Cómo la brillante biodiversidad de Belice está estrechamente relacionada con el carbono azul

Pez escapa nadando entre la barrera de coral de Belice. Foto de David Petit en Flickr (CC BY-SA 2.0).

Este artículo es de Carolee Chanona, y se publicó originalmente en Cari-Bois Environmental News Network. Se reproduce una versión editada en Global Voices como parte de un acuerdo para compartir contenido. 

La ciencia nos indica que los sumideros de carbono determinan la calidad de nuestra vida; a pesar de eso, es posible que el beliceño promedio no sepa identificarlos. Esto tendrá que cambiar si los beliceños quieren seguir contando una historia victoriosa acerca de la barrera de coral de su país.

Aprovechar el carbono azul, atrapado en los océanos, los humedales costeros y las praderas marinas y sus sedimentos, que superan a los bosques del planeta en cuanto al nivel de secuestro, requerirá ambiciosas políticas de conservación para mantener y restaurar los ecosistemas costeros y marinos a fin de mitigar los efectos devastadores de la crisis climática. Sin embargo, para que esas políticas se hagan realidad, los beliceños deberán liderar el cambio.

Necesidad de grandes ambiciones

De los países continentales de la Comunidad del Caribe (CARICOM), Belice se encuentra en la zona de mayor diversidad biológica de Mesoamérica. Para proteger esa enorme biodiversidad, un país como Belice necesita tener grandes ambiciones; en especial, cuando se trata de hacer frente a gigantes como los efectos desproporcionados de las deudas ambientales de un clima en constante cambio. Hubo avances innovadores. Las estrategias para conservar su brillante biodiversidad terrestre y acuática no son una novedad para ellos, que fueron los primeros de América Central en designar un área marina protegida (AMP) cuando convirtieron el cayo Half Moon en monumento natural en 1982, la primera zona protegida de Belice.

Dotado con tres de los cuatro atolones del hemisferio occidental y con el segundo mayor arrecife de coral del mundo, no es extraño que el propio Charles Darwin haya descrito la barrera de coral beliceña como “el arrecife más increíble de las Indias Occidentales” hace más de 180 años. Además de la belleza inherente de la red de reservas del arrecife de barrera de Belice (BBRRS, por su nombre en inglés), los arrecifes de coral son importantes para los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID) y los estados costeros como Belice. Más de 400 islas de corales y manglares salpican las 240 millas de costa del país, algunas habitadas, otras no. Casi la mitad de su población vive en comunidades costeras, que dependen de los ecosistemas marinos para generar ingresos, alimentarse y protegerse de las inundaciones. El turismo representa cerca del 45 % de la economía de Belice, y se estima que un cuarto de este depende exclusivamente de los arrecifes de coral.

Por eso, en diciembre de 2017, Belice se convirtió en el primer país que rechazó la exploración de petróleo en alta mar, luego de años de oposición con una suspensión indefinida sin precedentes. Los bonos azules de Belice también representan la mayor restructuración de deuda del mundo hasta la fecha para la conservación marina, con una conversión de deuda de 364 millones de dólares que redujo la deuda del país en un 12 % de PBI, con financiación sostenible a largo plazo destinada a la conservación. A cambio, Belice se comprometió a proteger al menos el 30 % de su territorio marino para 2026, una mejora frente a su actual 15.9 %. Firmó este intercambio con The Nature Conservancy (TNC) en noviembre de 2021, con un fondo de dotación de 23.5 millones de dólares disponible a partir de 2040 para financiar la conservación.

El peso de la administración

A pesar de que una parte de la barrera de coral beliceña fue declarada sitio del Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1996, con siete zonas marinas protegidas que conforman la red de reservas, una sección estuvo incluida en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro durante casi diez años. Esto se debió a las amenazas de daños irreversibles causados por el desarrollo costero con impacto negativo y la explotación de petróleo en alta mar, además de la falta de un marco regulatorio sólido. En junio de 2018, cuando el Gobierno beliceño aprobó regulaciones fundamentales para proteger los manglares del país y se comprometió a legislar la suspensión voluntaria vigente sobre la venta de tierras públicas dentro del sitio del Patrimonio Mundial, la BBRRS fue retirada de la lista.

El 17 de noviembre de 2022, luego de que el Gobierno confirmó sus intenciones de realizar estudios sísmicos, Oceana Belice, uno de los miembros fundadores de la Coalición para Salvar Nuestro Patrimonio Natural, el primero en presionar para lograr la prohibición, comenzó a juntar firmas para solicitar un referéndum nacional para decidir si la suspensión de la exploración de petróleo en alta mar debía levantarse. A pesar de los avances de Belice, esta situación enfatizó la visión de que una decisión podría impactar en el futuro colectivo del país y de que el poder popular suele ser la única manera de hacer responsables a los legisladores.

Las lecciones del pasado

En 2020, antes de los bonos azules de TNC, la deuda pública beliceña había llegado a ser de 1500 millones de dólares. Hay mucho en juego, y el costo es la forma de vida de los beliceños.

Básicamente, la situación se reduce a hacer cumplir las leyes ambientales, expandir las áreas protegidas y el alcance de su (co)administración y conseguir fondos “verdes” para poder lograrlo. Sin embargo, hay que apurarse ya que el país se ve amenazado por el aumento del nivel del mar. Debilitado por la urbanización y las actividades económicas de las zonas costeras, todo, excepto las políticas climáticas, pone en riesgo a la protección de la costa, los alimentos, la recreación y el secuestro de carbono de Belice y, más aún, amenaza la resiliencia, la capacidad de adaptación y la biodiversidad de la barrera de coral de Belice.

En abril de 2020, el Boletín de Comercio Exterior del Instituto de Estadística de Belice (SIB, por su nombre en inglés) señaló que ese mes el país había ganado más de 40 millones de dólares en exportaciones de productos y servicios relacionados con la naturaleza, entre los cuales los productos marinos representan 1,2 millones de dólares.

Lo que está en juego

Las praderas marinas y los manglares suelen ser los primeros ecosistemas en desaparecer por el bien del desarrollo, pero si no se prioriza el ambiente no habrá más desarrollo. Como densas redes de raíces superficiales, los manglares forman una fuerte pero permeable barrera para las olas y corrientes y, de esta manera, cubren las costas para protegerlas de la erosión y el cambio climático. Los manglares almacenan de tres a cinco veces más carbono por acre que otros bosques tropicales. Se estima que la mitad de los manglares del mundo se perdieron durante los últimos 50 años; sin embargo, según la doctora Leandra Cho-Ricketts, ecóloga marina beliceña y cofundadora del Instituto de Investigación Ambiental de la Universidad de Belice (UB-ERI, por su nombre en inglés), el país todavía conserva gran proporción de la cubierta de sus manglares si se lo compara con sus vecinos de la región.

Parte de la investigación de la doctora Cho-Ricketts dentro del programa de resiliencia costera consiste en cuantificar el valor en carbono de los manglares de Belice: “Como firmante del Acuerdo de París, Belice puede incluir la protección de manglares en su contribución determinada a nivel nacional (CDN)”.

Pero, a metros de las algas, esponjas y anémonas de mar que envuelven las raíces de los manglares, hay otra historia.

En enero de 2022, se publicó un estudio que registró más de 20 años de cambio en las comunidades bentónicas de la barrera de coral y el deterioro es severo: la cubierta de corales de la barrera se redujo de un 13 % a un 2 %. Las enfermedades, las tormentas, el calentamiento de los océanos y la contaminación han causado la mortalidad masiva de los corales que forman las barreras en todo el Caribe durante las últimos 40 años, lo que hace que sea fundamental invertir en una mitigación integral y agresiva.

Fragments of Hope, modelo de conservación con participación de la comunidad y sin fines de lucro, trasplantó fragmentos de la familia de corales Acropora del Caribe luego del paso del huracán Iris en 2001 y supo perseverar con su proyecto pionero de trasplante de corales. Actualmente, el Parque Nacional Laughing Bird Caye, una de las siete áreas protegidas dentro de las declaradas sitio del Patrimonio Mundial por la UNESCO de la BBRRS en Belice, tiene un 60 % de cobertura de corales, una mayor cobertura que antes del paso de Iris y continúa creciendo. “A más corales, más peces”, dice Lisa Carne, fundadora y científica principal de Fragments of Hope. “Y es maravillosa la gran diferencia que puedes hacer […] ahora tenemos guías turísticos que pueden mostrar a los visitantes un ecosistema de arrecifes coralinos y no escombros”.

Belice quizá esté listo para mostrarle al mundo que hay esperanza.

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