«Me sentí abrumado»: Ucranianos recuerdan primeras horas de la gran invasión rusa

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Calle principal de la ciudad de Bucha, región de Kiev, después de la liberación de las tropas ucranianas en abril de 2022. Foto por las Fuerzas Armadas de Ucrania (CC BY 3.0).

En febrero de 2023, en una publicación de Facebook, Global Voices pidió a los ucranianos que contaran cómo pasaron los primeros minutos y horas después de enterarse de que Rusia había iniciado una guerra a gran escala contra Ucrania. Muchos respondieron y estas son sus historias.

Muchos en Ucrania no pudieron dormir la noche del 24 de febrero de 2022.

Algunos se sentían ansiosos al ver la televisión o revisar las noticias.

Otros llamaban a sus familiares y amigos para que se prepararan para lo peor y para que se fueran a lugares más seguros al oeste del país. También huyeron ellos mismos hacia el oeste en trenes nocturnos.

La periodista Natalya Huzenko recibió una llamada de un amigo militar ucraniano a las 2:00 a.m., que le avisó que Rusia estaba lista para atacar. “Dejé a mi hijo y a mis gatos en una cama y me quedé acostada pensando que nada pasaría”, dijo la periodista a GV.

Anatoly Tkachuk, veterano de la política ucraniana y reformista, estaba en su balcón cuando el primer misil ruso pasó por el cielo oscuro casi a las 4:15 a.m.

«Era lo lógico»

La invasión rusa a gran escala de Ucrania en la mañana del 24 de febrero de 2022 no tomó por sorpresa a todos en el país. Desde octubre de 2021, poco a poco, Moscú había reunido todas las fuerzas a lo largo de la frontera ucraniana, y durante meses, los aliados occidentales le advirtieron públicamente a los ucranianos de una inminente agresión militar abierta.

Yulia Pimenova fue voluntaria en Stantsia Kharkiv, ONG creada en 2014 para ayudar a miles de personas desplazadas de las destrozadas regiones vecinas y que llegaron a Járkov. Algunos aún llevaban puesto el pijama y no tenían ningún documento. A finales de 2021, Yulia publicó un artículo en Facebook con las recomendaciones para saber cómo prepararse para huir.

“Le dije a mi hija de 11 años que habría una guerra una semana antes de los hechos. Mis familiares no me creyeron, pero era lo lógico. Si no se ha sancionado a un criminal por sus delitos, cometerá otro mucho más espantoso”, dijo Yulia a GV en referencia a Rusia.

Para cuando ocurrió la invasión, Rusia ya llevaba ocho años en una guerra contra Ucrania con ataques encubiertos y a través de mercenarios y marionetas desde la parte este del país que había sido ocupada desde 2014.

A finales de 2021, se intensificaron los ataques militares y la propaganda hostil contra Ucrania. El 21 de febrero de 2022, Putin proclamó el reconocimiento por parte de Rusia de las repúblicas autoproclamadas marionetas en el este de Ucrania. En la mañana del 24 febrero, dio un discurso televisado en el que anunció la invasión a gran escala de Ucrania como compromiso con el deber ruso de defender a sus aliados de la “agresión ucraniana”.

Sin embargo, en Ucrania, muchos estaban acostumbrados a las provocaciones y amenazas rusas, y dudaban de la posibilidad de una guerra a gran escala o se negaban siquiera a considerarlo.

“Durante la primera media hora [después saber las noticias de la invasión], lloré y tuve un ataque de pánico. No podía creer y aceptar que había una guerra en mi hogar, tan pronto”, escribió Nellie Verner desde Kiev.

«Me desmoroné»

En la mañana del 24 de febrero de 2022, el país despertó con explosiones, pero sobre todo por llamadas telefónicas. Familiares, amigos y colegas llamaban para contar lo que les pasaba y ofrecer ayuda.

Anastasia Prokopenko, activista cívica que presenció la invasión de 2014 en su ciudad natal de Donetsk, estaba entre quienes despertaron abruptamente por los sonidos de los misiles que cayeron en la ciudad de Kramatorsk, donde vivía entonces.

Junto con su familia, Anastasia se fue inmediatamente a una habitación más segura en su casa y trató de que fuera más segura en caso de que ocurriera un ataque. “Hicimos todo con mucha precisión y con la cabeza fría. Sin embargo, cuando empezamos a pegar las ventanas, me desmoroné porque era muy similar a lo que pasó en Donetsk. Entonces, me di cuenta de lo que realmente estaba pasando”.

Anton Senenko, académico que fue voluntario para repartir autos a las unidades en primera línea, llamó a su jefe para informarle que no iría a la oficina, ya que evacuaría a su esposa y a su hijo aquella mañana. “No respondió largo rato y, cuando habló, escuché: ‘Anton, ¿qué pasó?’. Traté de responder, pero, por primera vez en mi vida, sentí la boca seca y me quedé mudo como si mi lengua no estuviera”.

Muchos se apresuraron a comprobar rutas presuntamente seguras y a comprar boletos para que sus seres queridos salieran de las zonas más conflictivas de la invasión, que estaban cerca de instalaciones estratégicas como bases militares y aeropuertos, y de áreas a lo largo de la frontera de Ucrania con Rusia y Belarús, país aliado ruso.

En las calles, llenas de automóviles de quienes intentaban huir, también había movimiento en la dirección opuesta porque las personas iban a las oficinas de reclutamiento militar en las ciudades. Taras Bilous, periodista y activista de izquierda que combatió voluntariamente, y sus amigos habían acordado dónde encontrarse en caso de que ocurriera una invasión y de que no hubiese línea telefónica ni conexión a internet. “Durante la primera hora, solo me quedé mirando por la ventana y pensando. Después, empaqué mi mochila y me fui a Kiev. Ya no había transporte público en Kiev, así que tuve que caminar hasta allá [casi 14 kilómetros] desde Boyarka”.

Dmitry Durnev, periodista de guerra y padre de cuatro hijos, recordó haber observado asombrado la fila eterna del cajero automático de uno de los bancos más grandes de Ucrania y la gran congestión vehicular. “Ni siquiera pensamos en irnos, ya que uno no debe aventurarse a la calle de una ciudad que está bajos atacada. Fui al cajero automático de un banco que no conocía y saqué 20 000 grivnas (poco menos de 550 dólares). Siempre pensaba en cómo describiría esto en una historia”.

«Fumé por primera vez en mi vida»

Las estaciones de gasolina, los cajeros automáticos, las farmacias y los supermercados, muchos abiertos 24 horas del día, quedaron vacíos en unas horas. “Fui a una tienda y de alguna manera compré un montón de cosas inútiles como bollos rellenos. Todo lo que compraba expiró pronto en el refrigerador, ya que no había electricidad”, escribió Natalya Malukha, maestra de escuela de Irpín, suburbio de Kiev que se convirtió en el epicentro de la primera fase de la invasión rusa en 2022.

Nataliya Nakonechna, especialista empresarial de la industria espacial, recordó haber quedado impactada por el silencio del supermercado que estaba lleno de personas. “Corrí al supermercado para comprar agua embotellada”, escribió Ihor Dvorkin, maestro universitario. “Había una fila larga. Alguien dijo: ‘Borýspil está acabado'”, en referencia al principal aeropuerto del país cerca de Kiev, bombardeado aquella mañana.

Yelyzaveta Taranukha, maestra ucraniana de lenguas, despertó cuando su madre la llamó a las 5:00 a.m. para informarle de la invasión. “Guardé documentos en mi mochila, cerré las cortinas de una ventana y dormí por seis horas más con la esperanza de que fuera solo un mal sueño. Me despertó al mediodía una sirena y entendí que la vida no volvería a ser como era antes del 24 de febrero. Fui al supermercado más cercano y compré comida enlatada, pan seco, un paquete de cigarrillos y un encendedor. Fumé por primera vez en mi vida”.

En casa, las personas se apresuraban a abastecerse de agua, ducharse y cocinar mientras aún tuvieran agua, electricidad y gas. “Planeaba cada día de la misma manera: primero, realizaba todo lo que se me podría privar después”, explicó ek periodista Denys Ivanchenko.

En diferentes lugares, la periodista Yana Moiseienkova y el voluntario Stanislav Kushnarov, que hoy en día sirve en el Ejército, despertaron por las explosiones temprano en la mañana. “Miré por la ventana y vi automóviles en fila detrás de la barrera vehicular para irse. Me lavé el pelo y me senté a mirar cómo mis gemelos de cinco años dormían despreocupados”, escribió Yana. Stanislav recordó: “Revisé las noticias y guardé agua en la tina y en botellas. Sin embargo, no quería despertar a mi hijo, que estaba durmiendo plácidamente”.

Al sur de la ciudad de Odesa, Kirill Voronkov, empresario y padre de cuatro hijos, y que había ayudado a periodistas de CNN en la cobertura de Ucrania varios días antes de la invasión, despertó por una llamada de un periodista.

“Estaba televisión, internet, un cigarrillo tras otro. Mi esposa despertó más tarde. ‘¿Que vamos a hacer?’ Para ser sincero, durante casi dos horas, me sentí abrumado. Sin embargo, ¿cómo podría siquiera explicarlo o presentarlo? Respondí con una cita de Leonid Bykov [actor ucraniano soviético]: ‘¡Viviremos!'”.

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