cabe señalar que Republic y su redactor jefe, Dmitry Kolezev, han adoptado sistemáticamente una postura antibélica. El propio Kashin declaró que Ucrania «es el bando justo en esta guerra». Explicó que su inclusión en la lista de «belicistas» fue por «venganza» de los navalnistas por las anteriores desavenencias entre él y los partidarios de Navalny.

El expediente es aún más duro con Ksenia Sobchak:

A Russian propagandist… despite the fact that she was nominally in opposition to Vladimir Putin’s regime, her actions on several occasions only gave him legitimacy: including helping to legitimize him during the 2018 presidential election, in which she participated as a spoiler candidate.

Una propagandista rusa… a pesar de que estaba nominalmente en la oposición al régimen de Vladimir Putin, sus acciones en varias ocasiones solo le dieron legitimidad: incluso ayudaron a legitimarlo durante las elecciones presidenciales de 2018, en las que participó como candidata saboteadora.

Y esto a pesar de que la red de canales de Telegram de Sobchak es ahora uno de los recursos antiguerra desbloqueados más populares en Rusia, con una audiencia de más de 1,5 millones de personas.

No soy tan ingenuo como para pensar que Sobchak, que es ahijada de Vladimir Putin, esté dispuesta a enfrentarlo seriamente y a intentar arrebatarle el poder para detener la guerra. Pero es evidente que está aportando su granito de arena para educar a los rusos y despertarlos de su sueño militarista. Si no personalmente, a través de sus periodistas.

Mientras tanto, ella sigue –según otros opositores rusos– en la lista, acompañada de esta explicación: «Cada una de estas personas es responsable de que el destino de millones de ucranianos se haya roto y de que el nivel de vida de millones de rusos sea aún más bajo».

Entre otros factores, un poderoso movimiento antibélico estadounidense que unía a hippies urbanos y obreros, comunistas y liberales, feligreses y exmilitares, ayudó a detener la guerra de Vietnam. Se plantaron juntos en el Capitolio, tomaron el parque Lincoln de Chicago y organizaron plantones en las escaleras del Pentágono.

La oposición rusa, por desgracia, en lugar de reunir a todos sus partidarios bajo lemas antibélicos, en lugar de dejar de lado las diferencias ante la guerra, se ha dedicado a descalificar a unos y otros como enemigos. Lo único que inspira optimismo es que los cambios globales en Rusia se producen a veces de forma inesperada:

  • En 1953, Nikita Jruschov era secretario del Comité Central del Partido Comunista de toda Rusia, uno de los hombres más cercanos a Stalin, y en 1956 era su principal expositor.
  • El 17 de marzo de 1991 se celebró un referéndum sobre la conservación de la URSS (y el 76,4 % votó a favor), y el 26 de diciembre la Unión Soviética se derrumbó.

Tal vez ahora, también, el movimiento antiguerra y la resistencia a la guerra surjan de algo inesperado. E inesperadamente, ganen.


Imagen cortesía de Giovana Fleck.

Para más información sobre este tema, consulta nuestra cobertura especial Rusia invade Ucrania.

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