Día Mundial de los Océanos en fotos desde Trinidad y Tobago

Puesta de sol en el Caribe, Down de Islands, (Trinidad). Foto de Janine Mendes-Franco, usada con autorización.

El Día Mundial de los Océanos fue designado oficialmente por Naciones Unidas en 2008 y se celebra anualmente el 8 de junio. La fecha pretende dar a conocer globalmente de la importancia de los océanos para la vida marina y la humana, y reclamar una mejor protección dentro del marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS).

El objetivo nº 14 se centra en conservar y usar sosteniblemente nuestros océanos, mares y recursos marinos, ya que «contienen sistemas globales que hacen la Tierra habitable para la humanidad»:

Our rainwater, drinking water, weather, climate, coastlines, much of our food, and even the oxygen in the air we breathe, are all ultimately provided and regulated by the sea.

Nuestra lluvia, agua dulce, clima, costas, muchos de nuestros alimentos e incluso el oxígeno del aire que respiramos, proceden y están regulados en último término por los mares.

Este ODS vital refleja el hecho de que la mayoría del planeta consiste en agua: los humanos no podrían sobrevivir sin agua. Esto es particularmente cierto para los pequeños estados insulares en desarrollo (SIDS), como los del Caribe, que muy a menudo son los primeros en verse afectados por consecuencias del cambio climático, como el ascenso del nivel del mar, una estación atlántica de huracanes más virulenta, el blanqueamiento del coral, la contaminación de las aguas costeras, la sobrepesca y el calentamiento del agua marina, que causa un crecimiento incontrolado de sargazos. Estos desequilibrios ecológicos también afectan a la pesca en el Caribe, mientras que algunos Gobiernos regionales sacrifican los frágiles ecosistemas costeros por dinero, lo que exacerba el problema.

Activistas ambientales y líderes regionales conocen exactamente los retos que enfrentan, pero quizá en el Día Mundial de los Océanos de este año, en el que el objetivo es revitalizar nuestros océanos, necesitamos que nos recuerden su propósito y belleza para entender realmente la importancia de la acción colectiva necesaria para defenderlos con éxito.

Los océanos que rodean las dos islas de la república de Trinidad y Tobago, al sur de las Antillas, es el perfecto ejemplo de todas las formas en que el mar es útil —crucial— para nuestra propia existencia.

El océano Atlántico se encuentra con el mar Caribe. Foto de Janine Mendes-Franco, usada con autorización.

El punto en que las cálidas aguas del Caribe se mezclan con las profundas aguas azules del océano Atlántico en el faro Toco, en la costa noreste de Trinidad, es un impresionante recordatorio de que todos los océanos del mundo, como toda la humanidad, están conectados.

La playa de Paramin, en la costa norte de Trinidad, es un popular lugar de pesca. Fotos de Janine Mendes-Franco, usada con autorización.

La costa norte de Trinidad es un paraíso para los pescadores. Quienes practican la pesca deportiva suelen dedicarse al sábalo, mientras que los pescadores profesionales capturan todas las especies, de la umbrina al dorado. Este punto concreto, accesible por barco o por un escarpado camino que desciende desde el poblado de Paramin, está presidido por la estatua de san Pedro, patrón de los pescadores, erigida en la arena.

En el sentido de las agujas del reloj, desde la foto superior izquierda, bahía de Damien en Blanchisseuse; Toco, en la costa noreste de Trinidad, y una vista del océano desde Chaguaramas al noroeste. Fotos de Janine Mendes-Franco, usada con autorización.

Los océanos desempeñan un papel integral en la salud física y mental. Durante los meses en que las playas de Trinidad y Tobago estuvieron cerradas por las restricciones por COVID-19 en el país, hubo muchas peticiones para que se reabrieran y así los surferos pudieran hacer deporte, quienes viven en poblaciones costeras (como Toco, en la costa noreste) pudieran llevar a sus niños y los excursionistas (como los que religiosamente suben la vía a la estación de seguimiento de Chaguaramas, al noroeste de la isla) reconectaran con la naturaleza, que es una fuente demostrada de relajación y revitalización.

Playa de Grande Rivière en la costa noreste de Trinidad. Foto de Janine Mendes-Franco, usada con autorización.

Con poco más de un kilómetro de largo, Grande Rivière es una de las zonas más prolíficas de anidación de la tortuga laúd. El pueblo cercano, que entiende lo estrechamente interconectado que está su medio de vida con las prácticas ambientalmente sostenibles, intenta tener un impacto en el entorno tan bajo como sea posible, y cuenta con grupos comunitarios oficiales que patrullan activamente la playa para proteger las tortugas y educan a los visitantes que vienen a verlas durante la época de anidación, que va de marzo a agosto cada año.

Punto en el que el río Nariva desemboca en el océano Atlántico en la franja de Manzanilla, en la costa este de Trinidad. Foto de Janine Mendes-Franco, usada con autorización.

En esta zona ambientalmente sensible a lo largo de la bella costa este de Trinidad es donde se encuentra el pantano Nariva, el mayor humedal de agua dulce del país, que ha sido designado Humedal de Importancia Internacional según la Convención de Ramsar, y el Santuario Bush Bush Wildlife, que alberga una gran biodiversidad, con más de 200 especies de aves, reptiles y mamíferos.

En el sentido de las agujas del reloj desde la izquierda: pez capturado en «down de islands», paseo en barca por la costa de la isla de Gaspar Grande, ola rompiendo en el malecón de una casa insular, un delfín sigue a un barco al atardecer. Fotos de Janine Mendes-Franco, usada con autorización.

El grupo de pequeñas islas que rodean la costa noroeste de Trinidad alberga numerosas viviendas vacacionales, y es habitual ver a sus ocupantes pescando, paseando en barco y socializando (lo que los trinitenses llaman «lime»). No es raro ver manadas de delfines, tortugas marinas y alguna ballena en las profundas aguas que rodean las islas.

Tranquila escena en la playa de Mount Irvine, Tobago. Foto de Janine Mendes-Franco, usada con autorización.

Como Trinidad se sitúa en la desembocadura venezolana del río Orinoco, las aguas que rodean la isla no encajan con el estereotipo de aguas turquesa de los mares caribeños. Tobago, por el contrario, es la postal perfecta, y buena parte de su economía depende del turismo internacional y nacional.

Distintas vistas del lago Petit Trou de Tobago. Fotos de Janine Mendes-Franco, usada con autorización.

El lago Petit Trou, ubicado en la zona de Lowlands, en la parte sur a barlovento, se jacta de su mezcla de agua dulce y salada, donde el océano Atlántico entra para encontrarse con las aguas salobres del manglar. Los terrenos circundantes se han convertido en un destino vacacional cuajado de villas, grandes casas vacacionales y un campo de golf. Y a pesar de las iniciales intenciones de hacer un puerto deportivo en el lago, ha acabado dejándose en su estado original, con un mínimo impacto desarrollista en el ecosistema circundante. El lago atrae a aficionados al kayak y al paddle surf, muchos de los cuales disfrutan del impresionante paisaje y de su amplia variedad de aves.

La extensa pasarela que recorre el bosque del manglar es una visita deliciosa, aunque un informe de 2021  sobre los manglares de la zona evidenció que están amenazados por el «dieback», enfermedad degenerativa que afecta a las plantas leñosas, que progresivamente pierden brotes, ramas y raíces comenzando por la punta, y que probablemente está ligada al fuerte influjo anual de los depósitos de sargazos. Esta enfermedad es extremadamente preocupante, ya que los manglares son un vínculo esencial entre los ecosistemas marítimo y terrestre, como praderas submarinas y arrecifes de coral.

No hay duda de que el cambio climático afecta a la salud y la sostenibilidad de nuestros océanos. Tras el COP-26, a menos que los Gobiernos del mundo se comprometan al «1,5 para sobrevivir», la subida del nivel de los mares seguirá impactando a las comunidades costeras, aumentará la acidificación de nuestras aguas y los arrecifes coralinos y los bosques manglares del Caribe continuarán marchitándose. Para tener alguna esperanza de que nuestros océanos vuelvan a verse y a funcionar como antes, es esencial una acción colectiva, no solo por la sostenibilidad, sino por la supervivencia.

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