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Por qué las empresas tecnológicas no pueden seguir ignorando su influencia en la política y en la sociedad

Categorías: Derechos humanos, Libertad de expresión, Medios ciudadanos, Periodismo y medios, Tecnología, The Bridge, GV Advox, Día Mundial de la Libertad de Prensa 2023

Imagen cortesía de Olga Solovyeva.

En medio de la creciente influencia de la tecnología en la política mundial, especialmente en los regímenes autoritarios, cada vez es más evidente la necesidad de reconocer la responsabilidad política de las corporaciones tecnológicas. En los últimos años, las repercusiones de desatender las prácticas éticas ponen en evidencia la urgente necesidad de que las empresas tecnológicas prioricen una conducta responsable. La manipulación de la información en línea [1], el desvío del tráfico de internet [2], la restricción del acceso a internet [3] y la implementación de sistemas de vigilancia [4] son algunos ejemplos de cómo los Estados pueden hacer un mal uso de la tecnología. Mientras antes se esperaba que la tecnología se convirtiera en un símbolo de resistencia y liberación, ahora los regímenes iliberales la utilizan para producir diversas formas de coartar la libertad digital que se extienden a la realidad material. ¿Cómo podemos garantizar que los gigantes tecnológicos contribuyan a las prácticas democráticas y no a la opresión política?

Por qué las empresas tecnológicas tienen responsabilidad política

En un sector impulsado por la innovación, como es el caso del sector tecnológico, la legislación no puede seguir el ritmo de los nuevos avances. A menudo, ni los usuarios ni los fabricantes tienen en consideración las consecuencias negativas de una nueva tecnología hasta que las han experimentado. Cuando eso sucede, la industria debe lidiar con las repercusiones del daño y, en consecuencia, con sus propias responsabilidades, que son cada vez mayores.

En los últimos años, los gigantes tecnológicos han sido noticia con mayor frecuencia por acontecimientos políticos que industriales. En primer lugar, las revelaciones sobre la obtención de datos de usuarios por parte de Cambridge Analytica y la consiguiente injerencia en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 [5] atrajeron la atención pública sobre los problemas de la recopilación de datos incontrolada. Sin embargo, incluso desde que se supo acerca de los problemas, los sitios de redes sociales no eliminan la información errónea o falsa [6] ni toman medidas contra los incidentes de violencia [7]. Otros debates públicos cuestionaron a los proveedores de redes sociales por no darle importancia al impacto que tiene en adolescentes y adultos jóvenes [8] el algoritmo que determina qué ven los usuarios en sus listas de favoritos, lo que contribuye a la epidemia de salud mental que recorre el mundo. Las empresas tecnológicas están directamente involucradas en la política internacional. Por ejemplo, en Myanmar, Facebook se convirtió en sinónimo de internet y, con el tiempo, en una plataforma clave para avivar el odio e incitar el genocidio [9]. También está el caso de Pegasus, elaborado software de vigilancia elaborado por la empresa israelí NSO Group que se utilizó para espiar a activistas políticos [10] de todo el mundo.

Los activistas digitales de Global Voices Advox informan [11] sobre el creciente uso de tecnología digital para el avance de los regímenes autoritarios en todo el mundo. Se centran, por ejemplo, en temas como vigilancia, entrega de información errónea o falsa y acceso a internet en diferentes contextos. Los autócratas utilizan toda la gama de tecnologías digitales disponibles. En Rusia, donde el interés del Estado es mantener las opiniones de la oposición fuera del entorno informativo, se hace mucho hincapié en la desinformación y la censura. Por su parte, Tanzania y Sudán son conocidos por los bloqueos de internet, mientras que en Turquía y Marruecos son cada vez más frecuentes los casos de vigilancia digital pública.

A la vez, el sector tecnológico no juega necesariamente solo en el lado oscuro. Desde la invasión rusa de Ucrania, SpaceX, empresa de Elon Musk, siguió prestando apoyo [12] al servicio de internet satelital Starlink y dando acceso a internet a Ucrania después de que la invasión rusa interrumpió los servicios. No obstante, su reciente compra de Twitter trajo múltiples polémicas que potenciaron [13] aún más la economía de la atención de las redes sociales, lo que lleva a la fragmentación, la polarización y el declive de la esfera pública. Es imposible separar a las empresas tecnológicas de la política y su rol tiende a causar controversia.

Manzana buena, manzana mala

Si estás leyendo este texto desde tu MacBook o iPhone, probablemente has notado la diferencia de vivir en un nuevo espacio de información con mucha menos publicidad dirigida. En febrero de 2022, Apple presentó sus nuevas funciones de privacidad [14] que permiten a los usuarios activar o bloquear el rastreo de datos personales de las aplicaciones instaladas en los dispositivos de la empresa, innovación con importantes consecuencias políticas, sociales y económicas.

Es esencial comprender la decisión empresarial que sustenta el actual debate sobre la ética y la regulación de los datos personales. Proteger los datos personales de los usuarios de Apple significa que no se les dirigirá publicidad personalizada y que sus datos no se utilizarán para predecir el comportamiento de los consumidores. Esto hace posible el derecho a la intimidad de los usuarios, una de las categorías centrales de las responsabilidades morales de los proveedores de servicios en línea [15] y, en esencia, un derecho humano. Esta garantía del derecho atrae a los consumidores hacia los productos de Apple.

Al mismo tiempo, esta decisión arquitectónica causó un gran malestar en el mercado, ya que las cotizaciones de las acciones de Meta y de otras empresas de medios sociales se desplomaron ese día. Introducir una cláusula que permita a los usuarios rechazar una acción, especialmente la recopilación de datos personales, significa reducir sus ingresos publicitarios potenciales, puesto que se tiene menos datos para desarrollar anuncios personalizados.

Apple tomó una decisión política que marca un hito en el debate sobre la regulación de la privacidad de los usuarios. Efectivamente, es un tema de preocupación gubernamental en la intersección de la información y la ética empresarial, la ley y la política. Este caso en particular ilustra el poder de una empresa, que no solo puede cambiar las reglas del juego en el debate sobre la regulación de la tecnología, sino también sacudir la industria al presionar a otras empresas a cambiar sus modelos de negocio y a desafiar la dinámica de los gigantes tecnológicos.

¿Qué implica esta decisión para Apple? ¿Una postura ética que indica su responsabilidad política? ¿Un acto de un excelente ciudadano corporativo que innova para hacer posible el derecho a la privacidad de sus clientes? ¿O es un movimiento de mercadotecnia para impulsar la venta de productos de Apple a través de una actividad ajena al mercado? Independiente de la motivación, hemos sido testigos de cómo una empresa tecnológica realiza un cambio político a escala internacional, ya que los productos de Apple son demandados y vendidos en todo el mundo.

Paralelamente, la empresa participa en otras actividades que pueden considerarse controvertidas. En 2022, junto con otros gigantes tecnológicos, Apple aumentó su gasto en grupos de presión debido a que las empresas enfrentan una mayor presión por parte de los legisladores que plantean preocupaciones contra el monopolio [16] para frenar el poder de los gigantes tecnológicos. Mientras tanto, apartándose del clima político democrático liberal, Apple enfrenta decisiones que desafían su postura política. En 2021, la empresa confirmó [17] que almacenaba todos los datos personales de los usuarios chinos en centros de datos con sede en China, país conocido por utilizar la vigilancia como herramienta de persecución política. Aunque Apple afirmaba mantener un alto nivel de seguridad, fuentes periodísticas informan [18] que la empresa entregó el control al Gobierno. Ese mismo año, Apple retiró [19] una aplicación de voto inteligente, una de las herramientas elaboradas por la oposición en Rusia para burlar el fraude electoral. En ambos casos, la decisión de la empresa tuvo consecuencias políticas graves y directas, al igual que la decisión de bloquear el rastreo de datos personales en sus dispositivos. La única diferencia era el tipo de presión ejercida sobre la empresa por el sistema político en el que operaba.

¿Dónde acaba la responsabilidad política de los gigantes tecnológicos?

En 2022, el mundo fue testigo de la expansión global de los regímenes autoritarios, que afectó tanto a los Estados en desarrollo como a las democracias establecidas. Según el informe de Freedom House de 2022 [20], solo el 20 % de la población mundial vive en un país libre, mientras que el 80 % restante se divide a partes iguales entre un mundo parcialmente libre y no libre. El mundo es cada vez más autoritario y el régimen político de una democracia liberal es hoy la excepción más que la regla.

Las distintas autocracias plantean difíciles obstáculos a las empresas tecnológicas, que siguen siendo las principales productoras de tecnología innovadora. El rol del Estado define las expectativas potenciales de las empresas y sus patrones de relación. En las autocracias, la participación política y la deliberación pública enfrentan la represión a través de las autoridades estatales, y las empresas están moldeadas por una economía política con elementos de intervención estatal. El Estado prevalece y tiene un control más directo sobre la empresa cuando es necesario, y su injerencia en la vida económica es ordinaria e impredecible. Los autócratas son conocidos por la censura, la propaganda y las intervenciones en los sistemas electorales, todo gracias a la tecnología que dan las empresas.

Uno de los ejemplos más comunes podría ser cuando una empresa debe obedecer la ley de un Estado autoritario para mantener la legitimidad política, mientras que la propia ley puede socavar la legitimidad moral de la empresa. El caso de Apple en China es un ejemplo. Sin embargo, esto puede tener otras consecuencias para empresas de otros países. Por ejemplo, Verizon (la filial que compró Yahoo! en 2017) fue demandada [21] por entregar datos al Gobierno chino que llevaron a la persecución política y a la tortura de disidentes.

En los regímenes autoritarios, la legislación suele estar diseñada [22] para establecer los requisitos y procesos específicos para que las agencias gubernamentales obtengan acceso a datos personales, y se consideran los casos con fines de vigilancia. Aunque la entrega de datos previa solicitud (por ejemplo, la citación judicial) también es habitual en los regímenes democráticos [23], la diferencia está en cómo se utilizan posteriormente esos datos y si hay motivos para equilibrarlo con otros procedimientos institucionales.

Detalles de la responsabilidad política de los gigantes tecnológicos

A medida que crece la intersección entre tecnología y política, los innovadores tecnológicos deben lidiar con las implicaciones políticas de sus nuevas creaciones. Tienen que tomar medidas proactivas para desarrollar estrategias sólidas de responsabilidad política mientras navegan por entornos autoritarios y otros entornos repletos de asuntos éticos. La transparencia es una forma de alcanzar estos objetivos.

La práctica de la información y divulgación sobre criterios ambientales, sociales y de gobernabilidad (ASG) [24] es un excelente ejemplo de cómo la transparencia obligatoria ha conducido a la rendición de cuentas, y puede adaptarse a la innovación tecnológica. Por ejemplo, revelar abiertamente quién ha comprado una determinada tecnología limitará la capacidad de los Gobiernos autoritarios para usarla abusivamente. Además, integrar la responsabilidad política como parte de las carteras de inversión responsable podría representar un paso significativo para iniciar un diálogo abierto sobre tecnología, política y sociedad. Esto podría hacerse dando a conocer el compromiso político directo de las empresas [25] y añadiendo transparencia adicional sobre los contextos en los que estas operan.

Esa transparencia sería aún más problemática (y probablemente imposible) para las empresas tecnológicas que se han desarrollado dentro de las fronteras y, por tanto, de la jurisdicción de regímenes autoritarios. Uno de los ejemplos más ilustrativos es el caso de Yandex [26], multinacional con sede en Rusia. La empresa, a menudo denominada el «Google ruso», creció hasta convertirse en un importante actor en el sector tecnológico. A pesar de transigir ocasionalmente con el sistema político, la empresa mantuvo la reputación de ser la más liberal del país, al mismo tiempo que mostraba un crecimiento empresarial constante. Sin embargo, cuando Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022, Yandex tuvo que hacer frente a importantes presiones [27], restricciones legislativas, sanciones internacionales y críticas de la opinión pública. Desde las primeras semanas de la guerra, el sitio YandexNews, que visitan a diario 40 millones de personas, incluyó [28] solo historias de medios estatales, amplificando las narrativas de la «operación especial». Acatar la ley pasó a ser un equivalente de contribuir a una cobertura mediática unívoca dominada por el Estado ruso.

La guerra se convirtió en el detonante más importante que afectó a Yandex, ya que el precio de las acciones de este destacado negocio perdió más del 75 % de su valor. Muchos empleados de la empresa, incluidos altos directivos, renunciaron o abandonaron [29] el país en protesta por la guerra dirigida por Rusia. Se aplicaron sanciones personales al director general y al fundador de la empresa. Bajo presión, la empresa vendió [30] sus activos de información a un conglomerado leal al Estado. En diciembre, el fundador de la empresa abandonó Yandex Rusia, pero siguió siendo el principal accionista.

Este tipo de escenarios establecen una base controvertida para las empresas que deben aceptar las normas de un Estado autoritario para mantener su negocio. El libro Exit, Voice, Loyalty: Responses to Decline in Firms, Organizations and States [31] de Albert Hirshman propone un marco de tres estrategias para responder cuando se percibe una disminución en los resultados de una organización o un Estado. Si se usa como guía para una estrategia organizativa, una empresa tecnológica que se enfrente a un autoritarismo podría marcharse, protestar o acatar. Sin embargo, si se es realista y se tiene en consideración que el autoritarismo se suele caracterizar por la supresión de la disidencia pública, solo hay dos estrategias: quedarse o irse, y ambas opciones plantean más problemas éticos. Ya se ha hablado mucho acerca de los inconvenientes de colaborar con autócratas; ¿hasta qué punto es ético para los empleados y los clientes que una empresa abandone el Estado en declive? Además, el negocio sigue siendo, ante todo, una empresa generadora de beneficios y muy pocos países del mundo crearían mercado para un producto para que la directiva de la empresa pueda cumplir con el estándar de responsabilidad política. Al fin y al cabo, no todos podemos vivir en Noruega.

A medida que crece la influencia de las empresas tecnológicas, corresponde a la sociedad civil, a los periodistas, a los usuarios de tecnología y a las organizaciones de monitoreo exigirles que se hagan responsables. Exigir transparencia y colaborar en la creación de nuevas políticas justas que puedan apoyar a las empresas tecnológicas en contextos difíciles podría ser una forma de avanzar. Mientras tanto, es importante educar al público y crear incentivos para el consumo de tecnología que no sean la gratificación instantánea. Al trabajar juntos, las partes interesadas pueden empezar a dar forma a un panorama tecnológico más ético, en el que el bien común sea más importante que el interés corporativo.