¿Cómo afecta a Latinoamérica la reelección de Xi Jinping?

Ilustración de Erick Retana/Connectas

Este artículo de Carlos Gutiérrez para Connectas fue republicado y editado en Global Voices bajo un convenio entre los medios.

En una ceremonia monumental, muy al estilo de Beijing, Xi Jinping asumió a los 69 años su tercer período como secretario general del Partido Comunista de China (PCCh). Lo hizo en medio de un escenario político de culto a la personalidad y con un politburó que no garantiza relevo generacional, ya que todos los miembros son hombres mayores de 60 años. Para muchos, la era de Xi es un nuevo capítulo en la historia contemporánea de China: él tiene ya un poder que no se había visto desde la época de Mao Zedong.

Como apunta Georgina Higueras en un texto titulado “China: todo bajo el cielo”, Xi busca alcanzar una “suerte de poder omnímodo, que encarna los valores ético-morales chinos” y resaltar los valores ancestrales de “paz, estabilidad y orden, frente a los occidentales de democracia y derechos humanos”. Con ello, dice, “China se ha volteado sobre sí misma para retomar el papel de promotora de gobernanza global”, con el fin de encarar los nuevos retos del mundo contemporáneo.

En medio de esos grandes designios, su presencia en América Latina y el Caribe es cada vez más significativa, porque aquí “ha llegado para quedarse”. Lo expone la académica de la Beijing International Studies University, Madelein Carolina González, en un artículo publicado en la revista académica De Gruyer.

Los lazos entre las naciones latinoamericanas y la República Popular China provienen de finales de la década de 1970, pero comenzaron a crecer desde principios de este siglo y se fortalecieron desde la pandemia de la Covid-19. “Han encontrado un nuevo rumbo de desarrollo, con más oportunidades de crecimiento y de beneficio mutuo”, dice González.

Frente a este contexto, surge una pregunta inevitable: ¿qué implicaciones tendrá para América Latina y el Caribe la continuidad de Xi Jinping en el liderazgo chino? Para contestar esta interrogante, primero hay que entender qué significa este nuevo periodo para China. Se trata de una apuesta del PCCh por alcanzar un “liderazgo estable”, como refiere Higueras, en una “fase conservadora de acumulación de poder”, en la que el partido critica lo que considera “los populismos que genera ‘el individualismo pernicioso’ de las democracias occidentales”.

En su libro biográfico, el académico de la Universidad Huron, Alfred L. Chan, asegura que la reputación del gobernante suele ser controvertida y frecuentemente las opiniones no chinas sobre él tienden a ser negativas y exageradas. Se dicen muchas cosas, desde que tiene una ambición sin límites y hasta que es altamente intolerable a que le lleven la contraria. Tampoco falta quien lo compara con Stalin.

Para Miguel Ángel Urrego, investigador de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Xi ha garantizado la estabilidad política y económica de China, con especial interés en su política exterior y en crear alianzas estratégicas con las naciones de América Latina y el Caribe. “China es un socio comercial ideal porque tiene un enorme mercado, demanda muchísimas materias primas, genera préstamos, proyectos de inversión, etcétera. Es una fuente de recursos nueva para América Latina, y por esa razón hay un beneficio mutuo, entre comillas, en las nuevas relaciones comerciales”.

González encuentra que Xi ha fomentado una “política exterior proactiva” con Latinoamérica y el Caribe. Por su parte, las naciones de este subcontinente “encontraron un destacado socio y prestamista”, describe. De esta manera, “Latinoamérica se convirtió en el principal destino de inversión de China”. Actualmente es el principal socio comercial de Brasil, Chile, Uruguay, Argentina y Perú, además de que tiene acuerdos de libre comercio con este último país, así como con Chile y Costa Rica.

No obstante, como advierte el académico Daniel Lemus, en su política exterior China ha tenido la intención de fortalecer la imagen del Partido Comunista “como un elemento efectivo para brindar a los ciudadanos chinos lo que necesitan”; principalmente, busca garantizar el abasto de recursos naturales y energéticos. Ello ha provocado que, sobre todo en Sudamérica, se esté repitiendo un modelo neoextractivista, donde China importa de los países latinoamericanos materias primas no procesadas y a cambio estos reciben insumos chinos procesados.

“China sí ha ganado mucho espacio en América Latina y una de esas características ha sido, precisamente, que se profundizó o se ayudó a desarrollar el extractivismo o el neoextractivismo”, confirma, por su parte David Cruz, investigador de la asociación colombiana Ambiente y Sociedad. Así mismo, señala que en estas actividades se ha descuidado el impacto en el medio ambiente y en los derechos humanos.

Otra razón de la mayor presencia china en el subcontinente es el arribo de nuevos gobiernos de izquierda y centroizquierda, así como la pérdida de influencia estadounidense. En un texto sobre los efectos de la política exterior de Estados Unidos y de China en América Latina, el académico argentino Gonzalo Ghiggino, sostiene la tesis de que Estados Unidos perdió liderazgo global “por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial”.

China ha aprovechado ese vacío para posicionarse como una mejor opción para hacer negocios y fomentar las inversiones. Según Ghiggino, la crisis sanitaria provocada por la pandemia resultó fundamental, y es probable que “los países de América Latina tengan más confianza en Beijing que en Washington”. Lo anterior, por cuanto la voluntad de cooperar del primero contrastó con la falta de solidaridad del segundo en los peores momentos de la emergencia sanitaria. Asimismo, considera que China tiene mayores posibilidades de impulsar las economías latinoamericanas hacia la recuperación.

Por su parte, González señala uno de los nuevos proyectos chinos en Latinoamérica: el de “Cooperación práctica 1 + 3 + 6”, que busca “crear una planificación unificada entre China, América Latina y el Caribe” y que prioriza seis áreas: “infraestructura, tecnología informática, cultura, industria manufacturera, energía y recursos, innovación científica y tecnológica”.

En este contexto, la reelección de Xi no es un tema menor para América Latina. Sandra Zapata, investigadora de la Universidad Friedrich-Alexander Erlangen-Nürnberg, en Alemania, recomienda prestar atención a las políticas exteriores chinas en los próximos meses. “Posiblemente se va a ver más acumulación y centralización de poder en Xi y las decisiones no serían las de Beijing, sino las de Xi, las del líder, y eso cambia sustancialmente el tablero de análisis internacional”, sostiene.

Por lo pronto, no se vislumbra un enfrentamiento entre Estados Unidos y China por conquistar el mercado latinoamericano. Sin embargo, en un hecho anecdótico pero significativo, un grupo de congresistas estadounidenses se reunió recientemente con el presidente colombiano Gustavo Petro, y le advirtió que el exceso de amistad con China podría salir caro. Un precio que se haría peligroso por el riesgo de conflicto si China invade Taiwán, como muchos indicios hacen temer. Si eso ocurre, analiza Zapata, América Latina tendrá que “definir sus alineamientos con China, que es la potencia emergente, o seguir con Estados Unidos y pensar estratégicamente cuáles van a ser sus vinculaciones con estos dos actores globales”.

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