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No más violencia contra la mujer en tiempos de guerra y de paz

Categorías: Derechos humanos, Guerra y conflicto, Medios ciudadanos, Mujer y género

Aviso de contenido: El presente artículo trata sobre violación, violencia sexual, violencia contra la mujer, genocidio y otros temas que pueden afectar la sensibilidad de sus lectores.

“¡Dejen de violarnos!”, gritó una mujer en el reciente Festival de Cine de Cannes [4], Francia, con el cuerpo pintado de azul y amarillo (colores de la bandera ucraniana) mientras corría de un lado a otro en medio de una multitud de fotógrafos que se agolpaban para capturar la foto perfecta. La mujer trataba de llamar la atención pública sobre la violencia sexual desenfrenada desatada en Ucrania a manos de soldados rusos, pero bien podría estar hablando de cualquier zona de conflicto en cualquier momento de la historia: Hoy es en Sudán del Sur [5], Tigray [6] y Yemen [7]; durante el genocidio yazidií [8] en el territorio iraquí ocupado por ISIS, a mediados de la década de 2010; en las continuas campañas de violaciones en la República Democrática del Congo [9]; y anteriormente, durante la primera y segunda guerras mundiales, por nombrar algunas.

Entender la violencia sexual en contexto de conflicto

La violencia sexual es, sin duda, el arma de guerra más antigua. Desde los registros históricos de invasores que usaron las violaciones para saquear, arrasar y ocupar territorios hasta el uso sistemático de la violencia sexual como herramienta de genocidio [10] y limpieza étnica, estas horribles prácticas han sobrevivido a lo largo del tiempo. Esta forma de violencia es omnipresente y persiste a lo largo del continuo de guerra y paz. Tanto en la guerra como en la paz, es una forma de dominación y agresión que ejerce el patriarcado sobre el cuerpo de la mujer, que desconoce fronteras e impacta a todas las mujeres. La violencia sexual se da en entornos propicios que son posibles por las actitudes sociales y culturales que normalizan la discriminación por género. Y hay mujeres que son particularmente vulnerables debido a sus posiciones especiales en términos de casta, religión, capacidades, indigeneidad, etnicidad, color, raza, clase, edad y condición migratoria. Las mujeres que pertenecen a comunidades históricamente oprimidas [11] tienen probabilidades desproporcionadas de sufrir violencia.

La violencia sexual en contexto de conflicto es una estrategia cuidadosamente diseñada que se despliega para quebrar psicológicamente a las sociedades de las mujeres contra quienes se dirige. Cualquier actor que ejerce violencia sexual como estrategia de guerra es consciente de la estrecha relación entre la igualdad de género, la no violencia y el establecimiento de una paz sostenible, y es eso precisamente lo que busca romper. Como dice el proverbio cheyene [12], “una nación no está vencida hasta que los corazones de sus mujeres están en el piso. Ahí se termina todo, no importa cuán valiente sea el guerrero o cuán poderosas sean sus armas”.

Durante los conflictos armados, se ataca deliberadamente a las mujeres con la intención específica de dañar las sociedades a las que pertenecen, o se dan ataques de oportunidad, fuera de una campaña, sin temor a sanciones, porque el quiebre de los sectores de seguridad y justicia provee el entorno propicio: La devastación causada por la guerra hace que las mujeres tengan menos medios para buscar reparación, si es que los hay. Y sin embargo, muy poco se ha hecho para abordar esta forma de violencia.

Lagunas legales

En 2000, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptó la agenda Las mujeres, la paz y la seguridad [13] mediante una resolución que exigía atención especial para combatir la violencia sexual en contexto de conflictos. En la actualidad, no existe en Naciones Unidas un instrumento legal específicamente vinculante sobre la violencia contra la mujer [14], lo que facilita un estado de impunidad que se instrumentaliza invariablemente para llevar a cabo estos crímenes.

En 2015, Naciones Unidas declaró [15] el 19 de junio Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos con el fin de sensibilizar sobre la violencia sexual en contextos de conflicto, honrar a las víctimas y sobrevivientes de violencia sexual en todo el mundo, rendir homenaje a quienes han dedicado sus vidas luchando valientemente por erradicar estos crímenes y a quienes perdieron la vida producto de la violencia sexual. A pesar de todo esfuerzo, la violencia sexual en contexto de conflictos sigue incólume.

La falta de un tratado exclusivo y vinculante específico para terminar con la violencia contra mujeres y niñas a nivel mundial es un problema enorme. Hoy en día, las mujeres que han vivido la experiencia de conflictos armados siguen siendo invisibilizadas, pasadas a segundo plano en los procesos de paz y sepultadas bajo intentos apresurados de paz por amnistía que sacrifican la justicia.

Una estrategia para poner fin a la violencia sexual en contexto de conflictos

La mentalidad y las actitudes que favorecen la violencia sexual durante los conflictos tienen su raíz en la mentalidad y las actitudes que prevalecen en tiempos de paz. Se considera que una mujer representa la trifecta patriarcal que domina su vida, como dijo Mona Eltahawy [16]: el Estado, las calles y el hogar. Las mujeres y niñas se crían según el principio (a veces internalizado también por ellas) de que sus cuerpos son un vehículo de honor y vergüenza, y que salvaguardarlo es esencial para la aceptación social. Si no existiesen conceptos predominantes que vincularan el cuerpo de la mujer con nociones de honor y vergüenza social en tiempos de paz, la violencia sexual y de género no tendría valor como estrategia en tiempos de guerra.

Una forma de abordar este problema es establecer un tratado global y vinculante para eliminar la violencia contra las mujeres. Un tratado de esa naturaleza requeriría desplegar mecanismos legales a nivel nacional, proveer servicios a sobrevivientes y facilitar la educación preventiva. Un tratado sentaría las bases para un estándar mínimo de protección de las mujeres y niñas contra la violencia, que comprometería a todos los estados por igual. Las reformas legislativas a nivel estatal darían lugar a que los sistemas legales individuales se pusieran a la par de la norma global, y llevarían los estándares de prevención y reparación a acciones locales.

Un tratado para eliminar esta violencia puede allanar el camino para un futuro en el cual se reconozca inaceptable y punible la violencia contra cualquier mujer en cualquier parte del mundo. En definitiva, un futuro feminista es uno que está desprovisto de cualquier forma de intercambio militar. Mientras perseguimos ese sueño, debemos tener la idea clara de frenar la violencia contra las mujeres en tiempos de paz y de guerra. Un tratado global contribuiría considerablemente a garantizar que “¡dejen de violarnos!”.