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Sur del Cáucaso: En búsqueda de su identidad perdida

Categorías: Asia Central y Cáucaso, Armenia, Azerbaiyán, Rusia, Gobernabilidad, Guerra y conflicto, Historia, Medios ciudadanos, Política

Illustrations by Palina Haduika

Poka Leanui, activista descolonial hawaiano, escribió un ensayo [1] titulado «Procesos de descolonización», en el que sugiere cinco pasos para descolonizar a un pueblo: recuperación, duelo, sueño, compromiso y acción. En esencia, Leanui sugería que la descolonización implicaba analizar cómo se distribuía el poder en una sociedad y qué cambios debían producirse para que todos recibieran un trato justo.

En un contexto geográfico más amplio, la tesis del académico es pertinente en muchas otras partes del mundo. Es más, muchos países exsoviéticos actualmente atraviesan su propio proceso de descolonización. Este proceso pasó desapercibido en su mayor parte hasta que Rusia invadió Ucrania, y muchas naciones postsoviéticas empezaron a reflexionar sobre su pasado y, en concreto, sobre el papel de Rusia en sus historias.

La presencia militar y política [2] de Rusia en el sur del Cáucaso, así como en la geografía en general, es indiscutible. Las potencias occidentales no participaron en los procesos políticos del sur del Cáucaso durante décadas, lo consideran tradicionalmente como la esfera de influencia de Rusia; un breve repaso [3] a la historia de la región da fe de eso. Aunque la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 es el ejemplo más reciente del interés y las aspiraciones de Rusia en la región, no es más que un eco del pasado que, por desgracia, sigue persiguiendo a Ucrania y a su pueblo, y también a toda la región postsoviética. Las cuestiones étnicas y territoriales de los países exsoviéticos siguen sin resolverse en gran medida porque el papel y el interés de Rusia [4] en mantener vivos los conflictos y las luchas a fuego lento han dañado las perspectivas de paz y coexistencia.

Un ejemplo es Nagorno-Karabaj [5] (en armenio Artsakh).

Fuente de la imagen:Grupo Internacional de Crisis [6]. Usada con autorización.

La región se incorporó por primera vez a Azerbaiyán en 1921, cuando la Unión Soviética creó la República Socialista Federativa Soviética Transcaucásica, que incluía a Azerbaiyán, Georgia y Armenia como las repúblicas que la constituían. En aquel momento, Nagorno Karabaj era una región autónoma dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán.

La decisión de situar Nagorno-Karabaj dentro de Azerbaiyán fue tomada por las autoridades soviéticas, que pretendían crear unidades administrativas basadas en criterios étnicos y lingüísticos. Aunque Nagorno Karabaj tenía una población mayoritariamente de etnia armenia, las autoridades soviéticas consideraron apropiado situarla dentro de Azerbaiyán.

La autonomía de Nagorno-Karabaj la establecieron las autoridades soviéticas en reconocimiento de la identidad cultural y lingüística única de la región, así como de las tensiones étnicas que existían entre las poblaciones armenia y azerbaiyana de la región. Sin embargo, a pesar de la autonomía de Nagorno-Karabaj, las tensiones persistieron y todas las partes implicadas intentaron ejercer un mayor control sobre la región. Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, Nagorno Karabaj declaró su independencia de Azerbaiyán e intentó reunirse con Armenia. Esto condujo a una guerra a gran escala –la primera guerra de Karabaj [7]– entre Armenia y Azerbaiyán, que terminó con un alto el fuego declarado en 1994 y una victoria del Ejército armenio, que tomó el control de los territorios en disputa pero también ocupó otros adicionales alegando la seguridad de la población de Karabaj.

La incapacidad o falta de voluntad de los líderes para resolver el conflicto tras la primera guerra de Karabaj mantuvo a ambos países a distancia, que intercambiaron a menudo culpas y se lanzaron acusaciones mutuas. Las violaciones del alto el fuego y las tensiones persiguieron a ambos países durante las siguientes décadas hasta el 27 de septiembre de 2020, cuando estalló una guerra a gran escala. La guerra, que duró 44 días [8], dejó miles de soldados y civiles muertos en ambos bandos. Azerbaiyán recuperó [9] el control de gran parte de las siete regiones anteriormente ocupadas. Azerbaiyán también capturó un tercio [9] del propio Karabaj durante la guerra. Rusia negoció un alto el fuego [10] que puso fin a la fase activa de la guerra, pero no resolvió el conflicto. Tanto Armenia como Azerbaiyán aceptaron la presencia de fuerzas rusas de mantenimiento de la paz.

Aunque participó activamente en las negociaciones posteriores a la segunda guerra del Karabaj, la invasión rusa de Ucrania un año más tarde modificó su dinámica de poder en la región y cambió el curso de los acontecimientos de posguerra.

Este cambio en la dinámica de poder se hizo visible con las escaladas de la posguerra que continuaron a pesar del acuerdo de 2020 para poner fin a las hostilidades. En mayo de 2021, las tropas azerbaiyanas hicieron [11] una importante incursión en territorio armenio, cruzaron varios kilómetros hacia las provincias de Syunik y Gegharkunik y ocuparon unos 41 kilómetros cuadrados de terreno. La maniobra suscitó la condena internacional [12], incluso del Parlamento Europeo, así como de Estados Unidos y Francia, que instaron a Azerbaiyán a retirar sus tropas del territorio armenio. En septiembre de 2022 se produjeron nuevas incursiones militares [13], que causaron la muerte y desaparición de al menos 204 militares armenios y 80 azerbaiyanos, según los registros oficiales [13].

Bahruz Samadov, candidato a doctorado de la Universidad Carolina de Praga, afirma que la decisión del presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, de atacar el territorio internacionalmente reconocido de Armenia en 2021 fue la manifestación misma del vacío que Rusia dejó.

Para los dirigentes políticos de Ereván, la reanudación de los combates en septiembre puso de manifiesto el declive de la influencia de Rusia, así como su falta de fiabilidad. En su lugar, ante la ausencia de Rusia, la Unión Europea y Estados Unidos intervinieron y asumieron el papel de nuevos mediadores en el proceso de consolidación de la paz entre Armenia y Azerbaiyán. Iniciaron [14] reuniones de alto nivel entre funcionarios armenios y azerbaiyanos. Sin embargo, ante la ausencia de Rusia, Aliyev siguió adelante con su objetivo: presionar a Armenia para que aceptara sus condiciones [15] sobre Karabaj y el corredor de Lachin.

Desde 2023 [16], un grupo de activistas ecológicos azerbaiyanos, que según Samadov son una fachada de la intervención estatal [17], bloquean la única carretera que conecta la población armenia que vive en Nagorno Karabaj con Armenia. El cierre de la carretera ha provocado una crisis humanitaria y ha llevado a Naciones Unidas a emitir [18] una orden judicial el 22 de febrero de 2023 que ordena a Azerbaiyán poner fin al bloqueo del corredor de Lachin.

Despertar descolonial

Aunque la guerra en Ucrania y la guerra por Nagorno-Karabaj pueden ser geográficamente distantes, tienen puntos en común. Ambas son el resultado de las políticas imperialistas de Rusia, que se remontan al período zarista [19] y fueron continuadas por el presidente Putin.

Es comprensible que a menudo resulte difícil mirar más allá de los tópicos políticos modernos o rastrear los acontecimientos que ocurren en el espacio postsoviético desde perspectivas históricas y antropológicas, pero no son menos importantes, hasta vitales, para comprender todo el espectro de complicaciones que conducen a este ciclo de violencia. Desde la invasión rusa de Ucrania, los antiguos Estados soviéticos están reevaluando el pasado soviético. El diálogo sobre el papel de Rusia en la región también se está desarrollando entre las sociedades postsocialistas del sur del Cáucaso.

Los temas decoloniales han empezado a debatirse en Armenia en los últimos años. La política desfavorable de Rusia en la región en el pasado reciente generó un nuevo discurso sobre las relaciones entre ambos países entre la sociedad civil armenia.

“Los temas decoloniales han empezado a debatirse en Armenia en los últimos años. La política desfavorable de Rusia en la región en el pasado reciente generó un nuevo discurso sobre las relaciones entre ambos países entre la sociedad civil armenia”, dijo Eviya Hovhannisyan, antropóloga social cuya investigación se centra en identidad y nacionalismo en países exsoviéticos.

Algunos autores han publicado (véase Hrach Bayadyan «Convertirse en postsoviético» [20]«) sobre la cuestión de la identidad postsoviética, pero en general no hay investigaciones académicas sólidas ni estudios sobre la descolonización. «Como la URSS era diferente de los imperios occidentales, la cuestión de si era un imperio en sí misma se debate de vez en cuando», dijo Hovhannisyan.

En Azerbaiyán, según Bahruz Samadov, la gente siempre fue crítica con Rusia y a menudo tendía a culpar a Putin del conflicto de Nagorno-Karabaj. Los azerbaiyanos y los armenios no siempre fueron enemigos. Habiendo vivido juntos durante siglos, consiguieron coexistir en paz. Hovhannisyan señala las prácticas conocidas como «Dost» (amigo en azerbaiyano) y «Kirva» (similar a padrino), que crearon fuertes lazos entre muchas familias armenias y azerbaiyanas.

«Cuando dos grupos étnicos tienen que convivir, crean mecanismos que configuran las relaciones interpersonales entre ellos. Tras la primera guerra de Nagorno Karabaj, armenios y azerbaiyanos cruzaban fronteras ya cerradas para asistir a bodas o funerales de sus amigos del ‘otro lado'», explica Hovhannisyan.

Hovhannisyan y Samadov afirman que la elaborada propaganda estatal de los últimos 30 años ha hecho que azerbaiyanos y armenios se odien mutuamente y no estén dispuestos a comprometerse por la paz. Samadov señala que el sentir nacionalista y ahora la victoria forman parte de la identidad nacional de Azerbaiyán, y es poco probable que cambie en el futuro porque Aliyev no está interesado en cambiar las perspectivas de la gente. «A Aliyev le beneficia que lo perciban como un líder victorioso. Si no cambia la propaganda oficial, no habrá una paz sostenible», señala Samadov. Tanto Samadov como Hovhannisyan señalaron también que a Rusia siempre le ha beneficiado tener una razón para su presencia militar y política en el sur del Cáucaso.

«Lo importante para nosotros es comprender que a Rusia solamente le interesa mantener su influencia en la región, ser siempre el hermano mayor, lo que sin duda es imperialista en su esencia».

“Lo importante para nosotros es comprender que a Rusia solamente le interesa mantener su influencia en la región, ser siempre el hermano mayor, lo que sin duda es imperialista en su esencia”, dijo Bahruz Samadov

“Paz es más que ausencia de guerra” – Inger Skjelsbæk

Aunque tanto Armenia como Azerbaiyán han dado señales positivas [21] para resolver sus problemas por medios diplomáticos, Eviya y Bahruz no creen que se alcance pronto una paz sostenible. «Para lograr una paz duradera, necesitamos un verdadero proceso democrático, que actualmente no tenemos (en Azerbaiyán); por lo tanto, no puede haber una paz real. Lo que podemos tener, como mucho, es una especie de paz autoritaria que quizá funcione en términos económicos, pero que nunca se transformará en paz entre las naciones», explicó Bahruz.

Además, en el frente de la sociedad civil, poco se puede hacer sin canales oficiales abiertos, añade Hovhannisyan. Aunque son vitales para la promoción de la paz y la resolución de conflictos, especialmente para los armenios y azerbaiyanos más jóvenes, que, a diferencia de sus padres o abuelos, nunca tuvieron contacto con la nación vecina, estos intercambios no son útiles cuando no existe un diálogo político oficial.

Según Samadov, la mayoría de las iniciativas locales comprometidas con la paz y el trabajo en favor de la democracia ya no están activas, y las que quedan carecen de capacidad «para ofrecer alternativas a la narrativa gubernamental». Muchos están decepcionados por la corrupción y las prácticas de blanqueo de dinero y han cambiado de trabajo o se han ido de Azerbaiyán». Y añade:

«Lo que podemos tener, como mucho, es una paz autoritaria que funcionará quizá en términos económicos, pero nunca se transformará en una paz entre naciones».

Aunque Armenia y Azerbaiyán están cambiando igual que los acontecimientos mencionados anteriormente, dependen en gran medida de una parte externa para resolver las disputas étnicas y territoriales entre ellos, preferiblemente no encabezada por Rusia. Con las narrativas bélicas en su núcleo, estos dos países y sus gentes siguen buscando su propia identidad y, para ellos, imaginar lo que vendrá después de la paz es más difícil que tomar medidas para alcanzarla.

La publicación se enmarca en el proyecto N-Ost «Descolonizar el periodismo», en cooperación con JX Fund y apoyado por el Comisario de Medios de Comunicación y Cultura del Gobierno alemán (BKM).