«Nuestra participación en el sindicalismo hoy es clave» sostiene una investigadora argentina

Ilustración de Global Voices de una foto de dos mujeres huelguistas en la línea de piquete durante el «Levantamiento de los 20.000″, huelga de trabajadoras de la confección, Nueva York. Foto en dominio público.

Hoy en día pocas personas saben que las luchas feministas modernas nacieron en la lucha obrera de mujeres en situación de pobreza, trabajando por ejemplo en fábricas de textil. Sin embargo, aún faltan mujeres involucradas en la lucha sindical en Argentina, algo que la historiadora experta en género Alexia Massholder quiere cambiar. 

En el ámbito sindical de Argentina, solo el 18% de las mujeres ocupan cargos de liderazgo, y la gran mayoría se desempeña en áreas relacionadas con la igualdad de género, la cultura o los servicios sociales. Solo una mujer ha sido la co-líder de la Confederación General del Trabajo (CGT), el más grande sindicato de ese país.

Las raíces del Día Internacional de la Mujer provienen de dos vertientes diferentes que se ensamblan en una misma fecha. En 1909 sindicatos liderados por mujeres armaron la primera huelga masiva de trabajadoras durante 11 semanas; dos años años después se produjo un incendio fatal en una fábrica de textil en Nueva York,  cuyas víctimas fueron mujeres jóvenes inmigrantes, lo que echó leña al fuego a las demandas laborales. La otra vertiente es la protagonizada por mujeres trabajadoras rusas, que en el marco de la Primera Guerra Mundial se movilizaron bajo el lema “Pan y Paz”, enfrentando al entonces Zar de Rusia.

En cualquiera de sus versiones, marzo es un mes que remite a la mujer trabajadora, y posee un fuerte contenido político, aunque la cultura económica dominante – con regalos, promociones y descuentos – se esfuerce permanentemente por alejar el 8 de marzo de sus verdaderos orígenes. 

Por este origen vinculado el mundo del trabajo y para entender el momento actual en lo laboral en Argentina, entrevistamos a Alexia Massholder, que trabaja como investigadora en el CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), el principal organismo del Estado encargado de fomentar la ciencia y la tecnología en Argentina. También es la Secretaría de Género y representante del sindicato Asociación Trabajadores del Estado (ATE) del mismo organismo.

Ella opina que estamos en un punto de inflexión en el feminismo argentino y piensa que más mujeres deberían liderar sindicatos, porque es la manera según ella de desmantelar la “doble opresión” del capitalismo económico y el patriarcado. Editamos la entrevista para que tenga mayor claridad.

Patricia Larrús: Vos hablas de un momento bisagra en el feminismo que se da hoy. ¿Qué es lo que hace a este momento tan especial?

Foto de Alexia Massholder, usada con su permiso.

Alexia Massholder: Si bien el feminismo no es algo nuevo, y viene abriéndose paso desde la osadía de pioneras como Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft y Flora Tristán, con importantísimos aportes teóricos y prácticos de mujeres como Clara Zetkin, Aleksandra Kolontái o Inessa Armand, las dimensiones como movimiento político son mucho más recientes. Las bases de una transformación profunda respecto al rol de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad se están sentando en este momento sin dudas.

El crecimiento cuantitativo y cualitativo del feminismo como respuesta a la opresión de la mujer plantea una complejización respecto a las miradas sobre diferentes temas. Por un lado, nuevas preguntas y desafíos sobre la manera de hacer política, y también mayores articulaciones en las luchas contra la opresión de clase, raza, colonial, etc.

Por el otro, indudablemente, más allá de los desafíos nuevos y las complejidades internas, ya no hay manera de ocultar la cuestión de género en casi ningún ámbito, aunque nosotras mismas tengamos formas de pensar y actuar que no terminan de romper con «ideas» sobre la mujer, o formas de organización o de familia, que vienen siendo hegemónicas desde hace tantos años. Pero estamos en eso. Seguramente futuras generaciones lo resolverán más fácilmente. Tenemos esa responsabilidad por todas las que ya no están.

PL: ¿Cuál es tu visión sobre la articulación género/clase? 

AM: El feminismo como movimiento político se planta contra las relaciones desiguales y jerárquicas, y el sometimiento de identidades sexogenéricas [ed: identidades «sexuales» por la condición biológica y «de género» según el género con el que cada persona se identifica]. La profunda imbricación entre capitalismo y patriarcado ha configurado una división sexual del trabajo, roles específicos para la mujer y formas de opresión históricamente construidas.

Por supuesto que el feminismo avanza y se consolida por la ampliación de derechos, a partir de nuevas subjetividades. Pero al analizar la relación entre el patriarcado y el capitalismo se observa que la mujer es sometida por estos dos sistemas tanto en los espacios laborales remunerados (si es que las mujeres los alcanzamos) como en el espacio doméstico en donde las tareas de cuidado y reproducción de la mano de obra, son tareas no remuneradas. Se ocultan tras los discursos del amor maternal, el sostenimiento amoroso del marido, etc. Y la realidad es que esas tareas no remuneradas nos colocan a las mujeres en una posición completamente diferente a la de los hombres frente a nuestros trabajos. Y por eso es importante repensar nuestros espacios laborales y nuestra participación sindical también.

PL: El camino que la mujer viene abriéndose en el sindicalismo no es nuevo, se remonta a los orígenes de la lucha del feminismo. Pero ese lugar ha sido ocupado por la presencia masculina. Hoy la presencia femenina está disminuida y se enfrenta a nuevos desafíos. Como representante de la Asociación Trabajadores del Estado en el CONICET, ¿cómo ves hoy la tarea?

Foto de la marcha para los derechos de la mujer, el 8 de marzo 2023, en Buenos Aires, por Maria Paz Ismael PH. Usada con su permiso.

AM: Si bien la mujer siempre tuvo un rol fundamental en el mundo del trabajo, su representación política y sindical es más reciente. Si repasamos la historia del sindicalismo se verá que, como en todos los espacios que representan un poco de poder, la mujer ha estado prácticamente ausente. Y eso ha delineado un sindicalismo con reivindicaciones que no contemplan las particularidades del trabajo femenino en su mayoría. La ausencia de mujeres en paneles, programas curriculares, cargos, etc., se nota a simple vista.

PL: Para finalizar, ¿qué reivindicaciones quedan pendientes hoy en el campo laboral en Argentina? ¿Qué camino queda por recorrer?

AM: Es con el impulso y el empuje del movimiento feminista como movimiento revolucionario, transformador, en articulación con organizaciones sociales, políticas y sindicales, que se podrá lograr que las reivindicaciones por las que luchamos dejen de ser consignas y se transformen en leyes, regulaciones y convenios colectivos de trabajo, como lograr que se reconozcan las tareas de cuidado como un trabajo efectivo, erradicar la desigualdad imperante en el mundo del trabajo, ocupar los lugares que nos corresponden en la conducción y la decisión política tanto en nuestros trabajos como en los espacios sindicales.

No sólo como mujeres, sino también como lesbianas, trans y todas las identidades en la mayoría de los casos aún más perjudicadas en materia de derechos, dado la mirada hegemónica absolutamente binaria y heterosexual que impera en la política, el sindicalismo, la ciencia y los espacios de poder todos.

Si hoy podemos decir «El sindicalismo es con nosotras» ha sido por la fortaleza que el feminismo ha construido. Nuestra participación en el sindicalismo hoy es clave para poner una limitación a la doble opresión que mencionábamos antes, ya que nos permiten avanzar en nuestros trabajos, mejorar nuestras condiciones, nuestros derechos, como mujeres, lesbianas, no binaries, trans, madres, compañeras, como todo lo que decidamos ser. 

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