Este artículo de Raju Subedi se publicó originalmente en Nepali Times como parte de la serie Diaspora Diaries. Global Voices publica una versión editada, como parte de un acuerdo para compartir contenido.
Nunca tuve la intención de irme al extranjero para trabajar. Pero se hablaba de que las familias afectadas durante el período maoísta obtendrían una cuota especial de trabajo en Corea del Sur gracias a su sistema de permisos de empleo (SPE). Mi padre, a quien hirieron en el conflicto, me animó a preparar el examen de coreano del SPE. Y lo rendí.
El rumor de la cuota especial resultó ser falso, pero mi preparación no fue en vano. Pasé el examen del SPE para el que me preparé en la empresa de viajes para la que trabajaba. Al poco tiempo, en 2008, estaba en un avión lleno de nepalíes con gorras y chaquetas del SPE rumbo a Corea del Sur.
Echaba de menos mi hogar y el trabajo en una fábrica era físicamente agotador. Los tres primeros meses fueron difíciles.
A veces, al despertarme, me dolían tanto las manos después de trabajar 12 horas el día anterior que hasta me costaba abrir la puerta. También me empezó a doler la espalda; estaba claro que el trabajo no era para mí. Así que le pedí a mi jefe que me diera una carta de libertad para poder cambiar de trabajo. Costó un poco, pero accedió a regañadientes.
Acabé cambiando de trabajo varias veces. Un empleo consistía en apilar cajas de cartón en otra empresa. Pensaba que eso también era demasiado agotador, pero descubrí que el siguiente trabajo, en una empresa de piezas de automóviles, era aún más duro. Las normas de inmigración prohibían a la empresa renovar los visados de los trabajadores extranjeros, a pesar de que les gustaba mi trabajo, ya que acababan de prescindir de dos empleados locales. Un grupo de apoyo a los trabajadores inmigrantes intervino y decidió demandar a la empresa y al Gobierno en mi nombre.
Tenía tres opciones: volver a Nepal, quedarme de forma ilegal o emprender una batalla legal. La última era la que tenía más sentido. El proceso judicial me dio tiempo para permanecer legalmente en Corea del Sur mientras el caso estaba pendiente, pero no tenía permiso de trabajo, así que tuve que trabajar ilegalmente.
Estar en situación irregular te hace vulnerable y más fácil de discriminar, ya sea en el salario o simplemente en el trato que recibe el trabajador en general de los empleadores y compañeros de trabajo. El veredicto del tribunal hizo que la empresa me pagara un mes de salario básico como compensación, pero no me renovaron el visado. Después solicité el estatuto de refugiado, que también fue rechazado. No me molesté en apelar la decisión y, tras siete años en Corea, volví a casa para siempre.
El lado positivo de la batalla legal fue que me obligó a aprender coreano. Antes había aprendido coreano solo para aprobar un examen y, cuando conseguí el trabajo, ya habían pasado dos años y había olvidado la mayor parte de lo que había aprendido.
Solo cuando dejé mi trabajo y solicité uno nuevo me di cuenta de lo oxidadas que estaban mis habilidades lingüísticas. Cada vez que recibía una llamada sobre una posible oportunidad de empleo, me las ingeniaba para encontrar a personas mayores nepalíes que hablaran el idioma con fluidez.
Pero en el juicio, la desesperación por expresarme me hizo aprender coreano con más empeño, incluso veía películas coreanas durante un par de horas cada día. No fueron los estudios formales, sino las experiencias vitales las que me impulsaron a aprender el idioma.
Librar una batalla legal en un país extranjero no es fácil. Era difícil ausentarse del trabajo porque el valor de un trabajador se mide únicamente por lo que produce. Además, cuando mis empleadores se enteraron de que estaba librando una batalla legal, quisieron desvincularse de mí. No querían que se supiera que habían contratado a un trabajador en situación irregular.
Por muy difícil que fuera Corea, nunca se me había pasado por la cabeza volver a Nepal. Había comprado un terreno en Nepal y estaba empeñado en quedarme hasta pagar mis préstamos. Además, si no lo conseguía en Corea, estaba convencido de que no podría lograrlo en la vida. Yo también quería ser una historia de éxito coreana, como muchos otros retornados que había conocido en Corea y Nepal.
Me costó mucho trabajo. Los nepalíes nos referíamos al reluciente «sueño coreano» como «दुई गुणा अन्ठाउन्न» (dos veces cincuenta y ocho), en referencia al salario mensual nepalí de 200 000 rupias (1518 dólares) durante un período de 58 meses, que era nuestro objetivo de ganancias. Esa cantidad de dinero transformaría mi vida.
No nos dábamos cuenta de que no siempre se puede ganar la paga prometida al mes porque no siempre hay horas extras para completar nuestro salario base. O puede que no estemos físicamente capacitados para hacer horas extraordinarias físicamente exigentes. Además de ser difíciles, las tareas rutinarias y repetitivas del día a día también pueden ser mentalmente agotadoras. Desde que estuve allí, las cosas han mejorado para los trabajadores extranjeros en Corea y quizá las experiencias de los predecesores de SPE como nosotros sirvieron para hacer ajustes en el programa.
El viaje de mi vida estuvo lleno de desafíos, pero conocí a coreanos muy amables. Uno me enseñó a reparar teléfonos móviles, algo que me ha resultado muy útil. Otro me volvió a contratar a pesar de que renuncié después de que enteró de que tenía problemas con el juicio. Unos desconocidos que solo querían ayudar a los inmigrantes en apuros me ofrecieron refugio y apoyo legal. Antes de irme de Corea, mis compañeros incluso reunieron dinero para que gastase en lo que quisiera. Hubo momentos y personas que me conmovieron profundamente.
Mi conexión con Corea no hizo más que fortalecerse tras mi regreso a Nepal en 2015. Cuando todavía estaba intentando decidir qué era lo siguiente que iba a hacer, un amigo me recomendó a uno de sus clientes coreanos que quería hacer excursiones en Nepal. En aquel momento, ni siquiera sabía que muchos coreanos venían a Nepal a hacer excursiones ni que la mayoría iba al campo base del Annapurna. El cliente también dirigía una empresa de equipos de caminata en Corea y empezó a recomendarme a la gente.
Empecé a organizar excursiones para más y más huéspedes coreanos, y pronto mi Seoul-Pokhara Travel and Tours se hizo conocida en Corea como una de las mejores empresas de viajes nepalíes. Tenía contratados a cuatro coreanos nepalíes retornados y a dos que han aprobado el examen de coreano y están a la espera de ir a Corea a trabajar.
Mis clientes son exclusivamente coreanos, y el negocio iba bastante bien hasta que llegó la pandemia de COVID-19. El turismo se ha reactivado desde entonces, y solo el 12 de septiembre de 2022, por ejemplo, gestioné 12 equipos de excursiones coreanos simultáneamente. Hay otras agencias de excursiones en Pokhara que también atienden a clientes coreanos. Además, tengo previsto abrir pronto un restaurante coreano en Pokhara.
Puede que haya aprendido coreano por la desesperación de querer contar mi historia en Corea, pero me está sirviendo hoy en día de vuelta a casa, en Nepal.