Informe de Unfreedom Monitor: Brasil

Imagen por cortesía de Ameya Nagarajan

Los regímenes autoritarios han tenido durante mucho tiempo una relación complicada con los medios y las tecnologías de comunicación. Unfreedom Monitor es una iniciativa de investigación de Global Voices Advox que examina el creciente fenómeno del autoritarismo en red o digital. Este extracto, sobre las luchas de Brasil con la democracia electoral, es parte de la serie de informes que saldrán de la investigación delUnfreedom Monitor. Lee el informe completo aquí.

Introducción

Bajo la presidencia de Jair Bolsonaro, Brasil, la mayor democracia de América Latina, ha visto un aumento sin precedentes de las amenazas a los derechos fundamentales de los ciudadanos. Los derechos digitales no han sido una excepción. El tecnoautoritarismo en Brasil se debe ver como un desarrollo multifacético y que no es emprendido solo por la administración federal.

En todo el país, los estados están haciendo un uso ilegal de los datos de los civiles con fines de vigilancia y adoptando tecnologías de reconocimiento facial, hecho preocupante en un país que tiene una historia de vigilancia discriminatoria en la que más de la mitad de la población es negra. Desde el interior del palacio presidencial y en los alrededores de Brasil, Bolsonaro y sus aliados de la derecha están utilizando las herramientas de las redes sociales para promover sus intereses personales, patrocinando campañas de desinformación y permitiendo ataques selectivos contra opositores y periodistas. Al ser blanco de la moderación en redes sociales, el presidente intentó anular el funcionamiento de las plataformas en Brasil con una medida provisional, herramienta en gran medida opaca, autoritaria y unilateral.

Como si el escenario no fuera lo suficientemente preocupante para los derechos digitales, los periodistas de todo el país enfrentan una oleada de ataques, acoso y campañas de desprestigio, muchos de los cuales son perpetrados por las autoridades elegidas. Estos ataques tienen un claro aspecto de género, ya que las mujeres periodistas no solo son atacadas con más frecuencia, sino también con más violencia. Desde la llegada de Bolsonaro al poder, el país ha descendido al puesto 110, más de 10 posiciones en la clasificación internacional de Reporteros sin Fronteras sobre la libertad de prensa.

En conjunto, estos hechos, que minan los derechos fundamentales de los civiles, se suman al enorme desafío al que se enfrenta la joven democracia brasileña este año. En octubre, el país celebrará sus elecciones generales más importantes y delicadas desde la restauración de la democracia, tras las dictaduras militares de la segunda mitad del siglo XX.

Extracto

Brasil es una democracia representativa bajo un sistema de república constitucional presidencial federal. Las elecciones se celebran cada cuatro años y la reelección es posible una vez. El actual presidente es Jair Bolsonaro, político de extrema derecha que lleva más de 30 años en la política, fue diputado federal por el estado de Río de Janeiro antes de ser presidente. Bolsonaro fue elegido en 2018 contra Fernando Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores.

Aunque Brasil sigue siendo una democracia, expertos y activistas afirman que la  democracia del país se encuentra en su estado más frágil desde el fin de la dictadura militar en 1985. El gobierno de Bolsonaro ha tenido el mayor número de militares trabajando en el Poder Ejecutivo desde la transición democrática de Brasil. En más de una ocasión, el presidente y sus aliados han hecho declaraciones públicas en la que dudan de la legitimidad del voto electrónico, atacan a los jueces del Tribunal Supremo y plantean la posibilidad de una intervención militar si las elecciones no se desarrollan como él desea.

El año 2013 fue un punto de inflexión para Brasil y el origen de la actual incertidumbre política. Las manifestaciones estallaron en todo el país en junio de ese año, con protestas inicialmente dirigidas a un aumento de las tarifas del transporte público. El movimiento pronto incorporó otras quejas, como la violencia policial, el bajo gasto público en salud y educación, el elevado gasto en la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos, y la corrupción gubernamental. Aunque el movimiento logró revertir el aumento de las tarifas del transporte público, muchas otras quejas quedaron sin resolver, lo que representó una ruptura en el apoyo a la política representativa entre los brasileños. Con una agenda muy difusa y sin un liderazgo claro en las protestas, el movimiento fue captado tanto por grupos de izquierda como de derecha.

Estos grupos de derecha siguieron movilizados y pudieron organizar protestas en los años siguientes centradas en las denuncias de corrupción gubernamental, el marco de las inversiones de la Copa del Mundo y un descontento generalizado hacia los gobiernos del Partido de los Trabajadores, liderados en ese momento por la expresidenta Dilma Rousseff. También se celebraron algunas manifestaciones en apoyo del movimiento Lavado de Autos, investigación penal de la Policía Federal centrada en las tramas de blanqueo de dinero y la corrupción en el seno de la petrolera estatal brasileña. En 2015 las manifestaciones se centraron más estrictamente en el gobierno de Dilma Rousseff y apoyaron su destitución en agosto de 2016, considerada por muchos como un golpe de Estado.

Mientras Rousseff era juzgada, la investigación de Lava Jato estaba en curso, específicamente dirigida a políticos asociados con el Partido de los Trabajadores. A lo largo de siete años, la investigación detuvo y condenó a más de cien personas, incluidos muchos políticos notables que habían desempeñado papeles importantes en la política brasileña. Entre ellos, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Las manifestaciones de junio de 2013, seguidas de la destitución de Rousseff y la detención de Lula, empoderaron a los grupos de derecha que se habían manifestado en torno a esas demandas. Pronto, los actores que reclamaban la intervención militar y la defensa de la dictadura militar de Brasil –voces que antes eran periféricas a las manifestaciones– empezaron a ocupar el centro del escenario. Impulsadas por el hábil empleo de las redes sociales por parte de las organizaciones, estas demandas ganaron impulso. Estos grupos encontraron en Jair Bolsonaro, supuestamente un candidato antisistema, la personificación de estas reivindicaciones y la creencia de que podría «limpiar el desastre» dejado por los gobiernos del Partido de los Trabajadores.

En 2018, Brasil se dividió en tres grupos claros: un grupo pro-Bolsonaro, un grupo pro-Lula y un grupo que no apoya a ninguno, que no se vio representado en ninguno de los dos candidatos principales. Bolsonaro fue elegido en la segunda vuelta con el 55 % de los votos válidos. Con su elección, Bolsonaro elevó a muchos candidatos regionales que tenían ideas similares. Esto representó un cambio en la composición del Congreso, con nuevos actores conservadores aliados del presidente ocupando escaños.

Desde que asumió el cargo, Bolsonaro y sus aliados, demostrando su falta de habilidades políticas, no han logrado que el Congreso apruebe muchos proyectos de ley que son importantes para su base. Su programa económico no ha logrado reactivar el crecimiento de Brasil y ha sumido al país en una profunda crisis económica, y los programas de ayuda puestos en marcha en medio de la pandemia han proporcionado algún apoyo, aunque insuficiente, a las familias de bajos ingresos. Bajo su administración, fuertemente alineada con los grupos agroindustriales, los esfuerzos de conservación del ambiente se han reducido drásticamente y la deforestación ha alcanzado niveles récord.

Bolsonaro vio caer su popularidad durante la pandemia del COVID-19, durante la cual él y sus aliados minimizaron la gravedad del virus, adoptaron una postura negacionista respecto a las medidas de bloqueo y aislamiento y actuaron para obstaculizar el acceso de Brasil a las vacunas. No obstante, el presidente ha conseguido conservar una parte de su electorado, una parte de la cual está muy radicalizada, y que hace eco de una retórica antidemocrática contra el Tribunal Supremo, los políticos de izquierda, los periodistas y los activistas.

Lee el informe completo aquí (en inglés).

Unfreedom Monitor

Los regímenes autoritarios han tenido durante mucho tiempo una relación complicada con los medios y las tecnologías de la comunicación. El Unfreedom Monitor es una iniciativa de investigación de Global Voices Advox que examina el creciente fenómeno del autoritarismo en red o digital. 

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