Explicación del XX Congreso del Partido Comunista de China: Una nueva era

Imagen mezcalda por Oiwan Lam

Global Voices publica una serie que explora el lenguaje usado durante el XX Congreso del Partido Comunista Chino y analiza sus consecuencias para las políticas nacionales e internacionales de China. Encuentre el primer, segundo y tercer artículos aquí.

La idea más novedosa introducida por el líder del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, es que China está entrando en una «nueva era». El término se usó por primera vez en 2017 en el XIX Congreso Nacional del PCC y luego en el «Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era» y fue incorporado a la constitución del partido y finalmente a la Constitución de la República Popular China.

Camino socialista chino y sus consecuencias globales

Los diez años anteriores de Xi en el cargo han estado dedicados a crear una ideología china totalmente distinta de la occidental. Xi mencionó el término «nueva era» 46 veces en su discurso de inauguración del XIX Congreso en 2017 y describió la nueva era como un período histórico que marca el desarrollo del socialismo de China, que contribuiría significativamente al desarrollo del socialismo internacional y de la sociedad humana.

Sin embargo, después de cinco años, la nueva era de Xi parece más caracterizada por el autoritarismo y el estatismo. Los tres éxitos más significativos desde 2017 presentados en su informe del XX Congreso son la política de COVID cero, la llamada «jurisdicción integral» en Hong Kong mediante la imposición de la ley de seguridad nacional y la revisión de los sistemas electorales locales, así como la demostración de poder militar y determinación política contra la independencia de Taiwán.

Los tres casos indican una ruptura con las normas políticas, diplomáticas y económicas anteriores, aunque estos cambios podrían tener enormes consecuencias: la represión política ha socavado la condición de Hong Kong como centro financiero internacional, los simulacros militares han alejado a Taiwán del consenso de una sola China y la economía china ha sufrido un importante retroceso por la política de COVID cero.

Ciertamente, en el informe del congreso de octubre de Xi había otras agendas más orientadas al ser humano y al socialismo, como la prosperidad común y la preservación del ambiente. La reintroducción de cooperativas de abastecimiento y comercialización y de cocinas de alimentos en todo el país es un gran gesto para estabilizar el precio de los productos agrícolas y los alimentos, entre otras necesidades. Sin embargo, algunos ven la medida como un renacimiento de la economía planificada de la década de 1950.

Sobre todo, está claro que el Estado está tomando un firme control de todos los aspectos de la vida económica, social y cultural del pueblo. Los leales a Xi califican la lucha política e ideológica actual y el llamado control «integral» como una profunda revolución, mientras que los críticos lo califican como un giro hacia el totalitarismo. Los derechos humanos y los grupos civiles están preocupados por sus implicaciones globales:

1/2 Sin sucesor a la vista y con el campo libre de rivales, el culto a la personalidad del presidente Xi y el control total que lo acompaña sobre la vida de los más de 1500 millones de habitantes de China solo puede intensificarse después de haber sido reelegido para un tercer mandato.
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2/2 Es probable que las cosas empeoren mucho en lo que respecta a derechos humanos y libertades cívicas antes de que empiecen a mejorar, y el modelo de China seguirá siendo influyente a nivel internacional.
Pero el poder absoluto no durará siempre.

Ruptura con la era de liberalización económica Deng Xiaoping

El término «nueva era» marca una ruptura con el anterior líder del Partido Comunista Chino, Deng Xiaoping, que acuñó la idea de «socialismo con características chinas«, en el XII Congreso del Partido de 1982, para allanar el camino a la reforma económica de China y a una mayor liberalización.

La retórica política de Deng sirvió para cerrar el debate ideológico en el seno del Partido sobre su política económica, que facilitó el crecimiento de la propiedad privada, la inversión extranjera y la economía de mercado. Supuso un cambio con respecto a la época del fundador de la República Popular China, Mao Tse-Tung, cuando la ideología y la lucha de clases se consideraban un medio para mantener el sistema político socialista y el régimen de partido único dirigido por el Partido. El enfoque político de Mao condujo a una serie de purgas políticas, como la Campaña contra la Derecha (1957-59) y la Revolución Cultural (1966-76).

A diferencia de Mao, Deng era un pragmático, como se refleja en su «teoría del gato bueno«, que sugería la separación de la economía del sistema político, y en su «teoría del cruce del río«, que sostenía que el socialismo chino es un proceso experimental.

Sin embargo, la estrategia de Deng de «dejar que algunos se enriquezcan primero» dio lugar a despidos masivo de trabajadores de las empresas estatales y colectivas, a una elevada inflación y a la corrupción, ya que los funcionarios se aprovecharon de su poder para «revender» los recursos obtenidos del «sector económico planificado» al «sector privado». Es más, la lucha contra la corrupción, en particular, el llamado contra la «reventa oficial» (打倒官倒) fue una de las principales demandas planteadas por los estudiantes del movimiento estudiantil prodemocrático de 1989 en Tiananmén. Muchos manifestantes creían que la reforma política era la clave de la injusticia social y económica, mientras que algunos esperaban volver a la senda socialista leninista y marxista.

Después de la brutal represión de la protesta de Tiananmén, hubo otra ronda de debates que terminó con la gira por el sur de Deng Xiaoping en 1992 y antes del XIV Congreso del Partido, en el que la «economía de mercado socialista» era un nuevo programa de reforma económica.

Aunque Xi Jinping mantiene el enfoque del «Socialismo con Características Chinas» de Deng Xiaoping, el hecho de añadirle «una Nueva Era» implica una «reestrategia», una «revisión» o incluso una «ruptura» con el legado de Deng, como han señalado algunos expertos en China. Es el caso de Richard Haass, experto en política exterior:

El discurso de Xi Jinping sobre la «vuelta al futuro» en el XX Congreso del Partido Comunista Chino subraya hasta qué punto los restauracionistas se han impuesto a los reformistas. El control, el estatismo y el nacionalismo están en alza. El legado de Deng Xiaoping ha desaparecido… hasta que, y a menos que, regrese a una China posterior a Xi.

Crisis global y la elección política del Partido Comunista Chino

Muchos críticos de China ven en la ruptura de Xi con Deng una vuelta a la era de Mao, una centralización del poder político y una consolidación del régimen de partido único, que se caracterizó por culto a la personalidad, luchas ideológicas y campañas políticas, en particular, la campaña anticorrupción.

La decisión de Xi de ignorar el límite de dos mandatos de los presidentes en China y el nombramiento de estrictos leales en su gabinete, lo han convertido en el líder chino más poderoso desde Mao Tse-Tung. Sin embargo, la legitimidad de su poder viene del consenso del partido.

Tras más de 30 años de liberalización económica desde la puerta abierta de Deng en 1978, la corrupción se ha convertido en el mayor problema social y político del país. Se ha convertido en un secreto a voces que cuadros del partido y funcionarios del Gobierno han utilizado sus «guantes blancos» o «apoderados» para dirigir empresas, hacerse con contratos financiados con fondos públicos, robar dinero, tierras y recursos naturales y blanquear dinero a través de inversiones en el extranjero. Esto ha provocado una crisis sociopolítica, ya que la competencia poco ética y despiadada se ha convertido en una norma bajo este capitalismo de amiguetes.

Algunos reformistas políticos han intentado abordar el problema promoviendo los derechos legales de los ciudadanos. Ciertamente, entre 2004 y 2006, las autoridades chinas desempeñaron su papel en promover el término «defensa de los derechos» (維權) en las campañas sobre los derechos de consumidores, jóvenes, mujeres y derechos rurales. Sin embargo, desde 2008, el espacio político liberal comenzó a reducirse tras la publicación del Manifiesto de la Carta 08, llamado público a la reforma constitucional democrática firmado por más de 10 000 intelectuales públicos. Poco después, Liu Xiaobo (1955-2017), premio Nobel de la Paz y uno de los iniciadores del manifiesto, fue detenido y posteriormente condenado a 11 años de prisión por incitar a la subversión del Estado.

Para entonces, estaba claro que el Partido Comunista Chino rechazaba la liberalización política como medio para contrarrestar el poder de sus cuadros del partido y de los funcionarios del gobierno.

La crisis financiera mundial (2007-2008) también contribuyó a la consolidación del consenso político del partido, ya que el incidente se enmarcó como un fracaso de la democracia liberal occidental que causó injusticia social y económica y fragmentación política.

Para enfrentar la crisis interna, después de que Xi asumió la Secretaría General del Partido y el cargo presidencial de la República Popular China en 2012/13, reforzó la campaña anticorrupción. En diez años, se investigó a casi cinco millones de cuadros del partido y funcionarios del Gobierno. En la próxima década, Xi estará más decidido a hacer historia en China en su nueva era.

Aún hay poca esperanza de un giro total, ya que el discurso del XX Congreso de Xi sigue instando a un espíritu de lucha más fuerte (lucha y combate 鬥爭/奮鬥) y a una mayor confianza (自信) en medio de los desafíos para recorrer el camino socialista chino.

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