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La conectividad para reducir los impactos del cambio climático en el Gran Chaco, Sudamérica

Categorías: Latinoamérica, Argentina, Bolivia, Paraguay, Ambiente, Desastres, Medios ciudadanos, Mujer y género, Periodismo y medios, Pueblos indígenas, Respuesta humanitaria, Tecnología, Rising Voices

Foto de Mijail Miranda, utilizada con permiso.

Este artículo fue originalmente publicado en el medio boliviano Muy Waso [1] y republicado en Global Voices en el marco de una alianza de medios.

Una serie de proyectos digitales innovadores recurren a la tecnología para ayudar a las poblaciones locales a ser más resilientes frente a los efectos de la crisis climática en uno de los bosques más biodiversos de América Latina. La región del Gran Chaco es el segundo bosque más grande e importante de Sudamérica. Su superficie se extiende por cuatro países y tiene más de 100 millones de hectáreas. Más de ocho millones de personas viven en este territorio.

Por las condiciones de su territorio y la intervención humana, el Gran Chaco es una de las regiones más vulnerables a los efectos de la crisis climática en América Latina. La erosión de suelos, la desertificación y la alteración del régimen hidrológico son algunas problemáticas que ya afectan a este territorio.

Para los próximos 30 años se prevén todavía mayores impactos. Especialmente respecto a sequías e inundaciones, o el aumento de fenómenos climáticos extremos.

Según la Fundación Vida Silvestre Argentina [2], si la deforestación y el cambio de uso de suelos en el Gran Chaco continúan como hasta ahora los resultados serían catastróficos. Para 2028 esta región podría perder el equivalente de 200 veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires.

Asimismo, Verónica Quiroga, doctora en Ciencias Biológicas, comentó a Mongabay [3] que «los ciclos de inundaciones y sequías extremas son naturales en el Chaco,” pero que actualmente su secuencia se mide en años. Antes estos cambios de calculaban en décadas.

Vivir en el Gran Chaco

Según los informes más recientes [4], en el Gran Chaco viven más de ocho millones de personas. Casi 300 mil de ellas están en Bolivia. Entre esta población hay al menos cinco pueblos indígenas.

La mayor parte de las y los chaqueños «se dedican a la agricultura [5], la ganadería, la apicultura y la artesanía». Sin embargo, muchas de estas actividades se ven amenazadas por el avance agroindustrial y su producción a gran escala.

Estas problemáticas locales, agudizadas por el cambio climático local, ponen en riesgo la supervivencia de las y los pobladores del Gran Chaco.

“Esta nueva variabilidad climática ya está afectando a las poblaciones y a sus sistemas productivos, con pérdida de agroproductividad, la reducción de la calidad y la disponibilidad del agua, desbordes de ríos, incendios», advierte Mauricio Moresco [6], coordinador de Gran Chaco Proadapt [7].

Para Mauricio es urgente «acelerar la creación de nuevas capacidades, instrumentos, conocimientos y modelos de producción y comercialización que permitan a las comunidades del Gran Chaco y a sus ecosistemas reducir su vulnerabilidad.”

Conectividad y tecnología frente a la crisis

El río Pilcomayo [8] atraviesa el Gran Chaco en tres países. Recorre más de mil kilómetros desde sus nacientes en Bolivia hasta territorio argentino. El Pilcomayo es uno de los ríos con mayor cantidad de transporte de sedimentos en el mundo y durante las crecientes, hasta un tercio de todo su volumen [9] está compuesto por sedimentos.

Durante las temporadas de lluvia, esta característica y su trayectoria impredecible, hacen que muchas casas y cultivos en poblaciones aledañas acaben enterradas en lodo.

Vista satelital del trecho superior del Pilcomayo, a 40 kilómetros de Villa Montes. Fuente: Oton Barros/Wikimedia

Para enfrentar estos riesgos, pueblos indígenas empezaron a darle cuerpo a un proceso participativo regional entre Argentina, Bolivia y Paraguay a principios del milenio. Desde entonces, este proceso se fue fortaleciendo e incorporó ayuda de diversos organismos para volverse un sistema de alerta temprana que pasa por medios de comunicación digitales. Se usan grupos de Whatsapp (el medio de mensajería más utilizado y al que la mayoría puede acceder en la zona) pero también Telegram, Twitter y Facebook. 

El Sistema de Alerta Temprana, también llamado SAT, es un esfuerzo que implica la colaboración de distintos sectores como técnicos y pobladores, pero su gestión radica en las poblaciones locales. Según la Comisión Global de Adaptación [10], solo con 24 horas de aviso en casos de tormentas cercanas, se puede reducir el daño en un 30%.

Marko Carrasco de la Fundación Avina [11], una organización que apoya este esfuerzo, cuenta que «se trata de un proceso colaborativo amplio ya que se generan acciones de adaptación, de resolución de conflictos, administración de crisis y una generación de data climatológica constante.»

Mujeres NANUM

La Iniciativa NANUM Mujeres Conectadas [12] es un proyecto trinacional (conformado por organizaciones públicas y privadas de Argentina, Bolivia y Paraguay) que se implementa desde finales del 2019 para generar acciones y alianzas en el territorio para conectar a cinco mil mujeres en todo el Gran Chaco a internet.

De esta forma pueden conformar redes de alerta temprana en casos de emergencia, programas de comunicación medioambiental [13], información climática e incluso comercializar sus productos.

“En el mundo actual (…) la información es clave a la hora de tomar decisiones acertadas frente a estos impactos. Las comunidades tienen presente la urgencia de emprender acciones para mitigar el cambio climático, adaptarse a sus efectos y monitorear sus impactos”, comenta Marcela Zamora, gerenta país de NANUM Mujeres Conectadas en Bolivia y responsable de conservación de la Fundación Nativa [14].