Eligen a Lula presidente por tercera vez con un Brasil dividido para gobernar

Lula y su vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, en su primer discurso tras la confirmación de los resultados de las elecciones | Imagen. Captura de pantalla/YouTube PT

Con una mínima diferencia de poco más de 2.1 millones de votos, Luiz Inácio Lula da Silva obtuvo el 50.9 % de votos del electorado brasileño, que le vale un tercer mandato y lo convierte en el presidente más votado en la joven historia democrática del país.

El actual presidente Jair Bolsonaro, de extrema derecha, es el primero que no logra un segundo mandato desde que se aprobó la reelección en 1997, su primera derrota política. Por su parte, Lula es el primer expresidente en ganar un tercer mandato desde la vuelta a la democracia.

En la segunda vuelta del 30 de octubre, Lula derrotó a Bolsonaro, con un recuento récord de más de 60 millones de votos, frente a los 58 millones del actual presidente. Casi cuatro millones de votos fueron anulados, lo que se considera un voto de protesta en Brasil, y otros 1,7 millones de personas presentaron votos en blanco.

El tuit publicado por la cuenta oficial de Lula para celebrar su victoria fue el que tuvo más me gusta de la historia de Twitter Brasil, tuvo más de 1,4 millones de «me gusta» y una sola palabra:

Democracia.

Esta elección enfrentó, por un lado, la historia de avances en programas sociales del Partido de los Trabajadores de Lula, pero manchada con escándalos de corrupción, y por otro, las tasas de deforestación sin precedentes de Bolsonaro, la negación de la pandemia del COVID-19, el retraso en la compra de vacunas, las denuncias de corrupción, el aumento de las tasas de hambre y los niveles de pobreza a nivel nacional, la propia retórica del presidente y los ataques a la Corte Suprema y los críticos.

En una campaña marcada por las denuncias de desinformación, Bolsonaro intentó conseguir el apoyo del Congreso con pagos de «presupuesto secreto» y apostó por ampliar los gastos federales hacia varios programas con la esperanza de ganar votos entre los más pobres. Si bien Bolsonaro fue un duro crítico de la ayuda social Bolsa Familia del PT cuando estaba en el Congreso, durante esta campaña pregonó públicamente lo mucho que paga con su Auxilio Brasil.

Como informó la BBC:

O impacto das medidas lançadas pelo governo para aumentar as despesas sociais durante o período eleitoral supera os R$ 68 bilhões somente em 2022, segundo estimativa do jornal Valor Econômico, a partir de dados das emendas constitucionais e do Ministério da Economia.

El impacto de las medidas lanzadas por el Gobierno para aumentar el gasto social durante el período electoral superará los 68 000 millones de reales (cerca de 13 millones de dólares) solo en 2022, según una estimación del periódico Valor Econômico, basada en datos de las enmiendas constitucionales y del Ministerio de Economía.

La campaña también estuvo marcada por casos de acoso. En las iglesias evangélicas, los pastores habrían presionado y amenazado a sus fieles para que votaran por Bolsonaro, lo que llevó a muchos a dejar de asistir a los servicios y a las misas.

Los trabajadores también denunciaron acoso en el lugar de trabajo, ya que algunos jefes los presionaron para que votaran por su candidato preferido, con un aumento del 3000 % de las denuncias entre la primera y la segunda vuelta. Muchos amenazaron con despedir a los trabajadores si Lula era elegido.

El día de la segunda vuelta, se denunció que la Patrulla Federal de Carreteras provocó retrasos y atascos por detener y registrar vehículos, en contra de una orden del Tribunal Electoral (TSE). Las denuncias se produjeron principalmente en las regiones en las que Lula era el favorito, como los estados del noreste.

Derrota

Bolsonaro también ha tardado más que ningún otro candidato en 20 años en reconocer su derrota. El 1 de noviembre, hizo una declaración pública de dos minutos, pero nunca mencionó a Lula ni concedió su victoria. Su discurso se limitó a agradecer los votos recibidos, alabar como legítimas las protestas que obstruían las carreteras por no aceptar el resultado, pero pidió a sus partidarios que garantizaran a los demás el derecho de transitar.

Según informes de la prensa brasileña, tras confirmarse la elección de Lula, Bolsonaro apagó las luces del Palacio de la Alvorada –la residencia presidencial– y se negó a hablar con sus aliados. Su actual vicepresidente, Hamilton Mourão, que fue elegido senador, habló por teléfono con el vicepresidente de Lula al día siguiente.

Stephen Bannon, el sentenciado asesor de Trump cercano a la familia Bolsonaro, dijo al periódico Folha de S. Paulo que Bolsonaro debería pedir un recuento y negarse a conceder la presidencia hasta que concluya.

Bolsonaro impugnó el sistema de votación desde más de un año antes de las elecciones, a pesar de haber sido elegido con el voto electrónico en cinco ocasiones, y pidió a las Fuerzas Armadas que hicieran un recuento paralelo de los votos e informaran desde la primera vuelta. Este informe aún no ha sido publicado, ni con las frecuentes demandas de la Corte Electoral.

Mientras tanto, algunos de los partidarios más cercanos de Bolsonaro comenzaron a reconocer la derrota, como el exministro de Ambiente y diputado federal electo de São Paulo, Ricardo Salles:

El resultado de las elecciones más polarizadas de la historia de Brasil trae muchas reflexiones y la necesidad de buscar formas de pacificar un país literalmente dividido por la mitad. Es el momento de la serenidad.

Carla Zambelli, diputada federal bolsonarista reelegida, que persiguió y apuntó con una pistola a un negro, partidario de Lula, con quien tuvo una discusión política y su equipo antes de la segunda vuelta, también reconoció los resultados públicamente:

Aunque camine por el valle de la sombra de la muerte, no temeré, porque tú, Señor Dios, estás conmigo.

El sueño de libertad de más de 51 millones de brasileños sigue vivo.

Y les PROMETO que seré la mayor oposición que Lula jamás imaginó tener.

Después, con las noticias de que bolsonaristas bloquearon carreteras en protesta por el resultado y que algunos pidieron intervención militar, Zambelli tuiteó:

Felicitaciones, camioneros.

Sigue adelante, no te rindas.

En la noche del 31 de octubre, sin ninguna acción del gobierno de Bolsonaro, el presidente del Tribunal Electoral, Alexandre de Moraes, ordenó liberar las carreteras. El jefe de la Patrulla Federal de Carreteras se arriesgaba a ser arrestado si no cumplía.

Tras la fiesta

La noche del 30 de octubre, millones de personas salieron a las calles para celebrar la elección de Lula en todo el país, como en la avenida Paulista, famoso lugar de São Paulo para las protestas políticas. En uno de los discursos tras la confirmación de su elección, Lula dijo:

Esta não é uma vitória minha, nem do PT, nem dos partidos que me apoiaram nessa campanha. É a vitória de um imenso movimento democrático que se formou, acima dos partidos políticos, dos interesses pessoais e das ideologias, para que a democracia saísse vencedora.

Esto no es una victoria para mí, ni para el Partido de los Trabajadores, ni para los partidos que me apoyaron en esta campaña. Es la victoria de un inmenso movimiento democrático que se formó, por encima de partidos políticos, intereses personales e ideologías, para que la democracia saliera victoriosa.

En su discurso, el presidente electo reforzó su compromiso con los programas sociales, la lucha contra el hambre, los índices de deforestación, y la protección de los pueblos indígenas, al tiempo que trabaja por el desarrollo económico.

Durante sus discursos, Lula estuvo acompañado por el vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, su oponente en 2006 cuando fue reelegido para un segundo mandato. Alckmin fue gobernador de São Paulo, y estuvo afiliado durante años al Partido de la Social Democracia Brasileña, partido que apoyó la destitución de Dilma Rousseff y fue un tradicional rival del Partido de los Trabajadores, y tiene un perfil de centro-derecha.

Otra figura destacada que estuvo al lado de Lula fue la senadora Simone Tebet, que quedó tercera en la primera vuelta y que hizo campaña por Lula en la segunda vuelta. Tebet es del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el partido que lideró el proceso y asumió la presidencia tras la destitución de Dilma, que favoreció con su voto.

Durante la campaña, Lula también consiguió el apoyo de otras figuras más alineadas con el liberalismo económico, como el exministro de Economía Henrique Meirelles, y Joao Amoedo, millonario que se presentó a las elecciones presidenciales de 2018 y que ahora está suspendido de su propio partido por declarar públicamente que votaría por el expresidente.

Aunque la elección de Lula supone un nuevo regreso de la izquierda en América Latina, aún está por ver qué tan progresista será su administración. Con más de 15 partidos que apoyan su candidatura, es posible que su gobierno tenga que hacer concesiones y compromisos con diversas agendas políticas.

También tendrá que negociar con un Congreso conservador pro-Bolsonaro. Entre los elegidos este año se encuentra Sergio Moro, el juez que condenó a Lula por cargos de corrupción en un proceso posteriormente anulado por el Tribunal Supremo que lo consideró parcializado. Moro se convirtió entonces en ministro de Bolsonaro y será senador federal a partir de 2023.

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