Ciclismo, excremento de gallina y futuros alternativos

A cyclist wearing a helmet and mask steps out of the seat to climb a hill, with green trees in the background.

J. Nathan Matias pedalea al pie de las montañas de Santa Cruz con su máscara respiratoria. Foto de Cameron Campbell.

Este artículo es parte de una serie de J. Nathan Matias acerca de un trayecto en bicicleta de más de 500 millas en junio de 2023 que está recaudando fondos para Rising Voices, programa de lenguas indígenas/en peligro de Global Voices, y la Red de Justicia Ambiental de California Central. Dona a la iniciativa aquí

El 2 de abril de 2023 me di cuenta de que las bicicletas son máquinas para visitar futuros alternativos.

Al descender después de horas de enredados caminos a través de la neblina del bosque de secuoyas, debí haber esperado algo inusual. Tras semanas de lluvias torrenciales, los pasos de montañas se habían convertido en un laberinto incierto de desvíos. Junto con mi compañero Noah, sorteamos con cuidado las rocas caídas y los desprendimientos de tierra que habían sacado pedazos de las empinadas laderas de las rutas en curva.

Una vasta llanura se extendía bajo el sol ardiente, atravesada por personas encorvadas en sus overoles blancos. «Esto parece una zona catastrófica», dijo Noah. Mis pulmones empezaron a arder y las cifras de mi biocomputador descendieron a niveles peligrosos. Justo cuando iba a sacar la máscara de mi bolsa, vi una figura de mí mismo.

¿Qué cara pones para encontrarte con el caos? Como un profesor universitario que recorre cientos de kilómetros en bicicleta para aprender y contar historias, a veces pienso en la pregunta de Binyavanga Wainaina sobre cuándo usar un cliché en específico. ¿Soy simplemente otro explorador de la Ivy League en busca de información y material para sus clases? ¿Soy un guatemalteco estadounidense con herencia indígena mam como Semley, la trágica heroína imaginada por Ursula K. Le Guin que reclama la dignidad y el legado de su pueblo desde el corazón del imperio? ¿Salgo a una gloria complicada como de las Casas, el sacerdote conquistador y emprendedor social que dijo «no» a los injustos sistemas de poder?

Me llevo cada una de estas historias. También llevo la mía. Es más, fue mi propia historia la que me devolvió la mirada desde un traje blanco a través de las llanuras pantanosas del valle de Pájaro aquella tarde de abril.

Workers in white jumpsuits travel in lines across the flat fields, with green foothills and blue, cloudy skies behind them

Trabajadores en trajes blancos esparcen pesticidas en el valle de Pájaro, California. Fotografía de J. Nathan Matias.

Si alguna vez has comido una fresa en Estados Unidos, es muy probable que haya llegado del valle de Pájaro o de una granja cercana a lo largo del río Salinas, donde desemboca en la bahía de Monterrey. Las lluvias primaverales y la nieve invernal descienden de las montañas de Santa Cruz y Gabilan hacia un delta bajo y marismas que reponen el suministro de agua del valle.

El día que pasé por Pájaro, miles de personas seguían luchando por superar el desplazamiento masivo y la falta de vivienda debido a las inundaciones por lluvias torrenciales de semanas antes. La ayuda federal para estas familias se anunció diez días después, a casi un mes del desastre. Con las cosechas de bayas destruidas, las oportunidades de trabajos locales habían disminuido y los cultivadores apenas estaban empezando a plantar de nuevo en los campos que se habían inundado.

California EnviroScreen map showing high levels of pesticides in Pajaro CA in 2021

Mapa de riesgo de contaminación de California Enviro Screen de 2021.

En el valle de Pájaro, plantar significa pesticidas. De acuerdo con el proyecto Enviro Screen de California, la región tiene la puntuación más alta posible en pesticidas junto con altos índices de personas con asma y enfermedades cardiovasculares, especialmente niños. Los trajes blancos que vi en los campos eran equipos de protección. Cerca de la carretera, una fila de trabajadores hacían fila en el puesto de control tal como astronautas ante una esclusa de aire. Al otro lado, las personas volvían a entrar en la ciudad con su propia ropa limpia.

A veces, me siento como un astronauta cuando monto mi bicicleta. Como ciclista con discapacidad respiratoria, llevo un sensor de calidad del aire, un pulsómetro y un medidor de potencia que informa respecto a cuánta energía pueden utilizar mis músculos. Al pasar por el valle de Pájaro, mis vías respiratorias se contrajeron, me sentí mareado, mi ritmo cardíaco disminuyó y mi cuerpo no pudo producir mucha energía. Mi amigo Noah, como la mayoría de las personas, apenas notó el cambio. Sin embargo, me puse rápidamente una mascarilla N-99 sobre la boca y la nariz.

«No podría haber sobrevivido aquí», me repetí mirando a mis compañeros centroamericanos que caminaban hacia la estación de desinfección de pesticidas con sus trajes blancos de protección. Entonces, recordé mi propio día como trabajador agrícola, día que cambió mi vida para siempre.

In the distance, a long white chicken farm sits amidst maize fields, trees, and a blue sky in Central Pennsylvania

Granja de baterías donde J. Nathan Matias trabajó un solo día. Fotografía de J. Nathan Matias.

No recuerdo exactamente cuándo conseguí el trabajo como paleador de excremento de gallina en una granja de baterías del Pensilvania central. Mis padres insistían en que mi trabajo era legal, y así lo creo porque la ley estatal permite que los niños de 14 años o menos trabajen en granjas. Recuerdo que me entusiasmaba la idea de ganar un sueldo por hora y estaba ansioso de impresionar al granjero con mi ética de trabajo.

Después de ponerme la máscara protectora, los guantes y el overol, tomé una pala pequeña de punta plana y seguí al granjero hasta el edificio más grande que había visto en mi vida. Había por todos lados hileras de jaulas de gallinas que se extendían sobre mi cabeza en la distancia. El aire estaba tan cargado de excremento que ninguna máscara protectora podía filtrar completamente el hedor. No lo sabía entonces, pero las jaulas en batería se habían inventado hacía menos de 50 años y la Unión Europea ya las había prohibido.

Palear excrementos en las granjas de gallinas es un trabajo tan peligroso y desagradable que solo lo describen los reguladores de seguridad y los empresarios que intentan sustituirlo por robots. Ciertamente, mientras raspaba el excremento de miles de gallinas estresadas y hostiles supe por primera vez que tenía asma.

No recuerdo si aguanté todo el turno de día, pero sí el terror que ahora es familiar de abrir la boca y no poder respirar. Estuve varios días en cama. Por suerte, nuestro médico de cabecera me recetó los inhaladores azul y marrón que todavía llevo en cada viaje en bicicleta. Mis padres informaron con firmeza al granjero que no volvería. Mi siguiente trabajo, como reponedor en una ferretería, resultó mucho más seguro. Gracias a este trabajo, pude conocer a varias generaciones de líderes comunitarios que alentaron mis sueños universitarios.

A brown farm building sits behind a barbed wire fence and a bed of bright yellow flowers, with an irrigation truck and blue skies in the background.

Instalación de trabajo agrícola cerca de Watsonville, California. Fotografía de J. Nathan Matias.

¿Qué habría sido de mi vida si mi cuerpo hubiera resistido los graves peligros del trabajo agrícola? Si estamos de acuerdo con juzgar a las personas por el contenido de su carácter, creo que podría aprender algunas cosas de mi otro yo. Como mínimo, actualmente podría estar más vinculado a mi herencia y comprender mejor el español y las lenguas indígenas.

Al igual que la gente del valle de Pájaro, espero haberme convertido en alguien que apoya a sus vecinos y aboga por su comunidad, como el grupo que se organizó para convencer a la Casa Blanca de ayudar a Pájaro en caso de catástrofe y reparar las infraestructuras abandonadas. La especialista en educación Tara Yosso llama a esto “riqueza cultural de la comunidad”: los recursos de familia, cultura, lengua, esperanza y resistencia que las comunidades marginadas pueden ofrecer especialmente a la sociedad.

Hace unas semanas, la organizadora de justicia ambiental de California Central me preguntó: “¿Por qué montas tu bicicleta aquí si tienes asma?”. A finales de mayo, cuando iniciemos con mi amigo Ivan un trayecto de 550 millas por la ruta de la Marcha de los Trabajadores Agrícolas de 1966, voy a necesitar mi sensor de aire, mis biomonitores y mi mascarilla. Necesitaré tener mis inhaladores a mano. Sin embargo, según la ciencia, el entrenamiento en bicicleta me hace más fuerte y seguro.

También conoceré a líderes cuya creatividad y riqueza cultural están transformando el futuro de la alimentación, el clima y la vida cívica. Además, como he aprendido, las bicicletas son máquinas para explorar futuros alternativos.

Referencias:

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