Uzbekistán canceló el Festival Literario de la Ruta de la Seda evidenciando pensamiento de Karimov permanece

Vista del mercado de Khiva fuera de la puerta este de la vieja ciudad. Foto por Carsten ten Brink vía Flickr (CC BY-NC-ND 2.0).

Desde su independencia después del colapso de la Unión Soviética, Uzbekistán, con su población de más de 30 millones, se cerró al mundo. Si bien se convirtió en el mayor destino turístico para los europeos gracias a sus ciudades históricas, Samarcanda, Bujará y Khiva, muchos ciudadanos tienen acceso limitado a medios no estatales y pocas oportunidades de viajar al extranjero. Recién en 2019, Uzbekistán finalmente derogó su sistema de visado de salida, que exigía a los ciudadanos recibir una visa del Gobierno simplemente para salir del país. El primer presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, estuvo en el cargo desde 1991 hasta su muerte en 2016, y durante su mandato no se toleraba oposición ni debate público sobre temas fudamentales para el país. Desde 2016, Shavkat Mirziyoyev el nuevo presidente de Uzbekistán y un inesperado candidato de compromiso entre poderosas facciones del país, se autoproclamó como un reformador, al menos económicamente. Abrió el país a empresas y turistas extranjeros cuando liberó al país de la tasa de cambio oficial del Gobierno y limitó la omnipresente vigilancia policial.

Como parte de los esfuerzos para potenciar el turismo, Mirziyoyev ha promovido varios festivales culturales en compañía de artistas internacionales y escritores. En 2021, para promover la cultura uzbeka en el extranjero, revivió el Festival Internacional de Cine de Tashkent de la era soviética con un nombre nuevo, La Perla de la Ruta de la Seda. El Festival tenía la aprobación de Mirziyoyev, es un evento que intenta mostrar la literatura y las oportunidades de visitas turísticas de Asia Central al mundo, y estaba planeado para septiembre de 2022. Se iba a realizar en las ciudades usbekas de Taskent y Bujará, y era uno de los mayores eventos internacionales de la región desde la independencia. El Festival ponía la literatura como el centro de atención. El presidente encargó al Ministerio de Asuntos Exteriores, Ministerio de Turismo y Unión de Escritores de Uzbekistán (UW, por su nombre en inglés) que ayudara a facilitar las actividades en el país para el comité del festival, formado por financistas y figuras culturales occidentales. Las actividades incluirían lecturas destacadas, foros públicos y paseos turísticos de escritores, artistas, celebridades y traductores de la región y el extranjero.

Sin embargo, el 8 de julio de 2022, el festival se pospuso de forma inesperada. La directora Sophie Ibbotson explicó a los interesados que la UW uzbeka salió unilateralmente de su alianza con el comité del festival y que tal vez no se encontraría un reemplazo a tiempo para organizarlo estaba planeado. Ahora se celebrará en línea con otras actividades junto a las de 2023. El 12 de julio la UW, curiosamente, escogió airear públicamente una serie de quejas sobre la actividad del comité del festival que de hecho divulga más sobre los deseos anacrónicos de la UW que cualquier malversación por el comité. Con sus quejas, UW demostró que sigue siendo una institución de la era de Karimov en un Uzbekistán dirigido por Mirziyoyev.

El Estado uzbeko de Karimov era celoso: no toleraba ningún desafío a su monopolio sobre la lealtad de los ciudadanos. Persiguió enérgicamente a toda persona o institución que podía mostrar un apoyo alternativo al habitual de los uzbekos. Quizás el mejor ejemplo conocido de esto es el arresto de 23 miembros de la organización de empresarios filantrópicos llamada Akromiya en Andijon en 2005, que resultó en una fuga, una furiosa manifestación y una sangrienta represión estatal de los manifestantes. El Estado etiquetó a Akromiya como un grupo terrorista islámico, pero la verdadera amenaza se presentó como un epicentro alternativo de lealtad, como se mostró en el apoyo de Andijani al grupo. A pesar de la flexibilización del control estatal, la UW uzbeka en la era de Karimov e incluso ahora, sigue siendo una institución celosa. Está celosamente vigilada por su monopolio de poder para definir los lazos de la literatura uzbeka, quién progresa y quién es extranjero. Si bien las quejas de la UW del 12 de julio pueden ser justificaciones posteriores por alguna falta de cooperación con el comité, tal vez nunca se sepa la verdadera razón. Las explicaciones mencionadas hablan de la necesidad continua de controlar el campo al estilo de Karimov.

«Estoy convencido de que Uzbekistán enfrenta su futuro. Nuestro Estado tiene todo lo que se necesita: recursos naturales, tierra fértil y grandes ríos, gente trabajadora y con talento vive en esta tierra sagrada«.
Cartel en Bujará con una cita en inglés del expresidente de Uzbekistán Islam Karimov. Foto de Lyalka vía Flickr (CC BY-NC-ND 2.0).

Las quejas de la UW giran en torno a una solo pregunta: ¿Qué es literatura regional o uzbeka, y quién tiene el derecho de definirla? ¿Debería ser el comité del festival, que quiere destacar aspectos que pueden ser interesantes para una audiencia extranjera o para empoderar voces fuera de la UW, o la UW es quien busca la promoción en el extranjero, independientemente de los gustos, la visión de la literatura y de su gente?

La UW comienza por expresar que el programa del festival incluye principalmente actos “no literarios”. Según la UW, esto incluye “repatriación cultural y homenaje al pasado”, “narraciones arqueológicas y difusión del budismo en Asia Central”, “el futuro de los viajes”, “la naturaleza como musa” y “un encuentro con Nikita Makarenko”. No es solo literatura, también es cultura más general, y específicamente sobre los aspectos de la cultura de Asia Central que pueden interesar a una audiencia extranjera.

Por otra parte, la UW catalogó como aceptables solo algunos eventos que nacen de una comprensión estricta y definió oficialmente la literatura. La UW propuso hablar sobre los campos en las secciones que la UW está organizado, como la poesía, guiones, adaptación, ficción histórica, escritura ambiental, etc., y las hacen los miembros más veteranos de la UW, como Usmon Azim, Xurshid Do‘stmuhammad, Erkin A‘zam, Isajon Sulton y Muhammad Ali. Es reveladora la comparación de estas figuras institucionalmente poderosas con Makarenko, bloguero ruso independiente especializado en idiomas y figuras de redes sociales. La UW reconoce como legitimo solo material producido bajo sus auspicios y patrocinios, y la actividad cultural fuera de la UW no se puede considerar representativa.

Plaza de Registan en Samarcanda, Uzbekistán. Foto de Ekrem Canli vía Wikimedia (CC BY-SA 3.0).

El derecho de la UW a dictar la forma de entender la literatura en el festival es un argumento al que vuelve continuamente la declaración del 12 de julio. Al impugnar la participación de un traductor tayiko de inglés, la UW afirma que:

фестиваль маърузачилари ҳам асосан бизнинг адабий жамоатчилигимиз орасида етарли даражада таниш бўлмаган кишилардан иборат эди

…los presentadores del festival son personas que no están suficientemente familiarizadas con nuestra sociedad literaria y nuestros lectores…

Al igual que Makarenko no representaba la literatura uzbeka, tampoco la representaba el traductor tayiko, cuyo nombre no tiene la UW. Por lo tanto, no era digno de hablar en el festival celebrado en Uzbekistán, aunque el festival llevara el nombre de “Festival Literario de la Ruta de la Seda” y no “Festival Literario Uzbeko”.

La declaración de la UW también demuestra la ansiedad de que el comité del festival planee perturbar el sistema de patrocinio controlado por la UW, lo que permite a los jóvenes escritores elogios inapropiados. La UW argumenta que “los escritores y traductores reconocidos quedaron fuera, mientras que se les dio completa responsabilidad a algunos traductores jóvenes por dos o tres eventos”.

Con su retiro, la UW muestra que no renunciará a su antiguo monopolio en la literatura uzbeka sin luchar. Dado el apoyo para el festival, Mirziyoyev y otras instituciones más poderosas (el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Ministerio de Turismo), es probable que la UW sufrirá de alguna manera por su negativa a cooperar. Pero a largo plazo, en un Uzbekistán que parece cada vez más abierto al mundo, la UW se hará para reconocer otras voces en el ámbito literario.

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