Explicamos el XX Congreso del Partido Comunista de China: Cultura y civilización

Imagen por Oiwan Lam

Global Voices está publicando una serie que explora el lenguaje usado durante el XX Congreso del Partido Comunista chino, y analiza sus consecuencias para la política nacional la diplomacia del país. Aquí puedes leer el primero, el segundo, el tercero y el cuarto artículos.

Cuando Xi Jinping, líder máximo del Partido Comunista chino, llegó al poder en 2012, presentó su sueño de «gran rejuvenecimiento de la nación china», interpretado en gran medida como su objetivo de convertir a China en un estado fuerte económica y militarmente. Una parte significativa del plan es el rejuvenecimiento de la cultura y la civilización chinas clásicas.

En el discurso de Xi en el Congreso de noviembre, el término «cultura» y «civilización» aparecen respectivamente 56 y 29 veces. El primer término suele aparecer en combinación con otros términos como «cultura socialista», «renovación de la cultura clásica china», «confianza cultural» y «cultura nacional». Sostiene que el marxismo debe mezclarse con el contexto de China y la cultura tradicional china para abordar los problemas de la época.

En cuanto al término «civilización», se relaciona frecuentemente con «civilización ecológica». Además, Xi intenta enmarcar los conflictos entre China y Occidente como un choque de civilización y pide la «coexistencia de civilizaciones».

Fusión entre marxismo y cultura tradicional china

La afición de Xi por la cultura tradicional china marca un punto de inflexión con el espíritu fundamental del Partido Comunista chino, ya que el establecimiento del Estado de la China moderna se alejó de la llamada vieja China feudalista, representada por la dinastía Qing, derrocada por la Revolución Xinhai. Después de que el Partido Comunista chino ganó la Guerra Civil y tomó el control de China continental en 1949, el líder del partido Mao Tse Tung dirigió la República Popular China y llevó a cabo una nueva reforma agraria para redistribuir la riqueza. La retórica política del marxismo se utilizó para justificar la violencia popular contra la clase feudal.

Se utilizaron tácticas similares en otras campañas políticas a lo largo de la era de Mao, el Movimiento Antiderechista se enmarcó como un contramovimiento contra el «individualismo de la burguesía», y la Revolución Cultural se enmarcó como un movimiento para defender la dictadura de los proletariados contra quienes quieren revivir el capitalismo.

Algunos de los disidentes políticos chinos, como Wang Dan, ven la era de Xi Jinping como una cita con la Revolución Cultural, dado el resurgimiento del culto a la personalidad en los últimos años. Sin embargo, es bastante improbable que el proyecto de Xi de fusionar el marxismo con la cultura tradicional china deje espacios para el ascenso de activistas populares en forma de Guardias Rojas.

La apropiación de la terminología confuciana para su uso político bajo el Partido Comunista chino también comenzó con Mao. Por ejemplo, utilizó el término Datong 大同 大同 o «gran armonía», que significa «práctica ética de la compasión», para reinterpretar al comunismo, etapa ideal y final de la sociedad humana.

Xi está siguiendo a Mao, utilizando la idea confuciana de Datong para justificar sus proyectos políticos como «prosperidad común» en política económica, «destino común» en política exterior, y la llamada «democracia de todo el proceso», en la que democracia solo significa «para el pueblo» y las personas son consideradas como un todo o un colectivo, y no como individuos.

Confucionismo y estatismo

Pero, al contrario de Mao, está dispuesto a adoptar el confucianismo como ideología nacional china, ya que está ansioso por consolidar el orden patriarcal.

Al mezclar el marxismo con los valores tradicionales chinos, tergiversó el término político izquierdista «lucha social» en «lucha nacional/luchar para ganar». El partido de Estado representa al pueblo y se convierte en el actor principal de esta «lucha» como se ve en las medidas drásticas contra los disidentes políticos mediante detenciones, depuración de la disidencia mediante la censura y disciplina de partido, adquisición de empresas por representantes de partido, luchas por el poder y las medidas drásticas contra los directivos corruptos con campañas anticorrupción, etc.

Incluso en movilizaciones masivas como la lucha de tres años por COVID cero, los trabajadores encargados de hacer cumplir las normas pandémicas, los llamados guardias blancos, actúan en nombre del Estado, a diferencia de los guardias rojos automovilizados de Mao. De manera similar, también los patriotas chinos en línea actúan dentro en el marco de la «lucha nacional» cuando se pelean con los críticos de China en redes sociales.

La apropiación activa del confucianismo para el proyecto de Estado de partido único comenzó en la era de Deng Xiaoping. Para justificar su reforma del mercado, Deng adoptó otro término confuciano “Xiaokang society” 小康社會, o sociedad moderadamente próspera, para defender un desarrollo por etapas hacia el ideal «Datong».

La retórica política de Deng se transmitió a Jiang Zemin y a Hu Jintao, que refrendaron el confucianismo como ideología nacional de China, y etiquetaron la idea de «sociedad armoniosa socialista» 和諧社會 para abordar los conflictos sociales derivados de la liberalización económica. Además, creó el Hanban, el cuartel general de los controvertidos Institutos Confucio, para extender el poder blando de China al extranjero. Sin embargo, Xi Jinping es quien lleva la ideología nacional a un nuevo nivel de actos políticos.

Seguridad cultural y valores anti-Occidente

Con el trasfondo de la Primavera Árabe en 2011, el Partido Comunista chino se preparó para un «sistema integral de seguridad nacional» para mitigar el riesgo de una ‘Revolución de Colores’. Xi se convirtió en el ingeniero del sistema de seguridad nacional en 2012, y considera que la seguridad cultural en forma de batallas ideológicas es su máxima prioridad.

En 2013, en un informe de alto perfil del partido, el Partido Comunista chino dijo al directivo del partido que lucharan contra los valores occidentales y censuraran siete temas, a saber, democracia, sociedad civil, valores universales, libertad de prensa, derechos civiles, independencia judicial, faltas históricas del Partido Comunista chino y la clase capitalista privilegiada en todas las instituciones, incluidos los medios afiliados al Estado y las universidades.

En los años siguientes, la búsqueda de la seguridad cultural se convirtió en una guerra cultural contra los valores occidentales, que incluye una doble censura en los sectores de internet, medios y entretenimiento, campañas anti Occidente, como las de Navidad y Acción de Gracias, contra las culturas y festivales japoneses, represión de las comunidades feministas y LGBTQ+, prohibición de «ídolos afeminados» en entretenimiento, represión de los planes de estudios de lenguas extranjeras y más.

Al mismo tiempo, el nacionalismo y el confucianismo se inyectan en los sistemas de valores de los ciudadanos mediante la persuasión, la educación y la coacción.

De ahí que, en la nueva era de Xi, veamos una avalancha de los rosados o patriotas en líneas y guerreros lobos o agresivos diplomáticos y nacionalistas chinos en las redes sociales que se pelean con las fuerzas contra China, cultivar la masculinidad entre los niños en la educación primaria, introducir procedimientos para retrasar los de divorcios, renacer rituales como una profunda reverencia a los padres en las escuelas y el hanfu como estilo de vestir políticamente correcto, etc.

Recientemente, en Wang Cong Ci, Chengdu, se celebró el Día Internacional del Hanfu, y los amantes del hanfu se reunieron y recrearon las tertulias de los literatos en la antigüedad, disfrutaron de la gran profundidad de la cultura china.

La interpretación y reinvención del confucianismo están bajo el control del partido único:

El Partido Comunista de China se introduce silenciosamente en la vida cotidiana.

Según un nuevo informe, en los centros de «civilización» se lleva a cabo una amplia campaña de propaganda que ha pasado prácticamente desapercibida fuera del país.
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El Partido Comunista chino ha construido en silencio 100 000 centros de «prácticas de civilización» que combina clases de yoga, asesoramiento sobre gastos personales y sombrillas gratuitas con conferencias sobre el pensamiento Xi Jinping.

Mi artículo sobre un fascinante hallazgo por China File.

El impacto es inmenso: se está reduciendo el espacio para las mujeres, comunidades LGBTQ+ y quienes optan por un estilo de vida liberal. El retroceso en materia de igualdad de género ha quedado patente en el nuevo gabinete de Xi, compuesto exclusivamente por hombres. Como señala Harriet Evans, profesora de política de género en China, el renacimiento de los valores confucianos ha ido acompañado de «un estímulo a las mujeres para que dediquen sus energías a tener más hijos y defender los ‘valores tradicionales'».

Choque de civilizaciones

Cabe destacar que, al convertir el confucianismo en una ideología nacional, el Partido Comunista chino, por un lado, legitima su depuración interna de la disidencia, los valores y las creencias que socavan el régimen de partido único y, por otro, replantea sus conflictos con el Occidente, en particular en los ámbitos de derechos humanos y conflicto comercial, como un choque de civilizaciones, en lugar de modelos políticos entre comunismo y capitalismo durante la Guerra Fría.

La narrativa de la civilización ayuda a generar un espacio diplomático para que China pida respeto en sus políticas nacionales, incluidas las violaciones de derechos humanos en Sinkiang y Hong Kong, y la cooperación como se reflejó en la alocución de Xi sobre la civilización ecológica en su discurso del Congreso.

Aunque el discurso sobre la civilización puede considerarse un gesto para apaciguar los conflictos entre China y Occidente, la combinación de nacionalismo y confucianismo convertirá inevitablemente a China en una sociedad más autoritaria y patriarcal que nunca.

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