Pequeño Mariúpol en el exilio en Dnipró, Ucrania
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Esta historia es parte de una serie de ensayos y artículos escritos por artistas ucranianos que decidieron permanecer en Ucrania después de la invasión a gran escala de Rusia el 24 de febrero de 2022. Esta serie se produce en colaboración con la Asociación Folkowisko/Rozstaje.art, gracias a la cofinanciación de los Gobiernos de República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia a través de una subvención del Fondo Internacional Visegrad. La misión del fondo es promover ideas para la cooperación regional sostenible en Europa Central.
Incontables habitantes de Mariúpol, ciudad en la región de Donetsk en gran parte destruida por las fuerzas rusas en 2022, se han trasladado a Dnipró, la mayor y más cercana al este, y ahora están ayudando a quienes también han perdido sus hogares y medios de vida.
Un día, una niña entró a un café llamado Pequeño Mariúpol en Dnipró con una olla de barro. Un trabajador la puso en una repisa junto con otros artefactos que les recordaban a la ciudad que llevaba el nombre de su negocio. Muñecas de trapo Motanka, pinturas, libros y banderas adornaban la pared y la repisa. A través de la breve explicación de la niña, supieron que la olla salió de Mariúpol de alguna manera, sin más detalles, donde había sido parte de un museo de la vida ucraniana organizado por la Catedral de San Petro Mohyla. La olla adquirió un significado especial, ya que los ocupantes rusos habían saqueado y destruido la ciudad.
La catedral Petro Mohyla era famosa entre los feligreses de la iglesia Ortodoxa ucraniana. Desde finales de la década de 1990, albergaba una cocina de caridad para personas en necesidad. Hace varios años, el activista local Kyrylo Dolimbayev se unió al clero y convirtió la iglesia en un centro cultural. Establecieron una biblioteca de literatura ucraniana, una escuela musical de bandura, cursos de idiomas extranjeros y artesanía popular. Decoraron el interior del edificio con pinturas de Petrykivka, estilo tradicional de ornamentación ucraniana. Por lo general, se pinta en varios tonos de rojo y amarillo, pero en la ciudad portuaria de Mariúpol se apartaron de esta costumbre y utilizaron pintura azul y blanca para simbolizar el mar.
A fines de febrero de 2022, Kyrylo tuvo que dejarlo todo y huir de Mariúpol. Le advirtieron que los rusos lo habían incluido en su «lista de disparos». Saquearon la iglesia y quemaron la biblioteca. Todos los clérigos se marcharon. El sacerdote principal fue el último en evacuar cuando la ciudad estaba casi rodeada.
Sin embargo, una semana después del comienzo de la invasión a gran escala, las personas de Mariúpol crearon un nuevo centro humanitario en una estación de servicio en Dnipró, a donde habían huido. Al principio, daban ayuda a 50 personas cada día, pero ahora pueden ayudar hasta 2500 visitantes. Llaman al centro «Buenos días, somos de Mariúpol».
Más tarde, mientras hablaba con los refugiados, Kyrylo se dio cuenta de que además de ayuda humanitaria, también necesitaban ayuda psicológica:
«Así que creamos un espacio comunitario, Espacio Libre Pequeño Mariúpol. Restauramos la biblioteca que los rusos quemaron en Mariúpol y dimos ayuda psicológica y legal gratuita. Ayudamos a civiles y a personas del Ejército. Recaudamos fondos para hacer regalos a los niños afectados por la guerra».
Después de considerar qué tipo de centro humanitario podría potencialmente generar ingresos y, a largo plazo, volverse autosuficiente, Kyrylo decidió crear una empresa social. Así es como surgieron tres cafés. Todos se llaman Pequeño Mariúpol, con dos sucursales: Svoï (Nuestro) y The Best Inside (El mejor interior). Son como ecosistemas en miniatura que representan la ciudad actualmente ocupada. Cerca del espacio comunitario, se abrió una pequeña tienda llamada Little Mariupol Local Food.
«No tenía planeado encontrar amigos»
Lina y Valya trabajan en el café Pequeño Mariúpol Svoї. A simple vista, era evidente que no solo eran colegas, sino queridas amigas. Se hicieron amigas recientemente, Valya venía de Mariúpol y Lina de Izyum en la región de Kharkiv, ambas ciudades fueron fuertemente bombardeadas en la etapa inicial de la invasión de febrero de 2022. «Ni siquiera planeaba encontrar amigos aquí, en este nuevo lugar», dijo Lina. «¡Pero sucedió que Valentina apareció!». Valya rio porque solo los amigos la llamaban por su nombre completo.
En Izyum, Lina se quedó con su familia en un sótano después de que la primera bomba cayó sobre la ciudad. Pasaron dos semanas sin conexión telefónica ni a internet y se enteraron de que los rusos ya habían alcanzado el lado opuesto del río varios días después. Una vez que los combatientes de defensa territorial llamaron a la puerta del sótano y dijeron que era hora de evacuar, Lina y su familia se marcharon.
En Mariúpol, Valya estaba en la casa de sus padres donde todos sus parientes se habían refugiado, un total de 17 personas. Valya dice que tuvo suerte: «No perdí a nadie, no enterré a nadie en el patio, nadie murió a causa de una explosión ante mis ojos». Toda su familia logró evacuar.
Lina, su hija, su esposo y un perro fueron rescatados por soldados, pero sus padres se quedaron en Izyum. No pudo comunicarse con su madre durante más de un mes y con su padre durante dos meses. «Una vez vi un video de Izyum, de la calle donde vivía mi madre. Una bomba cayó allí. Ese día, pensé que probablemente mi madre ya no estaba viva».
Como se supo después, los parientes de Lina sobrevivieron y su madre supo que su hija había intentado encontrarla.
En abril de 2022, cuando la madre de Lina logró llamar a su hija, quedó claro que todo ese tiempo, ella pensaba que Lina había permanecido en Izyum. «Mi mamá me dijo después que cuando dije ‘Estoy en Dnipró’, se dio cuenta de que ella se había quedado sola en la ciudad. Se dio cuenta de que no era el momento adecuado para relajarse». Faltaban cinco meses para la liberación de Izyum.
Nadar sin agua
Sin embargo, ser reubicado no necesariamente significa paz mental. Las personas desplazadas internamente tienen que soportar un intenso miedo por sus seres queridos que permanecieron bajo ocupación, al mismo tiempo que buscan a personas con las que perdieron contacto en medio de la confusión.
Anastasia y su hija Alina también trabajan en el café y la tienda «Mariúpol». Pero en Dnipró, solo están las dos mientras que el resto de su familia todavía está en la ocupada Severodonetsk, en la región de Lugansk. Por esto, se cambiar sus nombres por razones de seguridad.
Anastasia no pudo contactar a ninguno de sus familiares. En los primeros días de la invasión a gran escala, ella y su hija se quedaron en su apartamento, pero a principios de marzo, la casa fue bombardeada y tuvieron que mudarse a un centro humanitario que se encontraba en un estadio de hielo local; ahora está en ruinas.
Les llevó 10 minutos prepararse para partir. Un conductor logró llevarlos al centro, en una inusual pausa en el bombardeo. Más tarde, los rusos también bombardearon el estadio. Alina resultó herida por esquirlas, pero dice que no fue grave. El conductor también fue alcanzado por los bombardeos; perdió su auto y parte de su pierna debido a la lesión. Alina lo vio después en el centro humanitario, por lo que supo que el hombre había sobrevivido, pero nunca supo si logró abandonar la ciudad antes de que fuera ocupada.
Cuando Severodonetsk se volvió demasiado peligrosa, las personas fueron evacuadas en autobuses, incluso bajo bombardeo, hacia una estación de tren. Así es como Anastasia y Alina llegaron a Dnipró.
«Al principio fue difícil. Durante uno o dos meses, no pude practicar deportes nuevamente. Pero más tarde, retomé los entrenamientos», dijo Alina. Alina es Candidata a Maestra de Deportes en pentatlón moderno, que incluye esgrima, tiro, carrera de caballos, natación y carrera. En Dnipró, Alina fue primero a la federación regional de pentatlón moderno, pero ya tenían un equipo completo, solo para hombres. Así que ella entrenó de forma independiente, pero a los pocos meses, los rusos comenzaron a bombardear la infraestructura crítica, lo que causó cortes de electricidad. La esgrima, el tiro, mantener las piscinas abiertas, todo requería electricidad.
«En lugar de esgrima, hice ejercicios de carga, como sentadillas y flexiones. En lugar de nadar, hice ejercicios con una banda elástica: la enganché en un árbol, la enrollé alrededor de un tronco y tomé los extremos con las manos, y hice movimientos como si estuviera nadando. De esta manera, ejercité los músculos de la columna vertebral y los brazos», explicó Alina. Uno de sus entrenadores ya había sido evacuado a otro lugar, y otro se encontraba en el Ejército.
Las sucursales de Pequeño Mariúpol en Dnipró están restaurando gradualmente lo que desarrollaron activistas culturales locales en los últimos años en la costa del mar de Azov: veladas musicales, cursos de idiomas y clases de artesanía popular. La iglesia con su ornamentación azul y blanca sigue bajo ocupación, pero en Dnipró se han llevado a cabo clases de pintura de Petrykivka en su lugar. Recientemente, se estableció una cocina en la ciudad para preparar comida caliente para el centro «Buenos días, somos de Mariúpol».
Sin embargo, Mariúpol, pese a estar a solo 300 kilómetros de Dnipró, donde tantas personas encontraron refugio, se siente como otro universo. Pero, después de todo, la esperanza de las tierras ocupadas está en su gente, que está lista para reconstruirlo todo, aunque comience desde un centro humanitario en otra ciudad.
Este articulo es parte de The Bridge (El puente), presentacion con opiniones, comentario e investigacion desde la perspectiva singular de la Comunidad de Global Voices. · Todos los articulos