Efectos de los cortes de internet en la movilización pública

A dark background with images of circuits and networks in light grey, to represent the internet. in the middle is a large red circle with a slash through it, a forbidden sign

Imagen: cortesía Ameya Nagarajan

En 2011, Naciones Unidas declaró el acceso a internet un derecho humano básico y afirmó que privar a las personas de conectividad viola los derechos humanos y el derecho internacional. El informe se emitió el mismo día en que parte del acceso a internet en Siria se cortó sin previo aviso. En su informe sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión, Frank La Rue señala “el carácter único y transformativo de internet que permite a las personas ejercer su derecho a la libertad de expresión y a otra serie de derechos humanos, además de contribuir al progreso de la sociedad en general”.

El aumento de manifestaciones en todo el mundo ha demostrado la relación intrínseca entre internet y las movilizaciones de sociedad civil en hechos relacionados con la justicia, la igualdad, responsabilidad y derechos humanos. La relación entre los derechos humanos e internet está cobrando cada vez más importancia, ya que internet se utiliza para presenciar y denunciar violaciones de derechos humanos. Esto ha causado que los estudiosos se interesen más en cómo las cuestiones tradicionales de derechos humanos afectan al mundo digital. Muchos sostienen que las nuevas tecnologías fortalecen la sociedad civil al reducir los costos de movilización, lo que facilita los movimientos de protesta y otras formas de disidencia movilizada.

Los grupos de oposición han utilizado las redes sociales para coordinar sus actividades. Por ejemplo, durante la denominada Primavera Árabe, los manifestantes utilizaron las redes sociales para compartir información sobre sus manifestaciones, aumentar la atención local y mundial sobre lo que estaba ocurriendo y difundir su causa. Los medios digitales se consideraron un aspecto clave en los movimientos de protesta, y periodistas y académicos afirmaron que «la revolución se publicaría en Twitter» en el siglo XXI.

Las protestas desempeñan un papel crucial en las sociedades democráticas al permitir el cambio social y la respuesta eficaz del gobierno. La gente protesta para expresar sus opiniones y objeciones a las deficiencias del gobierno. En los últimos tiempos, muchos movimientos de protesta dependen en gran medida de internet para ganar más adeptos. Sin embargo, a lo largo de la historia las protestas se han visto como una amenaza para los Gobiernos. Como consecuencia, los regímenes autoritarios han usado los cortes de internet como una herramienta para inmovilizar a los disidentes con el pretexto de mantener la seguridad nacional y el orden público.

Como ejemplo, el Gobierno iraní limitó recientemente el acceso a internet y privó a millones de personas del derecho a participar en el debate político luego del asesinato de Mahsa Amini a manos de la Policía de la Moral. Esta situación ha bloqueado el acceso de los iraníes a internet y a redes sociales, lo que ha dificultado el trabajo de los activistas al coordinar sus actividades y transmitir información al resto del mundo. En consecuencia, se han violado sus derechos civiles al limitar su libertad de reunirse y compartir información, de este modo el gobierno tiene más control para silenciar a sus críticos y moldear el flujo de información a su favor.

No se puede negar que las tecnologías digitales han sido de gran beneficio para los grupos opositores en sus esfuerzos por resistir y movilizarse, sin embargo, también es cierto que estas mismas tecnologías se han convertido en herramientas de regímenes represivos para suprimir protestas y silenciar a disidentes. Para evitar que los grupos de oposición se organicen y se movilicen, las represiones suelen ser la principal línea de defensa de los gobiernos autoritarios. Por otra parte, la llegada de nuevas tecnologías ha tenido un impacto significativo en la forma en que los activistas interactúan con dichos regímenes. Mientras que los disidentes aprovechan el poder del ámbito digital para coordinar la resistencia y apoyar su causa, los gobiernos no democráticos utilizan tecnologías de vanguardia, como algoritmos de inteligencia artificial, para inundar las redes con desinformación e identificar a instigadores.

Los gobiernos han desarrollado tácticas para desalentar la organización política. De igual forma, el internet también ha facilitado que los regímenes autoritarios aumenten su poder por diversos medios. Por ejemplo, pueden pedir a las empresas que prestan servicios de internet que reduzcan la velocidad de la red o que sólo afecten a las conexiones de internet móvil con la excusa de proteger al público de discursos dañinos e información falsa. Estos gobiernos también han utilizado tecnología de reconocimiento de voz para vigilar las redes móviles, han rastreado a personas mediante GPS, han vigilado correos electrónicos y mensajes de texto para controlar a grupos políticos y han utilizado malware para vigilar en secreto computadores portátiles y teléfonos móviles.

Los gobiernos que restringen el acceso a internet obstaculizan la capacidad de quienes se oponen a regímenes autoritarios para coordinar y desarrollar sus actividades. Asimismo, el gobierno puede utilizar la vigilancia digital para seguir la pista de los líderes de estos movimientos de protesta, lo que permite reprimirlos de manera más selectiva. Además, la vigilancia de actores clave puede ayudar a los gobiernos a identificar redes de grupos opositores y sus métodos de operación, lo que provoca un efecto desalentador en los movimientos de protesta y disuade a la gente de ejercer su derecho a la libertad de expresión. Por ello, los manifestantes dudan a la hora de implicarse en temas de interés público, por temor a las represalias de las autoridades. Así pues, el uso de estas tecnologías por parte de los regímenes impide que la población ejerza su derecho a protestar y a expresar ideas y opiniones divergentes, ya que esto puede obstaculizar el abuso de poder.

Asimismo, los grupos marginados que viven en regímenes represivos suelen carecer de acceso a internet. Sin embargo, cuando tienen acceso, es mucho más probable que los vigilen, los acosen y los censuren. Esto se debe a que los cortes de internet se utilizan para impedir que estos grupos participen en importantes debates públicos y documenten sus preocupaciones.  Por otro lado, las personas que viven en zonas más privilegiadas con acceso a Internet sin restricciones tienen menos probabilidades de estar descontentos políticamente o interesados en movilizarse. Esto significa que las mismas personas que necesitan alzarse contra sus gobiernos opresores son las que menos acceso tienen a un internet sin censura.

Para terminar, los cortes de internet no son una novedad para los regímenes autoritarios. Es más, existe una tendencia considerable a que los regímenes autoritarios limiten el acceso a internet en diferentes niveles. Para limitar el acceso a la información, los gobiernos establecen medidas legales restrictivas que obligan a los proveedores de internet a eliminar contenido digital o información disidente. A su vez, estas medidas crean un ambiente de autocensura, ya que la gente teme ser perseguida y sufrir represalias. El objetivo de limitar el acceso a Internet es reprimir a la población, restringir la transparencia y desalentar la movilización política, sobre todo en contextos de concentraciones políticas, elecciones y concentraciones públicas. Por desgracia, los cortes de internet se han convertido en una táctica habitual de los gobiernos autoritarios. Aunque los manifestantes descubren nuevas formas para resistirse a los regímenes autoritarios, los cortes cada vez mayores amenazan el futuro de las protestas y de las sociedades libres de censura.

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