Muchos jamaicanos están nerviosos. Es por esta razón.

Policías de Jamaica inspeccionan el trafico en Runaway Bay Jamaica.Foto de Rab Lawrence en Flickr (CC BY 2.0).

Una versión de este artículo se publicó originalmente en Petchary's Blog, y se reproduce con la amable autorización de la autora.

Esto no es algo cómodo de escribir, pero debo hacerlo, porque es sobre nuestro estilo de vida; acerca de cómo los jamaicanos se las arreglan, a diario, en esta hermosa isla.

Fue Twitter lo que me puso a pensar. Un tuit recientemente señaló que a pesar de que el COVID-19 quedó firmemente detrás de nosotros (no hemos tenido actualizaciones con respecto a la pandemia de parte del Ministerio de Salud y Bienestar desde el 30 de septiembre); a pesar de la mejora en las cifras de desempleo, especialmente para las mujeres, y a pesar del repunte en la actividad empresarial y la confianza, hay una oscura y pesada atmosfera en el país.

¿No deberíamos estar sintiéndonos positivos y felices? Si, pero hay una sombra: la constante atmósfera de delincuencia y violencia. Nuestro sentido fundamental de seguridad y protección se ha visto comprometido. No nos sentimos seguros cuando estamos en público, y en ocasiones ni siquiera en nuestros hogares.

Otra sencilla pregunta la hizo un usuario de Twitter:

It’s hard to realise the impact crime has on your life in Jamaica until you leave. What are some things that put you on high alert here that wouldn’t make sense in other countries?

Es difícil darse cuenta del impacto que tiene en tu vida la delincuencia en Jamaica hasta que te vas. ¿Qué cosas que hacen que aquí te pongas en alerta máxima no tendrían sentido en otros países?

Recibió una avalancha de respuestas. Analizándolas, noté varias situaciones que cada día hacen que nos pongamos nerviosos cuando estamos en público, y algunas de las cosas que hacemos para sentirnos más seguros:

  • Salir del banco
  • Retirar dinero del cajero automático o andar con efectivo.
  • Mirar sospechosamente a extraños que merodean en la calle.
  • En casi toda situación, mirar por encima de tu hombro, o tener la espalda hacia la puerta (incluso en casa)
  • Motocicletas. Motocicletas depredadoras. “Yeng yengs”. ¿Cómo sabes si son repartidores genuinos? Muchos usan mascarillas y cascos y no puedes verles la cara. Motocicletas con un millón de pasajeros. El sonido de una motocicleta en algún lugar cercano.
  • Acercarse a una luz roja del semáforo tarde en la noche, o a cualquier hora del día, me encuentro mirando por el retrovisor para ver si alguien se está acercando.
  • Acoso de parte de los limpiaparabrisas que acechan en varias intersecciones.
  • Tomar la misma ruta.
  • Manejar con las ventanas abajo.
  • Un automóvil que te sigue mucho tiempo, especialmente cuando te diriges a casa.
  • Esperar que tu portón abra cuando llegas a tu casa por la noche.
  • Bloquear las puertas traseras antes de irte a la cama (o incluso durante el día).
  • Salir por la noche (o de preferencia, evitar hacerlo si puedes).
  • Despertarse por la noche para asegurarse que la puerta o el portón tienen seguro.
  • Caminar por la calle, especialmente solo, y especialmente si eres mujer o adutlo mayor.
  • Esperar a alguien o “Hablar de tus asuntos” en público.
  • Sacar tu teléfono cuando y donde quieras. ¡Eres un objetivo instantáneo!
  • Caminar con audífonos puestos.
  • Usar joyas.
  • Estar bien vestido.
  • Tener que agarrar tu bolso con fuerza (yo hago esto).
  • Vivir solo, o incluso estar solo en casa.
  • Ordenar comida de un servicio de entrega.
  • Recoger un paquete de un negocio.
  • Ir al supermercado.
  • Parquearse de modo que se pueda salir rápidamente.
  • Pedir indicaciones.
  • Otras personas que piden indicaciones.
  • Esperar para usar cualquier servicio de transporte público.
  • Contestar tu teléfono en el bus. No llamo a las personas por teléfono si creo que podrían estar viajando en el transporte público.
  • Subirse a un taxi en altas horas de la noche.
  • Taxis en general, especialmente en aquellos en que ya hay un pasajero hombre.
  • Manejar desde el aeropuerto.
  • Multitudes.
  • La gente, especialmente hombres, que van caminando cerca o hacia ti.
  • Policías y soldados (¿no se supone que deberían hacernos sentir más seguros?).
  • Calles desoladas.
  • Ruidos fuertes, y preguntarse si se podrían tratar de balazos o fuegos artificiales (esta es una preocupación frecuente en nuestro vecindario).

¿Es la lista lo suficientemente larga? Honestamente puedo decir que mi esposo y yo nos podemos identificar con el 90 % de lo antes mencionado. Sentimos ansiedad, con bastante frecuencia. En Twitter, la mayoría, aunque no todas, las respuestas fueron de mujeres, que se sienten cada vez más vulnerables, especialmente cuando están solas.

Como dicen, “Quien lo siente, lo sabe”. Es nuestra vida, y no solamente en Kingston, por cierto. La gente también les teme a los arbustos y a los árboles, y a quien podría estar escondido detrás. Y a los extraños, especialmente si son hombres, y caminos desolados.

Puede haber cierto nivel de paranoia –y quizás hasta histeria– en juego, e incluso muchos argumentan que estas ansiedades aplican de igual manera a otras ciudades y países en el extranjero. Recuerdo haber asistido a una larga conferencia sobre seguridad en Rio de Janeiro años atrás, y sentirme ansiosamente custodiada por un brasileño cuando salí al mercado nocturno, entonces todo es relativo.

Sin embargo, esta es nuestra vida diaria. Estamos agachados. Estamos fuertemente atrapados en nosotros mismos. Estamos al pendiente, solo por si acaso. Cosas que hacíamos y que ya no hacemos.

Entonces, ¿qué hay que hacer?

En un esfuerzo de que vean que está haciendo algo, el Gobierno ha presentado una amnistía de armas que tendrá lugar del 5 al 19 de noviembre. Espera incentivar a quienes posean armas de fuego y municiones ilegales y sin registrar para entregar sus armas sin la amenaza de ser procesados/enjuiciados. Solo el tiempo dirá si eso marcará una diferencia con respecto a los delitos violentos. El problema es mucho más profundo, y necesita ser abordado desde su raíz.

¿Por donde empezar? Como hubiera dicho mi padre, “Respuestas en una postal, por favor…”.

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