Reflexiones de los iraníes en el extranjero: Furia contra los «grupos de presión»

Obra de Arif Qazi, utilizada con autorización.

Irán ha vivido meses de protestas que han suscitado diversas emociones entre los iraníes, dentro y fuera del país: dolor, alegría, solidaridad y, en muchos casos, rabia. Aunque la teocracia gobernante es el blanco principal de la ira y la indignación, muchos también han dirigido sus emociones hacia el Consejo Nacional Iraní Estadounidense (NIAC), también conocido como el «grupo de presión de Irán».

Al hablar del llamado «grupo de presión de Irán», es importante definir primero el término. No debe considerarse un grupo de presión oficial o brazo de la República Islámica, se refiere más bien a quienes promueven políticas que normalizan, defienden o apoyan a la República Islámica. Este apoyo puede ser directo o indirecto, a menudo con un importante componente económico. El término no implica necesariamente que la persona trabaje directamente en nombre del régimen de Teherán, sino que se refiere a alguien que puede tener un interés directo o indirecto en mantener el gobierno actual.

Sin embargo, es importante señalar que no hay consenso sobre el significado exacto del término, y existe un debate y un desacuerdo constantes sobre quién puede considerarse parte del «grupo de presión de Irán». Algunos críticos sostienen que el término se ha utilizado injustamente y que puede utilizarse para reprimir el debate político legítimo y la disidencia. No obstante, la definición que se da es una caracterización comúnmente utilizada del «grupo de presión de Irán».

Sanciones o negociaciones con Irán

En este contexto, el debate sobre la política iraní se ha producido en gran medida entre quienes creen que la política correcta de la comunidad internacional hacia la República Islámica debería consistir en sanciones y aislamiento frente a quienes creen que las negociaciones y los acuerdos con el régimen conducirían a reformas y a la democratización. Estas posturas se han alineado en líneas generales con la división entre los iraníes de dentro que creen que la República Islámica es reformable y quienes sostienen que una revolución o un cambio de régimen es la única vía viable hacia la democratización.

Un campo de batalla clave en este debate ha sido el trato de Occidente a Irán, tanto en el contexto de las negociaciones nucleares como en las relaciones generales de diplomacia, comercio e inversión en el país.

En la actualidad, mientras Irán sigue deteniendo y ejecutando a manifestantes dentro del país, muchos piden ahora un boicot diplomático al régimen, la designación de la guardia revolucionaria como entidad terrorista y el rechazo del acuerdo nuclear o de cualquier forma de alivio económico para el régimen. Esta postura ha recabado un apoyo significativo de muchos iraníes que, ante la represión constante, ya no creen que el régimen sea reformable. La muerte y la violencia causadas por el régimen, junto con todo lo demás, han alimentado la rabia contra quienes han impulsado durante mucho tiempo la creencia de que la reforma era posible y de que el régimen iraní «no era tan malo» como parece.

Ideas falsas sobre los grupos de presión de Irán

Esta línea argumental ha tenido y sigue teniendo muchos defensores, la mayoría de los cuales ofrecen un análisis que culpa de lo que está ocurriendo en Irán a Occidente. Sus argumentos favoritos incluyen la afirmación de que Irán no es tan malo como Arabia Saudita, que las sanciones occidentales son las culpables de la miseria de la gente y que Irán es un actor incomprendido dispuesto a hacer las paces si los Trump del mundo no existieran.

Algunos de estos argumentos en particular han envejecido terriblemente desde que comenzó el movimiento de protesta a finales de 2022. Son bastante cómicos de leer en retrospectiva, y muchos de sus autores están ahora atrapados en el aprieto de renegar de la última década de su trabajo, y correr para ponerse al día con las masas revolucionarias.

Estos argumentos no reconocen algunos hechos básicos sobre Irán. El país es una autocracia teocrática gobernada por una élite despiadada que mantiene un férreo control del poder y la fuerza. El régimen está desesperado por conseguir el alivio de las sanciones y la estabilidad financiera ante el aislamiento internacional, ya que los necesita para sobrevivir. Una de las afirmaciones constantes de los grupos de presión de Irán es que las sanciones y el aislamiento enriquecen de algún modo al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) o benefician al líder supremo, el ayatolá Ali Jamanei, pero este argumento sería risible si no estuviera empapado de sangre y codicia.

Cualquier concesión económica que se haga a Irán beneficiará ante todo al régimen, t le permitirá seguir operando su maquinaria opresiva. El imperio empresarial de 95 000 millones de dólares de Jamanei se beneficiará enormemente del alivio de las sanciones. La IRGC no es sólo una fuerza militar utilizada para reprimir protestas y sembrar el terror; también controla más de la mitad de la economía de Irán, según algunas estimaciones.

Los grupos de presión de Irán han sido objeto de críticas por promover una agenda que pretende mantener las relaciones económicas con Irán y, al mismo tiempo, prolongar la vida de la República Islámica. El examen de las publicaciones y acciones de personas asociados a los grupos de presión de Irán revela que sus esfuerzos se centran en lograr estos objetivos a cualquier precio. Mientras persistan las tensiones entre Estados Unidos e Irán, es probable que continúe el debate sobre el papel de los grupos de presión de Irán.

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