Este artículo editado de Anna Lawattanatrakul se publicó originalmente en Prachatai, sitio de noticias independiente de Tailandia, y Global Voices reproduce una versión editada en virtud de un acuerdo para compartir contenidos.
El 25 de marzo de 2020, después de que las autoridades tailandesas declararon el COVID-19 como enfermedad peligrosa transmisible, el Gobierno impuso estado de emergencia en todo el país. Se ordenó el cierre de locales nocturnos y de diversión como bares, teatros o salones de masaje. Los trabajadores de estos sectores, desde camareros y masajistas hasta músicos, perdieron sus empleos en masa. Muchos no volvieron al trabajo hasta finales de 2021 o principios de 2022.
El repentino desempleo hizo que los músicos y otras personas de la industria musical perdieran su medio de vida. Muchos músicos tuvieron que vender sus queridos instrumentos o buscar otros trabajos para llegar a fin de mes. Muchos abandonaron la profesión por completo.
Desenchufado
En el documental titulado «Unplugged: Música en crisis«, músicos tailandeses hablan de sus vidas durante y después de la pandemia, y del futuro de la economía creativa en Tailandia.
Profesión inestable
La pandemia de COVID-19 también sacó a relucir los problemas que enfrentan muchos trabajadores de el sector musical tailandés, desde la precariedad laboral y las condiciones de trabajo injustas hasta la falta de apoyo estatal a la economía creativa.
Puntapol «Ohm» Prasarnrajkit, vocalista del grupo Cocktail y fundador de Gene Lab, sello musical de GMM Grammy, afirmó que parte del problema es que el panorama de la música en directo en Tailandia está ligado a la actuación en locales nocturnos, como bares y restaurantes, y aunque esto significa que los músicos tienen más oportunidades de actuar, estos espacios no están abiertos a algunos géneros musicales que también merecen un espacio. A pesar de las recientes tendencias de músicos ambulantes y conciertos al aire libre, aún no es suficiente para que la profesión sea totalmente sostenible.
Los músicos tampoco cobran lo suficiente para ganarse la vida, dijo, mientras que el público no entiende lo bastante bien los derechos de autor y la propiedad intelectual como para que los artistas puedan seguir ganando dinero cuando no pueden actuar en directo.
El ascenso y descenso de popularidad de un artista también depende de las tendencias sociales, y en un mercado pequeño como el tailandés, esto significa una situación laboral precaria, ya que pueden no durar mucho en escena. Puntapol cree que hay que pagar más a los músicos para que la profesión sea sostenible, y el mercado tiene que ampliarse para que esto sea posible.
Trabajar en aras de una situación laboral más justa
Las exportaciones culturales podrían ser la clave para ampliar el mercado, dijo Puntapol, ya que significaría que los músicos tendrían la oportunidad de ganar más, y también habría más espacio para que las nuevas generaciones de músicos se unieran a la industria.
Puntapol afirmó que el Gobierno tailandés no se preocupa lo suficiente por la cultura contemporánea y las exportaciones culturales porque las autoridades tienden a dar prioridad a una forma de cultura que se ajuste a su definición de lo que es ser tailandés o la cultura tradicional tailandesa.
Pakornwut Udompipatskul, exbajista del grupo de rock Basher y exparlamentario del partido Move Forward, afirmó en una mesa redonda sobre el futuro de la industria musical tailandesa durante el Future Fest, festival de música organizado por el Movimiento Progresista, que los trabajadores creativos de Tailandia siguen sin recibir apoyo del Gobierno. Los músicos seleccionados para competir en el extranjero tienen que usar su propio dinero para viajar, dijo Pakornwut.
También dijo que la Agencia de Economía Creativa, organización pública financiada por el Gobierno con la misión de apoyar la economía creativa de Tailandia, recibía un presupuesto de 300 millones de bahts (8,6 millones de dólares) al año, cantidad muy pequeña en comparación con otros países, como Corea del Sur, donde el Gobierno asigna unos 431,9 millones de dólares al año para apoyar su sector creativo, mientras que el sistema burocrático dificulta que se haga algo.
Pakornwut afirmó que las autoridades deberían dar prioridad a las personas y asignar un presupuesto acorde. También deberían cambiar de mentalidad y ver que todas las profesiones son importantes. El arte y la cultura construyen Tailandia junto con otras profesiones, dijo, y pidió a organismos gubernamentales como el Ministerio de Cultura que apoyen todo tipo de cultura, no solo la considerada «tradicional».
Pakornwut también dijo que los contratos entre artistas y discográficas deben ser más justos, ya que la mayoría de las discográficas tienen derechos sobre la obra producida por los músicos con los que contratan, lo que significa que los que dejan su discográfica no son propietarios de sus canciones y deben empezar de nuevo. Mientras tanto, otros trabajadores que intervienen en una actuación, como los ingenieros de sonido o los conductores de los artistas, tampoco reciben una remuneración justa.
Protección a los derechos de los trabajadores
Muchos dicen que la organización es importante para exigir derechos para los profesionales de la música.
Para Itkron «Jaii» Pungkiatrussamee, vocalista de la banda TaitosmitH, sin una organización profesional será difícil plantear reivindicaciones al Gobierno, porque no podrá escuchar a todos los músicos del país. Por lo tanto, es necesario contar con una asociación que recoja las opiniones de los trabajadores del sector para iniciar una campaña y proteger sus intereses.
Puntapol espera que la existencia de un sindicato o una asociación ayude a los trabajadores del sector con información sobre cómo gestionar sus finanzas, por ejemplo, cómo hacer sus impuestos, o creando una cooperativa que les ayude a ahorrar dinero.
What I really want to see, in my dreams, is the day someone can proudly write down that I am a musician without worrying about being looked at as someone who just sings and dances for a living, when it is clearly an honourable profession.
Lo que realmente quiero ver, en mis sueños, es el día en que alguien pueda escribir con orgullo que es músico sin preocuparse de que lo miren como alguien que solo canta y baila para ganarse la vida, cuando es claramente una profesión honorable.
Puntapol afirmó que las alianzas formadas durante la pandemia ayudaron a los trabajadores de la industria musical a encontrarse, ya que tuvieron la oportunidad de reunirse y hablar sobre cómo les estaba afectando la pandemia. Espera que con el tiempo puedan crear una asociación que garantice prestaciones a los trabajadores de la industria musical.
Pero puede que no sea tan fácil que los trabajadores de la industria musical se sindicalicen. Mongkol «Joe» Smorban, cuya experiencia durante la pandemia le hizo unirse al grupo de defensa de los derechos laborales para crear una red de trabajadores de diversión nocturna, afirmó que descubrió que los trabajadores de estas industrias son muy vulnerables a la explotación, ya que se les contrata con informalmente, y temen exigir cualquier cosa a sus empleadores por miedo a que los despidan.
Aunque afirmó que es difícil invitar a los trabajadores de la industria nocturna a afiliarse a un sindicato, Mongkol dijo que no era imposible. Para él, afiliarse a un sindicato es una forma de que los trabajadores hagan campaña a nivel político, y de aumentar su influencia y proteger a quienes hacen campaña por sus derechos.
Y aunque dijo comprender las preocupaciones de los trabajadores, Mongkol afirmó que le gustaría que supieran que afiliarse a un sindicato no es malo ni peligroso y que organizarse se hace para proteger sus derechos. Señaló que los sindicatos siempre tienen en cuenta la seguridad de sus miembros.
«Al final, creo que ganaremos», afirmó Mongkol.
Para Mongkol, ganar significa que habrá bienestar público para todos. Afirmó que el efecto de la pandemia se dejó sentir en todo el mundo, y que la situación en otros países llevó a comparar por qué podían compensar a sus ciudadanos y si en esos países se cuida a la gente porque tienen bienestar estatal.