Trinidad y Tobago: Carnaval del museo tiene una oportunidad única y singular

Imagen creada con Canva pagado. Componentes e imagen Blue Devil por Walt Lovelace, usada con autorizada.

Cuando era pequeña, hace un tiempo ya, cada nuevo año comenzaba mágicamente. La magia duraría algunos meses mientras hacia mi viaje a través del circuito de concursos del carnaval para niños de Trinidad y Tobago, pero al llegar el miércoles de ceniza, todo lo relacionado al carnaval quedaba de lado mientras la austeridad de la cuaresma se afianzaba. Entonces estaba mal que las estaciones de radio tocaran calipso, los disfraces se desechaban y las calles prácticamente no mostraban signos de que hubiese ocurrido una celebración. En palabras inmortales de Lord Kitchener, el carnaval llegaba a su fin.

En esencia el carnaval es fundamental, como se puede ver. Hay un ritual profundamente arraigado por nuestros ancestros y basado firmemente en la lucha por la libertad que comenzó con J'Ouvert (literalmente “día de descanso”), donde los participantes se cubren de barro, arcilla, pintura o aceite de brea, para liberarse de cualquier atadura que los esté reteniendo y honrar a quienes lucharon duro para que nosotros tuviéramos esta libertad de expresión extremadamente jubilosa. Esa apertura libera al genio del carnaval de su botella, por así decirlo, viene la noche del jueves y finalmente la última vuelta, el carnaval también debe concluir, de ahí el simbolismo de despojarse de los disfraces y de abandonar la bacanal hasta el próximo año.

Recordándolo ahora, cuando el festival es más comercio que creación, cuando puedes tener tu J'Ouvert en junio o carnaval en julio, aprecio más que nunca el valor de la apertura y el cierre. Hay un tiempo y lugar para el carnaval porque es valioso, al comienzo la anticipación, seguida por la expresión y al finalizar la nostalgia. Todo lo demás es solo una fiesta, el carnaval de los pobres que puede ser divertido, pero también es un poco triste porque no es real.

De pequeña, despojarse de los disfraces cada año fue como tener un amigo cercano que me arrebataban abruptamente, pero también recuerdo que habría un pequeña prórroga. Llegó en forma de un espacio, en el vestíbulo principal del que en su tiempo fue el hotel mejor patrocinado y más elegante del país, donde en cada estación se muestran los disfraces más atractivos, acompañados por etiquetas de museo bien diseñadas que detallan el nombre de cada representación, diseñador, disfrazado y los títulos que haya podido ganar ese año.

Otros lugares hacen actividades similares, por supuesto, como el aeropuerto y más recientemente el castillo Killarney, donde hay una exhibición del carnaval permanente (aunque modesta) en el Museo Nacional, pero la exhibición de Hilton Trinidad se convierte en un evento anual por sí mismo. Visitantes y lugareños se entretendrían en el vestíbulo de camino a sus habitaciones, el bar o almuerzo dominical. Se les ofrece a quienes nunca han tenido la oportunidad de ver el arte de cerca, ya que lo mejor está dentro del arte, admirar el trabajo y maravillarse de cómo esos objetos, por lo demás inanimados, tienen el poder de transmutar, bajo el hechizo del soca y el movimiento de los disfrazados, en algo totalmente distinto.

Desafortunadamente eso también fue una pena. La mascarada está viva, tristemente los disfraces no. Me ayudó a entender por qué tengo que decir adiós a mi disfraz cada año, de la muerte surge una nueva vida, pero las tradiciones del Hilton también me hicieron entender lo útil de prestar atención y tomar nota de lo que estaban creando los creadores del carnaval en diversos foros, era importante, como piezas individuales de un rompecabezas que cuando ves juntas revelan lo que son realmente y lo sorprendente que era su desarrollo constante. De un año a otro no tienes idea de cuál será la imagen final.

Recuerdo que de pequeña deseaba que tuviéramos un lugar especial para guardar todos esos tesoros, quizás un puñado de disfraces básicos que nos tocaran profundamente y cambiaran cómo nos veíamos, innovaciones musicales que nos pusieran en el mapa, comentarios importantes y hábiles sobre el calipso que contara la historia de nuestro país. Pero la verdad, ¿qué aspecto tendría? ¿Cómo sonaría o se sentiría?

Hay personas que están pensando en ello y ya le dieron un nombre (carnaval del museo de Trinidad y Tobago) y un hogar (antiguo edificio de Penny Bank, patrimonio inscrito en la calle Charlotte en el centro de Puerto España). Hace algunas semanas, hubo noticias en el periódico local que anunciaron que el museo tiene las “puertas abiertas”, pero cuando miré la fotografía que lo acompañaba, el sitio aun gritaba “edifico oficial”, cubierto con viejos techos falsos. Una fotografía en blanco y negro de un carnaval enmarcada de 1920, la escena estaba colgada frente a un par de cortinas, mientras que otras fotografías parecían estar montadas en cartón mate. Una serie de trajes del carnaval que parecían totalmente insignificantes en cuanto al mensaje o incluso la técnica colgaba sin fuerza en postes horizontales de madera, y nuestro ministro de Turismo, Cultura y Artes, Randall Mitchell, fue fotografiado en un corredor tocando un elegante traje color borgoña que una vez perteneció a Kitchener. Las fotografías no lucen para nada como el “museo viviente” que prometía la página web.

Resulta que el espacio en su iteración actual solo está abierto por un par de horas tres días a la semana para el público. Además, el sitio web tiene una pestaña dedicada para donar, en la que se explica que “para un sueño tan grande como este, necesitaremos reunir recursos para traer vida al museo”. El objetivo es de 25 millones TTD (poco más de 3.5 millones de dólares), que se destinarán a exposiciones, colecciones, conservación, reconstrucción, investigación, educación y un salón de la fama. Por lo tanto, deduzco que el lanzamiento por el que tantos estaban entusiasmados es una prueba inteligente de concepto destinada a atraer al público, ya que las pequeñas donaciones de los amantes del carnaval sin duda se sumarán, pero también al Ministerio de Cultura, organismo que puede estar mejor posicionado para financiarlo.

Si se hace correctamente, este museo carnaval tiene el potencial de ser uno de los más experimentados en el mundo, de acuerdo con el sitio web, “tan vibrante, evocativo, interactivo y creativo como el festival en sí mismo”. Si ese es el caso, debería ser un espacio fluido, llegué después de haber tenido el tiempo y la oportunidad de reflexionar, cuestionar e imaginar, para explorar y ser verdaderamente inclusivo cuando se trata de involucrar a las personas quienes son la base del festival.

Somos personas que gustan de recordar y somos buenas construyendo sobre aquellos recuerdos. Desde tambores metálicos a J'Ouvert al tradicional martes de mascarada del carnaval, revivimos nuestras experiencias del carnaval en historias, canciones y redes sociales, porque en el fondo el carnaval es sobre la conexión con amigos, desconocidos e incluso nuestros ancestros, con algo de miedo y espiritualidad, con nosotros mismos e infinitas posibilidades.

¿Puede esta difícil creación definir y aún más difícil de contener, doblarse y moldearse bajo la mano de un experto doblador de alambre para reconfigurar las tipologías tradicionales de los museos? Yo creo que es posible, una vez que consigamos el corazón de las cosas, y aterrizar ese espacio del museo en algo tangiblemente auténtico. No debería haber una tienda de novedades, homogeneizada ni aguada, deseosas de hacer lo que se espera se ellas. Deberíamos ser nosotros, implementados con el cuidado y la reverencia que merece el carnaval durante todo el año.

Esta iniciativa loable es el intento más importante que hemos tenido hasta ahora para honorar y archivar este festival indescriptible. Si nos damos cuenta de que la mejor manera de hacerlo es lo difícil, agotador y gratificante, la parte divertida es la que nos da la oportunidad de profundizar y examinar cómo participamos en el carnaval, pensar a quién sorprenderá el festival y preguntar hacia dónde se dirige o cómo ser buenos administradores en el futuro.

El financiamiento debería ser la parte fácil, por supuesto, el dinero deber ser asignado para hacer esto y hacerlo bien, con el apoyo del Estado y las empresas deberían ser un hecho, y sería útil saber qué nivel de compromiso, si es que hay compromiso, ha sido asegurado. Apuntemos a conseguirlo como país. Facilitar la contribución de los ciudadanos y los maestros en los aspectos del carnaval, la mayoría de los cuales están trabajando tranquilamente en cuartos traseros en algún lugar, hacer minuciosamente disfraces a mano, escribir letras, afinar tambores metálicos, perfeccionar la representación de los personajes. Inclúyelos y escucha su sabiduría, cuando comprometes a las personas, estas se dedican y el museo puede encontrar qué que alcance o incluso supere su objetivo de financiación mucho más rápido.

Todos sabemos cómo lucen nuestras piezas individuales del rompecabezas del carnaval del museo. Lo sabemos porque nos encanta el festival y eso significa algo en este mundo sin corazón. Es más, es la único que tiene significado. Reúne ese amor y finalmente se revelará el gran cuadro. Por mi parte, yo no puedo esperar para verlo.

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