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Tras dos largos años, el carnaval volvió a Trinidad y Tobago

Categorías: Caribe, Trinidad y Tobago, Arte y cultura, Medios ciudadanos, Música, COVID-19, The Bridge, Carnaval en Trinidad y Tobago
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Participante se divierte el martes de carnaval, 17 de febrero de 2015. Fotografía [1] de Eduardo Skinner en Flickr (CC BY-NC 2.0 [2]).

Por la doctora Gabrielle Hosein

Este artículo se publicó originalmente [3] en Trinidad and Tobago Newsday. A continuación se publica una versión actualizada con autorización.

Mientras las voces de Freetown Collective y Mical Teja resuenan [4] desde las colinas y reverberan por todo Trinidad y Tobago, difícilmente hay mejores palabras para describir el momento.

Después de dos años sin carnaval [5], hay una fluorescencia de alegría y creatividad como cuando el amanecer atraviesa una larga y antinatural oscuridad, y divide todo un horizonte con un resplandor que despierta. Parafraseando la sabiduría popular [6], el llanto puede durar toda la noche, pero la alegría llega el jouvay por la mañana [7].

Somos una población que experimentó el confinamiento más prolongado de la región, y todos conocemos a alguien sacudido [8] por el aislamiento, la desesperación, el dolor y la pérdida que provocó el COVID-19. Hoy somos sobrevivientes.

Hoy somos sobrevivientes, dejamos [9] que nuestros queridos muertos se levanten de donde nuestros cuerpos los han tenido cerca, porque eran milagros formados de tierra que podían guiar como las estrellas.

Vagando ahora por nuestro cielo terrenal, sin duda recelosos de espectros de la talla de Picton [10], Chacón [11] y Abercromby [12], hay antepasados que estarán mirando y escuchando, juzgando e instando mientras arrojamos nuestras cargas mortales por las calles de ciudades, pueblos y aldeas. Ellos también son vibraciones fantasmales, a las que el viento, el calor resplandeciente y el polvo del Sáhara han dado forma [13] entre nosotros.

Blaxx [14], Mighty Shadow [15], Black Stalin [16], Brother Resistance [17], Anil Bheem [18], Singing Francine [19], Singing Sandra [20], Bomber [21], y Explainer [22]. El profesor Gordon Rohlehr [23], que hizo de la música calipso su compañera de por vida. Benditos sean todos.

Lionel Jagessar Senior [24], cuyo espíritu contemplará por primera vez su legado traído a la ciudad. Al ver que sus dibujos finales cobran vida, asiente con aprobación paternal. Ameen. Amén. Om Shanti. Bendícenos, a todos.

Los sobrevivientes, que emergemos al otro lado del portal de la pandemia con todas nuestras disputas, imperfecciones, dudas y ansias humeantes como escombros aún ardiendo, estamos lo bastante cerca del lunes y martes de carnaval como para sentir su atracción gravitatoria. Es una atracción hacia el placer por sí mismo y para ocupar una versión breve y espectacular de nosotros mismos.

Gente honesta que trabaja duro tratando de encontrar sentido en un mundo enloquecido, canta Freetown. A veces, los asignados al trabajo rascan el privilegio de ascender a través de algo, lo que sea, para sentirse bien. Para ellos, con toda su belleza humana y disfrazada [13], con todo lo que ofrece para escapar de los titulares matutinos, las matanzas y las tribulaciones del costo de la vida, el carnaval ha vuelto.

En fiestas, patios de tambor metálico y conciertos, la gente se reúne cantando por cientos y miles. Corazones y brazos abiertos, y devolviendo a los intérpretes sus propias letras sobre el escenario. Una multitud de desconocidos, de todos los credos y razas, pero que comparten un amor que les hace elevar sus voces al aire. Sin duda, esa vibración pura y esa magia pura es también la forma en que alabamos.

La música levanta [25] a la gente e inunda [26] los cuerpos de todo tipo con una energía y una liberación lo bastante viscerales como para sentirlas. Está eliminando el dolor de la gente, después de tanto en los últimos años. Es también una fuerza unificadora que echábamos de menos. Nos recuerda por qué la forma en que votamos no nos ha dividido más. Es por cómo festejamos.

No a todo el mundo tiene que encantarle el carnaval en nuestra sociedad multiétnica y multirreligiosa. Tampoco todo el mundo tiene que entender [27] por qué y cómo importa [28] a algunos, por qué y cómo puede ser arte [29], por qué y cómo puede sentirse [30] como libertad, o por qué y cuándo importa [7].

No todos veneramos de la misma manera. No todos sanamos igual. No todos mostramos amor de la misma manera, ya sea a nosotros mismos o a los demás. Hay quienes, juzgándolo, solo ven [31] lo «inmoral, lascivo u ofensivo» en el carnaval, a menudo desde lejos, pero el carnaval es un espíritu que se escapa y que llega [32] en sus propios términos, una y otra vez. Así, sin disculpas ni miedo.

Aquí, en el hogar que atravesamos [33] con tanto miedo, la atmósfera de la vida cotidiana como aloe amargo, donde nos sentimos tan defraudados y tan dados por sentados, el carnaval ha llegado para llenar algo de lo que la gente necesita.

En nuestra imperfecta república, las desigualdades, las exclusiones, la mala gestión, las mentiras y la pobreza de la imaginación permanecen, como cuerdas que separan. El Miércoles de Ceniza nos devolverá al humo y los espejos en las sesiones informativas de los medios, y al dinero malgastado por millones, que nunca se distribuirá como es debido. Esta muerte de la alegría, este asesinato de la unión, este ataque a nuestro futuro es más inmoral que los obstáculos en la carretera y más escandaloso que una mujer libre.

El lunes por la mañana me encontrarán haciendo de San Pedro, esperando a las puertas del cielo. Todos los que deben ser enviados a arder en las llamas del infierno. El carnaval ha llegado de nuevo. Santimanitay [34].

Gabrielle Hosein [35] es profesora titular del Instituto de Estudios de Género y Desarrollo [36] (IGDS) de la Universidad de las Indias Occidentales, en el campus de San Agustín (Trinidad).