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El Esperanto: Del idealismo a la realidad

Categorías: Arte y cultura, Derechos humanos, The Bridge

Foto de la bandera del idioma Esperanto. Fuente: Canva

Los idiomas suelen ser un medio de identidad esencial, pero, generalmente, también plantean un dilema sin resolver: una paradoja donde las lenguas dan pie a la comunicación, pero sólo funcionan dentro de un determinado lugar y cúmulo de personas, separándonos entre sí. El Esperanto por su parte, busca llegar más allá para ser una puerta de conexión real que funcione para todos los sectores tanto geográficos como demográficos. Sin embargo, aunque el Esperanto se nutre de idealismo, hace falta aterrizar el idioma en asuntos concretos y reales. Su búsqueda neutralidad total ante realidades sociales y políticas tiene sus límites.

Pero, ¿qué es el Esperanto? Es una lengua artificial, de las tantas que se han inventado en el mundo [1], y que por primera vez, ha tenido un éxito perceptible. Se creó en 1887 por Ludwik Zamenhof [2], un polaco de origen judío, nominado 12 veces al Premio Nobel de la Paz. Lo hablan alrededor de 2 millones de personas en el mundo, con un éxito pronunciado en México. Esperantistas famosos incluyen a Charlie Chaplin, J.R.R. Tolkien y León Tolstói.

El primer Congreso Mundial de Esperanto en Boulogne-sur-Mer, Francia, en 1905. Fuente: foto de dominio público [3].

Muchos piensan que el Esperanto es un idioma idealista, así como lo menciona el título de esta entrevista [4] lanzada por el periódico mexicano Reforma, hecha a Carlos Velazquillo y a Mallely Martínez, quien se desempeña como presidenta de la Federación Mexicana de Esperanto [5]. Quizás es porque el Esperanto, además de ser una lengua, también es una cultura [6] con muchísimos principios morales. El Esperanto se diferencia de muchos otros idiomas por este aspecto, pues no solo es una herramienta de habla y escritura. Es decir, uno aprende sobre la cultura Esperantista basada en valores humanistas y pacifistas cuando uno estudia el idioma.

Las relaciones sociales que se tejen en Esperantujo [7] (un mundo imaginado donde los individuos se sumergen a la cultura esperantista) son de muchos colores, sin embargo, es innegable que dentro de los ideales esperantistas siempre hay una constante de neutralidad que ha mantenido a la lengua en un lugar “pasivo” entre muchos fenómenos sociales. Por ejemplo, el idioma se resiste a la mercantilización, aspecto que ha favorecido el hecho de que no sea aprovechable para el lucro de determinado grupo de personas. 

Del otro lado de la moneda, la comunidad esperantista ha omitido hacer una crítica de las condiciones que imposibilitan el ascenso de las ideas pacíficas de las que forma parte. Parece que al justificar el lugar neutral que ocupa ideológicamente, no crítica aquel estatus desigual del mundo en el que vivimos. Al respecto de este punto podemos recordar las palabras de Frantz Fanon [8] en su obra “Los condenados de la tierra” (1961), quien justamente menciona que en los tiempos de inestabilidad y guerra, el neutralismo es respetado por los perpetuadores de las situaciones de violencia.

Un ejemplo claro es la criticada [9] organización esperantista UEA [10] (Asociación Universal de Esperanto [11]) por su «neutralidad» ante la invasión rusa en Ucrania, donde su único comunicado aludiendo a la injerencia militar rusa fue: “No tomamos posiciones políticas [12]”; preguntándonos, ¿dónde quedan los ideales del esperanto puestos en marcha?

Con base en lo anterior podemos retomar el punto inicial: parece que las relaciones sociales en la comunidad esperantista están enfocadas en la discusión sobre los idealismos y pocas veces hablan de la realidad social en la que existe el Esperanto, la realidad social de los problemas del mundo actual que viven los individuos de todo el planeta.

Pero no siempre fue así. En décadas anteriores, la comunidad esperantista fijaba posturas. Como menciona María Isabel Nájera Sepúlveda, autora de la obra “Esperanto y comunicación humana”: la cultura esperantista, al pretenderse mundial, ha sido receptora de muchas formas de pensamiento y de expresión, por ejemplo, desde la inserción de posturas antifascistas en países como España hace décadas, hasta la constante adición de libros, traducciones y proyectos audiovisuales y musicales que siguen desarrollándose hasta la actualidad. 

Si el Esperanto es un contenedor de “pacaj batalantoj” [luchadores de paz] necesita tomar parte de la reflexión sobre problemas reales. Si nuestra lengua está lejana a ser la segunda lengua de todo el mundo, al menos podemos darle una capacidad de ser una lengua comunicacional de largo alcance, de abordaje de temas desde perspectivas más humanistas, lo que supone denunciar lo inhumano de la realidad.

¿Cómo trascender entonces y darle ese potencial al Esperanto? La respuesta está en un ejemplo proveído en 2018 por el antropólogo Iván Deance, quien en el Congreso Nacional de Esperanto en Puebla, México, habló sobre cómo el Esperanto ayudó a sus alumnos a poder tener una comunicación más apropiada con el pueblo indígena Totonaca, puesto que las cualidades lingüísticas del Esperanto facilitaron la comprensión de su lengua originaria al servir como idioma puente. Este ejemplo nos muestra una superación del plano multicultural y la búsqueda de un objetivo mayor: el diálogo intercultural, totalmente necesario para buscar soluciones a las condiciones de vida desigual en nuestras sociedades.

No todos somos antropólogos y podemos llevar a cabo proyectos como el explicado en el párrafo anterior, pero informar sobre estos temas es dar un paso más, es estar inmiscuido en las relaciones sociales que se pueden crear a partir del Esperanto.