Túnez está en estado de emergencia permanente

Avenida Habib Bourguiba, torre de reloj en la plaza central de la ciudad de Túnez, 26 de diciembre, 2022. Fotografía de Saoussen Ben Cheikh. Utilizada con autorización.

Túnez ha vuelto a extender su estado de emergencia nacional, esta vez hasta finales de 2023. El país, reconocido por su turismo, se ha mantenido en un estado casi constante de emergencia desde la revolución tunecina de 2011. Lamentablemente, parece que la excepción se está volviendo permanente, sobre todo por los esfuerzos recientes del presidente Kaïs Saïed de desmantelar los controles y equilibrios democráticos del país.

Bloqueo político

Actualmente, Túnez, la cuna del movimiento Primavera Árabe, está en una crisis política caracterizada por el constante cambio de gobiernos, con diez administraciones en solo doce años. Y el deterioro de la situación económica ha agravado la crisis política; la alta inflación, el alza de desempleo, la gran desigualdad regional y el amplio nivel de corrupción son algunos de los desafíos que enfrenta el país norafricano. Cada uno de estos problemas perjudica aún más la vida diaria de los tunecinos, que ahora tienen que lidiar con las alzas de los precios, una creciente inseguridad y escasez de productos esenciales como café, leche, pan y muchos otros más. Debido a que no tienen un panorama seguro del futuro, muchos tunecinos han decidido seguir sus instintos y dejar el país, lo que ha causado una fuga de cerebros. Esta caída vertiginosa empujado cada vez a más personas a cruzar ilegalmente las fronteras de Europa. Kaes, camarero de Túnez, la capital del país, le contó amargamente a Global Voices:

Tunisia is like a sinking boat. As it is collectively capsizing, people are looking for individual solutions to secure their future. They are trying to run away so they don’t sink with the boat.

Túnez es como un barco a punto de hundirse. Mientras zozobra colectivamente, la gente busca soluciones individuales para asegurar su futuro. Tratan de escapar para evitar hundirse con el barco.

La migración ilegal y la búsqueda de vías legales de acceso hacia costas más prósperas se han convertido en algo habitual, lo que afecta a personas de todos las procedencias y edades.

Presidente Saïed, salva al país de un «peligro inminente»

En las elecciones de 2019, los tunecinos votaron por el presidente Kaïs Saïed con grandes esperanzas. Se presentó como un candidato de virtudes, por encima de las pugnas de los partidos políticos, y aún más importante, por encima del partido islámico de Ennahda, que ya había agotado la paciencia de los tunecinos. Prometió luchar contra la corrupción y redistribuir las riquezas y el poder a los pobres. En 2021, mientras seguía cerca de la cúspide de su popularidad, en medio de la pandemia de COVID-19 y disturbios políticos, declaró que el país se encontraba al borde de un «peligro inminente«.

Se otorgó poder constitucional total y disolvió el Gobierno y el Parlamento. Aunque muchos opositores y analistas lo consideraron un «golpe de estado«, muchos tunecinos se sintieron aliviados por su decisión y lo consideraron como una acción necesaria para restaurar el orden en un país que con una larga historia de hombres fuertes en el poder. Khadija, funcionaria civil retirada, contó a Global Voices:

We reached a stalemate with a parliamentary democracy. The country had become ungovernable, with a parliament resembling a circus in which fights and even assaults were commonplace. Granting full power to Kaïs Saïed is not ideal, but for the time being, it is what we need. The disappointment is that we haven't seen anything improve since, in fact, things are falling apart more every day.

La democracia parlamentaria nos dejó en punto muerto. Era imposible dirigir un país con un Parlamento que se había convertido en un circo, donde incluso las agresiones se hicieron frecuentes. Darle poder absoluto a Kaïs Saïed no es lo ideal, pero por ahora, eso es lo que necesitamos. Lamentablemente, la razón detrás de la decepción que siente el país es la falta de progreso, es más, las cosas empeoran con cada día que pasa.

Estado de emergencia permanente

Cronología del estado de emergencia de Túnez. Gráfico creado por Saoussen Ben Cheikh

Las autoridades declararon estado de emergencia al inicio de la revolución tunecina de enero de 2011. A pesar de que un estado de emergencia suele ser una medida provisional y excepcional que se aplica para solucionar situaciones excepcionales que amenazan la existencia de una nación —sea un desastre natural, disturbios civiles, guerra, una pandemia o situaciones que no se pueden combatir a través de medios convencionales— se ha convertido en un aspecto permanente del sistema de gobierno de Túnez. Esta práctica le ha dado un poder abrumador al ejecutivo, que ha transformado el estado de emergencia en una herramienta de gobierno perpetuo.

En su estado actual, el proyecto de ley tiene un alcance increíblemente amplio. Con el estado de emergencia, las libertades individuales, como el derecho de reunión, de expresión o de circulación, pueden suspenderse a discreción del ejecutivo, sin autorización judicial previa. No existe un límite para cuántas veces se puede declarar o renovar un estado de emergencia, y tampoco existe un tiempo establecido de duración. El estado de emergencia se ha extendido 51 veces desde 2011, cifra impactante, y cada extensión dura entre dos a tres meses aproximadamente. Sin embargo, en 2021, Kaïs Saïed extendió el estado de emergencia a un periodo nunca antes visto, once meses consecutivos, desde el 31 de enero al 31 de diciembre de 2023, el periodo más extenso hasta ahora. El poder de implementar o renovar el estado emergencia le corresponde exclusivamente al presidente, sin necesidad del voto de aprobación del Parlamento ni el escrutinio del Tribunal Constitucional, que todavía no se instaura en el país.

Desde que se declaró en 2011, el estado de emergencia ha dado a las fuerzas de seguridad el poder de restringir los movimientos de las personas e imponer arrestos domiciliarios, muchas veces mediante uso excesivo e injustificado de la fuerza. El Estado comenzó a arremeter contra un amplio espectro de ciudadanos bajo la excusa de que lo hacía por «mantener la paz», en especial contra las figuras políticas, activistas, abogados, periodistas, empresarios y cualquiera que alzara su voz en rechazo.

Las tácticas de las autoridades tunecinas causaron una ola de críticas dentro del marco nacional e internacional. Uno de los partidos opositores, el Sindicato del Pueblo Republicano, expresó su opinión sobre el asunto:

We don’t see any reason for the continuation of the state of emergency. It is meant for an imminent danger. It can’t even be used for terrorism as it exists also elsewhere and other countries haven’t used it to confiscate people’s freedom… The state of emergency has only been extended to give free hands to the interior minister to settle political scores without accountability or oversight.

No consideramos que haya razón suficiente para continuar el estado de emergencia. Es un mecanismo contra peligros inminentes. Ni siquiera el terrorismo sirve como excusa para utilizarlo porque, aunque existe en otras partes, el resto de los países no lo utiliza para privar de libertad a la gente… Solo extienden el estado de emergencia para darle la oportunidad al ministro del Interior de arreglar sus cuentas políticas sin supervisión y sin tener que enfrentarse a las consecuencias.

Un informe de Naciones Unidas insta a las autoridades tunecinas a «tomar acciones inmediatas para terminar con la práctica abusiva e ilegal bajo la ley internacional de extender sistemáticamente los poderes excepcionales que se le conceden a las fuerzas del orden bajo el estado de emergencia, proceso que de facto normaliza lo que debería ser un régimen legal de excepción».

En medio del cansancio económico y político, la reciente toma de poder de Kaïs Saïed con enmiendas constitucionales, la formación de un parlamento títere y su toma de control sobre el poder judicial señalan un nuevo intento de obstaculizar la transición política. Ahora, Saïed, el profesor de ley constitucional convertido en presidente, convirtió su versión extensiva de los poderes ejecutivos en ley. Normalizar este estado anormal de emergencia coloca al presidente en la cúspide absoluta de poder, lo que causó que un universitario dijera a DW que «Kaïs Saïed llevó a Túnez a la época previa a la revolución».

Debajo de la superficie, existían dos corrientes antagónicas que fluían de manera paralela. En 2014, a pesar de que el país integró ideales progresivos, como la libertad de prensa, elecciones justas y una nueva constitución, al mismo tiempo, debido a la extensión del estado de emergencia, funcionaba como el régimen autoritario de Ben Ali. La mayor diferencia era la nueva presencia de una sociedad civil más activa y la libertad de prensa. Aunque frágiles y bajo constante presión para mantener un contrapoder, también dependen en gran medida de la agenda y la financiación occidental.

La respuesta de la comunidad internacional será un componente crítico para determinar la trayectoria democrática de Túnez. La mayoría de los participantes internacionales de la Primavera Árabe no quiere que este relato de victoria para la región pase a la historia como un fracaso. Las potencias internacionales pueden cumplir un rol esencial en reconocer y llamar atención a los fallos en la democracia, ofrecer incentivos financieros para traer de vuelta la democracia (como un préstamo del FMI) y ayudar a las fuerzas democráticas a devolver al país al camino de la democracia.

Pero nada es seguro. Es posible que las decisiones de las potencias occidentales, que suelen basarse en sus intereses geopolíticos, se inclinen más a acomodar a los dictadores árabes simplemente por fría necesidad estratégica. Gracias a que las noticias actuales del continente están enfocadas en Ucrania, las prioridades y los recursos ahora se dirigen a combatir la influencia rusa dentro y fuera de Europa. Parece que la prioridad es mantener la estabilidad, aunque sea a corto plazo, aunque implique cerrar los ojos a las dictaduras.

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