No vengo a coquetear, solo a comprar limones

Foto bajo licencia CC0

El día a día de una mujer diversa no es fácil, y hasta hacer mercado se torna complicado. Me percato de actitudes tóxicas hacia la vida de una, que van desde las miradas lascivas hasta las agresiones físicas. Y me sigo preguntando ¿Por qué?, ¿Qué hice tan grave para que me traten así?

Sea con el conductor del bus, el vigilante del edificio, o el dueño de una tienda de abarrotes, las mismas actitudes que se repiten una y otra vez.

Como ejemplo, hablaré de lo que ocurre casi siempre que salgo a comprar limones. Saludo, pero el saludo no es respondido, la actitud desde el principio es hostil. Si contestan dicen algo como “¿Qué quiere?”. Por mi parte, lo que quiero es que no me trate de forma agresiva. Y bueno, los limones.

En algún momento pensé que quería que me traten como tratan a las demás mujeres que vienen a comprar. Pero luego pensé en los piropos no deseados que les hacen a las vecinas, y que si no les responden con sonrisas y coqueteo, se molestará el que atiende. Tampoco quiero eso, reitero, solo que me traten con respeto.

Por experiencia, la gente toma mi expresión de género como un chiste que les ofende, por lo que una espera a que la traten en masculino. Son microagresiones inevitables, por lo que ocasionalmente prefiero hacer que no pasa nada. Por lo mismo, evito hacer preguntas o comentarios que den posibilidad a que me conviertan en un hombre a través de su lenguaje.

Así, en vez de preguntar si hay limones, y, sabiendo que responderá «si/no señor», prefiero decir algo como “¿por donde encuentro los limones?”. Porque de nuevo, acá lo importante son los limones, y no darle espacio al dueño de la tienda para que se manifieste con su odiosa interpretación sobre mi vida.

Voy a pagar y, por sus muecas, pareciera que me hacen un favor especial, como si me regalaran los limones, o fuese a salir corriendo con ellos. A la vez, puede que una vaya en la fila, pero los cajeros actúan como si una no estuviera ahí, le dicen a la gente detrás de una que siga. Una reclama: ¡estoy acá!

Le tiran a una el producto. En ese punto, más allá de lo humillada que me siento de ver los limones en el suelo, reflexiono de por qué la tratan a una así. Me viene a la cabeza el término “masculinidades frágiles”, y trato de aplicar lo que he aprendido sobre el tema a este contexto.

Hablo con otras mujeres que atraviesan sus propios tránsitos, y encontramos cosas en común. Los hombres que la atienden a una lo ven como si fuera un favor, pero algo más yace en el fondo. Sienten que una les está dañando su ser masculino. Piensan que si tienen una interacción con una, se homosexualizarán, se volverán gais.

Para ellos, la palabra «homosexual» es un término ambiguo que refleja sus incomprensiones hacia cualquier persona, hombre o mujer, que se vista como a ello no les guste. Para ellos una no es mas que un “marica disfrazado». Aún así, una no les resulta tan «marica», cuando infieren que una está dispuesta ciegamente a acostarse con cualquier hombre que se atraviese.

La narrativa de “yo respeto a los homosexuales, pero que no se metan conmigo” significa que cualquier interacción que tengan con alguien que se aleje de sus moldes sesgados, es interpretada como atracción física-sexual hacia ellos. Si una le pregunta al conductor del bus sobre la ruta, el tipo siente que eso ya es un coqueteo hacia el, y te responde como si le hubieras dado un puñetazo.

Tan limitadas son sus comprensiones del mundo que, en primer lugar, no se detienen a pensar que el mundo no gira alrededor de ellos. En segundo, que la gente común no se relaciona en términos de posible relación sexual con cualquier persona que se les atraviese. Y en tercero, ni a todas las personas nos atraen los tipos, y a las que les atraen, no todos los tipos les van a gustar.

Me gustaría que llegue el día en que, al llegar un sitio, el vigilante me trate con respeto, sin escanearme morbosamente, de arriba a abajo, respetando el nombre con el que me identifico, no como le de la ganar nombrarme. Pero sobre todo, sin agresión física de por medio, sin intentos de violación.

Me gustarían los días en que, tu jefe no te llame a la oficina a que le des explicaciones de por qué confundes a la gente con tu forma de vestir. Sino que te respalde y no tolere acciones irrespetuosas hacia tu vida, que te llame para hablar sobre el avance en tus funciones laborales, mas no sobre tus genitales.

Espero que llegue el día en que comprar limones sea solo eso, y no se transforme en otro espacio más de la sociedad para que te traten según lo que se supone tienes bajo la falda. Las que compramos limones no somos penes o vaginas con piernas, sino que somos personas. 

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