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Así como la Virgen María en su momento, las mujeres trans son despreciadas

Categorías: Latinoamérica, Colombia, Derechos humanos, LGBTQI+, Medios ciudadanos, Mujer y género, Salud, The Bridge, Celebramos los derechos LGBTQ+ en todo el mundo, Copa Mundial de la vergüenza, Orgullo 2022: Resistencia de la comunidad

Ilustración de Global Voices

Llegó el 7 de diciembre, día de las velitas en Colombia. Es un día festivo importante donde las casas y calles se iluminan con velas para celebrar a la Virgen María antes de la Navidad. Los hogares acompañan esta tradición [1] con una comida especial, una novena, o, rezando el rosario. A mi mamá le decían que las velitas se prendían para alumbrar el camino a la Virgen. La luz es tranquilidad, una guía en la oscuridad. A mi hijo le hemos dicho que se enciende una luz por agradecimiento y por la protección de la familia.

Yo soy una madre que cría a su hijo. No hubo concepción en mi vientre, pero para mí, es todo un milagro que me permitan seguir ejerciendo la maternidad. Porque lo importante es brindar una crianza, y no solo poner una cuota de esperma. 

El 8 de diciembre me intervendrían quirúrgicamente. Muy contenta porque con esta cirugía disminuirá el dolor producto de mis hernias discales. Me quedé en Bogotá con mi madre. Tanto ella como yo tenemos movilidad reducida. Hablábamos, mientras ella hacia farolitos para ese día especial de las velitas, esperando a que vinieran a aplicarle unos medicamentos. Yo, cosiendo unos patos bebes de peluche; uno para mi hijo y otro para mi.

Sin visita de familiares, aún así, estábamos tranquilas. No obstante, me angustié cuando la persona que me acompañaría al otro día, canceló de última hora. Me sentí frustrada de tener familiares a los que no les puedo pedir que me acompañen, porque recibo algún regaño, o porque simplemente no van a llegar por sus asuntos propios.

La Virgen está sola. Su familia le abandona. ¿Cómo se le ocurre ser madre sin tener un hombre a su lado? ¿Cómo se le ocurre se algo que no puede ser? Aunque tenga al hijo de Dios en su vientre, no puede ser madre. A mi me abandonaron. Es que ¿cómo se me ocurrió ser mujer? Y si lo soy, ¿cómo voy a criar a mi hijo sin un padre? Aunque soy mujer y tengo a mi hijo, no soy nada.

Yo, según la gente, no puedo ser ni mujer, ni madre. Años atrás, saludé al mundo, presentándome: «hola, soy Lucía». Me dejaron de hablar parientes y amistades de esas con las que se cuenta en momentos así. No elevé plegarias, sino que tuve mucha rabia, me desahogué verbalizando que, cuando tenía mayor movilidad en mi cuerpo, acompañaba a quien me lo pidiera. Me resulta difícil pensar que, antes era cuidadora de mi mamá, ahora, yo también necesito cuidados. Ahora, no cuento con consanguíneos que puedan acompañarme. 

Poco a poco, me liberaba de estos sentimientos, para concentrarme en lo importante: poder asistir a la cirugía que esperé por más de 4 meses.

Las cosas en este momento podrían ser peores, tanto como las que les han tocado a mis hermanas. Sin acceso a la salud o a la educación [2], lo cual precariza sus existencias. Sin derecho a ocupar los espacios públicos. Y es que, al menos 56 personas trans fueron asesinadas este año en Colombia [3], en la calle, con sevicia, y a nadie parece importarle. Al contrario, se celebra un evento deportivo mundial [4], en un país que brilla por las violencias en contra de las personas trans.

Mi problema no era tan grave, y, coincidimos con mi mamá en contactar a una enfermera que conocía. Sí bien, ella no podía estar al momento del ingreso a la cirugía, sí podría recogerme al finalizar. Aunque ya teníamos una solución, no dormimos, y pasamos despiertas hasta el otro día. Llegaron a aplicarle el medicamento, pero le perforaron sus brazos y no pudieron encontrar una vena para suministrar el medicamento.

El reloj marcaba las 4:00 am. y debía salir ya rumbo a la clínica. Salí a tomar el bus. No tuve que mendigar una silla, porque muy poca gente se transportaba a esa hora, un 8 de diciembre, día feriado. Evadía el miedo que me da de que me masculinicen en el servicio médico [5], y por ende, que sea tratada de forma negligente y agresiva. Ya no es tan frecuente, a veces pasa, a veces no. No, esta vez no pasó.

Qué bonito es que a una la traten cómo es una, no solo cómo me identifico, sino como soy, una mujer real, tan biológica cómo la Sanín, [6]la Rowling [7], o como cualquier otra mujer cis o trans. Tan mujer como la Virgen. Nada que esconder en mi cuerpo. Tan biológica también para el ortopedista que me operaría, y quien ha sido un gran aliado para reconocer que las violencias de género en mi trabajo dejaron secuelas en mi salud [8].

Foto de la autora, usada con permiso.

Me despiertan de la anestesia. Una enfermera me dice «lo necesito vestido»; le repliqué «vestida». Ella respondió «necesito que se ponga su vestido». Ignoro su cara de pocos amigos, imagino que es por el hecho de trabajar un festivo. No me importa y prefiero quedarme con mi recuerdo de la buena atención que recibí por parte del doctor y de las demás enfermeras, de quienes estoy altamente agradecida. Algunas cosas ya cambiaron [5] desde el año pasado.

Salimos con la enfermera acompañante y llegamos pronto a casa. Observo que la cinta de mi muñeca dice que ingresé el 7 de diciembre, en vez del 8, cuando me operaron. La guardaré por la anécdota, pero sobre todo, por el recuerdo de que fui tratada con respeto, y que mi dolor disminuye.

La Virgen es mujer. Asciende al cielo donde la reconocen como mujer y como madre. Soy tan mujer como la Virgen.

Sobre la mesa, los farolitos de mi mamá sin usar. El 24 o el 31 de diciembre, seguro los entregaremos a quienes nos visiten. Encenderé una vela agradeciendo la vida y por el alivio de mis dolencias y de las de mi mamá.

Otra, por cada una de las hermanas trans desaparecidas este año y para que la vida en esta ciudad y en este país no sea tan violento para nosotras.

Y una última, para que estas velitas alumbren el camino a los corazones que odian las existencias de las mujeres con experiencia de vida trans, no solo los 7 de diciembre, sino todos los días de nuestras existencias, en la atención en salud y en todas partes.

Para que el día en que, la virgen trans y su hijo [9] caminen entre las velitas, sin miedo a que les crucifiquen.