Undertones: La complicidad de Occidente en la invasión rusa de Ucrania

Rusia y Ucrania.

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Cuando Rusia invadió Ucrania en febrero, numerosos líderes rusos de opinión a favor de la democracia cuestionaron el papel de Europa en la guerra. Argumentan que varios países europeos han hecho posible el régimen ruso con la compra de petróleo y gas al país, y su cercanía con Putin y sus aliados y con la venta armas a Rusia, incluso tras las sanciones internacionales que se impusieron a Rusia en 2014 por su ataque a Crimea.

Estos líderes de opinión acusan a Occidente —en este caso, a la Unión Europea, los partidos políticos europeos y gobiernos nacionales como los del Reino Unido, Hungría, Alemania e Italia, entre otros— de ignorar patente o fingidamente la amenaza que representa el régimen de Putin. Estados Unidos y la OTAN no son protagonistas de esta narrativa.

¿Por qué importa?

Estas narrativas matizan las narrativas maniqueas de monstruos y héroes unidimensionales, y ayudan a descubrir una realidad compleja, en la que el mal está interconectado, y en la que Rusia no es el único país al que se debe culpar de los horrores de la guerra de Ucrania

La gente que denuncia el complicidad de Occidente con el régimen de Putin y la invasión rusa de Ucrania no resta responsabilidad a Rusia en la guerra. Estas opiniones vienen de destacados activistas, periodistas y académicos rusos que llevan toda la vida construyendo instituciones estables, difundiendo conocimientos y oponiéndose al régimen de Putin. La conversación sobre la implicación de Occidente profundiza en el conocimiento de las raíces de la guerra.

Narrativas críticas

1. «Los países de la Unión Europea respaldaron a Putin y al régimen ruso”

Aspectos clave de esta narrativa:

  • Este argumento se basa en la creencia de que varios países de la Unión Europea han patrocinado y posibilitado el régimen ruso y al propio Putin.
  • A mediados de marzo de 2022, la agencia independiente de periodismo de investigación Investigate EU publicó un informe que documenta cómo un tercio de los Estados miembros de la Unión Europea vendieron armas a Rusia hasta al menos un año antes de la invasión de Ucrania, a pesar del embargo de armas de 2014. También han aparecido otros informes que corroboran la idea de una participación militar europea indirecta en la guerra mediante la venta de armas muy anterior a la invasión rusa de Ucrania.
  • Numerosos partidos de extrema derecha de la Unión Europea han estado fuertemente patrocinados por oligarcas rusos, como Marine Le Pen en Francia y los tories en el Reino Unido. También existen controvertidos vínculos entre Putin y la administración Trump. De esta forma, al colaborar con el régimen de Putin, hacerlo más creíble y comprarle gas y petróleo, ayudaron a minar la disidencia en Rusia.
Ejemplos que muestran esta narrativa

Esta narrativa es prominente en publicaciones en redes sociales que expresan su descontento con las decisiones de los países europeos respecto a la guerra en Ucrania. Por una parte, algunos usuarios creen que los partidos europeos facilitaron el régimen de Putin al aceptar millones de euros de dinero ruso sucio para alcanzar sus propios objetivos políticos, y algunos Gobiernos europeos lo hicieron incrementando su dependencia del gas ruso. Por otra parte, la falta de apoyo directo al Ejército ucraniano disgusta por igual a ucranianos y a rusos que simpatizan con Ucrania.

En una entrevista realizada en junio, el político regional Lev Schlosberg, muy crítico con Putin, planteó la cuestión de la complicidad occidental con el régimen de Putin. Para él, la necesidad del petróleo y el gas ruso ha hecho que los líderes occidentales ignoraran deliberadamente los planes expansionistas de Putin durante años. «Occidente tiene su parte de responsabilidad en lo que ha pasado en nuestro país», dijo Schlosberg.

A principios de julio, Olga Bakushinskaya, periodista rusa nacionalizada israelí, utilizó su perfil personal de Facebook para reflexionar sobre las raíces de la invasión rusa de Ucrania. Su publicación comenta un artículo escrito por el sociólogo ruso Grigory Yudin sobre la complicidad de Occidente en la guerra.

En el artículo, Yudin escribe: «Putin no surgió repentinamente de los bosques siberianos. Lleva años corrompiendo a las élites financieras y políticas. Sus oligarcas han disfrutado de la adulación y los lujos desmedidos en todo el mundo durante tanto tiempo que decidieron, no sin razón, que eran los dueños del mundo».

Bakushinskaya escribe: «Por tanto, el refugiado ruso común es, desde luego, mucho menos culpable que el político alemán común. La única diferencia es que se ha anulado al primero, y no se le permite ni abrir una cuenta bancaria. Por el contrario, los políticos ya la tienen abierta y llena de dinero ruso».

Pavel Chikov, importante abogado ruso de derechos humanos que ha estado en primer plano de muchos casos políticos, utilizó su cuenta en Facebook para cuestionar al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ha sido extremadamente lento a la hora de emitir decisiones sobre los casos rusos cuando Rusia todavía era miembro del Consejo de Europa. Una vez que Rusia abandonó la institución como resultado de la guerra, el tribunal aceleró el ritmo de resolución de los casos relacionados con Rusia. Chikov se pregunta cuál ha sido el problema: «En los cinco años desde marzo de 2017, se presentaron ante el TEDH al menos 5000 quejas. ¿Saben cuántas resoluciones? Quizás cinco», escribió.


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2. “Los países occidentales nunca han apoyado de forma tangible el movimiento ruso prodemocracia”

Aspectos claves de esta narrativa:

  • La idea de que los movimientos rusos contra Putin y a favor de la democracia se esforzaban por tener éxito nunca ha tenido apoyo en ningún país o movimiento fuera de Rusia.
  • La constatación de que Europa patrocinó política y económicamente al régimen de Putin y no escuchó a los activistas rusos de derechos humanos ni a los líderes de la oposición.
  • En 2011-2012 estallaron protestas masivas contra el régimen de Putin. En ese momento, según esta narrativa, ningún país ni movimiento solidario mostró interés en apoyar a los que se oponían al régimen de forma significativa. El líder opositor ruso Alexei Navalny ha pedido durante años a Occidente que impusiera sanciones a élites y oligarcas rusos, pero solo se impusieron cuando Rusia invadió Ucrania.

Sobre las sanciones: 

Mediante artículos editoriales y programas de televisión, la propaganda del Gobierno ruso intenta convencer a los rusos de que las sanciones internacionales no funcionan. Este discurso se desarrolla principalmente en dos marcos: 

  • “Las sanciones dañan más a la gente común y corriente que al Gobierno”: 

Se afirma que es la gente normal, y no el Gobierno, quien sufre el impacto de la escasez de bienes y servicios causada por las sanciones impuestas en respuesta a la invasión de Ucrania, y que esta escasez tiene influencia tangible en su día a día. 

  • “Las sanciones y la escasez son buenas para la economía rusa”:

La idea de que las sanciones occidentales que siguieron a la invasión rusa de Ucrania, y la carencia de bienes industriales y de consumo solo beneficiarán a la economía y la producción rusa, las hará más fuertes y resistentes. Este marco también incluye la idea de que sanciones y escasez son buenas para el pueblo ruso por distintas razones ideológicas y psicológicas («es más sano», «hay que volver a las raíces», introduce un sentimiento de nostalgia por la nación soviética, etc.).

Ejemplos que muestran esta narrativa

En una publicación de Meduza, Grigoriy Yudin, el sociólogo ruso antes mencionado, señala que los políticos europeos han aceptado mucho dinero de Putin, eran sus aliados y siempre cerraron los ojos ante las atrocidades del régimen a cambio de beneficios financieros. Lo mismo puede decirse de los líderes empresariales, a quienes, según Yudin, no les importa la guerra, y solo se preocupan de los beneficios que pierden. El titular de su artículo más reciente es «Lástima, esto no se trata de los rusos», que no resta a Rusia responsabilidad por la guerra, pero cuestiona la narrativa común de que Rusia es el único actor a quien se debe culpar.

Para Yudin, los líderes occidentales mantienen la muy publicitada creencia de que Rusia no cambia y su futuro es el totalitarismo, y es esta creencia lo que impide el cambio. «Aquí no habrá esperanza hasta que el mundo reconozca que Vladimir Putin y su guerra son el resultado inevitable de todos las novedades globales de las décadas recientes. No habrá esperanza hasta que las empresas locales se sientan responsables de la vida de los ucranianos, y no solo por los dividendos de sus accionistas», concluye.

Natalia Gromova, escritora rusa, comentó el artículo de Yudin: «Hace tiempo que se sabe que el régimen de Putin ha sido beneficioso para todo el mundo, y también es un hecho que a nadie preocupaba, sobre todo en el extranjero, ninguna forma de protesta, la muerte de periodistas, de activistas de derechos humanos, arrestos, palizas en las calles. Quémate a lo bonzo en las plazas, déjales que te envenenen y te maten abiertamente ante los ojos del mundo entero. El gas y el petróleo llegarán a su debido tiempo».

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