Emergente movimiento feminista en Azerbaiyán: Desafíos y perspectivas

Imagen cortesía de Markus Winkler. Uso libre bajo licencia Unsplash.

En Azerbaiyán, las activistas feministas enfrentan la presión de las autoridades, el acoso y el odio de extraños tras alzar la voz por miles de mujeres alrededor del país que protestan contra la violencia doméstica y los feminicidios.

Gulnara Mehdiyeva, activista de género azerbaiyana, declara que ser activista de cualquier tipo en su país es sinónimo de ponerse una diana en la espalda, pues quienes deciden defender ideales progresistas suelen ser objeto de escrutinio y acoso. Desde 2014, Mehdiyeva ha participado en numerosos proyectos e iniciativas en defensa de los derechos de las mujeres en Azerbaiyán. En 2019, tras participar en una marcha feminista organizada con otras mujeres, comenzó a ser víctima de hostigamiento. Su presencia en línea se vio comprometida cuando atacaron todas sus redes sociales, incluido su correo electrónico. Mehdiyeva descubrió el daño causado un año después, el hacker descargó su información personal, que incluía fotos, videos y mensajes de audio privados, que luego fue difundida al público. La meta era humillarla, quitarle credibilidad y hacer que terminara su trabajo de activista. Pero no funcionó.

Han pasado tres años y con determinación, Mehdiyeva continúa la lucha y no está sola.

Quiénes son las feministas azerbaiyanas

Mehdiyeva forma parte de un amplio colectivo feminista. Sus miembros se identifican como activistas feministas.

Parte de su trabajo se enfoca en dar a conocer los altos índices de feminicidios, violencia doméstica, sexismo y homofobia en Azerbaiyán. Para esto, siguen y asisten a casos judiciales, muestran su apoyo y dan a conocer sobre mujeres que han enfrentado violencia a menudo de parte de familiares. Esto ayuda a asegurar un proceso judicial justo, explica Mehdiyeva en una entrevista con Fatima Karimova, periodista de Mikroskop Media. El colectivo educa a mujeres sobre sus derechos, las ayuda a buscar ayuda legal cuando la necesitan y da seguimiento a los casos hasta que se hace justicia.

El grupo expresa sus demandas a través de proyectos como «Fem-utopia,» campañas en los medios y entrevistas. Hay muy poco conocimiento público y creación de conciencia sobre la situación relacionada a los derechos de las mujeres y la igualdad en Azerbaiyán. A través de estas entrevistas y artículos, las activistas feministas también intentan crear conciencia dentro del público general.

Sin embargo, no es trabajo fácil. Azerbaiyán no es signatario del Convenio de Estambul. Además, la legislación existente no contiene suficientes mecanismos de protección para las víctimas de abuso, acoso y violencia.

Los organismos encargados de hacer cumplir la ley, que a menudo son los primeros en responder a casos de violencia y acoso contras las mujeres, son ignorantes al respecto. Las sobrevivientes de abuso reportan incidentes en los que los oficiales han desestimado sus denuncias y les dicen que sus maridos tienen derecho a golpearlas. Tampoco existe una base de datos que registre casos de violencia y abuso. Es más, han sido grupos individuales y los medios los que han recogido la mayoría de estos datos. En 2020, Mikroskop Media publicó información obtenida de las noticias relacionadas a la delincuencia publicadas en medios. De acuerdo a estos datos, 184 mujeres sufrieron violencia en 2019. De estas, 54 fueron asesinadas por familiares y 130 mujeres sufrieron distintas lesiones.

En 2022, otros datos publicados por Mikroskop Media contenían información sobre el número de mujeres asesinadas, golpeadas o se suicidaron en 2021.

Al igual que Mehdiyeva, Narmin Shahmarzade fue hostigada en línea. Se filtraron sus conversaciones personales y fotos, y además atacaron su cuenta de Facebook. Sus fotos y capturas de pantalla de conversaciones personales se divulgaron a través de distintos grupos de Telegram.

Los troles en línea que rutinariamente acosan a feministas en plataformas sociales las acusan de ser agentes internacionales, principalmente por sus fuentes de financiamiento, la mayoría proviene de organizaciones y fundaciones feministas en la Unión Europea.

La legislación azerbaiyana no prevé medidas punitivas contra el abuso y acoso contra las mujeres, sea físico o en línea.

La presión social aumenta lo que ya es un ambiente laboral desafiante, según Mehdiyeva.

«A veces olvido que me persiguen el Gobierno como activistas y personas a quienes no les gusta lo que hago. Quiero escribir algo que sea entre broma y algo serio como haría cualquier persona, pero veo esa publicación y pienso que se difundirá, se copiará y publicará en todas partes. Si fuera una persona común y corriente, esa publicación no atraería la atención de nadie pero como soy activista, crea atención adicional».

Está además la desacreditación de los medios. Según Mehdiyeva, las plataformas afiliadas o pertenecientes al Gobierno suelen hostigar a miembros del colectivo para desprestigiar y dañar su reputación. Se presenta al colectivo y sus integrantes como una amenaza para las tradiciones y valores del país, y esto provoca enojo público contra el grupo.

Antes, la Policía concretó ataques contra activistas feministas cuando difundió sus direcciones personales.

De acuerdo con la investigadora azerbaiyana Nisa Hajiyeva, la falta de educación agrava el problema. La mayoría de los recursos académicos sobre el tema solo están disponibles en inglés. Por esto, es importante que las personas tengan acceso al conocimiento y discurso académico en su idioma materno. Una de las iniciativas de Mehdiyeva es crear una biblioteca física que contenga material de lectura en azerí, turco y ruso.

Hasta ahora, los intentos por silenciar al grupo no han resultado. Desde 2019, cuando organizaron la primera Marcha del Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo, hubo concentraciones y protestas en las que pedían rendición de cuentas, justicia y mejor protección a las mujeres. Otras campañas organizadas por el colectivo feminista demandaban investigaciones exhaustivas de los crímenes cometidos contra mujeres. En febrero de 2021, distintas activistas feministas organizaron una protesta bajo la premisa «El femicidio es político». La protesta tuvo lugar en el exterior de un edificio gubernamental y exigía una investigación sobre los casos de mujeres que fueron asesinadas brutalmente, y criticaban al Comité Estatal de Asuntos de la Familia, la Mujer y la Infancia por su falta de acción. La Policía intervino con lo que evitó que las feministas se reunieran en el lugar.

Breve mirada al movimiento feminista en Azerbaiyán

En su análisis, la académica azerbaiyana Nurlana Jalil menciona que aunque algunas investigaciones indican que «el feminismo en Azerbaiyán se instauró y se politizó entre la década de 1990 y 2010″, esto no completamente correcto. Jalil da diversas razones, entre estas que Azerbaiyán no tuvo un movimiento feminista genuino hasta 2019. Todo lo que existió antes estaba ampliamente ligado a la visión «nacionalista» de «crear una mujer obediente moderna» entre las «visiones de la burguesía nacional y de los ilustrados sobre la modernización de la mujer».

El trabajo con las situaciones relacionadas a los derechos de la mujer ganó popularidad tras la independencia de Azerbaiyán cuando se formaron decenas de organizaciones y asociaciones que trabajan por los derechos de la mujer y por la equidad de género. Actualmente, de las más de 3ooo organizaciones no gubernamentales registradas en Azerbaiyán, más de cien trabajan por los derechos de la mujer.

Sin embargo, estas organizaciones e iniciativas se han rehusado a afiliarse a la ideología feminista. La mayor parte de su trabajo se limitaba a hacer capacitaciones, tener mesas redondas, e informar sobre el aborto selectivo y promover el acceso a la educación. Según declara el autor Vahid Aliyev en su columna de opinión, esto se debe a que las mujeres detrás de estas organizaciones e iniciativas perciben el feminismo como algo «controversial» y «maligno», o a que, según a la narrativa dominante en los principales medios y en la propaganda estatal, «el feminismo no se trata de los derechos ni los conflictos de las mujeres, sino de ‘ser lesbiana’ o ‘ser desvergonzada’ o ‘ser inmoral’ u ‘odiar a los hombres'».

A diferencia de su predecesoras, esta visión ha cambiado con la nueva generación de activistas que no tienen miedo de apoyar públicamente el movimiento feminista y se identifican abiertamente como tales.

El futuro del movimiento feminista en Azerbaiyán continúa siendo poco claro. Sin embargo, lo que han logrado como colectivo es innegable. Ya no existe un silencio proveniente del miedo respecto a femicidios u otras injusticias que enfrentan las mujeres, el colectivo logró atraer la atención a estos asuntos y demandar que la gente los note, y que el Estado tome medidas al respecto. A pesar de la resistencia, del Estado y de la sociedad, una cosa es clara: Azerbaiyán tiene su propio movimiento feminista y no tiene intención de parar hasta que se atiendan sus demandas.

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