Historia de los impopulares proyectos hidroeléctricos de Turquía en el sureste de Anatolia

Mapa de los proyectos hidroeléctricos del GAP creado por la Iniciativa para mantener vivo el Hasankeyf. Creative Commons.

Este artículo forma parte de una serie sobre el proyecto de la presa de Ilisu en Turquía y las inundaciones de Hasankeyf.

En 1931, Mustafa Kemal Atatürk, fundador de la república turca, visitó Diyarbakır, la mayor ciudad de mayoría kurda del sureste de Anatolia. Al observar la diferencia de calidad de vida de la región con respecto al oeste de Turquía, proclamó su objetivo de «ver fábricas, cultivos de regadío, carreteras, pueblos electrificados, casas con habitantes sanos y bosques siempre verdes» lo antes posible, porque «la civilización y la vida de Estambul deben traerse también».

Imagen de Wikipedia Commons de la región suroriental de Anatolia, que abarca GAP (CC BY-SA 4.0).

Cuarenta años después, esta visión se hizo realidad con el Güneydoğu Anadolu Projesi (Proyecto de Desarrollo del Sureste de Anatolia, o GAP). El GAP se diseñó a partir de la estructura administrativa de la Autoridad del Valle de Tennessee (TVA) en Estados Unidos, y pretendía aprovechar la energía fluvial de la región para captar energía, regar los campos y animar la inversión. En 2017, el 74 % de los proyectos energéticos y el 26 % de los proyectos de regadío en el ámbito del GAP se habían completado. Pero los beneficios económicos, así como el impacto cultural y ambiental del proyecto en la región, siguen sin estar claros.

Proyecto de Desarrollo del Sureste de Anatolia

El Proyecto de Desarrollo del Sudeste de Anatolia (GAP) fue esbozado por primera vez por el Ministerio de Industria y Tecnología de Turquía en la década de 1970. Incluía la construcción de 22 presas y 19 centrales hidroeléctricas que producirían anualmente 27 000 millones de kWh de energía hidroeléctrica y regarían 1,7 millones de hectáreas de tierra. En las décadas de 1980 y 1990, el alcance del proyecto se amplió para abarcar la educación, el transporte, la industria y la reducción de la desigualdad.

Estados Unidos influyó en la visión y la ejecución del GAP. Las intenciones utópicas del proyecto de «poner otra gran civilización encima de todas las civilizaciones pasadas en Anatolia», fueron impulsadas principalmente por los métodos de planificación de cuencas fluviales. Esto significaba centrarse en desarrollar todo el ecosistema de un río y basarse en el análisis contable de costos y beneficios. Su objetivo era resolver las decisiones de las demandas contrapuestas de recursos hídricos mediante una administración centralizada. Se importó de la Autoridad del Valle del Tennessee (TVA), que desarrolló el modelo por primera vez. En una entrevista de 2014, un parlamentario de Estambul señaló que el modelo de la TVA era «el mayor ejemplo jamás visto a esta escala» que «transformó la gran geografía de un desierto en un paraíso no solo físicamente, sino con instituciones educativas, establecimientos culturales y nuevas ciudades».

A lo largo de la década de 1950, el Oficina de Recuperación de Tierras de Estados Unidos, organismo responsable de las grandes obras de infraestructura pública, formó a ingenieros turcos en los métodos de desarrollo de infraestructuras estadounidenses. Süleyman Demirel, uno de los fundadores del GAP y presidente de Turquía entre 1993 y 2000, atribuyó gran parte de su motivación para el proyecto de desarrollo a un programa de dos años con el Oficina de Recuperación de Tierras en la década de 1940. En sus reflexiones, Demirel escribió: «Soy el primer ingeniero turco al que el Gobierno envió a los estados del oeste de Estados Unidos para mejorar mis conocimientos y habilidades en 1949. Ahí vi muchas cosas y tuve la oportunidad de aplicarlas en mi país. Cuando vi la presa [Hoover] en el río Colorado, en Nevada. . . me senté en una roca y la observé durante tres días».

Pero los propios proyectos hidrológicos de Estados Unidos no se libraron de las críticas. La presa Hoover que Demirel observó en 1949 enfrenta la peor sequía de los últimos 12 siglos, que amenaza con dejar a más de 40 millones de personas sin agua potable ni electricidad. Los proyectos de infraestructuras a lo largo del río Colorado, que es el tramo de agua más regulado del mundo, han sido ampliamente responsables de «la más trágica de las pérdidas ambientales» del mundo.

El GAP abarca nueve provincias –Adıyaman, Batman, Diyarbakır, Gaziantep, Kilis, Mardin, Siirt, Şanlıurfa y Şırnak– ubicadas en la cuenca del Éufrates-Tigris y en las llanuras de la alta Mesopotamia, y constituye el 20 % de las tierras de regadío de la nación y el 33 % de todo el potencial energético del país.

En su momento, las justificaciones del proyecto de desarrollo se centraron principalmente en la recuperación del legado histórico, las oportunidades económicas y la integración social. En los primeros años, los arquitectos del proyecto elogiaron a menudo la historia de la región como «cuna de la invención de la ciudad, la escritura, la rueda, la domesticación de animales, la agricultura, el riego y otros avances pioneros en la historia». En 1989, Ali İhsan Bağış escribió en un artículo titulado «Proyecto del sureste de Anatolia: La cuna de la civilización regenerada», que el desarrollo regional traerá un «renacimiento de la prosperidad que Mesopotamia disfrutó hace miles de años, acompañada de la tecnología moderna».

En 1993, el entonces primer ministro Süleyman Demirel dijo que la infraestructura del GAP era necesaria para «activar los recursos de un país y canalizarlos hacia el bienestar de la población… Nada sale del letargo. Los recursos siempre han existido. Lo importante es unirlos al conocimiento, la ciencia y la tecnología como productos del intelecto humano».

Costo del proyecto GAP y ejecuciones en efectivo por sectores a finales de 2001 (millones de dólares a precios de 2002). Creative Commons.

La causa del «letargo» se atribuyó directamente a los habitantes de la región. Sus estilos de vida se describieron como atrasados e ignorantes. El plan de acción social del GAP, publicado en 1999, señaló que en toda la zona dominaba una «estructura social y cultural tradicional» que incluía «una estructura semifeudal en la agricultura, modos tradicionales en la cría de animales y un seminomadismo y hasta un nomadismo total». La dependencia de la población local de un intrincado sistema de instituciones ancestrales como las tribus, los jeques y los terratenientes en relación con la producción y la organización social se describió como un obstáculo para el desarrollo social. Además de estos matices locales, los autores del informe también admitieron que hubo una falta de compromiso o consulta exhaustiva con la población local. En lugar de la participación de la comunidad, los planificadores del GAP en Estambul enfatizaron la necesidad de métodos tecnocráticos y descendentes de desarrollo económico para sacar a la región de su percibido «atraso».

En 2011, el ministro de Desarrollo de Turquía, Cevdet Yılmaz, afirmó la visión utópica: «marchamos hacia un GAP en el que usamos nuestro potencial al máximo nivel, en el que construimos ciudades más ricas y mejores, en el que tenemos un entorno más diverso y colorido con universidades, sociedad civil, medios y actividades de cultura y arte, y en el que nuestra gente, concretamente nuestros jóvenes y mujeres, participan mucho más en la vida social y económica».

Pero este enfoque era costoso y la oposición al proyecto GAP era inminente. En 2014, un diputado kurdo de Muş afirmó que el Gobierno turco «pretendía hacer inhabitable la región con una política de construcción de grandes presas y centrales hidroeléctricas y de acabar con la diversidad vegetal y animal [en la región del GAP]». Otro diputado de Şanlıurfa declaró que «el Estado destruyó todo, la historia de [Hasankeyf] solo para producir algunos kilovatios más de electricidad, [pero] las pérdidas superaron las ganancias de la generación de electricidad».

Los planificadores del proyecto deploraron estas críticas. Un ingeniero de las obras hidroeléctricas del Estado lamentó que los activistas estuvieran «en contra de todo» y que hubiera que hacer sacrificios. Otro ingeniero del GAP, en respuesta a las críticas internacionales al proyecto, señaló en 2014 que «siempre que Turquía aplicaba políticas que servían a los intereses de Occidente, Occidente le daba generosamente crédito. Pero cuando Turquía no lo hace, Occidente empieza a llorar sobre cómo las presas destruyen la cultura, el ambiente».

Otros, como un excoordinador del GAP, admitieron los daños inevitables del proyecto, aceptaron que la construcción de infraestructuras era «dolorosa» y «podía tener impactos desproporcionados en cada grupo [de la sociedad]». Aunque el coordinador reconoció que se perdieron propiedades, tierras y cementerios durante las inmersiones, estas pérdidas eran inevitables ante el proyecto. Y que estas pérdidas no eran específicas de Turquía únicamente, el funcionario dijo que «todo proyecto de desarrollo tiene impactos similares… Dado que el objetivo es aumentar la calidad de vida [de la gente], es bastante normal perder una generación en proyectos de desarrollo similares».

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